TATTOO, SEXO Y ROCK
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Me llamo Gerónimo y lo que les contaré a continuación, sucedió cuando tenía 14 años.
Era la época en donde mis hormonas estaban en una gran revolución y yo solo quería experimentar con el sexo de todas las formas posibles.
Vivía en un pequeño y tranquilo pueblo, al sur de Argentina, visitado con frecuencia por cientos de turistas.
Siempre fui de contextura delgada, con un trasero redondito y firme.
De tez blanca y cabello negro, boca carnosa y pómulos prominentes.
Tenía el atractivo inocente de la edad.
Javier, el tipo que me gustaba, tenía un local de tatuajes en la zona, siempre había clientes para suerte del negocio, la competencia no era un problema.
Él era el mejor dibujante que haya conocido jamás.
Era alto, musculoso, de cabello negro y ojos azules divinos.
Vestía de negro y sus brazos estaban perfectamente tonificados y eran un monumento al dibujo y el arte.
Yo solía contemplarlo cuando salía a fumar fuera del local.
Deseaba entrar y hacerme un tatuaje por él, pero era menor de edad y no me animaba.
Tenía que contentarme con verlo de lejos y a escondidas.
Mis amigos lo llamaban “lobo” debido a sus ojos y decían que era raro y seguro un potencial asesino.
Todas mentiras.
Estaba enamorado pero creía que no había chances de que un hombre como él, se fijara en mí, que solo era un torpe adolescente, sin gracia.
Apenas tenía vello púbico y mi pene no pasaba de los 12 cm.
Solo podía hacer lo que cualquier adolescente sabe hacer en la soledad, masturbarse.
Y claro que lo hacía.
Me masturbaba todo el tiempo cuando estaba solo en casa.
En mi cuarto, sobre mí cama, completamente desnudo, no paraba hasta correrme unas dos veces mínimo.
Era la época en la que se te para todo el tiempo y sientes una picazón infernal en la cabeza de la verga, que solo puedes apagar con el esperma que dejas correr fuera.
Javier tenía un hermano menor de 9 años, del que estaba a cargo.
Sería Tomy, como así se llamaba, mi nexo directo hacia su hermano.
Tenía que acercarme a él y ganarme su amistad.
El problema era que no salía mucho y tenía que estar atento a esos pequeños momentos en los que podía acercarme.
Cuando sucedió finalmente, que pude acercarme a Tomy, me gané rápidamente su confianza y pasábamos mucho tiempo, jugando juntos fuera del local.
Javier nos observaba desde dentro, cuidando de su hermanito.
Una vez que pude entrar y observar todo lo que no se veía desde afuera, le dije a Javier si me podía tatuar.
Javier, que le importaba todo una mierda, dijo que lo haría bajo sus condiciones.
Tenía que ser en una zona que no se viera, es decir en una zona intima.
Y si, por alguna razón alguien descubría que tenía un tatuaje, no debía decir por nada del mundo que él me lo había hecho.
Había por lo menos dos locales más en el pueblo a quien podía culpar.
Él decidió que el tatuaje se haría en la pierna, justo a un costado de mis testículos.
Yo acepté después de mucho pensar semanas después de la condición que me había planteado.
Ya en su local, sin nadie presente, en el piso de arriba, donde él dormía, empezó la acción.
Me indicó que debía sacarme los pantalones y los calzoncillos y me recostara en su cama.
El cuarto estaba repleto de posters de bandas de música, parlantes, un guitarra eléctrica colgada a lo alto, entre muchos objetos raros, que no vienen al caso detallar.
La cama estaba sin tender y el desorden era general.
El tatuaje era una vaquita de San Antonio.
Sí, lo sé, muy gay.
Javier me apresuró, pero yo no me animaba a sacarme la ropa.
De pronto un miedo terrible me invadió.
—No me digas que tenes miedo —dijo, un poco decepcionado.
—No, no, no sé.
—Estamos entre hombres, no hay nada que temer.
—Lo sé, pero me da vergüenza.
—Si te sirve de algo…
Javier se sacó las zapatillas, luego los pantalones y cuando se iba a bajar el bóxer.
—No, espera no es necesario.
No lo pensé, había cometido un gran error.
No quería parecer desesperado.
Me quité los pantalones y calzoncillos, para recostarme en la cama.
—Así, está perfecto —dijo.
No pude verlo desnudo, cómo es que lo evité por puro orgullo.
Mi pene estaba al aire y el poco vello relucía limpio y virgen.
Él acercó la máquina y todo lo necesario a una mesa a un lado de la cama, un sonido se escuchó, no quería ver.
Javier agarró mi pene, lo tocó, lo observó e incluso jugó con mis pelitos incipientes.
Lo cual me causó una rápida erección.
—Estás muy lindo Gerónimo, vas a ser un muchacho dotado.
Comenzó a tatuarme mientras se agarraba de mi pene, y paraba, para masturbarme y besarme las bolas.
No sabía si dolía, o qué, solo sentía mi verga dura que quería que la besaran y recorrieran con su lengua.
De pronto, dejo la maquina a un costado.
Y empezó a mamarme el pito como nunca lo habían hecho,
Me aferraba a una almohada y me retorcía de placer en la cama, queriendo gritar y agradecerle por sus besos.
Me acariciaba el pito con las dos manos, frías por los guantes.
Y su lengua me la pasaba por todo el tronco y mis huevos.
Mis pies no se quedaban quietos por la excitación que se apoderaba de mí.
Mi glande estaba hinchado por la fuerza con la que era besado.
Y por momentos era dolor y por otros, cosquillas a mil por toda la cabeza de mi pene.
Sus manos me recorrían las gambas mientras devoraba mis testículos y mi pene se pegaba a mi vientre, húmedo y pegajoso.
Unos de mis pies, chocó por accidente con su bulto que era enorme, y comencé a frotarlo contra su verga oculta bajo el bóxer.
Él gemía mientras me mamaba el pene y gritaba mi nombre.
Un espeso y blanquecino semen saltó alto, llegando a su espalda y a la parte superior de la cabeza.
Lo recogió con los dedos, largos y gruesos, y me los metió a la boca para que pudiera saborearlos.
Era mi esperma, delicioso, el de un hombre.
Porque eso era lo que era, mi pene crecería más y más y se llenarían de pelos mis testículos.
Muchas más corridas como esas tendría más adelante.
Javier no termino de tatuarme, dijo que continuaría luego.
Su hermano Tomy entró inesperadamente al cuarto, mirándome fijamente el pito y yo tuve que cambiarme rápido y salir corriendo.
Ahora todos se enterarían en el pueblo que era gay.
Aunque Javier hablará con él y le prohibiese decir nada, era cuestión de tiempo para que el mocoso lo contará todo.
Estaba perdido.
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