Te va a doler parte 1
Todos mis relatos son ficticios… pero verosímiles. Hay mucho sexo, pero trato que haya una historia.
La verdad, estoy orgulloso de mi pija. Claro, no somos muchos los que tenemos 26 cm. Mis amigos me llaman «el burrito», como a Ortega, y yo, haciéndome el boludo, les retruco – che, no me tiren mierda con un jugador de River, yo soy de la Academia!
De chico la tenía normalita, no tenía muchas referencias, la única comparación venía de bañarme a veces con algún primo, y la mía no era más grande que la del pariente. Pero a los doce, junto con el engrosamiento de la voz, el amigazo comenzó a crecer descomunalmente. De todas maneras, como no sabía cómo eran las de los demás, no me daba cuenta.
El descubrimiento vino luego de la primera clase de educación física de la secundaria, cuando me fui a las duchas junto con mis compañeros. El primero que la descubrió fue Javier: -Wow, miren que pedazo de verga que tiene este hijo de puta!!, muchachos, el culo contra la pared! Yo me moría de vergüenza, pero de a poco, la admiración de mis amigos me fue gustando y me fui dando cuenta que tenía una virtud especial. Comenzaron los apodos: el tres pies, trípode, el encantador de serpientes, el de la boa, me hacían sonreír, pero yo con mis trece seguía casi asexuado, era virgen, no me masturbaba y no sentía gran cosa, casi nada por las chicas y mucho menos por los chicos. Claro, ser el espectáculo de las duchas de a poco me fue llevando a observar a mis espectadores, era cierto, comparada con la pija de mis compañeros la mía era descomunal. Un día se bañó con nosotros el profe, un pibe joven y muy piola, y mis compas enseguida salieron -profe, profe, se la vio a Lucas? El profe, con un poco de sorna, me la miró y demolió mi naciente orgullo con apenas dos palabras: «grandota y boba». En el aire quedó flotando un nuevo apodo: el pija boba, y eso ya no me gustaba. Tenía que aprender a usarla.
Empecé por comenzar a darle bola a las charlas de mis amigos y de mis primos, que nunca me habían interesado, me hice con un poco de miedo la primera paja y miré con mucha curiosidad esa cosa blanca que me había salido. Taba bueno eso de pajearse.
El amigazo seguía creciendo, el bulto dormido ya se notaba en el jean. Un día descubrí a mi viejo cuchicheando con un par de amigos, les hablaba, con una sonrisa de oreja a oreja, del tamaño de mi verga, se notaba que estaba orgulloso de que su hijo fuera pijudo. Claro, él no sabía que era grandota y boba. Tenía que hacer algo. De pronto en las duchas me fui dando cuenta de una cosa, algunos amigos me la miraban con admiración, pero otros, unos pocos, me la miraban muy serios, muy fijamente. Por qué?, por envidia?, o les gustaría? Yo, por las charlas de mis amigos, sabía muy bien lo que era un puto, pero era algo que se contaba, que se decía, no podía imaginarme que alguna vez la vida pudiera cruzarme con uno. Los putos eran como los gorilas, sabía que en África había, pero en mi prosaica Avellaneda nunca iba a ver uno ni de cerca.
Sin embargo, el gorila estaba mucho más cerca de lo que yo pensaba. Tío Aníbal tenía 24 años, estaba de novio con Anita, la piba de la vuelta. Era alto, trigueño oscuro, facciones duras, cara de malo, cuerpo grande y culo macizo. Vivía en casa de mi abuela, en la piecita del fondo y tenía la mejor colección de vinilos de rock que jamás he visto. Una tarde, por mis 14 años, estaba boludeando en la vereda de casa y vi venir al tío del lado de la casa de su novia. Cuando llegó junto a mi, me saludó y me dijo -che, querés escuchar el último de Led Zeppelin que me compré la semana pasada? -Siii, vamos.
La abuela no estaba, así que pasamos directo a su pieza. El tío vivía confortable, su cuarto era casi un pequeño depa, con baño propio, un juego de sillones, el equipo de música y, por supuesto, la cama de plaza y media, bien cómoda.
Mientras ponía el long play, me pasó la tapa: el disco se llamaba «Houses of the Holy», en la gráfica se veían chicos, nenes más bien, rubios y desnudos subiendo unas piedras, siempre tomados de atrás o de costado. Mientras la guitarra de Page y la aguda voz de Plant inundaban el aire, yo seguía fascinado mirando esos culitos blancos y bellos, esas cabelleras enruladas, esas piernas gráciles. No sabía si eran nenes o nenas ya que estaban fotografiados de atrás o de costado, pero no me importaba tampoco, esas nalgas concentraban toda mi atención y me llenaban de sensaciones raras, extrañas. Me sacó de mi ensueño el ruido de la puerta del baño. Mi tío se había puesto cómodo: una camiseta blanca sin mangas y un jogging suelto que mostraba la magnitud de sus nalgas. Se sentó junto a mi.
