Tan Pervertido como el Abuelo
Lo que hace dejar la puerta sin seguro….
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Advertencia:
Esta es una fantasía que contiene varias escenas fuertes de abuso a menores; si eso no es lo tuyo, mejor abstente de leerlo.
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¿Qué clase de padres tengo? Unos muy desconsiderados. Se fueron por dos semanas a Europa de luna de miel atrasada y me dejaron solo a cargo de mis hermanitos pequeños, por yo ser el mayor con 15 años. Bueno, no del todo solo, pues el abuelo se mudó con nosotros para estos días. Él es el padre de mi mamá y es un hombre de más de 60 años; alto, medio calvo, con el poco cabello que le queda castaño claro y entrecano, tiene un espeso bigote del mismo color y una voz ronca y muy severa como su semblante. Al menos él es serio y algo distante conmigo; creo que porque yo no me crié cerca de él y realmente lo he venido a conocer hasta que nacieron mis medios hermanos del nuevo matrimonio de mi madre. Estos son Sebastián de 6 años y Nicolás de 3 añitos, con los que el viejo si es cariñoso y ellos parecen adorarlo también.
Así que ahora me tocaba vivir con él y admito que era algo incómodo para mí, ya que mi abuelo no me inspiraba mucha confianza que se diga e incluso confieso que me intimidaba y daba cierto temor; pero no había otra alternativa. Aunque no todo ha sido malo con la usencia de mis padres. Verán, mi abuelo no es un hombre complicado; él sólo se la pasa con el televisor o jugando al póker con sus amigos del club en nuestra casa, lo que me deja mucha libertad y eso para un chico tan morboso como yo significa que cuento con tiempo y oportunidades suficientes para hacer tranquilamente lo que más me gusta, que es ver porno por internet y masturbarme tantas veces pueda en el día. Yo estaba tan obsesionado con eso, que nada más llegaba del colegio me encerraba en mi habitación para hacerme una paja tras de otra; hasta que era interrumpido por alguno de mis latosos hermanitos, golpeando a mi puerta para que yo saliera a jugar un rato con ellos.
Prácticamente así se fue la primera semana sin inconvenientes, conmigo y mi incesante rutina de porno y pajas; hasta que una noche cometí un error de principiantes. No sé cómo olvidé asegurar el cerrojo de mi puerta, en lo que yo me sentaba frente al ordenador y comenzaba a ver uno de mis tantos videos pornos; donde una mujer muy tetona era taladrada reciamente por dos rudos sujetos. Yo ya estaba teniendo una erección y por ello me la sobaba por sobre mi bóxer cuadriculado, justo en lo que mi hermanito Sebastián entró sin hacer ruido y se quedó parado a mi lado con los ojos pegados en la pantalla de la computadora.
– ¡¿Qué le están haciendo esos hombres a esa mujer?! —Dijo Sebas con voz entrecortada.
Al instante me quedé helado. Mi pequeño hermano me había pillado y yo no sabía que hacer o que decir. Aquellos segundos en silencio me parecieron una angustiante eternidad.
– ¿Qué es lo que estás viendo, hermano? —Volvió a hablar el niño menudito de piel blanca y cabello castaño claro, casi rubio− Ella grita mucho, parece que la están matando.
Yo ya sentía mis axilas empapadas de lo mucho y rápido que sudaba por los nervios, y mi corazón palpitaba muchísimo pensando en que él luego les diría a mis padres y me metería en un tremendo lío. No tengo idea de cómo finalmente logré articular palabras.
– No es nada. Es…es una película de gente mayor y mamá ya te ha dicho que tú no puedes ver películas de adultos; ¡así que salte ya mismo!
– Sólo dime qué le están haciendo. —Y Sebas señaló con su pequeño índice la pantalla; en donde ahora la madura mujer mamaba una de las vergas y masturbaba la otra, ordeñando a ambos hombres en la espera de que la bañaran de semen.
– ¡Ya te dije que nada! ¡Sal de mi cuarto! Además, ¿qué estás haciendo despierto a esta hora? Tú bien sabes que ya deberías de estar dormido. —Le respondí con un tono más seguro y firme; pero estúpidamente sin hacer lo más obvio, que era parar el video o apagar el monitor.
– Nico sí ya está dormido; pero yo no tengo sueño. Vaya, ¿dime que está haciendo ella ahora?
– Es…es un juego de adultos. No lo entenderías. ¡Ya vete! —E hice el amague de levantarme para correrlo si no me obedecía.
– ¡Qué malo eres! ¡Yo quiero seguir viendo también!
