Todo es oscuro: El chico que cruzo el rio solo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Eventualmente_Sexual.
Más allá, lejos de la casa del patrón, los peones entraban por el maizal que ya estaba seco. Faltaban muchas hectáreas, por cual limpiar; cortar con machete y hasta incluso quemar y luego volver a sembrar.
Giovanni salió de casa. Ahí con la madrasta y con un padre que parecía no quererlo para nada. Al muchacho le tocaba salir a buscar quien le diera un plato de comida. Que tampoco era que todos los días lo conseguía.
Llego a la hacienda de Abigail Guerrero. Entro directo por el maizal seco, y se fue muy adentro. Tomasito estaba echado en el suelo, el sombrero de paja le cubría el rostro de la resolana. El muchacho estaba acostado a lo largo, con el pantalón recogido por los tobillos, y la franela descolorida la utilizaba como almohada.
Tomasito en un moreno de color caramelo de jengibre, y con el sudor del trabajo, el polvo y las pajillas se le habían pegado. Antes de interrumpir el descanso de Tomasito, Giovanni se quedó admirando ese cuerpo desarrollado.
Se quitó de encima el sombrero, y con eso ojos achinados, alzo la mirada para ver a Giovanni.
– Ve, pero ya aquí repartieron comida –
– No tengo hambre – le responde Giovanni.
El muchacho acostado se removió, y estiro todo su cuerpo. Se apretó la verga por encima del pantalón de lino, y chisteo entre dientes; aquello abultado y de lado, se marcó todo en la tela.
– gio ¡chúpamela! – alzo la cintura, cuando Tomasito se lo pedía.
DOS
Nadie viene, le dice Tomasito, cuando Giovanni tenía ese machete en su mano. Un güebo de tamaño parejo desde la base hasta la cabeza. Brilloso estaba el glande, apretó duro con su mano, y sin poder aguantar más, abrió la boca, y le dio una chupada al glande.
Estaba tan caliente, sintió que casi le acababa en la boca del muchacho. Tomasito cógeme, como la otra vez, le pide Giovanni.
Se pusieron ambos de pie, Tomasito le está tocando el culo. Le dice, pero te aguantas, que la otra vez, no dejaste que te cogiera bien.
Le ensalivo bien ese culo, no antes sin dejar de mirar a los lados. Coloco el güebo en el upite, presiono, y Giovanni poniendo cara de dolor, aun así se abría las nalgas, y aguantaba como ese mazo de carne gruesa, le palpitaba en el culo, y abriendo las entrañas a su paso.
Ay, ay no. No Tomasito sácalo, le suplica Giovanni. Le apretó las nalgas, y chillo, sin pensar en el dolor del otro, le mando todo el güebo adentro, pegando la ingle peludas en esas nalgas lampiñas.
El culito estaba calientico y apretado, le mando una y tres veces. Moviendo la cintura muy rápido, Giovanni apenas intentaba apoyar las manos en la tierra, aguantando las embestidas que le daba Tomasito.
Se vino adentro, afincado al culo, prensando la verga, y soltando la leche en varias pulsadas intensas. Giovanni sentía como Tomasito temblaba, y como el güebo le crecía esponjándole el culo.
Alguien viene, y rápido ambos muchachos, se subieron los pantalones. Giovanni se fue por la parte de atrás, asustado y con el culo mojado. Se perdió entre los maizales secos y se fue por el camino, que daba a la casa de mamá de julia.
TRES
Doña Eliza, salió al patio. Una mujer madura, pero joven aun. Blanca como la leche, las arugas de los ojos se le han marcado aún más, con los años y también la amargura que le ha carcomido el alma.
El patrón de la casa, estaba sonriendo con luisa; una chica que trabajaba ahí de limpieza. La joven luisa, era de rasgo indígenas, morena, y con un cabello largo negro azabache. Estaba en plena adolescencia; grandes muslos, pezones que se marcaban en la tela del vestido, y una coquetería casi inocente.
Eliza lo veía, frunció el ceño, se colocó la mano de sombrilla, y viendo de reojo llamo al marido. Este dejo de sonreír y entro a casa, detrás de su mujer.
A que mamá julia, siempre crecía lechosa, ahora mismo debía tener, pensaba Giovanni. Llego por el patio. Vio que la puerta que da a la cocina, estaba abierta. Olía a arepa, recién hecha, y las que están aún en el fogón también. Mamá julia, ya está muy viejita, casi ve con eso ojos chiquitos.
Entro, nadie me ve, cojo una arepa, y me voy sin decir nada >> maquino Giovanni en la mente.
