Te va a doler 2 (final)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Cuando terminó la secundaria, mis cuatro compas debían ser los cuatro culos más rotos de Avellaneda, me los había cogido en sus camas, en la mía, en las vías, en los cañaverales, de a dos y de a tres.
En los tríos, cuando me la chupaban los tres a la vez yo me sentía el mayor macho de Argentina, Marito tragándose la punta y Agustín y Esteban lamiendo el tronco.
Luego me tiraba en el piso y Agustín se iba sentando en mi verga con sus quejidos de putita, mientras Marito y Esteban lo ayudaban, al rato cambiaban y así los tres terminaban abiertos y felices, la leche la compartían entre los tres porque les acababa en la cara.
Miguel nunca quiso compartirme, se arrodillaba y me la chupaba largamente.
Yo le acariciaba la cabeza, cosa que me salía sólo con él, a los demás me los cogía por la boca lo más duro que me dejaran.
Luego se tendía boca abajo y se la metía siempre así, mejilla con mejilla, despacito, subiendo y bajando mi cadera mientras él quieto sólo suspiraba y me decía que me quedara siempre arriba de él, que no acabara, que queria amanecer cubierto por mi cuerpo.
Yo no entendía mucho, pero trataba de demorar al maximo mi orgasmo y a veces estaba más de una hora cogiéndolo despacito.
Cuando llegaba mi leche, Miguel sonreía beatíficamente y me pedía que no se la sacara hasta que mi pija se durmiera dentro de él, porque no quería que ni una gotita de mi leche se saliera de su culo.
Empecé a laburar y, para enojo de mi viejo, que era fana del rojo, me afilié a Racing.
En las duchas del club, luego de practicar algún deporte, mi pija volvió a hacer furor y rompí culos racinguistas a más no poder.
En el telo de Lanús ya me conocían por el nombre y hasta pensaban que yo era un taxi boy que llevaba ahí a sus clientes, pero nunca cobré, simplemente iba con mis amigos come pija del club a darnos placer mutuamente.
A los 25 me fui de casa de los viejos y me alquilé un depa chiquito por Constitución.
Mi falta de novias ya comenzaba a dar que hablar y no quería que mi viejo me considerara un pija boba y menos aún que se diera cuenta que me gustaban los machos.
Un viernes, volviendo del laburo en el subte, lo volví a ver: ahí estaba Miguel, aplastado contra la otra puerta en ese mar de gente que era el subte a esa hora.
No me vio ni me podía ver en el quilombo que era el subte, per bajó en Independencia y yo bajé también.
-Miguel!
-Ohhh, Luquitas,cómo te va tanto tiempo!!!
Nos abrazamos, nos contamos la vida en telegrama y nos quedamos mudos, mirándonos
-Vivís por acá? No en Palermo, pero estoy estudiando en la UADE, vos?
-Yo vivo en San Telmo, o más bien en Constitución, pero cuando te ví bajar, te seguí.
Vamos a tomar un café?
– Dale, así nos ponemos al día.
Se sentaron a una mesa del café de Independencia y Lima
– Te casaste, Luqui?
– Yo?, nooo, vos sabés como soy.
Vos?
– Mirá yo estuve en pareja por unos meses, pero no nos llevábamos bien, mucha pelea por boludeces, así que nos separamos hace un par de semanas.
– Y, si Migue, las minas son jodidas.
– No Luqui, mina no.
Vos también sabés como soy.
Los planetas se alineaban.
Mi pija dio un respingo.
Se había mantenido quieta hasta ese momento, porque la alegría de re-encontrar a mi amigo era mayor que mi deseo por su maravilloso culito que tanto placer me había dado, un placer distinto, raro, que lo diferenciaba de todos los otros putos que me había cogido y que siempre me había dejado pensativo.
Si siempre fue un pibe lindo, ahora era un hombre exquisito, delgado, de facciones finas, cabello negro lacio y suave, manos de dedos largos y delicados, como de pianista, labios finos y ese vello justo, ni mucho ni poco, que le asomaba sensualmente por el cuello abierto de la camisa.
Por supuesto mientras caminábamos al bar no pude dejar de mirarle el culito, su jean discreto no podía disimular que lo que había debajo eran las nalgas más bellas que había visto en mi vida.
-Estabas en pareja con un macho, viviendo juntos????
-Si Luqui, Palermo no es Avellaneda.
Ahí nadie conoce a nadie y nadie le da bola a nadie.
Si te digo que nunca le vi la cara al vecino de mi departamento.
Ya mi pija iba decididamente hacia una erección de esas que en mi caso era muy jodido de ocultar.
Respiré hondo y traté de relajarme.
