Tan Macho como Papá
Lo que hace tomar un baño nocturno….
Héctor se despertó de súbito con unas imperiosas ganas de orinar; así que no tuvo más remedio que salir de su habitación rumbo al baño. Estando ahí, bajó su calzoncillo verde de elástico blanco y, sujetando bien su nada modesto miembro masculino, liberó el portentoso chorro amarillo de orina; el cual reverberó dentro del tazón del inodoro, salpicando todo hasta que con satisfactorio alivio cesó. Luego se la sacudió un par de veces, casi tentado a continuar con el jaloneo, pero simplemente se la guardó y se encaminó de regreso a su cama.
De camino por el pasillo en penumbras escuchó ruidos en la cocina, ruidos que le eran familiares por tanta pornografía que veía; pues aquello era el característico sonido de dos personas teniendo sexo y en esa casa no podría tratarse de nadie más que sus padres. El joven de 16 años no lo dudó ni por un segundo y guiado por su morbosa curiosidad se dirigió a la cocina. Cuando llegó pudo confirmar sus sospechas; encontrando de espaldas a su madre sobre la mesa redonda donde compartían las comidas en familia, sólo que ahora ella estaba desnuda y con las piernas abiertas sobre los sudados y anchos hombros de su esposo, quien la sujetaba y con inconfundibles movimientos de pelvis la estaba arremetiendo en una tremenda cogida.
El adolescente nunca antes había pensado en sus papás teniendo sexo y si lo hubiera hecho los habría imaginado en una escena romántica; jamás como los estaba viendo ahora, en una salvaje cogida casi que salida de una de sus tantas películas pornos. De inmediato Héctor tuvo una involuntaria erección escuchando los gemidos de placer de su mamá y como su padre jadeaba y resoplaba como todo un macho, calado en traspiración y con las venas de sus bíceps y cuello brotadas por la fuerza con la que embestía a su hembra. Entonces, el hormonal chico no pudo evitar seguir espiándolos por la fisura de la puerta entreabierta; por lo que se la sacó y comenzó a hacerse una perversa paja mirando a sus progenitores copular, en lo que bien podría ser la concepción de un hermanito o hermanita.
Por la posición Héctor no podía ver bien a su madre, sólo la oía gemir sin parar con cada uno de sus orgasmos y pedirle al robusto macho que se la clavara más rápido y fuerte; cosa que su padre hizo, al punto que aquella mesa de madera se tambaleaba con cada clavada. El joven estaba perplejo de ver como su papá era todo un semental, que al cabo de unos cuantos minutos espiando a sus padres se vino, botando toda su esperma en el piso del pasillo; justo en lo que escuchaba al otro hombre soltar un profundo alarido, que no era otra cosa que éste corriéndose también, sólo que ese macho largaba toda su lefa en el interior de su esposa.
¿Qué hizo después esa pareja? Es algo que el chico nunca supo; ya que una vez que soltó la última gota de su cremosa esperma, guardó en el calzoncillo su semierecto rabo y esta vez sí llegó hasta su cama. Aunque no pudo dormirse en seguida, puesto que aquellas imagines y sonidos volvían a proyectarse en su mente; por lo que el adolescente tuvo otra erección y tuvo que masturbarse una segunda vez hasta correrse sobre sí mismo y fue así como finalmente pudo conciliar el sueño esa noche.
…
A la noche del día siguiente, Sergio se despertó sintiendo un molesto zumbido en los oídos. Se giró en la cama y vio a su mujer dormida, ajena al ruido que lo había despertado; así que se incorporó para escuchar mejor y entendió que era el sonido de música al otro lado de la pared, que era donde se encontraba el baño. Revisó el reloj y vio que era la medianoche pasada. ¿Acaso su hijo estaba a esa hora oyendo música dentro del baño? Irritado se levantó, buscó el flojo bóxer a rayas azules que había dejado tirado al lado de la cama, pues él siempre duerme desnudo, y se lo puso junto con una camiseta vieja y salió de su dormitorio.
