TAN CHIQUITO Y TAN PUTITO (SEXO CON DOS HOMBRES MAYORES)
¿Se puede ser tan chiquito y tan putito? ¡Sí! ¡Se puede y yo soy la prueba de ello!.
“¿Por qué sos tan puto, Marquitos? ¿Tanto te gusta la pija? ¡Cómo podéis tener semejante culo! ¡Tan chiquito y tan putito!” – Eran frases que yo oía muy asiduamente, pero que nunca respondía, por la sencilla razón, que no me afectaba en lo más mínimo; simplemente me gustaba y vaya si me gustaban las entrepiernas masculinas y de todo tipo, forma, tamaño, etc.
Como comenté en el relato anterior, Carlos, un hombre de 30 años de edad, quien gustaba y mucho de mantener relaciones sexuales con niños (yo no fui el único, ni mucho menos), me había desvirgado a mis 8 añitos de edad y lo había hecho de una manera tan hermosa, tan agradable, tan tierna y tan dulce, que, muy lejos de haber sido “debut y despedida”, continuó cogiéndome y con bastante frecuencia.
Estaba a punto de cumplir mis 9 años y si bien seguía dejándome coger por mis pares, los chicos del barrio y mis compañeros de escuela, las verdaderas “culeadas” me las daba Carlos y en su propia casa, lugar al que yo no necesitaba “permiso especial para ingresar”.
“¡Hola, Carlos! ¿Puedo pasar? – Le pregunté como tantas veces lo hacía, solo por una cuestión de “respeto”.
“¡Sí, Marquitos! ¡Entra! Y de paso, conoces a un amigo” – Dijo Carlos y agregó:
“¡Marquitos! Él es Eduardo, un amigo de mi infancia, que me vino a visitar” – Para finalizar diciendo, a modo de presentación:
“Eduardo, él es Marquitos, el chico del que te hablé”.
“¡Hola Marquitos!” – Dijo Eduardo.
¡Hola señor Eduardo! – Respondí de esa manera, porque, independientemente del tema de las relaciones sexuales, por aquellos años, los niños teníamos esa forma de comunicarnos, con las personas mayores, si bien, aquel “Eduardo”, no tendría más de 20 o 25 años.
“¡No me digas Señor! ¡Decime Eduardo, solamente!” – Me dijo el amigo de Carlos.
Entre la presentación, conversación y ofrecimiento de “algo para tomar” (obviamente una bebida gaseosa, para mí), no reparé en el hecho concreto de que, Carlos, me había presentado como “el chico del que te hablé”, pero luego de aquella jornada, lo comprendí a la perfección.
“Marquitos es el chico más lindo del barrio ¿Viste lo hermoso que es? ¡Es precioso!” – Exclamó Carlos, en obvia alusión a mí mismo, pero inmediatamente agregó:
“Pero, además, tiene un culo que, si lo ves, no lo vas a poder creer” – Y finalizó diciendo:
“¡Mostrarle el culo a Eduardo, Marquitos! Para que vea que no miento ni exagero.”
Yo, jamás tuve ningún tipo de vergüenza, pudor, tapujos, prejuicios, etc., a la hora de desnudarme, ante cualquiera y en cualquier lugar y más aún, si ello tenía como objetivo el recibir elogios y halagos, hacia la parte de mi cuerpo que más sobresalía y de la cual yo me sentía orgulloso de poseer, así que, sin preámbulo alguno, sin hacer el mínimo gesto y sin pronunciar palabra de ningún tipo, me bajé el pantaloncito corto (no llevaba calzoncillo) y volteé, para ver la expresión de Eduardo, el amigo de Carlos.
“¡Increíble! ¡Qué bárbaro! ¡Qué pedazo de culo! ¡Es una locura de culo! ¿Estás seguro que tiene solo 9 años?” – Dijo Eduardo sin poder aún salir de su grato asombro.
“¡Viste! ¡Te dije que no lo ibas a poder creer!” – Exclamó Carlos y agregó:
“Marquitos ¿Lo dejas a Eduardo que te toque el culo?”
Respondí, como hacía habitualmente (y lo sigo haciendo aún), es decir, con un cruce de miradas cómplices y una sonrisa pícara y socarrona y como Eduardo, rápidamente intuyó que esa, era la forma en la yo asentí, se acercó a mí y comenzó a toquetearme y a manosearme toda la superficie de su super culazo.
“¡Qué hermoso culo! ¡Qué lindo! ¡Es hermoso este putito!” – Exclamó Eduardo, sin dejar un instante de manosearme.