Cambié de tema, hablamos del laburo, de los viejos amigos, del barrio.
Miguel de tanto en tanto miraba el reloj, y eso me llenaba de zozobra, sería que no le gustaba haberme encontrado? Al rato me dijo:
-Lucas, me quedaría toda la noche (-.
mmm-) hablando con vos, pero tengo un parcial y no puedo llegar tarde, tenemos que juntarnos a seguir charlando.
– Venite a la salida para casa, está cerca.
Cenamos juntos, no sabés lo bien que cocino ahora.
Los ojos de Miguel, para mi felicidad, se iluminaron por un instante.
-Hoy no puedo Luqui, termino tarde y mañana entro muy temprano a laburar.
-El viernes te va?
-Dale, yo me hago la rata a la segunda clase, así que a las 8 y media quedo libre.
Me venís a buscar?
Coordinamos detalles, no me dejó pagar el café y con un formalísimo apretón de manos quedamos para el viernes.
Llegué a casa con la cabeza llena de humo.
Miguel de nuevo en mi vida.
Cómo sería coger con él ahora que ya no éramos dos adolescentes imberbes?
Ni cené, me duché rápido y me fui a la cama, decidido a pajearme.
Era muy raro que yo me masturbara, cuando estaba caliente llamaba a algún amigo, y siempre encontraba algún culito amable dispuesto a la especial experiencia de comerse 26 cm y darme placer.
Pero esa noche no quería llamar a nadie, Miguel ocupaba toda mi mente.
Me acosté con las piernas flexionadas y me unté con lubricante íntimo toda la verga, podía pajearme a dos manos, pero nunca lo hacía, prefería acariciármela despacito a todo lo largo, pasar las yemas de los dedos por el glande y bajarlos por la uretra apenas rozándola, pajearme despacito en la base y subir despacito por el tronco hasta llegar a la punta; a veces, cuando ya me había recalentado con el meneo, haciendo bastante esfuerzo, me doblaba, lograba meterme a duras penas el glande en la boca y me bebía mi propio preseminal, pero eso de chuparse la pija uno mismo era más aburrido que bailar con la hermana, lo hacía más por morbo calenturiento que por el placer que me daba.
Mientras mis dedos subían y bajaban por mi palo, pensaba en la primera vez con Miguel.
Fue en mi casa, una tarde que mis viejos no estaban, sobre la alfombra de mi dormitorio.
Esa mañana, en un recreo de la escuela, había terminado de convencerlo que se dejara coger.
Llegó, y casi sin hablar nos fuimos a la pieza, nos desnudamos en silencio y se quedó mirándome sin saber qué hacer, su pija dormida, la mía ya lista para destrozarlo.
Miguel era virgen, pero poco me importaba ese detalle.
Le dije acostate boca abajo y abrite las nalgas.
Obedeció.
Me arrodillé entre sus piernas, me escupí los dedos, le unté mi saliva en la entrada y se la clavé, gritó, paré, su grito fue derivando en llanto, le dí otra estocada, saqué y metí de nuevo, grito y llanto y mi verga clavándose más dentro de Miguel.
De a poco el llanto se fue convirtiendo en lágrimas y moqueos silenciosos.
Como siempre, pija cruel, no paré hasta no tener mis bolas contra sus nalgas y comencé a darle esos mete y saca como para destruirle el culo.
Me daba un poco de pena, Marito, Agustín y Esteban también habían gritado y llorado, pero el sufrimiento de Miguel era diferente, no pude seguir el ritmo y comencé a cogerlo despacito.
De Miguel escuchaba sólo los moqueos.
Acabé dentro de él y se la saqué despacito, un hilo de sangre y moco rectal colgaba de mi glande.
Su ano estaba completamente enrojecido, por primera vez sentí culpa.
Le dije que se quedara quieto, fui a buscar una toalla, la mojé en agua fría y se la metí en el dilatadísimo agujero, se la dejé un ratito y luego le limpié los rastros de sangre y semen de la cara interna de las nalgas.
Miguel se incorporó y nos vestimos en silencio.
Apenas terminó de calzarse las zapatillas, de pronto me abrazó, un abrazo que yo no supe corresponder porque no entendía, mientras me apretaba con fuerza , yo con mis brazos muertos sin saber que hacer, me dijo en un sussuro directo a mi oido "gracias Lucas.
, gracias", y se fue.
Lo vi alejarse rengueando, el culo le debía doler terriblemente, y me dieron casi como ganas de llorar, pero el pija cruel triunfó y terminé más orgulloso que nunca por haberle literalmente roto el culo a mi cuarto pibe, a mi cuarto puto, a un culito virgen, a Miguel.
Después de la cena del viernes, seguro me lo volvería coger.