Cuando abrió la puerta del baño, Sergio recibió en sus ojos y oídos el golpe de la brillante luz blanca de la lámpara de techo y el ruido de la intensa música de su hijo; quien justo en ese momento emergía del agua de la tina, en lo que tendría que ser un inusual baño nocturno. Y ya con la mirada acostumbrada y por la corta distancia que se hallaba la puerta de la bañera, el padre vio a través del agua la distorsionada imagen del cuerpo desnudo de su joven hijo.
– Grande, ¿eh? —Le preguntó, en lo que Héctor se percataba de la presencia de su papá; algo que no le causó ni asombro ni incomodidad alguna.
– No tanto como la tuya. —Contestó sin verle a la cara, moviendo la superficie del agua con una de sus manos.
– Casi, casi.
– Ya quisiera yo eso. —Y el chico se volteó para ver fijamente el rostro de su padre.
– Bueno, pero ya tienes muchos pelos. —Agregó el hombre, esbozando una sonrisa paternal.
– No tan tupidos como los tuyos.
– Todo llegará con el tiempo.
– Ya lo veremos.
– Ya lo verás.
– ¡¿Qué tanto me ves?!
A eso Sergio no respondió, simplemente se sonrió de nuevo y cerró la puerta tras de él.
– ¿Quieres bañarte también? —Preguntó ahora Héctor.
– No. —Y él tomó de la repisa del lavamanos los pequeños parlantes de donde salía la música que lo había despertado momentos antes.
– ¿Y mamá? —Continuó el adolescente, girándose para volver a ver las ondas en el agua y sin mostrar señal de que le haya molestado que su papá apagara su música.
– Duerme.
– Está tan buena…
– ¡¿Quién?!
– Me refiero al agua, que está buena.
– Ah…ya, claro.
– ¿En quién pensabas? —Y el chico una vez más se giró para encarar a su padre.
– ¿Tú en quién crees?
– En mamá.
– ¿Y qué piensas? ¿Está buena mamá?
Héctor se ruborizó, agachando un poco la mirada; mientras su papá contemplaba su reflejo en el espejo de lo más tranquilo, como si el preguntarle eso a un hijo fuera de lo más natural.
– Sí que está buena… Pero las hay mejores.
– Claro que las hay. —Contestó el hombre en lo que se pasaba una mano por la quijada, sintiendo lo áspero de su marcada sombra gris de la barba; pesando en que mañana temprano tendría que volverse a afeitar antes de ir al trabajo.
– Pero, ¡mucho mejores! —Enfatizó el chico.
– Y por eso también me follo a otras; pero no le digas a mamá. —Y le guiñó un ojo a su único hijo, en señal de confianza y complicidad.
– Ya me lo imaginaba.
– Uno de hombre es así.
– Lo sé… ¿No quieres bañarte?
– No.
En eso el muchacho con las dos manos se echó un poco de agua en la cara y se la restregó, y al terminar se quedó mirando sus palmas pálidas.
– Tengo los dedos arrugados…
– Entonces sal de una vez.
– ¡Pues no quiero! —Le espetó, con ese típico tono de adolescente altanero.
– Se te encogerá más con el agua fría. —Le dijo su progenitor en son de broma.
– ¡Ash~! ¡Cállate, papá! —Y Héctor tomó aire y se sumergió del todo dentro de la tina.
Al cabo de unos segundos reemergió y se sacudió el cabello negro, salpicando de agua hasta los peludos muslos de su padre, quien seguía parado muy cerca de él.
– ¿Quieres que te enjabone la espalda? —Ofreció Sergio como ofrenda de paz.
– No hace falta.
– ¿Seguro?
– ¡Seguro! ¡Qué no!
El paciente y maduro hombre se sentó en la tapa del inodoro, quedando de frente a su hijo.
– Sabes, mañana te daré una sorpresa.
– ¿El qué? ¡¿Dime que es?! —Quiso saber el ansioso adolescente; chapoteando con su delgado, pero a la vez definido cuerpo juvenil y botando así algo de agua afuera de la bañera.