Carlos, me había enseñado que, a la hora de los besos, las caricias y los abrazos, valían las palabras y frases dulces, tiernas, suaves, cariñosas, amorosas, etc., pero que, a la hora de una relación sexual propiamente dicha, cuanto más “sucio, cochino y subido de tono”, mejor – “Cuánto más se excite y se caliente la persona que te va a coger, más placer vas a obtener vos” – Me dijo y yo, rápidamente, asimilé tan enseñanza, razón por la cual, aquella palabra “putito”, lejos de molestarme o incomodarme, me agradaba y mucho.
“¿Querés que vayamos los tres a mi cama?” – Preguntó Carlos.
Obviamente, no necesitó dar más explicaciones al respecto, ya que yo entendí, inmediatamente, a qué respondía aquella invitación, por lo que nos dirigimos, raudamente, hacia la habitación de Carlos y una vez allí, nos desvestimos, despojándonos de nuestras ropas, para quedar total, absoluta y completamente desnudos.
Carlos, acercó su cara a la mía y me dio un beso en la boca, mientras me abrazaba y me toqueteaba el culo.
“¡Ay! ¡Cómo besa este pendejito!” – Susurró Carlos.
“¡Besalo a Eduardo! ¡Para que vea lo bien que sabés besar!” – Dijo, inmediatamente después.
Yo nunca tomaba la iniciativa, así que, simplemente, cerré los ojos y me dispuse a recibir el beso en la boca, por parte de Eduardo, quien se acercó hacia mí y comenzó a besarme y mientras lo hacía, Carlos, se ubicó detrás de mí y empezó a manosearme todo el culo.
Qué hacía un niño de casi 9 años de edad, completamente desnudo, en una cama, siendo besado en la boca por un hombre de más de 20 y recibiendo un increíble toqueteo y manoseo en el culo, por otro hombre de 30, sin que hubiere mediado ningún tipo de abuso, sin haber sido forzado, engañado, ni ninguna otra forma, que no fuera “mutuo consentimiento”.
Marquitos, era puto; era el más hermoso putito; había nacido para ser cogido y era tanto, pero tanto lo que le gustaba todo ello, que, en ningún momento, se le pasó por la cabeza que, tal vez, estaba siendo sometido por dos hombres mayores. Marquitos, simplemente, gozaba y disfrutaba a más no poder, de ser el objeto sexual más deseado.
“¡Marquitos! ¿Le querés chupar la pija a Eduardo, como yo te enseñé?” – Dijo Carlos, sin abandonar un instante, el manoseo en mi culo.
“¡Acá la tenés, putito! ¡Chupala!” – Exclamó Eduardo, poniendo su verga a las puertas de mi boca.
El amigo de Carlos, la tenía más grande que él y no toda depilada (que a mí me gustaba más), pero igualmente, la introduje en mi boca y comencé a lamerla, a besarla y a chuparla, tal y como me había enseñado.
“¿Te gusta? ¿Está rica?” – Preguntó Eduardo, pero no pude responder, porque tenía todo ese miembro viril dentro de mi boca.
Eduardo estaba recostado, boca arriba, con las piernas separadas y yo me mantenía de rodillas, zambullido sobre aquella hermosa entrepierna y, en ese interín, Carlos empezó a acomodar mi culo, de manera que quedase lo más levantado posible, haciéndome sentir su lengua, recorriendo toda la superficie de mi parte trasera.
Carlos estaba chupándome el culo de una forma alucinante y eso, a mí, me volvía literalmente loco y es que la sensibilidad, sensualidad y sexualidad que yo sentía al tener a alguien detrás de mí, era simple y sencillamente alucinante y muy difícil, sino imposible, de describir con palabras.
“¡Ay, Marquitos! ¡Es una locura este culo! Pedile a Eduardo que te chupe el culo, para que él se vuelva tan loco como yo” – Exclamó Carlos.
“¡Chúpeme el culo, Eduardo! ¿Me lo quiere chupar?” – Pregunté.
“¡Si, putito lindo! ¡Te lo voy a chupar todo! ¡Te lo voy a comer!” – Exclamó Eduardo y, dicho y hecho, comenzó a comerme, literalmente, todo el culo y mientras lo hacía, Carlos ocupó la posición de su amigo, ofreciéndome su entrepierna y dijo, en tono imperativo.
“¡Chupámela, Marquitos! ¡Chupala como vos sabés!”
La verga de Carlos sí que era linda; por su forma, su tamaño, por estar toda depilada; esa pija sí que me gustaba, así que intenté hacerle la mejor de mis mamadas.
A todo esto, Eduardo, estaba cogiéndome, literalmente, con su lengua y con sus dedos e inclusive había mordido y no precisamente con suavidad, parte de mis “carnosos cachetes”, dejándome marcados sus dientes.