– ¡Pero no puedes!
Y en ese preciso instante ocurrió lo que ya me estaba temiendo, que el abuelo nos encontrara en esa comprometedora situación por tanto griterío.
– ¿Sebas estás aquí? ¿Quieres que te prepare una lechita con choco–¡pero qué coños hacen?! ¡¿Qué están viendo?! —Exclamó el viejo de pie en el umbral de la puerta.
Mi hermanito se asustó mucho, pues sabía que lo podían castigar por ver cosas que no debía; y en cuanto a mí, pues se puede decir que casi tengo un infarto. En ese momento sí me levanté de la silla y quise tapar con mi delgado torso la pantalla del ordenador, al mismo tiempo que oía a Sebas mentirle nervioso al abuelo, diciéndole que no había visto nada y que ya se iba.
– Tranquilos, no tienen por qué asustarse.
– Abuelo, perdón… Es que yo estaba…y en eso él entró sin permiso y…
– No pasa nada Rafa, a tu edad es de lo más normal. No te preocupes, no le diré nada a tu mamá. Bueno, siempre y cuando me dejes ver la peli con ustedes.
Fue ahí que vi sus oscuros ojos llenos de lujuria reprimida; pensé que, en esa fracción de segundo, él fraguó un perverso plan para nosotros o quizás ya lo tenía de antes y simplemente yo le di la oportunidad de llevarlo a cabo en ese momento.
– ¿Yo también puedo, abuelito?
– Claro que sí. —Le contestó a su pequeño nieto, acercando otra silla frente al escritorio y la colocó junto a la mía- Vamos Rafa, tú también siéntate.
– ¿Seguro qué…?
– Por supuesto. El sexo es algo natural y tu hermanito ya debe ir aprendiendo.
– ¿Pero no es muy niño aún? —Insistí en lo que me sentaba tal y como me había ordenado.
– Tú has caso. —Me dijo en tono fuerte− Y tu Sebas ven y siéntate en las piernas de tu abuelo.
Y dándose golpecitos con una palma en sus macizos muslos, el viejo hizo que el pequeño de Sebastián se sentara en su regazo con una sonrisa.
Así fue como los tres terminamos viendo el resto del video. Y con toda la conmoción la escena anterior ya había acabado y ahora se mostraba a una jovencita rubia con un hombre mayor, trigueño y muy velludo; quien la desvestía y luego besaba con lascivia, entrelazando lenguas y compartiendo saliva. Yo aún me sentía algo nervioso; pero aun así empecé a tener una nueva erección, con la que tuve que luchar mentalmente para que no ocurriera.
Entonces noté de reojo como el abuelo tenía una de sus manos sobre el lampiño muslito de mi hermanito y lo deslizaba despacio de arriba abajo por debajo de su pantaloncillo corto. Y cuando se percató de que yo lo veía, él giró la cabeza y me guiñó un ojo.
– Dime Sebas, ¿a ti ya te han besado en la boca?
– ¿En la boca? —Respondió el confuso niño.
– Sí, me refiero así como ves a ese hombre besar a esa chica. —Le preguntó mi abuelo, mientras continuaba sobándole la piernita y acercándose cada vez más a su entrepierna.
– No…
– ¿Te gustaría aprender? ¿Quieres que tu abuelito te enseñe cómo?
– Pero yo no soy niña.
– Eso no importa. ¿Verdad, Rafita?
Yo estaba mudo y petrificado de escuchar al viejo, imaginando por donde iban sus sucios pensamientos; pero aun así no tuve el valor de interponerme.
– Ves, tu hermano mayor no dice que haya problema. Entonces, ¿quieres o no que abuelito te enseñé a besar como los adultos?
– ¡Sí quiero! Pero no sé cómo…
– Tú tranquilito, porque es muy fácil. Lo único que tienes que hacer es abrir la boca y sacar la punta de tu lengüita. Yo haré el resto.
Sebastián obedeció; así que el viejo con una mano tomó a su nieto por la nuca, sosteniéndole la cabecita, y acercó su arrugado rostro a la linda e inocente carita del niño. Y sin más, mi abuelo comenzó a comerle la boquita con una perversa pasión; metiéndole su carnosa y salivosa lengua dentro al pequeño, seguramente hasta la campanilla.
