Te quemarás los dedos
Episodio diecisiete. El hombre le preguntó al Rusito si quería que lo alcanzara a su casa. Iba a decirle que no, pero la tentación de subirse a ese BMW fue demasiado para él y cayó en la trampa.
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Este episodio está dedicado a Adria. ¡Gracias por tu aliento!
Aviso a navegantes: si venís leyendo los anteriores episodios, espero que te guste este nuevo capítulo. Varios cabos sueltos se resuelven y la vida del Rusito podría tomar otro rumbo. Pero la tentación lo acecha.
Si entrás por primera vez: ¡Bienvenido, lector! Si querés ir directo a la acción, podés empezar a leer a partir de la línea de asteriscos. El Rusito es un chico de 13 años con una vida complicada.
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Llevaba tiempo sin ir al club. Lo llamé al Piojo, a ver cómo andaban las cosas en el equipo. Me dijo que el entrenador estaba molesto conmigo por haber faltado a tantos entrenamientos y que el tipo no era de los que perdonan. Fui igual.
Tal como me había advertido mi amigo, el entrenador no disimuló su enojo conmigo. Mientras mis compañeros practicaban jugadas y se divertían con la pelota, me ordenó dar vueltas a la cancha. Tenía que hacerme pagar mi irresponsabilidad delante de los demás. Lo acepté.
Mientras trotaba alrededor del campo, yo pensaba en todo lo que había pasado en las últimas semanas.
El ADN confirmó mis sospechas: Ruud Jansen era mi padre biológico. Su abogado (al holandés no lo volví a ver) ofreció un trato: dinero a cambio de retirar mi denuncia por violación, lesiones y abandono. El papá de Santi me acompañó en esas audiencias y negoció con inteligencia a mi favor.
Fuimos juntos a celebrar a un bar. Yo estaba agradecido, sabía que él no toleraba mi relación con Santi pero en esta situación tan delicada se había portado como un verdadero padre conmigo.
Yo no podía contar con mamá. Aunque ella solo tenía 29 años, sus adicciones la estaban arruinando rápidamente.
El papá de Santi me dijo que ahora yo tenía que hacer algo por él. Temí que me pidiera que no viese más a su hijo, pero no era eso. Debía entrevistarme con la psicóloga del hospital.
-Necesitás ayuda. Viviste cosas bravas desde muy chico. Eso deja marcas. Pero a partir de ahora podrás tener una vida mejor… Ya no necesitarás prostituirte nunca más para conseguir dinero. Es un oficio muy peligroso.
Lo sabía. Por otro lado, Marcos, mi socio, se había ido del país para evitarse problemas, así que nuestra empresa “Carne fresca” (él me buscaba los contactos, yo ponía el cuerpo) había terminado. Le prometí que llamaría a la psicóloga para entrevistarme con ella en cuanto pudiera.
El entrenador hizo sonar su silbato. Nos juntamos en la mitad de la cancha y él dio la lista de los convocados para el siguiente partido. Yo no figuraba ni entre los suplentes, pero no me quejé.
-¡Qué cagada, Rusito!- me dijo el Piojo- ¡No sabés cómo te extraño! Con el pibe que te reemplaza no me entiendo.
-Espero que se le pase la bronca al entrenador y me de alguna chance.
-¿Qué vas a hacer?
-Voy a ir a ver el partido. Al menos, podré alentar al equipo.
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Jugábamos de locales, cerca de mi casa.
Mientras mis compañeros estaban haciendo el precalentamiento, yo estaba en la tribuna con los familiares de los chicos que jugaban. Reconozco que me sentía muy humillado.
Un hombre con anteojos de sol, demasiado joven para tener hijos de mi edad, también observaba desde las gradas. Sospeché que no le interesaba el partido, sino los chicos que jugaban.
Nuestro equipo no anduvo bien. Los rivales sabían que el más habilidoso de los nuestros era el Piojo y lo controlaron con mucha marca y constantes infracciones. El que me reemplazaba estuvo perdido en la cancha. En el entretiempo, el entrenador lo cambió. Tampoco el otro chico funcionó. Estábamos perdiendo 3 a 0.
Faltaba poco para que el partido terminara cuando advertí que el hombre de los anteojos se había sentado a mi lado.
-Qué paliza…- comentó.
Asentí.
-¿Vos no jugás al futbol?
-Juego en el equipo que va perdiendo.
-¿Estás lesionado?
-No.
Yo le respondía sin mirarlo. Trataba de seguir el partido.
-¿Entonces?
-Falté a algunos entrenamientos. Tengo que ganarme el puesto.
-¿De qué jugás?
-De cinco.