Cómo sería ahora? Apuré mi paja imaginando que Miguel ahora sería una puta ardiente que me iba a secar de leche y gritando (sí, gritando) su nombre hice saltar mi leche con tal fuerza que quedó chorreando sobre la pared de la cabecera de mi cama.
La semana se me hizo eterna, pero al fin estaba yo en la puerta principal de la UADE.
En casa, había quedado el vino en la heladera, una picada simplona ya lista y la salsa rosa terminada.
Sólo faltaba poner el agua para los spaguetti.
Sábanas limpias, baño perfumado.
Por qué me tomaba tantos trabajos para comerme un culo? Yo era de ir a los bifes, vení pasá, chupámela, ponete en cuatro.
Y 35 salió Miguel, camisa celeste con botones al cuello, jean negro ajustado, sonrisa franca y esa mirada! Sentí cierto temblor en el cuerpo cuando le di, recontraformalmente de nuevo, la mano.
Decidimos caminar, mi departamento estaba por Tacuarí y Caseros, la noche estaba hermosa y de paso yo me relajaba un poco, estaba extrañamente nervioso.
Con ese pantalón achupinado se le notaba el culito impresionante que portaba y la belleza plena de sus largas piernas.
Le hice un comentario sobre lo lindo que le quedaba ese pantalón de atrás, pero apenas sonrió a lo gioconda, se notaba que lo había puesto incómodo.
Por suerte al llegar al depa ya reíamos y bromeábamos como si no hubiera pasado el tiempo, y me cuidé de volver a hacer algún comentario sexual.
Llegamos, subimos, entramos.
Le mostré la casa, hizo comentarios amables en cada habitación, pero cuando entramos al dormitorio estuvo completamente callado.
y yo también.
Cenamos, le conté de la vida actual de Marito, Agustín y compañía, le conté la historia de la profe de geografía, lo que lo hizo reir de buena gana y de a poco fuimos entrando en temas más íntimos.
No sabía por qué, pero me fui poniendo blandito por dentro cuando Miguel me contó de lo mucho que me extrañó cuando se fue del barrio, de cómo conoció a su primer amigo con derecho, luego pareja y ahora ex, en un bar de Callao y Santa Fe.
Su mano estaba sobre la mesa, y algo dentro mío, sin pensarlo, hizo que apoyara mi mano sobre la de él.
Fue sólo un instante, la retiré medio asustado de lo que yo, el macho pija cruel, estaba haciendo.
Miguel me miró largamente a los ojos.
Se levantó y me dijo -Vamos.
Vi su culito alejarse rumbo al dormitorio y lo seguí embelezado, o eso quería creer.
Nos detuvimos al pie de la cama.
Miguel me abrazó, yo me moría de ganas de devolverle el abrazo, pero me contuve, mis brazos pegados a mis flancos como aquella vez, nada cambiaba.
Se desvistió en silencio, completamente, mientras yo lo miraba.
Me desabotonó despacio la camisa, me acarició el pecho, y cayó de rodillas.
Bajé de un golpe mi pantalón y quedé con mi boxer negro donde mi verga apenas cabía, no sé por qué pero aún la tenía dormida.
Miguel me lo bajó despacio, me la agarré de la base con la mano y se la ofrecí.
Mis ojos embelezados miraban sus labios rojos que se abrián de a poco y se arrimaban a mi glande y luego, apoyándose en la punta, como para darle un beso, iban dejando entrar mi pija en su boca recorriendo la curvatura de mi glande.
Miguel chupó y tragó lo más que pudo, como hacía antes, con los ojos cerrados, pero ahora, nunca lo había hecho ni él ni nadie, tomándome de las nalgas, de manera muy delicada y suave, casi acariciándomelas.
Lo dejé.
Al rato abandonó mi pija y sin decir palabra se acostó boca abajo sobre la cama.
Yo tampoco hablé.
Algo me decía de ensalivarlo apenas y enterrársela sin piedad; ya que otro macho lo había desfondado, yo no tenía por qué cuidarle el agujero (estaba celoso!!), pero me reblandecí, saqué lubricante de la mesita de luz y con los dedos lo fui dilatando.
Miguel levantó la cabeza, me miró primero extrañado y luego complacido volvió a apoyar la cabeza en la almohada.
Se la clavé y Miguel dio el primer grito.
Su esfinter, que yo creía iba a estar bien abierto, estaba estrecho, cerradito a pesar de mis dedos.
Por dentro mi diablo pija cruel me decía "gritá putito, gritá, se ve que tu macho la tenía chiquita, comete una verga de verdad putito!", pero había algo que no me permitía seguir lo que mi diablo quería, bajé el ritmo y se la fui clavando despacito dejándolo dilatar antes de cada nuevo golpecito cortito, los gritos se convirtieron en quejidos primero y en gemido luego.