Yo no podía creer lo que estaba presenciando. Aquel intenso besuqueo producía sonoros chupetones, que la porno ya no era importante. No sé por qué, pero esa vívida y real escena a escasos centímetros de mí me produjo un morbo impresionante. Y ahora estaba más que confirmado que el viejo ruin quería abusar del inocente de Sebas; pero yo me encontraba tan excitado y totalmente erecto que mi lujuria adolescente nublaba mi conciencia; creciendo cada vez más al oír como mi hermanito gemía y buscaba aire para poder respirar, en lo que el abuelo aprovechaba para meterle toda la lengua hasta la garganta y estrujarle el culito.
– Mmmm… Lo hiciste muy bien para tu primera vez, Sebas. ¿Te gustó que abuelito te besara? Sentiste rico, ¿no es así? —Quiso saber el anciano, separándose de su nieto sólo para quedar conectados de los labios por un viscoso hilillo de saliva.
– Sí me gustó mucho. —Contestó mi hermanito recobrando el aliento para luego sonreírnos.
– ¿Y ahora te gustaría que hiciéramos eso también? —Preguntó mi abuelo, indicando con un dedo la pantalla; en la cual ahora se veía como el maduro velludo de piel trigueña tenía a la rubiecita abierta de piernas y le comía el coño como un campeón.
– No sé qué es eso…
– Es un juego de adultos. Sentirás unas cosquillas bien ricas, ¿no es cierto Rafita?
El muy canalla quería usarme para convencer a mi ingenuo y pequeño hermano, quien se volteó a verme. Yo no sabía qué hacer; por un lado ese viejo asqueroso estaba claramente abusando de Sebas, un niño de apenas 6 años, pero por el otro yo quería ver hasta dónde iban sus planes y ya no me conformaba con sólo ver pornografía en el ordenador, quería algo real.
– Sí, te va a gustar. —Contesté sintiéndome en parte culpable y ya siendo un cómplice.
– Ya ves. —Prosiguió él− Ahora quítate el pantaloncillo junto con tu calzoncito y súbete a la cama de tu hermano.
El niño hizo caso sin cuestionar e incluso pude verle la sonrisa en todo momento, emocionado seguramente de ser incluido en un “juego de adultos” conmigo y su abuelito. Sebas sin ninguna vergüenza se sacó todo excepto su camisetilla de Pokémon y se acostó boca arriba en mi cama, dejando al descubierto sus partecitas íntimas de niño; bien blanquitas y totalmente lampiñas.
El viejo sonrió maliciosamente al tiempo que nos levantábamos de las sillas y recuerdo que él hasta se relamió el bigote por la anticipación de lo que su mente maquiavélica elucubraba.
– Sabes Rafa, desde que tengo tu edad me atraen los culitos tiernos e infantiles, es algo que no puedo resistir. —Me confesó mientras se acercaba a su nietecito− Recuerdo que yo tendría unos 14 años la primera que vez rompí uno, fue el del hijito de una vecina al que me dejaban cuidar. La criaturita tendría unos 8 o 7 añitos y me lo gocé muchas veces, fue increíble. Y esta noche gracias a ti le podré romper el culito a tu dulce hermano.
¿Qué clase de abuelo tengo? Uno muy degenerado. Me quedé estupefacto por lo que escuché, que nuevamente una parte de mí quiso salir corriendo a tomar el teléfono y llamar a mis padres para contarles que el abuelo Alberto quería violar a Sebastián; pero otra vez mi morbo fue más fuerte y me hizo quedarme ahí, inmóvil, con una erección sacudiéndose sola debajo de mi bóxer cuadriculado, que ya hasta tenía una gran mancha de humedad por todo lo que mi verga escurría sin parar.
Mi abuelo comenzó a desabotonarse la camisa y luego tomó a su nieto por los tobillos y lo jaló para que su culito quedara al borde de mi cama; ahí él se arrodilló en el suelo, quedando justo frente a las partecitas pudendas de mi hermanito. Entonces el viejo colocó las piernas de Sebas sobre sus hombros y agachándose hundió su arrugado rostro en el culo virginal de mi hermano menor. Con gran habilidad el lascivo anciano le pasaba toda su lengua por la tersa rajita, para después enfocarse con rítmicos movimientos circulares por el sonrosado anito del niño.
Yo sin pensarlo me bajé el bóxer hasta las rodillas y liberé mi dura y chorreante verga, empezado a masturbarme lentamente; a la vez que oía como Sebas gemía de gusto y se retorcía sobre mis sábanas. A mí siempre me gustaron sólo las mujeres, nunca antes me había interesado en nada que fuera entre hombres; pero aun así el presenciar como el abuelo le comía el culo a su nietecito y escuchar como éste lo estaba disfrutando con apenas 6 años; me tenía excitado al extremo, que varios hilos de mis jugos seminales cayeron al suelo.