-Tu equipo tiene problemas -comentó-. ¿Jugás bien?
Resoplé, con fastidio.
-Disculpame, no quise molestarte.
-No hay problema.
Había penal para el otro equipo.
-¿Lo ataja tu arquero?
Observé cómo se paraba el chico que iba a patear.
-Lo tira por arriba del travesaño- arriesgué.
-Para mí es gol.
El chico pateó a las nubes. El partido terminó 3 a 0.
-¡Lástima que no apostamos! Hubieras ganado.
Le sonreí por cortesía. Él me tendió la mano: -Me llamo Renzo. Soy cazador de talentos.
Se la estreché fríamente. Estaba seguro de que, en efecto, el tipo era un cazador.
Me alejé de él y fui a darle ánimos a mis compañeros. El entrenador me miró resentido, pero no me dijo nada.
Cuando yo salía caminando del club, un auto de alta gama de color negro se me acercó. Era el “cazador de talentos”.
-¿Te acerco?
Sabía que debía decir no, pero me impresionó el auto. Subí.
-¿Qué te parece esta joya?
-¡Increíble!
-Es un BMW Serie 5. ¿Te gustaría manejarlo?
-No sé manejar.
-Podemos ir a un lugar que yo conozco y podrás aprender a manejar. Yo te enseño.
La tentación fue demasiado fuerte. Acepté.
Nos alejamos de la ciudad. Él me iba explicando algunas cosas de mecánica. Tomamos por una ruta recientemente asfaltada. En todo el camino solo nos cruzamos con una camioneta. Renzo detuvo el auto en la banquina y nos cambiamos de lugar. Acomodó el asiento para mí y puse el auto en marcha.
La sensación de dominio que experimenté al conducir me hizo sentir muy bien. Compensaba la humillación de correr alrededor de la cancha o mirar el partido desde la tribuna. Después de una media hora, Renzo me pidió que estacionara en la banquina, que él continuaría.
-Lo hiciste muy bien… ¿Cómo era tu nombre?
-Todos me dicen Rusito.
-Bueno, Rusito, vamos a celebrar a una casa que tengo en esta zona.
No me preguntó si estaba de acuerdo, pero yo estaba tan emocionado por haber manejado esa máquina que me dejé llevar.
Llegamos a una casona rodeada de árboles. Era una construcción antigua pero bien conservada. Los perros se acercaron ladrando. Eran cuatro.
Un hombre moreno, con tupido bigote y chambergo, les pegó un grito y los animales se contuvieron. Me impresionó uno de ellos. Tenía aspecto de lobo y me observó con una mirada siniestra.
-Todo está preparado como a usted le gusta, señor Renzo- le dijo.
-Gracias, Mingo.
El peón me miró de arriba a abajo, sonrió burlonamente y se alejó. La casona tenía un hogar, donde ardían unos troncos. Los muebles eran rústicos, pero elegantes. Una enorme pantalla de televisión se alzaba frente a los sillones. Me invitó a sentarme en uno de ellos.
-¿Qué tomás? ¿Querés una cerveza? ¿Un fernet?
-No tomo alcohol.
-¿Por qué? ¿Te lo prohíbe tu religión?
-Prefiero el agua mineral.
-Tengo otras opciones. ¿Coca Cola? ¿Seven-up?
-Coca Cola está bien.
Se acercó con una bandeja muy tentadora: había papas fritas, maníes, cuadraditos de queso y otras cosas ricas que nunca había comido.
-Está sofocante aquí- dijo, y se sacó la camisa.
Tenía un buen cuerpo. Giró para exhibirse.
Se había tatuado una telaraña que se extendía desde el hombro hasta la mitad de la espalda. Por la telaraña se desplazaban enigmáticamente seis gordas arañas hacia un pequeño insecto atrapado.
Era un cazador astuto y yo era la presa a la que estaba envolviendo con sus atenciones. Claro que yo no era una presa inocente, pero eso él no lo sabía.
-¿Te gustó manejar la joya?
-Sí, fue genial, Renzo.
-La primera vez es siempre inolvidable. ¿No te parece?
Era una observación ambigua, pero me hice el tonto y me limité a asentir.
-Supongo que tenés conciencia de lo lindo que sos. Me imagino que ya tendrás tu noviecita.
Me hizo gracia pensar en Santi como “mi noviecita” y se me escapó la risa.
Lo interpretó como una señal para avanzar y se sentó junto a mí. Encendió la televisión. Era una película porno. Los actores (chico y chica) eran muy jóvenes. No más de 16 años.
-¿Cuántos años me dijiste que tenías, Rusito?
-No te lo dije. Tengo 13.