Al fin llegué al fondo y me quedé descansado sobre la espalda de Miguel.
Le sequé la cara con la sábana (que hacés boludo, dejá que llore el puto!).
Comencé el mete y saca despacito, y de los ojos de Miguel volvieron a brotar las lágrimas.
-Te duele Miguel?
-No, ya no me duele, seguí.
– Debía ser cierto porque ya su ano se había dilatado y mi pija entraba y salía con mucha suavidad.
-Entonces por qué llorás?
-No sé, Luqui, cojeme por favor, cojeme.
Y lo cogí, y lo seguí cogiendo por más de media hora, subiendo y bajando despacio, casi mimándolo con la pija.
No sé por qué, pero comencé a besarle las orejas y luego el cuello.
Miguel sonreía, levantó un poco su cabeza y abrió sus labios, invitándome a su boca.
Lo hice, conocí sus labios, conocí su lengua, conocí otro calor diferente al de su recto, conocí esa tibieza que no salía del puro ardor de la calentura mia, tan genital siempre, sino de otra cosa, que no entendía bien, que me hacía temblar.
No!.
Dejé de besarlo y me concentré en mi pija, la pija más cruel de Avellaneda, aceleré el bombeo, clavé sin miramientos, las nalgas de Miguel se bamboleaban con cada estocada, mi pubis golpeaba reciamente con sus nalgas, que se iban enrojeciendo.
Y acabé, por primera vez gimiendo, y seguí clavándolo animalmente luego de llenarlo de leche, diciéndole tomá, tomá, tomá, hasta caer exhausto sobre su espalda.
Miguel se la arregló para acariciarme la cabeza.
Bajé mi mejilla contra la suya y escuché su "gracias Lucas por darme tu leche".
Me incorporé, y le miré el agujerito, estaba rojo y enorme, pero bien.
Mi leche no asomaba, estaba 26 cm dentro de Miguel.
Igual Migue quebró la cadera para levantar sus nalgas y evitar que se escurriera.
Ya había servido al putito y como corresponde, me lo había agradecido.
Punto.
Me puse la camisa y le ofrecí café.
Mientras estaba preparándolo en la cocina, sentí llegar a Miguel.
Me abrazó el cuello por detrás y me dijo "qué lindo la pasamos, no Luqui?".
Que era eso?, me abrazaba, si, pero además podía sentir su pija tintineando sobre mis nalgas! Nooo, me di vuelta y lo separé un poco.
Por primera vez, aunque parezca increíble, presté atención a su pija.
Miguel estaba bien provisto, no tenía una monstruosidad como la mía, pero debía tener como 19 cm, bien gruesa.
Nunca me había preocupado por la verga de mis putitos, me importaba que tuvieran un buen culo, lo de adelante, no me interesaba.
Y mucho menos me había preocupado por su paz testicular.
Muchos acababan mientras me los cogía, con el grosor de mi pija la excitación del punto G era intensa, pero si no acababan era problema de ellos.
Miguel no había acabado nunca.
Miguel me miró con naturalidad, yo estaba escandalizado porque me había apoyado la pija en el culo y él, como si nada hubiera pasado me sonreía angelicalmente.
Así estaba, yo tomándolo de la cintura separándolo de mi cuerpo y mirando nuestras pijas semi dormidas que casi se tocaban, cuando Miguel, inocentemente, volvió a abrazarme.
Las pijas se tocaron y se besaron y yo sentí tan delicioso ese encuentro en mi pubis, y yo sentí tan deliciosos los brazos y el pecho de Miguel contra mi pecho, que no pude negarle, para derrota del pija cruel, un abrazo intenso.
Miguel me tomó la cara con las manos y me besó, no me negué, lo acompañé, dejé que su lengua entrara hasta el fondo de mi boca y le regalé la mía que recorrió sus labios, y jugó con la suya.
Mi culo quedó apoyado sobre la cocina, la perilla del horno se estaba clavando en mi culo y la pava silvaba.
Apagué la cocina y, ya que yo no lo hacía, Miguel me tomó de la mano y fuimos así de nuevo a la cama.
Esta vez yo lo abracé y de nuevo nuestras vergas se besaron.
Comencé, comenzamos, a acariciarnos torpemente.
Entre besos caímos en la cama y por primera vez estuve sobre él, pero frente a frente.
Mi mano recorría su costado desde el pecho a sus nalgas una y otra vez.