Se notaba que mi abuelo era un experto comiendo culitos, pues yo podía ver como Sebastián estrujaba las sábanas entre sus deditos y tenía las mejillas coloradas, gimiendo en lo que su abuelito querido le metía dentro del recto su carnosa y salivosa lengua. En eso noté que mi hermanito tenía su pequeño penecito bien paradito; diría que esa fue la primera vez que el niño tuvo una erección a causa de placer sexual, uno producido por ese viejo degenerado.
– Mmmm… ¡Qué delicia! Hasta parece que lubricara. —Dijo luego de un largo rato de deleite anal, sacando su mojada cara de entre las piernitas de su nieto.
Yo sólo asentí con la cabeza, no siendo capaz de hablar por el nudo que tenía en la garganta; aunque continuaba pajeándome descaradamente frente a ellos.
– Date la vuelta. —Le ordenó al niño en lo que lo ayudaba a quedar de perrito sobre mi cama.
Sebas en ese momento preguntó cosas sobre el supuesto juego, pero no lo recuerdo bien, mi mente se enfocaba en otras cosas; además no importó, puesto que el viejo le dijo que se quedara calladito. Y ya con su pequeño nieto en esa nueva posición, el viejo le abrió con las dos manos las redonditas y compactas nalgas, volviendo a descubrir ese tierno anito infantil color rosa y sin un tan solo pelito. Entonces mi abuelo le soltó varios escupitajos justo en el agujerito y usando un dedo se los comenzó a regar, dilatándolo más. Sebastián nuevamente gemía y sólo se quejó cuando el anciano le metió el segundo calloso y nudoso dedo dentro.
Yo debía estar alucinando. Aquello no podía estar pasando; pero lo hacía y yo me la jalaba sin perderme ningún morboso y pecaminoso detalle. Y ya una vez que el viejo le dejó bien lubricado el anito a su nietecito se levantó, se quitó la camisa y se desabrochó el pantalón caqui, bajándoselo junto con su calzoncillo y liberando así una vergota muy gruesa y venosa; que para mí era enorme, como de actor porno, que quedé boquiabierto contemplando aquella virilidad dura como el acero templado.
– ¡Rayos! ¡Que tranca tienes abuelo! —Solté sin darme cuenta.
– ¿Te gusta, Rafita? —Y él se rio al verme la cara pasmada, para luego volverse a dirigir a su otro nieto− Ahora quiero que te relajes y no aprietes, ¿entendido?
Recuerdo que mi inocente hermanito no tenía idea de que era eso a lo que aquel anciano sádico se refería y por más que preguntó, nadie le explicó que era lo que se le avecinaba.
Por el ángulo en el que yo me encontraba, a un costado de mi abuelo, pude observar perfectamente cuando el dotado viejo situó su tremendo rabo en la entrada del culito de mi hermano pequeño. En ese instante casi me corro; pero no lo hice, pues ahí fue cuando escuché el alarido de Sebastián, quien estaba sintiendo como aquella enorme verga empezaba a perforarle el culito y querer entrar hasta lo más profundo de sus entrañitas.
Asustado miré a mi abuelo, el cual tenía aprisionado al pequeño con ambas manos sujetándolo por las angostas caderitas; mientras no cesaba de empujar con su pelvis su trancota de carne y venas por aquel diminuto agujerito anal. Para mi gran asombro, el culo de mi hermanito de 6 años ya se había tragado todo el jugoso y grueso glande del viejo.
– ¡¡AY!! ¡Ay…abuelo me duele! ¡Duele mucho! ¡Agh! ¡Ya no quiero jugar más! ¡Ya no por favor…!
Lloriqueaba el pobrecillo de Sebas, intentando inútilmente el zafarse; pero el tosco del abuelo obviamente era más fuerte y ahora lo tenía bien sujeto de la cinturita.
– Ssshhh…tranquilo. No te muevas tanto y relaja el culito, así te dolerá menos… —Le dijo casi susurrándole al oído; al mismo tiempo que seguía metiendo lentamente más de su vergota, presionando más y forzando todo lo posible aquel tierno esfínter infantil.
Pero mi hermanito continuaba llorando y gritando cada vez más. Lo cierto era que aquella colosal carne viril era demasiado para ese niño, que yo sólo podía imaginar el intenso dolor que Sebas debía sentir; pero el malicioso viejo no se detenía y no le importaban las suplicas de su pequeño nieto, él estaba decidido a cogérselo. Y finalmente con un fuerte movimiento de caderas, su nervuda tranca desapareció por completo dentro de ese culito hasta ahora virginal.