-Ya habrás visto mucha pornografía.
-No tanto.
Subió el volumen. El chico le hacía sexo oral a la chica, que gemía placenteramente.
-¿Qué te parece?
-No está mal.
Con el mando cambió a otra película. Ahora eran dos niños (tendrían unos doce años). Uno era muy rubio y pálido, el otro afroamericano. Se estaban besando, completamente desnudos. Habían puesto música instrumental de fondo. Era una película amateur con muy bajo presupuesto.
-¡Estas son las que me gustan a mí!- dijo, y empezó a acariciarme el cuello.
Como yo había actuado en una película porno, me era fácil ponerme en la piel de esos chicos. Alguien les estaba diciendo lo que tenían que hacer. El chico rubio parecía tenso, el negrito se mostraba más entusiasta.
-Me calientan mucho los rubiecitos pasivos… – comentó el cazador. Sus caricias por mi cuello eran más y más atrevidas- sus cuerpos son tan delicados… parecen de porcelana…
El rubio le estaba haciendo sexo oral al otro chico. Se notaba como el morocho sí lo estaba disfrutando.
Renzo me fue desprendiendo los botones de la camisa. No me moví.
-Relajate, Rusito, todo va a estar bien. ¿Puedo? – no le contesté. Lo tomó por un sí y me quitó la camisa.
En la película, el niño rubio estaba en la postura del perrito- que yo conocía muy bien- y el moreno, aferrando sus manos oscuras a las blancas caderas del otro niño, lo estaba penetrando profundamente.
Sentí la lengua de Renzo besar uno de mis pezones. Lo hacía bien.
-¿Todo bien, lindo?
-Estoy bien- dije. Renzo avanzaba paso a paso.
-Me encantan tus axilas- comentó- Son tan lisas…
Me hizo cosquillas y no pude contener una risa nerviosa.
En el video porno, el niño rubio ahora estaba arrodillado. Con sus grandes ojos azules contemplaba impasible como el chico afroamericano se masturbaba.
La cámara, manejada con torpeza, intentaba un contrapicado para enfocar la cara del rubio. Sin demostrar ninguna emoción, el chico abrió su boca y sacó la lengua. El semen del negrito lo salpicó. Un tosco cartel anunció: FIN.
-¿Te gustó lo que viste?
-No sé… Me pareció que el chico blanco no lo estaba disfrutando…
-¿Pero no viste lo que hicieron? Además los dos estaban excitados.
-¿Y vos viste su mirada? Excitados… Seguramente los hacían masturbarse antes de cada toma para que la tuvieran parada.
-¿También sos crítico de cine, ahora?- se burló Renzo- A ver dame un beso…
-¿Con eso te pago por la clase de manejo?
-Solo una parte.
Nuestros labios se pegaron. Su lengua se abrió paso y respondí. Sus manos me tomaron por las axilas. Yo me había sujetado a su cuello. Fue un beso muy largo y muy sensual. Si todo terminaba acá, estábamos bien.
-Besás bien, Rusito.
Se sirvió un vaso de cerveza. En la pantalla, un hermoso niño de unos ocho años estaba chupando un pene enorme y lleno de pelos. Apagó la televisión.
Tomó un cubilete de cuero que estaba en la bandeja, lo agitó y lo volteó contra la mesa. Salió un 5.
-El que saca menos, se saca el pantalón.
Me recordó viejos tiempos. Mi primera experiencia sexual con Julián, las últimas locuras con Mike… Arrojé el dado y salió un 4. Me quité el pantalón y también las zapatillas.
-Hermoso cuerpo. Estilizado y elegante, aunque todavía te falta desarrollo- observó.
-¿Qué sabés vos?- lo desafié. Agité el cubilete. Salió un 6. Él sacó un 3, así que se quitó el pantalón. Me impresionó su bulto.
-Ahora definimos, rubio.
-¿Y qué pasa con el que pierde?
-Ya te imaginás.
-¿Sexo?
-¿Tenés miedo?
-No lo vamos a hacer sin preservativo ni lubricante.
-No sos tan inocente, Rusito.
-No soy tan boludo, Renzo.
Se rio: -Bueno, se ve que en la escuela te enseñaron algo que vale la pena, para variar. Quedate tranquilo, tengo todo lo que hace falta y más. Último tiro.
Agitó el cubilete mientras me observaba con una mirada lasciva. Sacó un 1.
-Estás en el horno, Rusito – dijo sonriente.
-¿En serio? ¡Pero si sacaste un 1? Vos estás mal…
Arrojé el dado y salió un 3.
Renzo estaba eufórico, yo no entendía nada. Me palmeó la espalda: – Bueno, pudo ser peor, mucho peor… pero un tres. ¡Es genial, Rusito!
