Terminé siendo cogido por un hetero
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hola, mi nombre es Antonio, tengo 20 años y soy de México.
Todo comenzó cuando Genaro, mi amigo masajista, me pidió que cuidara su local por unas horas mientras él hacía unas compras para el mismo.
La verdad es que estaba de vacaciones y acababa de renunciar a mi trabajo por varias razones, así que acepté.
Me dio las llaves y marchó aproximadamente como a las 2 de la tarde.
Obviamente el local estaba cerrado.
Como el lugar era algo grande, subí a la parte de arriba donde esta un cuarto de servicio, prendí la televisión y me quede ahí por un rato.
El plan inicial era cuidar el local, pues yo no tenía (ni sabía) autorización de dar masajes, entonces me limité a esperar a mi amigo, quien me encargó que cuidara de esto por que ya varias veces se habían metido a robar.
Vi la tele como por 20 minutos cuando empezó a sonar el timbre de la recepción varias veces.
Ignoré los primeros 5, pero al parecer seguían insistiendo en que abriera, así que decidí bajar y explicarle que iba a estar cerrado por un rato y que dejara de molestar o iba a llamar a la policía (por si eran ladrones).
Abrí y entró un chavo aproximadamente de 25 años muy bien vestido y con cara de molestia.
Ni siquiera me dejó explicar cuando entró y se sentó en un sofá.
—Gracias, sabía que estaba abierto, Genaro nunca cierra a esta hora.
—Buenas tardes.
Uhm.
Genaro no está, es por eso que está cerrado.
—¿Cómo?, ¿no está?
—No, fue a hacer unas cosas y creo que va a tardar
—Ah ya.
Por eso no está Tania (la recepcionista)
Entonces empecé a dejar la desconfianza que tenía al principio, al parecer ya había venido antes.
—No, le avisó que llegaría más tarde y por eso tampoco ha llegado.
—Qué mal.
La verdad es que ya había reservado una cita a esta hora y no me avisó Gen.
—Uy, la verdad no sé que decir.
¿Quieres que le hable a Genaro?
—No, no, no, me daría mucha flojera regresar.
—Pues puede esperar.
—¿Qué tal si tú me das el masaje?
Entonces me quedé pensando por un buen rato.
Yo no sé dar masajes, pero el wey estaba guapo y riquísimo, se ve que iba al gimnasio porqué su ropa marcaba sus musculos.
Lo iba a poder ver desnudo y hasta vería su pene.
pero mi primo es mi primo.
—Dejame hablarle a ver si va a tardar—.
le dije y me alejé un poco de la recepción, hacia el patio donde había unas camas.
—Hola—.
contestó Gen
—Hola, oye hay un wey que tiene cita y está medio enojado porqué no le avisaste
—Chin, sí es cierto, Rubén.
¿Qué te dice?
—Pues me dijo que quiere que le de un masaje
—Es que el wey ya me pagó.
Y como trabaja no puede venir seguido, sí ha de estar enojado—.
se ríe
—¿Ajá y yo qué hago?
—Mmm.
¿crees poder darle un masaje?
—Eso pensé, pero, no mames, no sé cómo
—Ay, nada más echarle lubricante, mover tus manos en todo su cuerpo y fingir que usas técnicas de masaje.
—¿Eso haces tú?
—Obvio no, soy profesional, pero no se va a dar cuenta.
Además, ¿está rico el wey, o no? (también es gay)
—Pues sí.
va voy a intentar, si me reclama me vale verga—.
cuelgo y regreso con Rubén.
—Ya hablé con él y dice que va a tardar.
—¿Entonces tu no podrás?
—Bueno, lo consulté también y me dijo que sí
—¿Eres profesional también?
—Sí, fui a la misma escuela que él, es mi primo (mentí jajaja)
—Bueno.