– Si te digo no será sorpresa.
– ¿Mamá sabe?
– No.
– ¿Es para mí?
– Es para todos… Pero a ti te gustará más.
– ¿Y a ti te gusta?
– A mí me fascina.
– ¡Es un carro nuevo! —Exclamó Héctor al adivinar la expresión en la cara de su padre.
– Así es. La agencia me lo entrega a mediodía; pero no le digas a mamá.
– ¿Y qué carro es?
– Es un ‘Ford Mustang’, rojo.
– ¡Guay~! ¡Y rojo! ¡Es como más me gusta!
– Lo sé, por eso lo pedí así. Mañana si quieres paso por ti después del cole con el Mustang y nos vamos a dar unas vueltas.
– ¡Genial! ¡Claro que sí!
– Y luego cuando volvamos sorprendemos juntos a mamá.
– Ajá… ¿Oye y no quieres bañarte? —Insistió Héctor por tercera vez ya.
Sergio se quedó viendo en silencio con su vástago por unos segundos y en lo que se levantaba de la tapa del inodoro le contestó:
– No.
– Pondré más agua caliente. —Y el chico abrió el grifo, dejando que un nuevo chorro calentara el agua dentro de la tina.
– Lo que tienes que hacer es salir. Estas no son horas para baños y ya llevas mucho rato…
– ¡Sí me vas a fastidiar, mejor te sales papá!
– ¿En qué te fastidio yo?
– Ya empiezas a cuestionarme y con tus regaños.
– ¿Pero y yo qué he dicho?
– “¡Qué tengo mucho rato! ¡Qué me salga! ¡Qué me voy a resfriar!” —Le dijo remedándolo.
– ¡Pero si no te he dicho nada de resfriarte!
– Pero lo ibas a decir, que te conozco papá.
– Sabes hijo, a veces no te entiendo.
– ¡Y yo a ti a veces no te soporto!
– Está bien. Me voy a dormir. —Y Sergio le dio la espalda a su primogénito y se dirigió a la puerta; pero en lo que alcanzaba el picaporte Héctor le habló:
– ¿No quieres bañarte?
– No.
– ¿Seguro? ¿No quieres bañarte conmigo?
Por alguna razón el padre se giró sobre los talones y contempló el rostro de su hijo, ahora calmo y afable. Éste tiene una cara bonita, que es una mezcla de la belleza de su madre y de los varoniles rasgos que son inconfundiblemente suyos.
– ¿Y es qué cabemos?
– Claro que sí. ¿No te acuerdas cuando era niño?
– Sí, pero ahora tú eres mucho más grande. Por una cabeza y me alcanzas…
– ¡Qué si cabemos!
– Está bien, no te enfades otra vez. Mejor hazme lugar.
Héctor se acomodó recogiendo sus piernas con los brazos, de manera que sus rodillas quedaron casi debajo de su barbilla; en lo que su padre se desnudaba frente a él.
– Papá, háblame más del Mustang.
– Pues tiene un motor V-8 mejorado que genera hasta 480 caballos de fuerza. —Dijo en lo que se quitaba su vieja camiseta blanca; descubriendo sus anchos pectorales peludos y una panza igualmente velluda.
– ¡Uff~! ¡Qué potencia!
– Y también tiene transmisión manual de 6 velocidades, interior tapizado en cuero, asientos delanteros con calefacción y refrigeración, pantalla táctil de 8” y sistema de audio mejorado.
Su hijo alucinaba con aquella descripción; al mismo tiempo que su progenitor se bajaba el bóxer azul y dejaba a la vista sus voluminosos y viriles genitales, colgándoles pesados entre las gruesas piernas.
Sergio, ya completamente desnudo, se acercó más a la bañera y probó el agua metiendo en ella una de sus rudas manos.
– ¡Vaya que sí está caliente!
– ¿Pero qué dices? Si está fría.
– Para ti que llevas largo rato metido.
– Entra despacito.