-¿Genial? ¿Pero por qué?
Renzo se reía a carcajadas y se puso a dar alaridos: -¡Tres! ¡Tres! ¡Tres!
Lo miré confundido.
-¿No te lo había dicho? En esta vuelta se decidía cuántos te íbamos a coger, Rusito- dijo sonriendo.
Se acercó a la puerta y pegó el grito: ¡Pasá Mingo y traelo a Sultán!
Sentí un escalofrío.
El peón entró a la habitación. Traía con él al perro más grande de todos, el que parecía un lobo. Afuera, los otros tres perros aullaban como maldiciendo su mala suerte.
Entonces comprendí por qué las arañas de su tatuaje eran seis. Y que yo, como el insecto, estaba atrapado.
(Continuará)
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«La suerte de una buena carta» es una serie. Los anteriores episodios son:
(1) La suerte de una buena carta – (2) Los juegos que la gente juega – (3) Todo tiene su precio – (4) La dorada obsesión – (5) Ojos de serpiente – (6) Ya no quiero volver a casa – (7) El as de espadas – (8) Nada que perder – (9) Un sueño dentro de otro sueño – (10) Yo robot – (11) Eclipse total – (12) El silencio y yo.– (13) Lucifer – (14) Pirámide – (15) Todo lo que sube tiene que bajar – (16) No puedes llevarlo contigo.
- Todos los episodios llevan el título de alguna canción del grupo de rock progresivo «The Alan Parsons Project»
Maravillosa vuelta de tuerca, me atrapa como una telaraña a su presa.
Gracias a ti por el deleite de tus relatos, gracias.
*Tengo que hacer esa playlist de ALP
¡Muchas gracias por leer y comentar, Adria!
Y se quemó el Rusito por ser tan temerario e impúdico (no puedo recordar los adjetivos que quería usar xD.) Tiene que admitir que se arriesga porque le gusta el sexo, pero ahora la situación esta mucho peor que con su padre. ¿Aprenderá la lección?
Ayy Gavin, hasta ahora en los relatos has cuidado mucho no meter violencia contra los niños (al menos no torturas o cosas demasiado sórdidas), pero en los últimos relatos has estado bordeando esos temas más oscuros y no sé si estoy listo para ver al Rusito sufrir. Siento que ahora no habrá quien pueda salvarlo de la situación que se acerca y que me parece muy macabra (la zoofilia no me llama).
Solo espero que si planeas salvar al Rusito del quilombo como dicen ustedes los Argentinos, lo hagas como ya lo has hecho de forma más o menos coherente y convincente, espero mucho de tus relatos.
Una vez más te agradezco por lo relatos. Saludos.
¡Muchas gracias, GoodBoy! (Recién publican tu comentario, cuando ya subieron el nuevo episodio, y te lo dediqué. Espero que no te ofendas). ¡Abrazo!
Este relato si mejoró mucho!!! Te felicito! Espero con ansias el siguiente 😈
¡Muchas gracias por leer y comentar, Danny_Dream!
Joder, joder, joder, joder… ¡¿En qué momento mejoraste tanto?!
Esto es por mucho uno de los mejores que has hecho (Y debo mencionar que leí todos), la dedicatoria, el trama, la reinvención, el compromiso, el separador, el saludo; es increíble ver como vas mejorando en cada capítulo; añades personajes, detalles; y la intriga que dejas al final de cada capítulo es digno de admirar, claramente eres de los mejores, y a pesar de que vi algunas caídas e introducciones forzadas en anteriores relatos; este saló y compensó a todos los pequeños errores. Claramente se viene algo, y será para mejor.
Tantas emociones juntas, divertido y excitante.
Nuevamente, gracias por existir y traer este trozo de arte; espero sigas mejorando.
Att: Littleboystupid
Totalmente de acuerdo con Littleboystupid
¡Gracias, Littleboystupid! No me imaginé el esfuerzo que lleva sostener un relato. ¡Abrazo!
La siguiente canción de mi playlist será, You Lie Down With Dogs?
Oh my gosh!!
¿Sabés que pensé en titular los capítulos en inglés? Pero pensé que a lo mejor eso resultaba poco atractivo. ¡Gracias, Adria!
Impecable, cada vez mas atrapante👍como en la misma tela de araña, continua este morbo es maravilloso😜
¡Gracias por tus comentarios, suaveprofundo!
que lastima, me habia gustado esta serie.
Tenias que agregar lo repulsivo
MadParadox99, gracias por leer y comentar. Te sugiero saltear el siguiente episodio e ir directamente al 19. ¡Saludos!