– Te gusta?
– Siii, que bien que toca la viola este tipo!
– Te gustó la tapa?-, no podía decir que no, si aún hablando con tío Aníbal yo no le sacaba los ojos a la tapa
– Si, respondí secamente, con un poco de vergüenza.
– Están lindos esos culitos, no? Me quedé en silencio.
– Alguna vez te cogiste a alguno? La imagen del «pija boba» apareció en mi mente y me hizo sonrojar, me veía a mi mismo con cara de tonto, la boca abierta y babeante y una pija larga dormida entre las piernas delante de dos huevos inmensos y colgantes como correspondía al rey de los boludos, y detrás mío un coro de pibes de pijas pequeñas pero bien paradas me gritaban «pajeroooo», me gritaban «boludoooo» y me gritaban «putooo». Me quedé en silencio, en un silencio que era una respuesta evidente. El tío Aníbal tenía un sobrino virgen.
El tío me puso la mano sobre la pierna y me la empezó a acariciar.
– Tu viejo me contó que la tenés grandísima. Me la mostrás?
¿Qué era eso?, cómo mi tío me pedía eso? Pero una voz de adentro me retrucaba -che, pija boba, mostrásela.
Ante mi inacción y mi silencio, la mano del tío pasó de la pierna a la bragueta y comenzó a acariciarme el palo. La boba, a pesar de mi vergüenza, comenzó a reaccionar.
– Wow, es grande de verdad!, dale mostrámela!
Me incorporé con la cabeza gacha, me desabotoné el pantalón, bajé el cierre y dejé que cayera al piso. Con el miedo y los nervios, la verga se me había bajado, pero aunque dormida como correspondía a un pija boba, apenas la saqué del slip mi tío abrió los ojos como moneda de dos pesos. Aníbal se había quedado sentado y entonces mi pija había quedado justo a la altura de su boca. No dejó pasar la oportunidad, con una mano me la agarró del tronco, se la metió en la boca y me la empezó a chupar.
Uy pija boba, se te dio – zumbó mi cabeza -, tu tío es puto.
-Pero.. las minas, las mujeres…-
-Dejate de joder pija boba, agarrá lo que venga.
El diablito me convenció, me estaban dando la primer mamada de mi vida y yo con remordimientos, que boludo!
Tío Aníbal sabía lo que hacía y, cuando me decidí a gozar, la verga se me puso dura como piedra. El tío me lamía el glande, luego recorría todo el largo con la lengua, después tragaba todo lo que podía, pero a pesar de las evidentes arcadas, no podía llegar a la mitad de mi verga. Era demasiado gruesa para que pasara por su garganta y demasiado larga para ni siquiera soñar de llegar con los labios a mi pubis, pero el tío estaba tan enloquecido con la mamada que me hizo enloquecer a mi, lo tomé de la cabeza y me lo empecé a coger por la boca, él me apoyaba las manos en el pubis para evitar que mis embestidas lo hicieran toser pero evidentemente estaba feliz con mi tratamiento.
De pronto se la sacó de la boca, me miró a los ojos y se sacó el jogging, no tenía slip, así que quedó a mi vista su tremendo culazo oscuro. Evidentemente se depilaba, porque tenía las piernas y el pecho peludos y ni un solo pelito en las nalgas. Se puso en 4 en el sillón y mirándome de costado me dijo -te gusta más que los de la tapa del long play?- Yo no sabía que hacer, sólo miraba esas dos nalgotas inmensas, esas dos lunas nuevas que me subyugaban, carnudas, fuertes pero sensuales. Pero el tío sí sabía.
Buscó una botellita en la mesa de luz y con los dedos se comenzó a meter una crema entre las nalgas. Se puso de costado en la cama y mirándome con dulzura, me dijo -vení, metémela.
Me puse de costado detrás de él, el tío Aníbal se levantó una nalga para dejarme a la vista su agujerito. Se la puse, pero no entraba, en realidad yo pujaba pero mi glande estaba en cualquier lado menos en el esfínter. Mi tío trataba de acomodar el culo para que yo se la emboque, pero mi torpeza era extrema. -Pará-, me dijo. Me la agarró con la mano y acomodó mi glande en su entrada. Sin soltármela me ordenó -dale, empujá.
Ahh, que extraña e inolvidable sensación!, mi glande se abrió paso y se clavó dentro de su esfínter. Mi tío no pudo dejar de pegar un grito, pero antes de que pudiera asustarme, ya me dijo «tranquilo, duele pero la quiero toda, dale seguí». Y yo seguí, cada nueva pujada le arrancaba un grito, y un «dale seguí’, mascullado entre dientes.
