Tocado por mi sobrino de 8 años
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por pelosenlaspiernas.
Terminé con mis pendientes temprano, así que les puse a los niños una película y me metí a bañar.
Yo estaba muy caliente porque llevaba varios días sin tener sexo con mi mujer ni masturbarme, así que cualquier roce o pensamiento me la paraba.
Me la jalé en la ducha, pero no me permití terminar, quería ver porno más tarde.
Total, que apenas con el bóxer puestos, me recosté en la cama y me quedé con los ojos cerrados tendido con la verga medio parada, frotándomela un rato pero luego lo dejé de hacer y seguí así, con los ojos cerrados.
De pronto escuché que se abría la puerta de mi recámara y entreabrí los ojos; era Pablito, quien en una actitud muy sospechosa asomó primero la cabeza y al ver que yo no me movía, entró a la habitación.
Yo mantenía los ojos entreabiertos hasta que se acercó demasiado y entonces los cerré por completo, fingiendo que dormía, mientras recordaba aquella vez en que Pablito intentaba espiaba cuando yo orinaba.
Mi verga comenzó a ponerse un poco con ese recuerdo, sentía que se tensaba y sentía la mirada de Pablito sobre mí, su presencia, pero no hacía ni decía nada.
Cuán grande fue mi sorpresa cuando sentí su mano sobre mi paquete, rozándolo con suavidad y cierta timidez, mientras mi palo cobraba vida debajo de la tela.
Entreabrí los ojos y pude ver su expresión tensa y de morbo al mismo tiempo, fija en mi verga pero atento a que no me “despertara”.
Yo sentía un hueco en el estómago, sabía que estaba mal dejar que ese niño, el hijo de mi hermano, estuviera ahí, tocándome, pero mi morbo y mi calentura pudieron más.
Por si fuera poco, el niño comenzó a levantar la tela de la pernera de mi bóxer con una mano y empezó a meter la otra dentro de la prenda.
Mi pito dio un salto involuntario cuando sentí su mano aferrando con fuerza mi tronco, la apretó con firmeza y luego la sacó por la misma pernera, dejando prácticamente la mitad de mi verga por fuera del bóxer.
Cuando estuvo afuera retiró su mano, dejó de tocarme pero sabía que seguía estando ahí; me lo imaginaba admirando mi miembro a medio salir.
Hubiera dado lo que fuera por abrir los ojos para ver su expresión en ese momento, pero temía que si me atrevía a siquiera entreabrirlos, se asustara y se fuera, así que seguí con los ojos bien cerrados.
De pronto escuché que salía corriendo y me sentí decepcionado, abrí mis ojos y entonces pude ver mi verga tal como él la había dejado, saliendo por la pernera del bóxer, venosa, con la cabeza brillante y muy hinchada.
La visión me excitó aún más, me llevé la mano a la cabeza del pene dispuesto a empezar a jalármela cuando escuché los pasos de Pablito, que volvía corriendo pero esta vez otros pasos lo seguían.
Cerré los ojos otra vez, instintivamente.
El hueco en mi estómago se acrecentó aún más cuando escuché la voz de mi hijo dentro de la habitación, los dos se pararon en seco a cierta distancia de la cama y de mí.
Mi respiración se aceleró y me costaba no moverme, pero mi verga empezó a palpitar.
Escuché la voz de mi sobrino que le decía a mi hijo:
—Esto es lo que quería enseñarte, el pipí de tu papá… —mi hijo estaba mudo, por lo que Pablito siguió hablando mientras escuchaba que se acercaba —Se parece a la de mi papá, pero está más peluda.
—¿Por qué tiene pelos? —habló al fin mi hijo, después de un tiempo que pareció una eternidad.
—Mi papá dice que salen cuando creces… ¿no la habías visto la de tu papá? —le preguntó Pablito.
—No… ¿Tú si ves la de mi tío?
—Sí.
Me hace jugar con ella.
¿Quieres que te enseñe algunas cosas que le gustan a mi papá que le haga? —le preguntó Pablito a mi hijo.
No escuché que él le respondiera por lo que imagino que sólo asintió con la cabeza, porque enseguida Pablito le dijo: —Espera, necesitamos crema —y escuché que se movía en dirección al tocador, para luego volver con lo que imaginé sería el frasco de crema corporal de mi mujer.
¡Dios! ¿Qué iba a hacer? El corazón me palpitaba a mil por hora y la verga se me ponía más dura.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó mi hijo, noté temor en su voz, al mismo tiempo que escuchaba cómo Pablito abría el frasco.
—Le voy a poner un poco de crema.
A mi papá le gusta que haga esto.
—¡Pero se va a despertar y se puede enojar!
—No.
Está muy dormido, ya se lo toqué y no se despertó.