Sebastián soltó otro desgarrador grito, que hasta pensé podría despertar a Nicolás, y luego se dejó caer en mi cama, hundiendo su carita llena de lágrimas entre las sabanas. Mi abuelo le mantuvo el culo suspendido por las caderitas y así fue como vi los pelos púbicos del viejo acariciar las blancas nalguitas de mi hermanito. De ahí el fibroso anciano comenzó un suave bombeo, sacando despacito su enorme verga hasta la mitad y luego se la volvía a introducir del todo, hasta el pegue; adentro, afuera, adentro, afuera, sin descanso y cada vez más rápido y diría que fuerte. Y por su parte, Sebas soltaba unos extinguidos gemidos de dolor.
¿Qué clase de hermano soy? Uno de lo peor, un total desgraciado; puesto que la visión de la tremenda vergota del viejo dentro del culito de mi pequeño hermano menor me causaba tanta excitación, que retomé mi masturbación, jalándomela con más frenetismo.
– ¡Uff…! Rafita no tienes idea de lo apretado que se siente. Es delicioso, mejor que un coño.
Yo no le dije nada, sólo tragué en seco y me pajeaba al mismo ritmo que él se cogía a su nieto.
– Y como ya estás acostumbrado al tamaño de mi trancota, ahora irá enserio Sebas. —Escuché decirle al acongojado niño con una malévola sonrisa debajo de su espeso bigote.
Entonces el viejo subió una rodilla sobre la cama para mantener el equilibrio y embestir con más fuerza a su nietecito. Aquel nuevo embiste era algo endemoniado, que debía de provocarle más dolor al pobre de Sebastián. Seguramente mi hermanito estaba sintiendo que su abuelito lo estaba partiendo en dos por el culo, que aquellos gritos eran escalofriantes. Entre las sábanas pude ver la carita enrojecida del niño, llena de gotitas de sudor bajando por su frente y mezclándose luego con sus lágrimas que emanan a raudales. Y con sus manitos trataba de aferrarse de la ropa de cama e intentaba escapar de aquella brutal sodomizada.
El sádico del abuelo continuaba con el violento mete y saca de su verga, y sus estocadas eran cada vez más profundas; que sus enormes y caídos huevos peludos golpeteaban muchísimo, produciendo un ruido que retumbaba por mi habitación. Por mi parte, yo no dejaba de masturbarme, teniendo toda la camiseta pegada al cuerpo por la copiosa traspiración y sintiendo mi verga adolorida por tanta fricción de mis frenéticos jaloneos. En eso noté que mi hermanito ya no gritaba ni forcejeaba, sólo estaba quieto con la boquita abierta y el rostro desencajado, dejándose usar por quien antes era su querido abuelito y ahora era un macho endiablado que le bombeaba el culito como si quisiera reventárselo a vergazos.
Así fue como el viril viejo estuvo como por media hora más cogiéndose a su pequeño y dulce nieto; taladrando al niño sin piedad, calado en su hediendo sudor de macho y bramando como una bestia embramada. Hasta que por fin vació el contenido seminal de sus bolas en las entrañas de Sebastián, soltando un poderoso alarido de placer; para después sacar su vergota, colgándole flácida pero aún morcilloza. Me pareció ver unas gotitas de sangre en mis sábanas, con lo que casi me termino de correr ahí mismo.
– Rafa, deja ya eso. —Me ordenó dándole una sonora nalgada al culito paradito de mi hermanito, quien seguía inerte− Hoy vas a dormir en el cuarto de tus papás y yo me quedaré aquí con Sebas; como fue su primera vez debe estar muy adolorido, que no lo quiero mover.
– Está bien abuelo. —Le contesté frustrado, pues me tocó guardar mi palpitante verga erecta en el bóxer y seguir sin poder eyacular todavía.
Le di las buenas noches como si todo eso que pasó había sido de lo más normal y cuando llegué a la puerta me giré para ver como se sacaba el resto de la ropa y hacía lo mismo con su nieto, para luego acostarse a su lado, y empezar a besarle y lamerle todo el cuerpecito desnudo.
Yo antes de ir a la habitación de mis padres pasé a revisar a Nicolás y asegurarme de que seguía dormidito y no se había dado cuenta de nada. Luego llegué a la cama matrimonial, que en esos días era usada por el abuelo, y me acosté en ella con la cabeza llena de todo ese nuevo y perverso morbo, con la vívida imagen del dotado anciano ultrajando el tierno culito de mi hermano de apenas 6 años; con lo que retomé mi masturbación hasta que logré correrme muchísimo, que incluso me embadurné el pecho con mi espeso semen. Aun así sentía mis bolas algo adoloridas, sintiendo punzadas, pues continuaba algo excitado; pero como ya era muy tarde sólo me giré y me pude dormir profundamente.