“¡Ay! ¡No doy más, Carlos! ¡Lo quiero coger! ¡Quiero cogerme a este putito tan lindo! ¡Se la quiero meter toda en este culazo!” – Exclamó Eduardo, a modo de súplica, buscando el aval de su amigo, quien, inmediatamente, dijo, a viva voz:
“¡Marquitos! Mi amigo te quiere coger. Te la quiere meter en el culo! ¿Querés? ¡Pedile que te coja!”
“¡Cójame, Eduardo! ¡Métame la pija en el culo! ¡Me gusta que me cojan! ¡Cójame!” – Exclamé.
El amigo de Carlos, sin salir de su grato asombro, no podía creer mi absoluta decisión y convencimiento, ya que una cosa era que yo me dejase besar en la boca, que chupe las entrepiernas masculinas y que me deje toquetear, manosear y chupar el culo, a que pida, ruegue y suplique, para que un hombre introdujera de verga dentro de mi culo y me coja, lisa y llanamente.
Eduardo se puso en posición para penetrarme, pero Carlos lo detuvo, acercándole el mismo pote de lubricante, que solía utilizar conmigo y le dijo que me unte todo el culo y su propia pija, también; una vez que todo ello estuvo bien, muy bien lubricado y mi orificio anal perfectamente dilatado, el hombre puso allí la punta de su verga y comenzó a penetrarme, lentamente al principio, pero al comprobar que la penetración resultaba muy fácil y placentera y que yo no hacía el menor gesto de dolor, incomodidad, queja, ni nada por el estilo, comenzó con el movimiento pélvico característico.
“¡Qué hermoso, Carlos! ¡Cuánto hacía que no me cogía a un pendejito, putito, tan lindo como este! ¿Te gusta, putito? ¿Te gusta como te estoy cogiendo? ¿Querés que te coja más?” – Dijo Eduardo.
“¡Sí! ¡Cójame! ¡Cójame mucho! ¡Me gusta cómo me coge! ¿Le gusta mi culo, Eduardo?” – Grité, a modo de arenga, para que el hombre se caliente más aún.
“¡Qué pendejo tan putito! ¡Qué lindo! ¡Cómo le gusta que lo cojan! Te envidio, Carlos. Vos ya te lo cogiste un montón de veces y seguro que lo vas a coger mucho más!” – Volvió a decir Eduardo, incrementando la frecuencia de sus movimientos pélvicos.
Mientras el hombre me cogía con mucho más ahínco, Carlos, alternaba besos en mi boca con su propia pija, la que me daba, en forma alternada, para que se la chupase y ese cuadro siguió por largo rato, hasta que ya, preso de locura, lujuria, libidinosidad, etc., Eduardo comenzó a jadear, a gemir y a dar alaridos de gozo, de placer y de satisfacción sexual, hasta que, en cierto momento, gritó:
“¡No me aguanto más, Carlos! ¿Le acabo adentro? ¿Le lleno el culo de leche?”
“¡No! ¡Adentro no! ¡Afuera! ¡A dónde quieras, pero afuera!” – Respondió Carlos y casi en forma inmediata, sentí el chorro de leche caliente, recorriendo la superficie de mis “carnosos cachetes”; tan abundante resultó aquella eyaculación, que gotas de semen comenzaron a chorrear por mis muslos.
¡Ah! ¡Qué hermosa cogida!” – Exclamó Eduardo, mientras se dejaba caer, literalmente, rendido sobre la cama.
“¡Ahora me toca a mí! ¡Se la voy a meter toda dentro! ¡Te voy a coger, Marquitos! ¡Te voy a coger todo ese culazo! ¿Sí? ¡Pedime que te coja!” – Exclamó Carlos.
“¡Sí, Carlos! ¡Cójame ahora usted! ¡Cójame todo el culo!” – Dije sin abandonar la posición de “perra en celo”.
“¡Qué lindo el putito! ¡Qué pedazo de culo tiene y cómo aguanta la pija! ¡Como le gusta la verga!” – Susurró Eduardo.
Carlos sonrió y luego de haberse embadurnado la verga y hecho lo propio con mi culo, me penetró mucho más fácilmente, merced a que yo ya tenía una dilatación anal más que pronunciada.
“¡Ah! ¡Oh! ¡Ah! ¡Qué culo! ¡Por Dios! ¡Qué culo! Hoy te vas a ir de acá bien cogido, Marquitos” – Dijo Carlos, mientras incrementaba el ritmo de la cogida.