Algo dentro mío, un diablito en retirada, decía no, pero no pude hacerle caso, le agarré la verga, Miguel me miró extrañado, e hizo lo mismo, los dos nos acariciamos y nos pajeamos mutuamente un ratito.
Pero Miguel subió la apuesta, se puso de costado y se dio vuelta, su cabeza quedó en mi pubis y me la comenzó a chupar, la agarraba con las dos manos y se metía el resto en la boca una y otra vez.
Su pija, lógico, bamboleaba dura frente a m boca.
Ni en pedo se la iba a chupar!
Al rato estaba besando torpemente su glande y pelándosela para lamerle toda la cabeza, su pre-seminal me pareció mucho más rico que el mío.
Comencé a imitar lo que Miguel me hacía y meter cada vez mas su pija dentro de mi boca.
Por dentro, el pija cruel me decía "maricaaa, trolo, puto chupapija" y lo peor "pija bobaaaa, culo rotoooo".
Eso no! Paré con la mamada.
Lo puse a Miguel al borde de la cama, le levanté las piernas y se la clavé.
Fue poco el esfuerzo, Miguel no se había cerrado y en segundos se la metí hasta la bolas y comencé a darle duro.
Miguel me miraba feliz,su pija dura golpeaba sobre mi panza.
Me pedía, "vení mas cerca Luqui, vení más cerca".
Al fin lo entendí, se la saqué y lo llevé a la cabecera, le hice abrir las piernas y se la metí de nuevo, lo rodeé con mis brazos y él se levantó las piernas, nuestras caras quedaron casi pegadas.
Empecé un mete y saca furioso.
Miguel gemía como nunca había gemido.
Comenzó a lagrimear de nuevo, a llorar y con las mejillas llenas de lágrimas comenzó a decirme, soy tuyo Lucas, soy tuyo, mi culo, mi cuerpo son tuyos Lucas, siempre lo fueron, pero Lucas, te amo, te amo Lucas, siempre te amé.
Yo estaba muy enloquecido con el mete y saca y sus palabras tardaron en penetrar mi coraza de calentura, pero esa palabra, amor, calzaba exacto con mis dudas, mis temblores, mis raras sensaciones respecto a Miguel, justificaban mis alejamientos del pija cruel que siempre había sido con respecto a él.
Yo también amaba a ese pibe.
Algo se rompió dentro mío.
Sin dejar de cogerlo brutalmente, comencé a llorar como un chico, sin dejar de penetrarlo animalmente, comencé a llorar desconsoladamente y así, entre llantos y mojando su pancita con mis lágrimas se lo dije "yo también te amo, Miguelito".
Se la saqué, sus piernas se relajaron, y nos besamos intensamente mezclando nuestras lágrimas y nuestros mocos, abrazándonos con una fuerza inusitada, como para fundir nuestros cuerpos, por primera vez sin unir nuestros sexos.
Miguel dejó de llorar, pero yo no podía, apoyado sobre su cuerpo, con mi cabeza al costado de la suya, seguía llorando desconsoladamente, Miguel me acariciaba la cabeza.
Por qué lloraba?, por la muerte del pija cruel?, porque me acababa de dar cuenta que mi vida había sido un gran error y que tratar a mis amigos como un pedazo de carne era un actitud de una crueldad que mis amigos no se merecían, por las bajezas que esa misma noche le había hecho sufrir al hombre que ahora me daba cuenta que amaba?
De a poco me fui serenando.
Esta vez fue al revés, Miguel buscó un pañuelo, me secó la cara, me acarició las mejillas y me propuso la mejor catarsis: "Luqui, haceme el amor, si?".
Me sacó una sonrisa, me puse de rodillas y moqueando un poco aún, me incorporé.
Miguel se volvió a colocar al borde de la cama.
Me puse sus piernas sobre mis hombros, me masturbé un poco y aún medio blanda se la puse y comencé a bombearlo despacito.
Mientras le acariciaba las piernas no podia dejar de mirarlo a los ojos
-Te amo, Miguel.
– Te amo, Lucas- me dijo con una sonrisa llena de paz, -tenía miedo que te enojaras y volverte a perder, amor.
Ahora soy el hombre más feliz del mundo.
– Gracias Miguel, gracias, por hacerme dar cuenta de esto.
Te amo putito, pero eso estaba muy dentro de mi, muy tapado por el macho pija cruel que era, y que quiero matar ahora mismo.
Mi bombeada siguió despacito, el anito de Miguel estaba mojado como nunca, dilatado como nunca, y mis 26 cm entraban hasta el fondo sin el menor esfuerzo, la tibieza de su canalito acariciaba mi pija con un calor diferente, único, cuando entraba toda y mi pubis apoyaba sobre sus abiertas nalgas, me quedaba quieto, para que el calor de sus nalgas se fundiera con el de mi pubis, nos mirábamos a los ojos, le acariciba el pecho, se la sacaba hasta casi dejársela toda afuera y volvía a deslizarme dentro de él, 26 cm de carne gruesa y caliente lo iban llenando y Miguel volaba a las nubes montado en ese palo que le llegaba despacito hasta el último y más profundo rincón de su recto.