Al otro día desperté temprano, culpa de la luz que se filtraba por la ventana con las cortinas abiertas; entonces me levanté y salí justo para encontrarme en el pasillo con Nico. Éste me preguntó por su hermano, con el que compartía cuarto, a lo que yo no le respondí y me lo llevé al baño para que orinara y de ahí nos fuimos a la cocina. Le serví su cereal azucarado favorito y lo senté en la sala a ver sus caricaturas en el televisor, y ya más tranquilo me regresé para checar a Sebastián y al abuelo.
Acercándome por el pasillo oí el rechinar de mi cama y como esta se azotaba contra la pared, haciendo tanto ruido que se podía escuchar sin problemas aún con la puerta cerrada. Cuando quedé de pie frente a mi puerta pude oír los gemidos y jadeos apagados de esos dos; así que abrí y entré. Lo que vi me sorprendió. El viejo sanguinario nuevamente se cogía a mi hermano menor; esta vez con todo su cuerpo encima del niño, quien estaba acostado boca arriba con sus piernitas en el aire, mientras recibía el bombeo incesante de las caderas de ese maduro macho. Sebas gimoteaba por lo bajo, con toda su cara y pechito colorados, y muy sudadito, que su cabello lacio casi rubio se le pegaba a la frente.
– ¡Agh…! Ya no más abuelito… ¡Ay…! Me duele mucho el culito… ¡Por favor! —Lo oí suplicar casi sin aliento. Aún no sé cómo ese pequeño podía soportar esas sádicas embestidas y semejante rabo clavado hasta el fondo de sus entrañas infantiles.
– Ssshhh…no lloriquees tanto, si te la estás pasando rico no te hagas. —Y el viejo le comenzó a comer la boquita a su nieto en un lujurioso beso, que cuando le sacó la lengua muchos hilillos de baba conectaban su bigote con los labios rosas de Sebastián.
Definitivamente el abuelo no tenía remordimiento alguno y no sentía lástima por Sebas, pues no paraba de bombearle con un ímpetu envidiable; que yo sólo podía pensar en que quería ser tan semental como ese condenado y viril anciano.
– ¡Ah, Rafa! —Dijo al darse cuenta de que yo estaba parado ahí, viéndolos boquiabierto y con una nueva y presta erección− Pasa para que veas mejor. No tienes idea de lo bien que no la hemos pasado tu hermanito y yo.
El muy cínico sabía que como buen adolescente hormonal que soy, ver eso me ponía caliente; así que después de invitarme a ver, estiró sus fibrosos brazos y levantó un poco más su torso, dejándome un mejor campo de visión del pálido cuerpecito de mi hermanito; el cual tenía muchas marca rojas de chupetones e incluso crestas que sólo pueden dejar las mordidas. No podía creerlo, el viejo no solamente había sodomizado al pequeño niño, si no que también le había estado ultrajando repetidamente todo el inocente cuerpecito.
– ¡Uff…! Este culito es tan maravilloso que no puedo parar de cogérmelo. Esta ya es la quinta vez. —Me confesó entre sus jadeos de placer.
¡¿La quinta vez?! Acaso escuché bien. Imaginarme al macho del abuelo cogerse al niño toda la noche hizo que mi verga se irguiera más, que rompí el botón del bóxer a cuadros que llevaba puesto y mi dura tranca se escapó por la abertura.
En eso Sebastián se giró para mirarme directo a la cara; ahí vi sus mejillas con señas de lágrimas secas y sus ojitos claros ya vidriosos por nuevas.
– Hermano, dile al abuelito que ya no… ¡Agh!
– Tú querías hacer juegos de mayores. —Contesté tragando con dificultad por el nudo de mi garganta− Ahora tienes que aguantar o abuelito ya no te va a querer.
– ¡Ay! Pero es que me duele… Ya no me gusta este juego… ¡Agh!
