Tiempo a solas padre e hijo 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por excentrico.
No podía creer lo que había pasado hacía solo unos días. Mi propio padre me había penetrado en mi cama mientras pasaba el verano en su casa. No sé si habrá sido consciente de que esa era la primera vez que estaba con alguien.
Cuando lo vi sentado en mi cama quedé congelado, no sabía qué pretendía pero definitivamente no me esperaba que finalmente se concretaran mis fantasías más ocultas. ¿Cómo lo supo? ¿Y si yo no quería tener esa clase de amor con él? ¿Le habría importado? Una parte de mi cree que a él no le importaba si yo quería o no, lo hubiera hecho igual.
Fue una experiencia única. Estaba muy nervioso y lleno de miedo, pero no podía dudar de mi propio padre, el sabría qué hacer en todo momento y yo no tendría que preocuparme por otra cosa que no sea disfrutarlo a él. Debo reconocer que su miembro me dio miedo, pero solo dolió un poco al principio cuando entraba. El sudor hacía todo el trabajo de suavizarlo.
Después que cruzamos esa barrera todo se volvió mucho más ameno entre nosotros. A causa del calor que hacía en Corrientes dejamos de andar vestidos, debido a que en el medio del campo no había nadie. Mi viejo estaba mucho más suelto, relajado. Salíamos a caminar por el monte juntos y compartíamos muchos más momentos.
No sé por qué, de un día para el otro se volvió obsesivo de su estado físico. En una habitación de la casa colocó un montón de máquinas de gimnasio y se pasaba mínimo dos horas ahí dentro todos los días. Debo reconocer que mal no le vino, ese abdomen peludo ahora empezaba a tomar forma y era muy excitante.
Para fines de enero volvieron a pasar una semana el amigo de mi viejo, Marcelo, y su hijo Luis. No sé por qué, pero me caían muy bien, como si fueran parte de la familia. No sé si sabrán lo que hacemos cuando estamos solos.
Un medio día después de almorzar fui al río mientras todos iban a dormir la siesta, tenía ganas de bañarme tranquilo sin que nadie me molestara. Al relajarme tanto me di cuenta que tenía sueño y ganas de dormir en mi propia cama asique decidí volver a la casa. No puedo explicar la paz que había en ese lugar, si no fuera por el viento sobre el pastizal el silencio sería absoluto.
Al entrar sentí un sonido extraño, como si dos personas se estuvieran besando. Sigilosamente subí la escalera siguiendo el ruido hasta llegar al cuarto de mi papá. La puerta estaba arrimada por lo que la empuje suavemente. Al poder ver lo que sucedía adentro quedé congelado: mi propio viejo abrazaba a Luis que se encontraba de espaldas a él y lo penetraba suavemente. Me invadió una sensación de tristeza muy grande ya que sentía que en realidad mi padre no me amaba tanto como él decía. Me alejé y salí corriendo hacia mi habitación donde me acosté boca abajo a llorar.
No podía quitar de mi cabeza la imagen de mi padre penetrando a ese chico. Más aun teniendo en cuenta que sentía una profunda atracción por Luis. No había podido evitar fijarme en ese cuerpo casi lampiño y fuertemente marcado por el gimnasio, y preguntarme múltiples veces como sería su cuerpo excitado desnudo.
Al momento sentí que golpeaban a mi puerta.
– ¿Quién es?- pregunté mientras me secaba las lágrimas.
– Soy Marcelo, ¿puedo pasar?- contestó empujando la puerta.
– Ya pasaste- dije con desdén.
– Te escuché llorar, ¿qué te anda pasando, Maxi?
– ¿Tanto se escuchaba? Nada, no importa, no entenderías y es complicado de explicar.
– ¿Tiene que ver con algo relacionado entre Raul y Lucho?- preguntó mientras se sentaba al borde de la cama.
– ¿Cómo sabes?
– Lo intuí…- hizo una pausa y me empezó a acariciar la espalda- entiendo tu sensación. Pensabas que tu padre te amaba incondicionalmente y ahora lo encontrás con otro chico en la cama. Creo que me sentiría igual. De todas maneras me veo obligado a decirte que tu viejo te ama, Maxi, y que, como todo hombre, necesita descargar.
– Sí, pero podría descargar en mi, su hijo.
– Sí, tenés razón… y creo que quizás él no lo entiende, o no lo va a entender hasta que no se vea en el mismo lugar.