La pija de Miguel seguía dura, pero ahora no era un solitario adminículo molesto que me golpeaba la panza, ahora yo la acariciaba y acariciaba la pancita de Miguel, bella y plana.
Fue una larga hora de caricias de mis manos, de las suyas, de mi pija dentro suyo y de su culito a mi palito, de palabras dulces, de recuerdos a veces tristes, de pedidos de perdón por las torpezas.
Cuando ya mi leche estaba cerca, me pidió que lo embarazara boca abajo, como siempre.
Así lo hicimos, me acosté sobre él pero no me dejó enterrársela toda, antes de eso levantó la cadera y comenzó a menear su culito, a subirlo y bajarlo, a moverlo en círculos.
No duré mucho, la descarga fue abundante como siempre, pero no furiosa, no llena de esa sensación de estocada final, de dádiva regia al despreciable marica, sino un regalo de amor para mi nene.
Me acosté a su lado, Miguel me rodeó con su pierna derecha y su brazo y me besó feliz.
Yo estaba tan feliz y relajado que nada del mundo podía afectarme.
Su pija seguía dura y en esa posición mojaba mi vello pubiano y acariciaba la raíz de mi pija.
Me incorporé, lo hice sentar entre mis piernas, lo apoyé contra mi pecho y lo rodeé con mis brazos.
Miguel volvió a lagrimear.
-Y ahora por qué?
– De felicidad Luqui, sólo de felicidad, amor
Llegaba el momento de las intimidades, su pija se fue serenando y comenzó a preguntarme de mis amigos.
El siempre supo de mis cogidas con Marito, Agustín y Esteban, yo, orgulloso de mis hazañas siempre le contaba de los gritos de los 3, de los gemidos de Agustín y de cómo mi verga alcanzaba para sus tres lenguas.
-Ellos sabían que vos me rompías el culo?
– Y.
si, pero de vos nunca podía contar mucho.
Era muy diferente como lo hacíamos vos y yo.
– Con razón cuchicheaban entre los tres y me miraban el culo cuando la mañana después que me desvirgaste llegué rengueando a la escuela y conté que me había jodido jugando a la pelota.
Ya ellos sabían que me habías cogido.
– Y.
si, vos fuiste el primero que desvirgué, para mí era una hazaña.
Ellos, cuando me los cogí ya hacía rato que se la comían.
– Entonces en el barrio todos saben que soy puto, me dijo con cierto enojo.
– Todos no, solamente los del gremio, le dije sonriendo.
Luego le conté de mi debut con el tío Aníbal y mis aventuras en el vestuario de Racing
-Y vos Migue?
Yo nada Lucas, -me dijo serio-.
Vos fuiste mi primer hombre y el único que me cogió mientras viví en el barrio, ni siquiera tuve una profe de geografía para aunque sea sentir el olor de una concha.
Te fui fiel, Lucas, y vos sabés que me molestaba que te cogieras a otros, pero aceptaba compartirte porque siempre te amé aunque vos no te dabas cuenta, y prefería al menos poder entregarme a vos y sentirte mio aunque fuera un ratito.
Y nunca te quisiste dar cuenta.
Estas palabras fueron como bofetadas en mi cara, pero me las merecía.
Sólo atiné a abrazarlo con más fuerza y a jurarle que esa noche el pija cruel que había sido se moría para siempre.
Pero bueno, el pija cruel aún agonizaba y me hacía decir cosas que no debía.
– Pero Miguel, vos después, cuando te fuiste, revoleaste la chancleta también.
– No creas Luqui.
Julián fue mi única pareja y nunca lo amé, mientras me cogía cerraba los ojos y pensaba en vos.
– Y encima la debía tener bastante chica tu Julián.
– Otro comentario fuera de lugar del pija cruel
– Por qué pensás eso?
– Porque tu culito estaba muy cerrado.
– La tenía bien, ni una monstruosidad como la tuya ni un maní como la de Agustín.
Pero a Julián también le gustaba recibir.
– Vos te lo cogías??????-, le pregunté lleno de asombro.
– Si, a veces si.
– Y te gustaba?
Miguel bajó la cabeza, como con vergüenza.
-Si, me gusta.
Y.
– lo dijo casi en un susurro-, y, perdoname, sueño con hacerte el amor.