Creo que el oír todo eso excitó más al viejo, ya que mi cama crujía más con el incremento del frenesí con el que ese macho cogía el culito del pequeño; mismo que volvía a gritar por lo alto. Pero eso no importaba, a mi abuelo eso le gustaba y creo que el que yo presenciara como él le destrozaba el culo infantil a su nieto, le daba más vigor para no parar de embestirlo. Yo me la jalaba extasiado con la despiadada escena, a la vez que me asombraba sobremanera el aguante descomunal que tenía ese hombre a su edad; había estado sodomizando al niño toda la noche y todavía tenía energía para seguir haciéndolo. Yo ya traspiraba muchísimo y no dejaba de pajearme, rogando que los alaridos de esos dos no alertaran a Nicolás, quien inocentemente comía cereal en la sala viendo caricaturas en la televisión.
Y en eso el rudo y dotado anciano se corrió una quinta vez dentro de su nietecito adorado. El abuelo resopló satisfecho y se incorporó, y cuando se la sacó vi como un espeso borbotón de su esperma salió a presión del culito de mi hermanito, como si ya estuviera demasiado lleno.
– Bien, ahora necesitaré un buen desayuno después de estas corridotas. —Y se bajó de la cama como si nada- Rafita, ¿quieres ver cómo le dejé el culito a tu hermano?
Yo sólo asentí con la cabeza, en lo que él tomó a Sebastián por uno de los tobillos y como si éste fuera un muñeco, lo giró y acostó boca abajo; luego le separó las coloradas nalguitas con sus dos toscas manos y me dejó contemplar el orificio anal de mi hermanito. Aquel esfínter estaba destrozado; muy rojo por las salvajes cogidas de su abuelo, dilatadísimo que fácilmente le cabría su propio puñito dentro y un hilo seminal le escurría por el perineo lampiño hasta sus pequeñas y redondas bolitas.
– Creo Rafita que ya es hora de que te hagas hombre. —Me dijo el viejo tomando en una de sus ásperas manos mi erecta verga- ¿Por qué no te estrenas dentro de Sebas, eh?
– Es que yo… No sé si…
– Vamos cabrón, no te resistas. Sé que quiere… —Me susurró al oído, en lo que jaloneaba mi rabo y lo dirigía hacia el culito roto de Sebastián.
Algo me poseyó del todo. Mi lujuria perversa terminó ganando sobre mi escaza conciencia y sin dudarlo más me posicioné y empecé a empujarle mi verga dentro del culo a mi hermanito.
El abuelo tenía razón, las entrañas de ese niño se sentían maravillosas. A pesar de que su anito estaba increíblemente abierto, y mi tranca le entró con suma facilidad, el interior se sentía apretado, como si éste se adhiriera a mi carne viril, estrujándola con cada mete y saca de mi parte. Además se sentía muy caliente y húmedo; que yo podía sentir toda la esperma de las múltiples eyaculadas del viejo, que con cada embestida mía, el semen del abuelo me salpicaba los pelos y chorreaba por las bolas.
– ¡Eso es cabrón, así me gusta! —Me alabó el maduro semental que tenía al lado, sintiendo como el vicioso anciano me observaba detenidamente cogerme a Sebas; al mismo tiempo que me manoseaba una de mis nalgas.
Yo quisiera decir que duré tanto como mi abuelo; pero la verdad es que todo eso fue tan placentero y morboso que con un par de minutos me corrí como nunca antes.
– ¡Bien hecho Rafita! ¿Qué te pareció el culito de tu pequeño hermano?
– In…increíble. —Contesté en lo que se la sacaba y veía como toda mi verga estaba embadurnada de esperma, más del viejo que mío seguramente.
Él simplemente se carcajeó y se colocó la misma camisa que traía puesta ayer, pero sin abotonar, y salió de mi habitación sin nada que cubriera su llamativa entrepierna; dejando colgando al aire su vergota y enorme par de huevotes peludos, goteando semen al suelo.
– Abuelo, ponte el calzoncillo. Podría verte Nico, ¿o pretendes cogértelo también? —No sé por qué dije eso; es que en ese momento mi cabeza estaba aún llena de muchas ideas retorcidas.
– No es mala idea. Además, no veo porque no. —Respondió con esa maliciosa sonrisa con la que ahora yo lo identificaba- Iré a comer algo. Tú limpia y cura a Sebas.
Cargué en brazos el desnudo cuerpo de mi hermanito de 6 años y lo llevé al baño. Ahí lo metí en la bañera y con la manguerita de la regadera comencé a limpiarlo, viendo como gran cantidad de semen le deslizaba entre los muslitos y piernas. Después lo sequé y sobre el felpudo le dije que se apoyara contra el retrete, espaldas a mí; entonces le separé bien las nalguitas y observé su anito rojo, ahora algo magullado. Así que tomé una pomada desinflamatoria y cicatrizante que había en el anaquel y despacito se la empecé a untar por el borde del esfínter y con un par de mis dedos también por dentro de su tibio recto. Eso me calentó ora vez, que combatí con la idea de metérsela nuevamente muy duro.