– Sí, lo sé… —Y el hombre de 45 años comenzó a entrar en la estrecha tina; una pierna por vez y luego estrujándose un poco se sentó con los muslos de su hijo en medio de los suyos, quedando cara a cara con Héctor.
En eso el muchacho se quedó observando la entrepierna de su padre a través del agua.
– Sí que es mucho más grande…
– ¿El qué?
– La tuya.
– ¿La mía qué?
– ¡Hostias, papá! ¡¿Qué va a ser?! Tu polla. La tuya es mucho más grande que la mía.
Al escuchar eso Sergio no pudo evitar sonreírse; pero en eso él también bajó la mirada para espiar bajo el agua los genitales de su vástago, ahora a pocos centímetros de los suyos.
– Hmmm…no te creas. Es más grande por poco y la tuya se ve igual de gorda que la mía.
– ¿En verdad lo crees así?
– Claro, que se nota que eres hijo mío. —Y le esbozó una sonrisa de orgullo paternal, la cual fue imitada por una igual de Héctor; quien ahora volvía a bajar la vista.
– ¡Uff~! ¡Qué montón de pelos! Tan negros y rizados que te suben por la panza hasta el pecho, como todo un machote.
– Y a ti te saldrán tantos como a mí. Hasta los pelos del pecho…
– Ya lo veremos.
– Ya lo verás.
Entonces el maduro hombre se puso más cómodo, apoyando bien la espalda y descansando sus fornidos y velludos brazos en los bordes de la bañera.
– Sí que está buena… —Dijo Sergio exhalando, mientras el agua tibia relajaba su recio cuerpo.
– ¿Mamá?
– El agua.
– Oye papá…
– ¿Qué pasa, hijo?
– Mira…
– ¿Miro el qué?
– ¡Mira! ¡Anda! Toca…
Y el muchacho con un movimiento de cabeza le indicó a su padre que dirigiera nuevamente la mirada a su entrepierna.
– Ahora seguro que te gano. —Insistió el muchacho.
– ¿Qué me ganas? —Sergio continuaba sin entender.
– Sí, mira lo grande que la tengo ahora.
Finalmente el padre volvió a dirigir su vista a la ingle de su joven vástago.
– ¡Pero si se te ha puesto tiesa!
– A que te gano, ¿no?
– Bueno, así obvio que sí; pero sólo porque la tienes erecta…
– Pon la tuya dura igual.
– ¿Para qué?
– ¡¿Para qué va a hacer?! Pues para que las comparemos.
– ¿Pero qué dices?
– ¡Anda papá! Quiero ver lo grandota que se te pone cuando la tienes tiesa.
Y terminando de pedirle eso a su padre, el chico empezó a jalársela descaradamente con una de sus manos bajo la cristalina agua; casi como si éste quisiera demostrarle a su progenitor la buena herramienta viril que le había heredado.
– ¡¿Hijo, pero qué haces?!
– Mamá duerme, ¿no?
– Sí, pero igual no creo que…
– Anoche los vi follando.
– ¡¿Qué?!
– Sí. Los vi a ti y a mamá en la cocina. Tremenda follada le estabas dando. Sí que la hacías gemir muchísimo. Seguro que se vino muchas veces mientras te la clavabas durísimo.
Aquello desconcertó un poco a Sergio, pues no se lo esperaba y menos el escuchar a su hijo decir todas esas cosas; pero le despertó el morbo, tanto que él empezó a sentir como su herramienta también se estaba despertando.
– ¿Y te gustó verme follar a mamá?
– Uff…sí y mucho. Me hice dos pajas. Una espiándolos hasta que acabaste y otra en la cama, imaginando como te la volvías a montar. Me corrí como nunca…
– Mira lo grande que la tengo yo ahora. —Y Sergio le indicó a su hijo que mirara abajo.
– ¡¡HOSTIAS!! ¡Pero que enorme que es! —Exclamó Héctor con la boca abierta al contemplar el imponente miembro masculino que le dio la vida.
A pesar de la distorsión por las ondas en el agua, el chico podía distinguir sin problemas la carne viril de su padre; la cual era no sólo muy grande como él ya lo imaginaba, sino que también el doble de gruesa que la suya, si es que no más, toda cubierta de venas salidas y con un capullo descubierto muy impresionante.