Ahora terminaban de encajar las piezas, por eso las caricias a mis nalgas, por eso los abrazos por atrás, por eso la oferta de 69.
Cómo podía hacer para manejar eso? Me constaba que nunca había visto acabar a Miguel,nunca había visto una gota de su semen y que sus huevos, por todo el preseminal que le vi, debían estar a reventar de leche.
Pero yo no era puto, mi culo no se tocaba.
Pero, podía seguir siendo el egoista de toda la vida y dejar que Miguel viviera a pajas mientras yo lo gozaba cuanto quería? Sí, podía, en todo caso le hacía una paja.
Pero boludo, que decís?, llorás de amor por él, decis que el pija cruel se acabó, sabés que te desea y le negás tu culito?
Los segundos de silencio se prolongaban.
De los ojos de Miguel, rodaban unas pocas lágrimas.
– Perdoná Lucas, nunca debí decírtelo, olvidate, no dije nada.
Haceme el amor de nuevo Lucas, hasta que acabe, hasta que mi culo se haga concha y me saques la leche a pijazos como me contabas de Agustín.
Sé que lo voy a conseguir.
Comencé a llorar de nuevo.
Miguel me conmovía, Miguel ya no era otro pibe para coger, este puto se había adueñado de mi corazón.
Y si ya mi corazón era de él, qué importaba si mi culo también era de él?
Lo recliné un poco para verle bien la carita mojada, lo sequé con mis manos y luego me sequé como pude.
Le di un beso muy suave en los labios, me incorporé y lo hice incorporar.
Lo abracé fuerte primero, luego llevé sus manos a mis nalgas y con las mías en las suyas le dije "Miguel, haceme el amor!"
Miguel lloraba y reía, me besaba, se colgaba de mi cuello, me hacía tan feliz verlo así que quería comérmelo a besos, mi pija ya empezaba a pararse para volver a hacerle el amor, pero esta vez mi amiga no iba a ser parte del juego, íbamos a hacer el amor con Miguel, pero el protagonista iba a ser mi culito virgen, tan virgen como el culito de Miguel esa lejana tarde sobre la alfombra de mi cuarto de adolescente.
El tubo de lubricante estaba en el piso, la cama estaba totalmente desordenada por nuestros furores amorosos.
Recogí el tubo, se lo entregué a Migue reconviniéndole "poneme mucho, mirá que soy virgen".
Estiré las sábanas y volví a poner el cubrecamas, le saqué todas las arrugas y me acosté boca abajo bien en el centro de la cama.
Miguel me miraba sonriendo, su pija ya dura, su pubis perfecto, sus pezoncitos parados.
Recién comencé a tomar conciencia que la verga de mi amor no era un maní y sus 19 cm me comenzaron a asustar.
Miguel se acomodó con sus rodillas al costado de mis piernas y se apoyó suavemente en mi.
Comenzó a besarme despacito el cuello, las orejas, los hombros.
Al principio no lo disfrutaba porque estaba nervioso por la penetración, pero Miguel lo hacía tan suave y dulcemente que comencé a dejar actuar a mis sentidos y gozar de sus caricias.
Sus labios fueron bajando por mi columna, mientras sus manos acariciaban mi espalda y mi costado.
Cuando sus labios llegaron al comienzo de la rajita, llevó sus manos a mis nalgas, sus largos dedos me las rodearon (soy de culin chiquito pero duro y paradito) y me las amasaron despacito.
Me besó cada centímetro de ambas nalgas, despacito, para luego,a medida que se acercaba al surco donde tenía que clavar el arado, comenzar a combinar besos y lamidas.
Me abrió al fin las nalgas y comenzó a lamerme el ojetito.
Mis sensaciones había sido placenteras hasta entonces, pero esa chupada de culito la sentía rara, quizás por el tan masculino tabú a negar las sensaciones anales, pero lo dejé hacer a mi Migue, que parecía que sabía bien lo que estaba haciendo.
El primer dedo con lubricante fue feo, no dolió pero eso de sentir entrar por primera vez algo en ese lugar que era solo para salir, fue demasiado poco confortable.
Los dos dedos sumaron al disconfort una sensación como de que me iba a cagar encima, pero también pasó.
Fue entonces cuando Miguel arrimó su boca a mi oreja, y me dijo suavemente "amor, te va a doler".
Incliné mi cabeza para besarlo, y mirándolo le dije "te amo", volví a apoyarme sobre la almohada y traté de relajarme.
Por primera vez, el grito que sobrevoló mi cama no fue de otro.
Miguel me había clavado su glande y yo sentía como si mil cuchillos se hincaran en mi esfinter.
No lloré, me la tenía que aguantar.