Las embestidas eran de tal forma, que se oía y nítidamente, dentro de la habitación, el chirriar de la cama y el golpeteo de la zona pélvica de Carlos, contra mi voluptuoso culo.
“¡Qué lindo me coge, Carlos! ¡Cójame más! ¡Cójame bien fuerte! ¿Le gusta mi culo? ¿Le gusta cómo me dejo coger?” – Volví a decir a modo de arenga.
“¡Mirá el putito lindo cómo te pide pija! ¡Qué pedazo de puto! ¡Tan chiquito y tan puto, el pendejito!” – Exclamó Eduardo, sin dejar su posición en la cama.
La verga de Carlos se movía dentro de mi culo como un pistón y yo estaba, literalmente, fuera de mí mismo; solo quería seguir allí, disfrutando a más no poder de esa fenomenal cogida.
Era más que evidente que Eduardo tenía razón y vaya si la tenía ¿Cómo podía ser yo tan chiquito y tan puto? ¿La respuesta? Era lo que menos importaba e interesaba en ese momento de placer, de gozo y de satisfacción sexual.
Hubiera deseado que aquel instante no terminara nunca, pero, tratándose de sexo, ello es imposible, ya que Carlos eyaculó tan o más abundantemente de lo que había hecho Eduardo, su amigo y su chorro de semen, su dulce néctar, se esparció sobre la superficie de mi maravilloso culo.
Si Eduardo se había “dejado caer sobre la cama”, Carlos “se desplomó”, literalmente y el cuadro allí, en la habitación, no podía resultar más alucinante. Un niño de casi 9 años, entre medio de dos hombres, uno de entre 20 y 25 y el otro de 30; todos desnudos, exhaustos, impregnados de sexo.
Luego de un buen rato, Carlos, se levantó de la cama y extendiéndome su mano, me llevó hasta el baño, para asearme por completo y eliminar de mi cuerpo, todo rastro de aquella fenomenal cogida, para, posteriormente, volver ambos a la habitación, con la sorpresa de no encontrar allí a Eduardo, puesto que ya se había ido (tal vez lo convinieron ellos así, de antemano).
“¿Te gustó como cogimos entre los tres?” – Me preguntó Carlos, ya en el living y mientras me ofrecía una bebida gaseosa.
“¡Sí! Pero…” – Respondí.
“¿Pero qué? ¿No te gustó Eduardo?” – Volvió a preguntar.
“Me gusta mucho más que me coja usted solo, Carlos. Usted es mucho más lindo y más cariñoso, conmigo” – Respondí.
Mi respuesta no pudo haber sido más atinada, ya que Carlos volvió a abrazarme, a acariciarme y a besarme en la boca, pero en esta ocasión con un amor y una pasión, que nos hizo “mover la estantería a los dos”.
Espero que este nuevo relato, experiencia de mi vida sexual ciento por ciento real, les guste a lxs lectorxs y espero comentarios, aún de quienes no compartan este tipo de relaciones sexuales.
Besitos a todxs y mi correo es: [email protected]
¡Ay Marquitos! pero que maricón me saliste. La verdad es que los hay que nacimos para dar placer y con que gusto dejamos que nos la metan por el culito, mmm, que gusto.
Muchas gracias por tu mensaje y es muy cierto lo que dices. Nos he encantado ofrecer nuestros culitos, porque, para eso hemos nacido. Besitos.
Que delicia de relato!
Muchísimas gracias por tu mensaje. Publicaré varios relatos acerca de mis experiencias sexuales con Carlos, todas ellas ciento por ciento reales. Besitos.
No manches teloacomodo buen relto amigo ysigue contando mas saludos amigo… 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉
Muchas gracias por tu mensaje y sí, continuaré contado mis experiencias sexuales infantiles, todas ellas ciento por ciento reales y tal cual sucedieron. Besitos.
uuuuy que buen relato, todo el tiempo que estuve leyendo el relato, estuve excitado y deseando ser yo Eduardo
Muchas gracias por el comentario ¿Qué le habrías hecho a Marquitos, si hubieses sido Eduardo? Besitos.
Me habria encantado tenerte putito😈😋😘
Muchas gracias. A mí, seguramente, también me hubiera encantado que me tuvieras, que me poseyeras, que me tomaras y que me hicieras tuyo. Besitos.
Me ha encantado y he disfrutado al leer tu relato como si fuera yo mismo en tu lugar. Cuando era pequeño tambien tuve alguna experiencia y me encanta chuparla y que me llenen el culo. Algunos hemos nacido para eso verdad?.
Muchas gracias y es muy cierto. Yo, al haber sido niño/niña, me encantaba tener una pija para chupar y otra para tenerla bien adentro de mi super culazo. Besitos.