– Ahora definitivamente gano yo. —Y él se echó a reír al ver el atónito rostro de su hijo.
– ¡Hostias que sí! ¡¿Cómo te ha crecido tanto, papá?! La mía no se te compara…
– No digas eso, si la tienes muy bien hijo. ¿Sabes cuánto te mide?
– Sí me la he medido. Son casi los 18cm. ¿Y la tuya?
– Bueno, creo que la mía anda por los 24cm.
– ¡¡JODER!! ¡¿24?! —Y hasta ese momento Héctor separó la vista de la hombría de su padre, para verle directo a la cara y mirar en sus ojos si aquello no era una mentira.
– Pero tú para tu edad tienes buenísima polla.
– Quizás. Pero me falta todavía para alcanzarte…
– Aún eres joven. Apuesto que en dos o tres años más se te pone igual a la mía.
– Ya lo veremos.
– Ya lo veras.
– Siempre dices eso.
– Porque es la verdad. Lo traes en la sangre. Ya sabes lo que dicen: “de tal palo, tal astilla.”
– Y tremendo leño tienes, papá… ¿Me dejas tocarlo?
Sólo que el adolescente no esperó a la respuesta de su padre y simplemente estiró la mano con la que no estaba jalando su rabo, y alcanzó el otro más grande y grueso, para finalmente sujetarlo entre sus dedos y estrujándolo de arriba abajo.
– ¿Te gusta? —Preguntó Sergio, sin molestarse o perturbarse siquiera de que su propio y único hijo le estuviera ya prácticamente masturbando.
– ¡Uff~! ¡Muchísimo! Se siente impresionante agarrar un pollón como éste…
El maduro dotado se rio por la genuina fascinación de su hijo, a la vez que sentía como el mismo ahora usaba la otra mano para manosearle todavía más su miembro masculino.
– No sé ni cómo le cabe a mamá todo esto por el coño…
– De hecho no le cabe. Siempre se queja y dice que es muy estrecha, que la lastimo.
– ¿Y entonces como es que…?
– Le doy siempre por el culo. Anoche que nos viste se lo estaba taladrando hasta el tope.
– ¡Joder! No me imagino lo que será tener todo esto dentro del culo…
– ¿No quieres probarlo?
– ¡¿Pero qué dices, papá?! Yo soy macho.
– Lo sé y como machito que eres estoy seguro que la aguantarías sin problema. Anda, sólo mira como me tienes ya. —E hizo señas para que el chico bajara la mirada y se diera cuenta de que estaba masturbando a su propio padre con las dos manos.
– Vale…
Algo inusual había despertado en Héctor, un morbo nuevo y muy poderoso que lo impulsó a aceptar semejante propuesta. Así que soltó aquella majestuosa hombría paternal y se hizo un poco para atrás. Sergio era otro que actuaba fuera de lo normal, ya que ni él entendía de donde había provenido el pedirle eso a su hijo; pero estaba muy excitado, que se incorporó un poco y destapó la bañera, drenando toda el agua. Rápidamente la tina se vació y ellos dos quedaron con sus cuerpos desnudos todos cubiertos de gotitas y escurriendo.
– Venga, siéntate en mi polla. —Le dijo el padre a su primogénito; en lo que bajaba las rodillas y con una mano sujetaba su enorme y rollizo rabo por la peluda y venosa base.
– No creo poder. No me va a caber… —Contestó el muchacho, mientras instintivamente se posicionaba con las piernas abiertas y el culo justo sobre el gran capullo paterno.
– Ya verás que sí. Hazlo despacito.
– Sí, lo sé… —Y el chico comenzó a sentarse en el instrumento inseminador de su papá.
Pero como era de esperarse, aquel culito virgen no iba a ceder de buenas a primeras y se resistió a dejar entrar el inflado glande de su dotado padre.