Miguel me la sacó, sentí el frescor del lubricante nuevamente y el apoyo tibio del inicio de su virilidad.
Otro empujón, otro grito.
La tortura se repitó 4 ó 5 veces, y con cada vez, un trozo más grande de la apreciable verga de mi Migue entraba en mi, destruyendo para siempre mi virginidad y mi orgullo de macho pija cruel.
Al fin Miguel volvió a abrazarme, luego de un beso suave, me dijo "ya está amor, ya le tenés toda adentro" El culo me ardía.
-Me duele amor, me quema-, -ya va a pasar mi vida, ya vas a ver- Cerré los ojos y traté de relajarme, mientras Miguel, completamente apoyado en mi, me besaba el cuello.
De a poco el ardor fue atenuándose y sólo quedé con esa sensación de carne embutida que me invadía.
-Ya mi amor, cogeme.
Miguel empezó un mete y saca cortito.
Mi culito, sentía esa masa caliente que cuando entraba me rajaba el esfinter y cuando salía me daba la sensación que me estaba cagando.
Miguel siguió así cortito unos minutos y luego me la sacó.
De pronto sentí mi culo abierto y vacío y, lo que me llenó de asombro, es que esa sensación de vacío era desagradable, el culito me comenzó a cosquillear y yo me encontré pidiéndole a Miguel que me volviera a llenar ese vacío tan molesto, pero cuando me la metía de nuevo me sentía rajado.
Era como la famosa gata Flora, si me la ponían gritaba, si me la sacaban lloraba.
De a poco mi esfinter se fue dilantando y ya el vaivén se fue haciendo agradable.
Más que agradable rico, más que rico, riquísimo.
De pronto me di cuenta que le estaba diciendo, mas que diciendo gritando a Miguel, dale metémela toda, así Miguel, así, no me la saques, no me la saques.
Ése era yo?, nooo, siiii, era yo, me la estaba comiendo y me gustaba, me encantaba, me enloquecía.
La culeada de Miguel estaba derribando todas mis barreras y mucho más rápido de lo que yo me imaginaba.
Hacía menos de 10 minutos que había comenzado a desvirgarme con su gorda cabezota y yo ya estaba hecho una puta total.
Mi pija ya no daba más debajo de mi cuerpo y le pedí a Miguel cambiar de posición.
Sólo levanté mi cadera hasta quedar de rodillas y apoyé la cabeza sobre mis brazos cruzados sobre la cama.
Mi culo vacío quería pija cuanto antes y Miguel no me hizo esperar.
En esa posición el lanzaso que me clavó me hizo abrir los ojos y gritar de placer.
Había entrado aún más adentro y despertado la sensibilidad de nuevos rincones de mi cuerpo.
Mi pija ahora bamboleaba feliz con cada embestida del ariete de Miguel y el pre-seminal iba goteando sobre el cubre camas.
De pronto sucedió lo más temido.
El calor en la raíz de mi pija y en mis huevos se hizo insoportable y comenzé a acabar como nunca! Yooo, acabando sin tocármela como el más puto de mis putos!, Yooo, el pija cruel, llorando de placer por las sensaciones que manaban de mi culo, que mi hombre, mi amor, mi Miguel me estaban dando.
Con las contracciones de mi esfinter Miguel tampoco aguantó más y me llenó el recto de su leche, me regaló su virilidad de macho, con un caderazo tal que si quedaba un microlitro de leche en mis huevos, me lo hizo salir también.
Me desplomé sobre mi propio semen.
Miguel acompañó mi movimiento y quedó descansando sobre mi, con su pija bien dentro mio.
Lo primero que me salió decirle fue "no me la saques, echame otro polvo" Miguel rió de buena gana y me hizo reir a mi.
– Donde quedó el macho que se cogía a todo el barrio?
– El macho murió atravesado por tu verga amor.
Ese fin de semana organizamos la mudanza.
Mi viejo departamento de San Telmo es ahora nuestro departamento de San Telmo.
Esto es más barrio así que todos nuestros vecinos saben que somos pareja y nos aceptan.
Salvo alguna buena amiga soltera y envidiosa que cuando nos cruza en la vereda nos dice "qué desperdicio, por favor, qué desperdicio!, todos los hombres que valen la pena, o están casados o son putos".
Nosotros nos reimos, que a los dos culos más rotos de San Telmo le digan eso, debe ser porque es verdad.
Ya hace más de dos años que Miguel me rompe el culo.
No, no soy un pija boba, también se lo rompo casi todos los días.
El, en cambio me llena el culito de lunes a domingo, antes de cada desayuno, después de cada cena y a veces después de la siesta.
Sigo sin ver ni una gota de su semen, está todo dentro mio.
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