– No entiendo, ¿qué querés decir?
– Que me parece que sería útil una venganza y yo te podría ayudar… no sé, si querés…
– ¿Venganza? ¿Y cómo podría hacer eso?
– Tranquilo, te voy a venir a buscar en un par de horas.
Y así fue, al entrar en la tarde me fue a buscar a mi pieza. Debo reconocer que nunca me fijé en él porque estaba obsesionado por mi papá pero no es para nada un hombre feo. Es igual de alto que mi viejo, será un metro ochenta, pero es de tez más oscura con el pelo cortito, enrulado y negro. Suele usar remeras ajustadas, algo raro para hombres en los 50s pero con la diferencia de que el viene dedicando tiempo al gimnasio hace varios años.
– Maxi, vení conmigo.
– No estoy seguro, Marce.
– No te lo voy a preguntar dos veces, esta es tu oportunidad.
Me levanté de mala gana y salí de mi pieza. Yo estaba como había vuelto del río, con el short negro de futbol y la remera blanca con cuello en “v”. Me agarró suavemente de la cintura y me empujó en dirección al pasillo hasta la habitación de mi papá. Una vez que entramos me hizo sentar sobre la cama y se paró muy cerca de mí.
– ¿Sabes? Me pareces muy atractivo- y empujó su pelvis contra mi cara.
– Gracias- dije tímidamente.
– Pero yo no soy tu papá, de mi no te podés confiar.
Agachó su cabeza y me dio un beso rápidamente. Yo intentaba cerrar los labios pero el metió violentamente su lengua y me llenó la boca con la lengua. Se separó y se sacó la remera. Yo no podría creer lo excitado que estaba ni lo que estaba viendo. Tenía el cuerpo lampiño y tremendamente trabajado como si lo único que viniera haciendo en estos años fuera estar en el gimnasio día y noche.
– ¿Te gusta lo que ves, pendejo?
Se aflojó el cordón que ataba su short de futbol y se lo bajó. En el bóxer blanco se notaba su verga pesada humedeciéndolo con una mancha. Sin freno se desnudó completamente y yo me llené de miedo. Si miembro estaba a punto de estallar. Era un poquito más corto que la de mi viejo pero mucho más grueso.
– Chupala, pendejo, mojala un poco que te voy a pegar una cojida tremenda. Tu papá se va a arrepentir de haberte despreciado así. Un pedazo de carne como vos no se desprecia.
– Pero me va a doler.
– Acá no se admiten llorones, te guste o no te guste te vas a comer esta verga.
Al momento me metió su verga en la boca y yo no daba abasto para chuparla. Honestamente, me dolía la mandíbula de lo abierta que tenía la boca.
– Ya está bien mojada, ahora más vale que muerdas la almohada de tu viejo.
Me levanto y me dio vuelta. Me puso de cuatro y me empezó a acariciar el agujero de la cola. Se escupió el dedo y lo metió de una, lentamente pero sin frenar, hasta el fondo. Lo sacó completamente, se volvió a escupir sobre el dedo y ahora metió dos. Después metió tres. Yo no podía creer que el dolor y el placer pudieran ir tan de la mano.
– Ya estas listo.
Se puso atrás mío y me apoyó la cabeza. Mientras entraba no podía hacer otra cosa que pensar en mi viejo y en cómo el me hacía gozar. Tenía la cola tan dilata que ya no dolía absolutamente nada. Sentía como la pelvis de Marcelo golpeaba contra mis nalgas y cómo el gritaba. No sabía si el gritaba de placer o a propósito, pero no me importaba porque me excitaba muchísimo.
– Sí, pendejo, sí, qué hermoso orto tenés.
En un momento empezó a golpear más fuerte. Yo no aguantaba más y me empecé a tocar hasta que ambos acabamos juntos.
El se quedó acostado sobre la cama de mi viejo y yo traté de salir de ahí con la cola resbaladiza de la leche que me había largado Raúl adentro mío.
Mientras me duchaba me daba cuenta que acababa de tener una experiencia totalmente nueva y muy placentera. Sin embargo, no sabía si había funcionado la venganza que habíamos planeado contra mi papá.
Esa misma noche mi viejo y Marcelo hicieron un asado mientras Luis y yo jugábamos a la play dentro de la casa. Cuando fui a buscar algo para tomar, pasé cerca del asador y me di cuenta que se había callado al verme llegar. Decidí no prestar atención a eso y volví con Lucho a seguir jugando.