– Espera. Levántate y dátela la vuelta. —Le indicó Sergio, casi que moviendo él mismo el cuerpo de su vástago; dejándolo de manera que ese par de redondas y pálidas nalgas quedaran justo de frente a su lascivo rostro.
El hombre entonces separó bien aquellas nalgas con ambas manos y así encontró el anito rosado de su muchacho.
– Tienes el culo muy peludo.
– ¿Pues qué esperabas? Es el culo de un macho.
– Es verdad. —Y el maduro se rio por un momento; pero luego pegó su boca en aquel esfínter masculino, y se puso a besarlo y chuparlo con esmero, incluso le metió la lengua todo lo posible.
– ¡Hostias! ¡Qué bien se siente eso!
– ¿Te gusta que papá te coma el culo?
– ¡Joder que sí! —Respondió mientras se giraba para ver a su padre deleitarse con su perineo y ano; al mismo tiempo que él se la jalaba frenéticamente, sintiendo esa nueva y maravillosa sensación producida al recibir su primer anilingus.
– Mmmm… Te sabe muy bien, hijo. Aún con los pelos… Mmmm…
– Ooohhh… ¡Hostias como mola esto, papá! Ooohhh…
Después de un buen rato de esa manera, Sergio movió a su hijo e hizo que este se colocara siempre de espaldas a él, con las rodillas apoyadas en el mojado piso de la bañera y con los brazos recargados en el borde de la esmaltada tina blanca.
– Pásame el acondicionador. —Y Héctor obedeció sin dudar, entregándole el bote a su padre; quien esparció una cuantiosa cantidad por todo su asombroso rabo y con dos nudosos dedos le introdujo parte del producto en el dilatado agujero virginal.
El macho progenitor con una mano sujetó a su muchacho por las caderas y con la otra se la pasó por la espalda, para ayudar a relajarlo, y de golpe comenzó a empujar su capullo contra el esfínter de su primogénito, logrando de un arrebato meterle todo el glande.
– ¡¡AGH!! ¡¡JODER COMO DUELE!!
– Ssshhh… ¿No querrás que mamá nos oiga y entre para verte con mi polla en el culo o sí?
El adolescente afirmó con la cabeza y apretó los dientes, mientras sentía como su propio papá le estaba desgarrando el ano con su morcillozo miembro masculino; ahora por la mitad.
– ¡Uff~! ¡Qué delicia! Estás más apretado que tu madre.
– ¡Eres un hijoputa!
– ¿Pero de qué te quejas? Sí se nota que te gusta que papá te rompa el culo. —Y Sergio usó una de sus ásperas manos para buscar debajo del torso de su hijo el rabo de éste; el cual todavía permanecía bien firme y sólido a pesar del dolor de ser desvirgado.
Así fue como Sergio empezó despacio a bombear las entrañas de su vástago, a la vez que lo masturbaba, logrando que poco a poco más de su inmensa virilidad se introdujera; al punto que pronto logró penetrar con todos sus 24cm el interior de su único hijo varón.
– ¡Agh~! ¡Joder papá me partes en dos!
– ¿Pero te gusta, no es así? Se nota que estás flipando. —Le susurró al oído, pues había abalanzado todo su robusto y velludo cuerpo sobre la espalda de su muchacho, manteniendo el ritmo de las embestidas, que eran muy fuertes y brutales.
– ¡Hostias…sí! ¡No pares, papá! ¡Rómpeme todo el culo, joder! ¡Aaahhh…!
Y del erecto rabo de Héctor comenzó a salir un tremendo chorro de orina amarilla, que escurría por toda la bañera hasta escaparse por el drenaje. Aquello fue porque el enorme leño de carne de su padre era tan grande y grueso que le presionaba la vejiga; por lo que no pudo evitar el orinarse, a la vez que su excitación y placer iban en aumento.
– Sabes, mamá también se meo toda la primera vez que le estrené el culete. —Y el arrecho macho se rio, aumentando la velocidad y potencia de sus arremetidas, al igual que las jaladas al buen rabo de su heredero. Tanto Héctor como Sergio estaban gozando de esa follada entre un semental padre y su machito hijo.