A los lados del patio, había monte alto. Giovanni llego de frente. Cuando sintió que del lado derecho, el monte se movía, tenía la intención de salir corriendo, pero se detuvo, para ver quién era.
Gregorio Campo, salió con la mirada en el broche del pantalón. Se subió el cierre y sacudió en toda la entrepierna, detrás de él, venia, Juan Mato. Ambos se quedaron perplejos, así como también los veía Giovanni.
Detrás, acomodando su short, y con las mejillas bastante coloradas, salía cachi y se quedó igual viendo a Giovanni.
– Aquí no hay comida – le espeto Gregorio, que era nieto de mamá Julia.
Giovanni asintió, y con mucha pena dio la vuelta, y entro al monte. Luego salió corriendo.
Había entrado al conuco de otro, cogió una lechosa, y todo eso fue lo que comió. Pero esperó demasiado, ya había oscurecido. Giovanni no tenía miedo a la oscuridad. Sabía que una paliza en casa le esperaba, ya estaba acostumbrado, por ello, no corrió con desesperación a casa.
CUATRO
Por una vez en la vida, salió con suerte. Don Pedro no estaba en casa cuando Giovanni llego. Pero la suerte no le duraría mucho. Giovanni dormía en el suelo, se acomodaba las alpargatas de cabecera. Cuando creía estar durmiendo tranquilo, Zoraida la madrasta de este, le despertó empujándolo con los pies.
Levántate muchacho, tu padre llego con un dolor de cabeza. Pedro se agarraba la cabeza y se quejaba del dolor, el alcohol siempre le ponía así.
Búscale un cafenol donde Alonzo Mendoza, le dice Zoraida a Giovanni, y le pone una moneda en la mano.
El muchacho limpiando sus ojos, se colocó las alpargatas y se fue a buscarle el cafenol a su padre. Serian como las dos de la mañana, cuando el frio es gélido, y llega a los huesos.
Para llegar más rápido a la bodega de Alonzo, se debía cruzar el rio.
Al chico no le asustaba nada, le asustaba era su padre. Bajó por el rio, y cuando estaba cruzando a lo lejos del otro lado del rio, por el peñasco empinado, se visualiza una figura oscura. Como un hombre montado en caballo, reteniendo a las bestias para no caer de golpe al vacío.
Ah ve, ese debe ser Antonio que ya va saliendo para la sabana >> piensa Giovanni. Y le dio un aire de confianza, Antonio siempre sale a las cinco de la mañana. Ya debía de amanecer, se dice Giovanni así mismo.
Le faltaba poner un pie, ya estaba del otro lado del rio. La bestia relincho, y el muchacho alzo la mirada. Los ojos se espabilaron. El rostro del hombre, se veía oculto por el sombrero de paja. La bestia golpeo los cascos de las patas, y cuando el hombre fue levantando la cabeza, el pobre muchacho no daba con aquello que estaba mirando.
El rostro le retumbo, palideció y creía que la vista se le iba. De sus ojos quisieron salir lágrimas, pero estaban privadas. El miedo se pavoneo en todo su cuerpo, y de un momento a otro sentía como iba creciendo, y adurmiendo sus sentidos.
El hombre montando en el caballo, tenía la cabeza girada. Se veía como el cuello estaba mallugado. La bestia resoplo, y se oyó un ruido estridente. Giovanni siguió el paso, y le paso por un lado, cada momento sentía que se hacía más grande. Quería gritar pero no podía. El viento fue como un soplo vahído, cerró los ojos muy fuertes y murmuró algo entre dientes; como si supiera rezar, pidió al cielo que lo protegiera.
No tenía color en los labios, tampoco en las mejillas. Alonzo le quedo viendo de arriba abajo, cuando el muchacho le ha pedido el cafenol, en un tono ahogado y sin emoción alguna.
Le atrajo hacia adentro, sujetándolo por el hombro. Giovanni estaba tan ido, que no puso resistencia, repitió como un muerto viviente; – cafenol, cafenol Don Alonzo –.
CINCO
El señor Alonzo, prometió hablar con Pedro al otro día, y explicarle. Además, ya en otra ocasión le advirtió a Pedro, que, si volvía a ver, al chico Giovanni a esas horas por su tienda. Él no le vendería nada, ni dejaría ir al muchacho.
El chico se fue llevado a una habitación, se acostó en posición de cuchara a la horilla de la cama. Aún seguía espantado, sin darse cuenta, se quedó dormido.
Al abrir los ojos, vio hacia la ventana, parecía que ya estaba amaneciendo. El peso que tenía encima, de pronto se sintió ahogado. Descubrió que estaba con las nalgas descubiertas. Y el falo erecto de alguien le presionaba en la raja.