Ya había venido antes y lo primero era pasar al cliente a un cuarto donde se desvista, yo mientras buscaba el lubricante, me ponía un uniforme horrible blanco y le daba una pequeña toalla que cubría sus partes íntimas.
Luego lo pasé a un cuarto arriba donde había una cama plegable de masajes, le dije que se acostara y lo hizo.
Se le marcaba el bulto.
Prendí velas aromáticas y puse música relajante.
Estaba muy nervioso pero a la vez decidido, hoy al menos se la mamaba al hetero.
Me puse lubricante en las manos y luego en su espalda puse otro poco.
Comencé a frotar mis manos contra él de manera suave pero firme.
Mientras hacía esto, Rubén no decía nada, tenía miedo que se diera cuenta de que no era profesional pero tampoco se quejaba.
Seguí así hasta abarcar todo su cuerpo, era sencillo, solo era mover mis manos en círculos y presionar.
—¿Qué tal?—.
me atreví a decir mientras masajeaba su culo.
—Genaro lo hace más despacio, pero también está rico—mencionó con voz ronca.
Me emocioné y seguí.
Ya era hora de que le viera la verga, al menos.
Le dije que se volteara y lo hizo, le quité la toalla y finalmente se la vi, era blanquita y a mi parecer, estaba un poco erecta, entonces le puse más lubricante y bajé por sus piernas, haciendo más presión.
Bajé y subí las manos rápido sobre su pene y vi como su erección creía y alcanzaba su punto máximo.
—Qué pena, esto no pasa con Genaro.
-mencionó queriéndose levantar.
—No te preocupes, son los nervios.
Relájate, sigues un poco estresado
Se volvió a acostar y su erección amenazaba con bajarse, entonces unté lubricante en su pecho y comencé a masajear dando suaves rozaduras en sus pezones, al parecer le gustaba, pues ya estaba rojo de la cara y su pene volvió a erectarse.
Decidí tomar la iniciativa y ver si funcionaba.
Agarré su pene.
—Bueno, ya que está así, ¿por qué no te ayudo a bajarlo y así te relajas más?
Él no dijo nada, pero sabía que era un "sí".
Comencé a masturbarlo lenta pero firmemente, él sólo gemía y me veía, excitado.
Una vez ya duro, se la empecé a mamar, lo hacia esta vez más rápido y veía como su respiración se agitaba, sabía que se iba a venir entonces paré.
—¿Por qué para?—.
me dice con voz jadeante.
—No, no, no.
Esto no acaba aquí.
Me acerqué a su oreja y le susurre "quieres metermela", a lo que él sin pensarlo me dijo que sí.
Me desnudé rapidamente y él me tocaba, estaba caliente.
Me subí a la pequeña cama y lo masturbe de nuevo.
Agarré un poco de lubricante y le puse a la entrada de mi ano.
Tomé su pene y lo metí lentamente mientras veía su cara de excitación.
Comencé con sentones suaves pero profundos y él sólo gemía duro.
Me excitaba cabrón.
Así seguí por un rato, nuestros cuerpos sudaban por las velas y la excitación se sentía en el aire, los dos nos ibamos a venir.
Antes de esto, me atreví a acercarme y le di un beso al que me correspondió salvajemente, me mordió e imploró por más.
Mientras me seguía besando, noté que se venía en mi culo y sentía su leche caliente adentro.
Me separé y también me vine, salpicándo todo su cuerpo.
Los dos jadeabamos y él me jaló una vez más para besarlo.
Nos besamos como por 5 minutos hasta que el aire nos faltó y estabamos satisfechos.
Me paré de la cama y me vestí sin decir nada.
Lo mismo hizo él, se limpió y se salió.
Apagué la música, las velas y dejé que entrara aire para que sacara el olor a sexo.
Regresé a la recepción y la puerta estaba cerrada, pero había una nota en el escritorio.
Había un número y una "R".
Si quiere leer más de mis experiencias con Rubén, comenten y gracias por leer.
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