– ¡No puedo más…! ¡Me vengo…OOOHHH!!
Y los disparos de lefa del chico no se hicieron esperar, uno tras del otro, en lo que su papá no paraba de bombearle las entrañas calientes. El prolongado orgasmo del chico hizo que su recto y ano tuvieran espasmos; lo que a su vez causó un mayor placer en las folladas de Sergio, quien sentía como el trasero de su hijo le succionaba por dentro todo el rabo, como si el mismo estuviera empecinado en ordeñarle hasta la última gota de esperma.
– ¡Hostias, hijo que culete más bueno tienes…! ¡Coño! ¡Qué me vengo yo también! ¡¡AAAHHH!!
La espesa y tibia lefa del maduro tampoco se hizo esperar y con numerosos borbotones comenzó a llenar todo el colon del delgado adolescente.
Cuando finalmente ambos acabaron de eyacular casi que sincronizados, Sergio se la sacó a su hijo, contemplando como le había dejado de rojo y abierto el anito; del cual ya empezaba a emanar su blanca esperma, cayendo en grumos al fondo de la bañera.
– Menuda corrida nos hemos dado.
– Creo que hasta me has preñado, papá… —Y Héctor sonriendo se volteó, agarrándose con ambas manos su plano vientre.
– No seas gilipollas.
– Ahora es mi turno, ¿no?
– ¿Turno de qué?
– Para metértela.
– ¡¿Tú metérmela a mí?!
– Claro, ¿por qué no? Yo también soy macho como tú, papá. Es como dijiste: “de tal palo, tal astilla.” Además es lo justo, ¿no?
– Eh…sí, supongo… Pero es que a mí nunca me la han metido por el culo.
– A mí tampoco. Bueno, antes de… Ya me entiendes.
– No sé… Como que eso no va conmigo… —Y Sergio hizo el ademán de salirse de la tina.
– También te comeré el culo.
Y con eso el otro macho se detuvo en seco, y se giró para ver la mirada y sonrisa pícara de su primogénito de 16 años. Esa idea volvió a causarle morbo y una nueva arrechura.
Sin medir más palabras, el padre del muchacho se colocó contra el otro extremo de la bañera, abriéndose bien de piernas y levantando su ancho y extremadamente peludo culo. Entonces Héctor se agachó de tal forma que su cara quedó al nivel de la raja de su progenitor.
– ¡Uff~! Tú sí que tienes muchos más pelos. ¡Es una selva negra! —Exclamó en lo que separaba aquellas duras nalgas, todas tapizadas de rizos negros, y descubría el esfínter oscuro y aún más peludo de su rudo padre.
– Mejor empieza a comérmelo de una puta vez.
Y así fue. Al instante el joven estaba de rodillas pasando su lengua por todo ese traspirado perineo masculino; el cual apestaba a la viva esencia viril de su papá. Mientras tanto, este último suspiraba de gusto al sentir la hábil lengua de su vástago ensalivarle todo el ano y como se la introducía para saborearle el recto.
– Mmmm… Tu culo sabe mejor que un coño, papá… Mmmm…
– ¿Te gusta?
– Mmmm…muchísimo… Tanto que ahora te lo voy a partir. —En ese momento Héctor se incorporó sintiendo su rabo más hinchado y erecto que nunca, ya listo para desvirgar el culo del hombre quien era su macho padre.
– Espera…primero mejor–
Pero Sergio no pudo terminar la frase, pues en eso experimentó un agudo y punzante dolor en su esfínter; que obviamente no era otra cosa que la herramienta sexual de su descendencia forzando su entrada. El chico ya le había clavado entero su capullo dentro y con decididos enviones de su angosta pelvis le empujaba más carne viril dentro, centímetro a centímetro, completa; hasta que sus pelos púbicos se fusionaron con todos los vellos de aquel culo de varón.
– ¡¡COÑO!! ¡Más despacio cabrón! ¡Agh~! ¡¡ESTO DUELE!!