– ¿Por qué abuelito me hizo eso? —Me preguntó luego de permanecer todo ese rato en silencio.
– Porque así es como los mayores nos decimos cuanto nos queremos y el abuelo te quiere muchísimo… Y yo también. —Agregué recordando que yo también lo había cogido fuerte.
– Pero me dolió mucho.
– Sí lo sé, pero a él le gustó y eso lo hace muy feliz. ¿O tú no quieres que el abuelo sea feliz? ¿A caso no amas al abuelito?
– ¡Sí, un montón! —Me respondió girándose porque yo ya había terminado con la pomada.
– Entonces debes de dejarte siempre y no decirle a nuestros papás. Recuerda que tú aún estás pequeño y no puedes hacer cosas de adultos; pero gracias al abuelito ahora sí puedes.
– Está bien. —Y me sonrió con ternura inocente.
En ese instante, en el que debí haber sentido culpa o vergüenza, lo que experimenté fue una claridad inequívoca. Resultó que yo soy tan pervertido como el abuelo, pues la noción de que el viejo y yo nos cogiéramos a ese pequeño niño me excitaba al punto del degenere; que si mi abuelo deseaba desvirgar también a Nicolás de 3 años, yo le ayudaría.
Entonces llevé a Sebas su cuarto para que se pusiera una nueva mudada de ropa, en lo que escuché a lo lejos que sonaba un teléfono. Momentos después entró el viejo, aún en calzoncillos y con la camisa abierta.
– Llamaron sus padres. Dijeron que van a extender su viaje una semana más.
Y en ese momento Sebastián salió corriendo hacia donde el abuelo estaba parado, para que éste lo alzara en brazos y quedar abrazado a su sudado torso.
– Abuelito yo te quiero mucho y mi culito es tuyo. —Le dijo para mi sorpresa y le dio un beso debajo del bigote, al que el viejo respondió besándolo de lengua como si fuera su mujer.
– Mmmm… Así me gusta. Nos vamos a divertir mucho, ¿no es así Rafita?
– Ya lo creo que sí, abuelo.
Esa misma tarde, en la sala de la casa, estábamos los cuatro desnudos; yo tenía en cuatro a mi hermanito Sebas, cogiéndolo de perrito muy duro por su maravilloso culito, mientras veía al abuelo sentado en uno de los sillones y como él con sus manos sujetaba de la cinturita a Nico y lo hacía subir y bajar de su enorme y venosa verga.
– No llores Nico… ¡Agh! Te duele porque abuelito te quiere mucho. —Le dijo Sebastián a su hermano pequeño desde la alfombra, tratando ingenuamente de consolarlo, al mismo tiempo que recibía a gusto mis embestidas más salvajes.
– ¡Rayos que rico es esto! ¡Ohh…! ¡Lo haré todo el día, todos los días! —Exclamé clavando todo mi rabo hasta el tope del culito del dulce niño que ahora era mi putito.
– Lo sé, cabrón. Y espera a que pruebes este. —Y él se la ensartó entera a Nico, que pude ver en su pancita dibujada la forma de la descomunal tranca del viejo semental que era mi abuelo.
—El Fin…
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Nota: Este relato es mi adaptación Gay de “Las perversiones del abuelo”, por Tiomex.
Te quedó muy bien el relato. Algo crudo en algunas partes, pero tu forma de narrar sigue siendo muy buena.
Por eso lo advierto de entrada jejeje 😛
Gracias y Salu2!!
wow algoi larga, muy buena
Gracias!
Que fantasía tan rica, el morbo que me produjo. Pero sobretodo el pajazo que me dí al leerlo, súper tu relato. Me encantó.
Muchas gracias por el comentario, pero más por tu pajazo 😛
Gracias y Salu2!! 😉
Hola me encantan tus relatos y no tengo nada q criticar quedó buenísimo , es más mejórate muchísimo a comparación de los otros, en la forma de relatar de los detalles q le pusiste espero que el próximo sea igual de morboso!!
«no tengo nada que criticar» «mejoraste muchísimo a comparación de los otros» jajaja… XD
Gracias, supongo
Wow que relató, te quedo de 20!!!!!!
Gracias!
Simplemente, GENIAL! Me hubiera encantado que el abuelo se cogiera a Rafa también. Ya me hice tres pajas leyendo… Uffff… Me encanta tu morbo.
Gracias!