Gimió y se revolvió en la cama. Shss… quédate tranquilo. No te va pasar nada. Giovanni sintió miedo, pero la suave voz, que le hablo cerca del oído le hizo relajar un poco. El hombre que está encima de del, olía a fragancia, a limpio como si ya se hubiese bañado.
Giovanni se calentó, y alzaba el culo, sintiendo como el trozo hirviente le trazaba la raja. Llevo una mano hacia las nalgas, palpo el grosor del miembro, se lo movió, y busco que le apuntara en el upite; el abusador, hizo presión, el culo iba cediendo.
Sentía que le ardía, Giovanni apretó duro el culo, y el hombre que está encima de él, le afinco la barbilla en la espalda.
– Pone flojito – le dijo.
Solo le entro un poco el glande, pero Giovanni rechisto, y se quejó. Hizo el intento de pararse, pero el hombre se lo impidió.
Cuando estuvo boca arriba, vio de nuevo por la venta y de hecho estaba amaneciendo. El hombre se le monto encima, casi sentado en su pecho, le cubrió los ojos, con la almohada y le puso el güebo en la boca. Giovanni sintió, el olor de su culo. No hubo asco, cuando ese pene, le lleno la garganta. La verga estaba calientica, casi apreciaba su sabor, su paladar estaba siendo restregado por el glande. La ingle peluda, se frotaba en su nariz. Giovanni quiso poner sus mano en el manduco, pero el, se lo impidió.
Casi montando encima, le coge la boca. Moviendo la cadera rápido, le llenaba toda la garganta de güebo. El chico podía oír el gemir del hombre. Estaba extasiado, y sin ningún aviso, le fue acabando. Ahogándolo todo, se tragó toda la leche del hombre cabreado. Giovanni saboreo el semen, tan excitado se puso, que como pudo se zafó de las mano del hombre y quito la almohada para ver, que güebo tan delicioso, le había dado a probar un semen sabroso.
Eran un joven. Cabello negro, y de ojos verdes. Boquita pequeña y roja, ensalivada siempre. Giovanni sintió un enamoramiento. Era el hijo de Alonzo; Alejandro.
Le acerco el dedo a los labios. No digas nada, y Giovanni asiente.
El chico se fue con un gusto en la boca. Recordando el cuerpo de Alejandro, cuando se había parado; ancho de torso y con las nalgas chatas. Alejandro era conocido en Jacura, por ser unos de los más guapos, “se quitabas a las chicas a sombrerazo”
SEIS
Iba con la esperanza de encontrar solo, a Tomasito. Entro en el maizal, el corazón le bombeaba tan rápido, que en sus oídos eran como un tambor. Por un momento se sintió presa del pánico, y estaba perdido.
Un conejito entre negro y blanco, se le queda viendo. Y luego sigue caminando. Giovanni le sigue, y no sabía porque lo hacía. Anduvo detrás del conejito, hasta que le perdió la vista. De nuevo el miedo le hizo sentir prisionero.
Un humo salía, más adelante. Giovanni corrió hacia allá, porque debía ser, los hombres trabajando.
Entro a un círculo, rodeado de matas de maíz secas. En el medio, Doña Eliza estaba con una señora negra, muy vieja ella. Ambas se le quedan viendo. La negra tenía en sus manos un libro. Doña Eliza tenías otras cosas en sus manos, en ellas también varios velones.
Las mujeres quizás estaban más atemorizadas, que él con ellas. Pero Giovanni con la misma emprendió la huida.
Al día siguiente, luisita, la muchacha de cabello largo y negro azabache. Gritaría y se revolcaría, viendo animalitos de todas especies, salir de su cuerpo…
Esa muchacha esta jodida, dice Toya viendo las cartas. Juana apuña la cara y suelta el llanto.
Giovanni llego por el patio, a la casa de Toya. Iba a entregar una carne de cochino. Está sola, creía él. Sintió un llamado, al fondo del conuco; como si algo le dijera, ve y asómate >>.
Fue moviendo las hojas que se le atravesaban. Detrás de una mata de plátanos, se ocultó. Y lo vio todo…
Gregorio Campo, con el pantalón a las rodillas, cachi le daba un, felatio…
Pd: siento unas ganas enormes de escribir “cuentos de caminos” conocidos en los pueblos venezolanos. Pero creo, que no logro mantener un nivel estable, entre la intención erótica de un relato meramente sexual, a un cuento de miedo y espantos.
Si he dado en el clavo, con esta segunda parte, hacérmelo saber, y si no, también. Así podres saber, y no continuar con una tercera parte.
Saludos y gracias por comentar
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