Cenamos en un ambiente sumamente alegre. Tomamos un montón de vino y comimos como bestias. No había nada fuera de lo normal. Entrada la madrugada ya me había dado sueño, asique decidí irme a acostar. Los dejé y me fui arriba. Cómo tenía ganas de dormir con aire acondicionado, fui a la pieza de mi viejo que era la más cómoda. Debo reconocer que el mareo del alcohol no me hacía fácil subir las escaleras.
Entré a la pieza y apagué la luz.
Cuando me empecé a acostar escuché que golpearon la puerta y yo extrañado miré hacia atrás y me di cuenta que era mi papá. Todo estaba en silencio, solo se veía su silueta.
– ¿Qué haces? Me quiero acostar a dormir- dije enojado.
– ¿Vos sentís que no te amo?
– ¿Qué?
– Contestame lo que te pregunté, ¿sentís que no te amo?
– Sí, siento que no me amas, porque ni bien tuviste tu oportunidad te fuiste con Lucho.
– Pero eso no es falta de amor, eso es falta de atención… no confundas, hijo, mi amor por vos es incondicional… ahora es difícil poder satisfacer una cuestión de atención.
– Bueno, sí, tenés razón, quiero que solo me prestes atención a mi…
– Que caprichoso me resultaste… pero no está bien ser caprichoso, y te voy a enseñar una lección que no te vas a olvidar más.
Prendió la luz y yo me quedé sorprendido. Estaba pajeandose desnudo en la puerta y tenia a Marcelo y a Luis a cada lado de la cama masturbándose y completamente excitados.
Me viejo se me abalanzó encima sacándome la ropa y poniéndome de cuatro. Sentía como sus pelos del abdomen y la pelvis de acariciaban la espalda y la cola y me agarraba con sus brazos fuertes alrededor del cuello. Marcelo se puso de frente y me insertó la pija en la boca.
Luis besaba a su padre mientras me acercaba la pija. Yo no sabía cuál chupar, estaba extasiado. Mi viejo me escupió en la cola y me desparramaba la saliva con los dedos. Empezó a deslizarlos de a uno hasta que sentí que algo grande se abría paso a través de mi agujero. Era mi viejo que me estaba penetrando.
– Vení, nene, sentante encima de mi pija- me dijo mi papá tras sacarla y acostarse a un lado de la cama.
Me senté con gusto, mi cola ya estaba amoldada a mi papá y lo esperaba con ansias. Lucho se puso en frente mío y me empezó a meter de lleno la pija en la boca mientras perdía de vista a Marcelo.
– Más vale que estes caliente, pendejo- dijo Marcelo- porque sino esto te va a doler.
Y empecé a sentir como apoya su cabeza en mi agujero mientras aún mi papá me penetraba. Seguía empujando. Al principio no cedía, pero me di cuenta que no estaba lo suficientemente relajado. Empecé a sentir como entraba la pija enorme de Marcelo mientras se la chupaba a Luis. Estaba extasiado. De hecho creo que no podría haber eyaculado si hubiera querido en ese momento a causa del exceso de excitación que tenía.
Mi viejo se puso como loco. Empezó a acumular saliva y a pasármela por la boca cuando lo besaba y con la misma se la chupaba a Luis que estaba enloquecido penetrándome por ahí. Marcelo bombeaba cada vez con más fuerza hasta que gritando empezó a descargar leche.
Aún con la verga de Marcelo adentro, mi viejo empezó a agitarse hasta llenarme la cola de leche.
– ¡Me vengo!- gritó Luis mientras se pajeaba cerca de mi boca para llenarme de leche la lengua.
Se desplomaron los tres en la cama y yo me desmayé sobre mi papá con su verga aún parada adentro mío. Sentía como escurría leche de mi cola y como me daba espasmos el orificio después de haberse abierto tanto.
– ¿Viste, hijo? Esto le pasa a los nenes que piden atención todo el tiempo.
– Entonces quiero que me des atención todo los días, papá, no me arrepiento de nada.
Los cuatro nos dormimos al instante en medio del olor a hombre que había quedado de esa madrugada. Imagino cómo habrá sido el sol saliendo por la venta sobre nuestros cuerpos desnudos, sudados y llenos de leche.
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