– Ssshhh… No lloriquees tanto papá o mamá te va a oír.
– ¡Tú también eres un hijoputa!
Héctor únicamente se rio por unos segundos, puesto que las placenteras sensaciones de estar penetrando a su padre lo estaban llevando a niveles de placer que jamás antes había experimentado, ni con ninguna paja ni con las chicas que ya se había cogido antes.
Pronto el enérgico adolescente comenzó a taladrarle las entrañas al machote, con el mismo ímpetu y brutalidad que éste había tenido para con su joven trasero.
– Que te viera mamá ahora, follado por su hijo… ¿Qué crees que diría?
– ¡Cállate y dame más duro! ¡Ooohhh…sí, joder! ¡Así…! —Fue la contestación de Sergio, quien a pesar del dolor y la incómoda sensación de tener eso tan largo y duro dentro del culo; también sentía delicioso y su propio rabo estaba otra vez tieso y por eso se lo jalaba al mismo ritmo que las embestidas de su muchacho.
– ¡Hostias que bien se siente follarte el culo, papá!
– ¡Agh~! ¿Te gusta partírselo a tu padre?
– ¡Joder que sí! —Y el juvenil semental aumentó la fuerza y rapidez de sus caderas, que el golpeteo de sus pelvis contra las nalgas de su padre retumbaban en todo el pequeño baño.
Y luego de un largo rato así el chico se la sacó, pues su padre había pedido cambiar de posición. Ahora el cuarentón se había acostado boca arriba en la tina, elevando bien sus gruesas piernas, apoyándolas en los bordes de la bañera, y se masturbaba con una mano sin parar; viendo de frente como su fibrado hijo se la volvía a meter entera y retomaba las salvajes embestidas que lo estaban haciendo alucinar.
– Papá…
– ¡Agh~! ¿Sí…?
– Tu culo se siente más rico que un puto coño.
– Y tu polla dentro de mí también se siente de puta madre… ¡Aaahhh…! ¡¡AAAHHH!!
Y diciendo eso, el maduro hombre empezó a venirse otra vez, botando más de su grumosa lefa sobre todo su voluminoso y velludo torso. De hecho varios disparos de esperma le llegaron a la barbilla y boca, que se los relamió para el asombro y excitación de Sergio.
– ¡Hostias no puedo más! ¡¡OOOHHH!!
La leche viril del adolescente también comenzó a brotar, chorro tras chorro dentro del colon de su propio papá; quien la podía sentir toda, a la vez que él largaba de su miembro masculino un par más de lechosos disparos.
– ¡Qué polvo más brutal! —Confesó Héctor, calado en sudor y aún dentro de las entrañas de su padre, viendo a éste bañado en apestoso sudor y blanca lefa.
– Mira como me has dejado.
– ¿Yo? Pero si has sido tú. Todo ese montón de leche es tuya. Y joder que es muchísima…
– ¿Quieres probarla? ¡Venga, cómetela! —Y con dos dedos juntó un particularmente esposo y blanquecino borbotón; el cual llevó a la boca de su hijo, mismo que lo chupó con gusto.
– Mmmm… ¡Sabe estupendo!
– ¿Entonces qué esperas para limpiármela toda?
El chico sonrió y sin sacársela se agachó para alcanzar el cuerpo de su papá, y así con lengua y labios se puso a devorarle toda la rica esperma que podría contener a sus hermanitos de leche.
– Mmmm…podría comer tu lefa todos los día, papá… Mmmm…
– Seguro que si lo haces enseguida te pondrás tan macho como yo.
– Ya lo veremos.
– Ya lo verás.
Y los dos se rieron.
—El Fin.
Nota: Este relato está inspirado en una escena de la película “Caricias” (1998).
Este relato esta 10/10
Podrías hacer una segun parte?
Gracias 🙂
Hmmm…me temo que no, tengo otros en lista de espera 😛
Salu2!!
Impecable relato, felicitaciones👍 ese incesto encubierto tras del machismo, da mucho morbo👍
Muchas gracias suaveprofundo 😉
Salu2!!