Cuando ya se había engullido como 15 cm, me ordenó «sacala», yo me sentía completamente dominado, así que obedecí.
Se puso boca arriba en el borde de la cama, se metió de nuevo la crema de la botellita en el agujero y se agarró las piernas. -Metémela de vuelta, ordenó
Esta vez entró sin forzar, ver cómo se perdía mi pija dentro de su cuerpo era maravilloso. Sin que me lo pidiera, por naturaleza creo, empecé el mete y saca, primero cortito y luego más largo, qué rico que era coger!!!, el tío se quejaba y me decía «así, así Luquita, cogeme nene, rompeme el culo, por favor por favor, así, así», yo seguía bombeando y casi sin darme cuenta, mi verga fue entrando más y más hasta que los por entonces más de 20 cm de palo quedaron todos dentro de mi tío. Cuando Aníbal comenzó a sentir el golpeteo de mis bolas contra su cuerpo, levantó la cabeza, sonrió feliz y diciendo «toda, toda mía, toda» comenzó a chorrear con su semen mi pecho, sin siquiera tocarse la pija. Su esfínter se puso caliente y eso fue el toque que me hacía falta para acabar, lo llené de leche. Cuando se la saqué, mi pija salió con algo de caca y bastante sangre, se la mostré asustado al tío, que me tranquilizó.
Despreocupate, – me dijo-, tu pija es inmensa y vas a hacer sangrar más de un culo, pero en una semana ya voy a estar bien, y la próxima vez que me cojas ya vas a ver que no va a haber sangre.
A la semana mi tío me estaba invitando de nuevo a escuchar rock y esa vez ya ni prendimos el toca disco, pero antes de metérsela, me hizo dilatarlo primero con los dedos y luego con un tubo de desodorante; después de chupármela me la embadurnó de la misma crema que él se había puesto en el culo. La cogida fue maravillosa.
Aprendí mucho de rock con mi tío, pero lo que más aprendí fue que no la tenía boba. Fui ganando confianza, ya en las duchas no tenía la menor vergüenza y comencé a mirar de manera descarada a «esos» que me la miraban de manera «rara», seguro eran gorilas como mi tío. Así fue que me cogí a Marito, a Esteban, a Agustín y a Miguel, todos quedaron destrozados, ya no me sentía un pija boba sino un pija cruel, todos lloraron, algunos pidieron por favor que parara, pero a todos se las mandé hasta el fondo. Y los cuatro, luego de un par de semanas me comenzaron a buscar de nuevo, querían mas verga.
El rumor fue circulando y no se cómo, una tarde me encontré en la casa de la profesora de Geografía, con mi cara entre sus tetas mientras la vieja (tendría 35) me rodeaba la cintura con sus piernas y me mojaba el pubis con el jugo de su concha. Era mi oportunidad de debutar con una conchita, pero no pude. Intenté ponérsela una y otra vez, pero apenas le enterraba un pedacito comenzaba a perder dureza, la vieja me acariciaba la cabeza, convencida que yo era virgen y me decía, tranquilo bebé, la primera vez es difícil pero vas a ver que te va a gustar. Al cuarto o quinto intento, me dije «basta», «hacé lo que sabés hacer», la di vuelta, le mojé el esfínter con el jugo de su concha y se la mandé a guardar, gritó como loca pero se la comió entera. La verdad no era tan rico como el culo increíble de Miguelito o el culazo de tío Aníbal y por más que bombeaba y bombeaba no llegaba a acabar. Estuve dándole como 40 minutos a la vieja hasta que pude llegar al orgasmo y eso fue porque me puse a pensar en los grititos de putita de Agustín. La hice mierda. Mis compañeros nunca lo supieron pero gracias a mi fue que disfrutaron de dos semanas sin clases de geografía. Cuando salí de lo de la profe, me fui caminando a mi casa, estaba pensando en lo que me había pasado, no me había podido coger a una mina, ¿porque era grande?, nooo, la vieja estaba re-fuerte, yo sabía que más de uno de mis compas la tenía presente en sus pajas. ¿entonces?, yo tenía la respuesta dentro pero no me animaba a dármela a mi mismo. Esa noche me hice una paja en la cama tratando de pensar en la vieja de geografía, en las pibas lindas del barrio, en las mujeres sensuales de la tele, no había caso, nada me inspiraba, hasta que por mis labios surgió el nombre de Agustín y volvieron a sonar en mis oídos los quejidos de la última vez que me lo había cogido, la pija se me puso dura como piedra y en pocos minutos saltó mi leche. Sos puto Lucas, sos puto, debí reconocer. Esa noche dormí particularmente sereno y relajado (continuará)
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