—¿Le tocaste su pipí?
—Claro, yo lo dejé así.
Pero tú no lo toques ahorita, sólo yo para que aprendas.
Mira…
Fuck! Sentí sus dedos cubiertos de crema esparcirla por mi glande.
La sensación me tomó por sorpresa así que no pude evitar mover un poco la pierna; Pablito congeló el movimiento mientras los dos dejaban escapar una exhalación de susto, pero al ver que yo seguía con los ojos cerrados mi sobrino continuó distribuyendo la crema sobre la cabeza de mi verga.
¡UFF! ¡Qué sensación tan increíble, qué excitación, qué morbo, aquello era increíble! Los pensamientos y sensaciones se me arremolinaban, mi hermanohacía aquello con mi sobrino desde quién sabe cuándo y el niño lo veía como un juego.
“Tienes que llenar toda esta parte de arriba —dijo Pablito de pronto— pero con cuidado porque luego se pone muy roja y a mi papá le duele si lo froto muy fuerte.
¡Mira! ¿Ves esto como agüita que le está empezando a salir del hoyito? Yo pensaba que era pipí pero mi papá me explico que esto pasa cuando ya le va a salir leche”.
—¿Les sale leche? —preguntó asombrado mi hijo.
—Sí, mi papá dice que ayuda a crecer fuerte y yo me la como toda.
Pero no sabe como la leche de las vacas, es salada, ¿quieres probar esto? —sentí su dedito tomando mi precum y me imaginé que se la entregaba a mi hijo, porque éste decía “sí, sabe salado”, a lo que Pablito llegó a contestar: —luego te va a gustar, pero ahorita no le vamos a sacar toda la leche a tu papá, sólo voy a jugar un poquito, así.
¡UUUUF! Comenzó a frotar mi cabeza con su mano y la sensación era indescriptible.
El morbo, insuperable.
Saber que mi hermano le había enseñado a hacerlo, darme cuenta de que el niño ya se sentía todo un experto enseñándole a mi hijo, y yo estar ahí, tirado, a su merced, con la verga al aire y ante la mirada curiosa de mi hijo, y sobre todo saber que mi hijo y tal vez también Pablito habían probado mi precum, la calidez, la suavidad y el tamaño de la manita, los movimientos que hacía, mmmm… Yo estaba a reventar, mi chorizo palpitaba ante los movimientos circulares de la mano de mi sobrino, quien la apretaba, subía, bajaba, de repente comenzó a deslizarla por mi tronco, como imitando el movimiento de la masturbación que también le había enseñado mi hermano.
De repente se detenía para explicar cosas como “Se le pone muy caliente, igual que a mi papá” o “está muy dura”, y era lo más excitante que había experimentado en mi vida.
De pronto se detuvo y le pidió a mi hijo que trajera papel de baño para limpiarme y yo me quedé a mil.
Pensaba: “¿QUÉ? ¿Te vas a detener ahora? ¡Ni siquiera estaba cerca del orgasmo todavía!”.
Mi sobrino le dijo a mi hijo: “le vo a limpiar y ya nos vamos a seguir viendo la tele, porque si sigo entonces va a sacar su leche y mi papá dice que se siente muy rico, entonces tu papá se puede despertar.
Mejor lo dejamos ahí y otro día que venga te enseño como hacerle para que le puedas sacar la leche.
¡Vámonos!”, dijo a la vez que terminaba de limpiarme (por supuesto mientras me pasaba el papel de baño por toda la cabeza de mi verga yo me excitaba más) y una vez terminado trató de meterla debajo de la tela de nuevo pero no pudo de lo hinchada y rígida que yo la tenía, así que sin decir más optó por dejarla afuera y los dos niños salieron corriendo.
Por supuesto en cuanto se fueron yo me bajé el bóxer y me la empecé a jalar.
Bastaron dos pares de jaladas para que eyaculara, vaciando hasta 6 chorros de leche sobre mi abdomen y en todas direcciones, cerrando los ojos mientras me vaciaba, imaginando que era mi sobrino quien me la jalaba.
No me importó que me vieran desde la puerta de la recámara que dejaron abierta.
De hecho deseaba que estuvieran espiando, que volvieran a entrar de nuevo y se bebieran mi leche entre los dos.
Pero no fue así.
Tuve esa venida descomunal y todavía me quedé tirado otro rato, hasta que escuché sus risas provenientes de la sala, mientras mi verga volvía a ganar volumen otra vez.
Claro que, esa fue solo la primera vez que mi sobrino tuvo mi verga en sus manos, pero las siguientes ocasiones se las contaré después, lo mismo que cuando mi hijo se atrevió a poner en práctica lo que su buen primo le acababa de enseñar.
como continua por favor