Todo es oscuro: Los llaneritos que dejaron de usar una burra
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Eventualmente_Sexual.
La bestia galopo, asustada y espantada. Víctor busco el modo, calmar a la bestia. Estaba cerca de un acantilado, el veía lo que asustaba al animal. Pero Víctor se sentía fuerte, no era cobarde con aquello que veía; una sombra, llamaradas negras que brotaban del fango negro. Chirriantes sonidos, como si fuese una cascada de pequeñísimas canicas, cayendo en piedras y su sonido simulando al de la lluvia.
Las bestia relincho, alzo las patas delanteras, Víctor no la pudo controlar…
Tanto Víctor como el caballo, se fueron por el barranco. Cayo el desde una altura de cuatro metros, la bestia le cayó encima de su cuerpo. Tanto el animal como el, ambos murieron ese día.
Doña chata, cayó al suelo, la noticia la dejo devastada. En medio de su dolor, cuando el funeral comenzaba, esta grito en medio de la sala de la casa de barro. Las palabras que brotaron de la boca de doña chata, el viento que venia del patio, arrastraron la maldición que soltaba… – ¡Te maldigo! Maldita ¡te maldigo! Juro que veras la deshonra de tu generación –.
Elena que se encontraba en la multitud, como quien no era la cosa, se fue sin llamar la atención. Cuando le conto, lo sucedido a Tomasa Toya, esta miraba al piso, dubitativa, temiendo o adivinando aquellas palabras que el viento le llevo…
1
Aun podía ver, claro debía acercarse mucho, ya la vista, para ver a lo lejos, no le funcionaba muy bien. Tomasa Toya salió al solar, viendo los plátanos crecer. Las matas de plátanos, formaban una hilera recta en horizontal, como una cerca del conuco que le seguía más atrás. Habían pasados 15 años, después de aquello, aun recordaba aquellas palabras de doña chata. La vieja iba caminando a traspié por el patio. El viento soplo y le vino el recuerdo, cruzo al otro lado de la hilera de las matas de plátanos. Los bejucos le arañaron los pies, pero aun así siguió entrando al conuco. Algo la llamaba, sentía un presentimiento. Los demonios de toñas quizás le jugaban una broma, cuando la vieja, puso una mano sobre una mata de tabaco, aquello que vería, le recordaría, que ella vería, la deshonra de su generación.
2
Cachi, era el sobrenombre por ser parecido su color, como el de un bachaco. Su nombre es Carlos, Carlitos fue el último hijo concebido por Tomasa Toya. Desde chico fue diferente al resto, toya lo sabía, pero ignoraba la cosa.
El muchacho estaba en el patio, era pleno mediodía, y en eso pasaba por la carretera con una burra, Juan José Mato; un joven que ya era mayor, que pronto buscaría una jovencita, pronto habría matrimonio en el pueblo.
– ¡eh cachi! Veni, y nos cogemos a la burra –
El muchacho se puso de pie, sonriendo, y se jalo la entrepierna al mismo tiempo.
– ¿Alguien está en el conuco? –
– No hay nadie – le responde cachi.
Sujetaron a la burra al tronco de un árbol. Estuvieron metidos, dentro del conuco donde el matorral y el bejuco más le cubrían, donde no fuesen visto.
Juan José se echó el sombrero de paja hacia atrás, le quedo guindado y en la espalda. Sacudió el sudor que le corría por la frente, cuando se tocó la entrepierna, un trozo largo y grueso se marcó hacia abajo. Cachi espabilo los ojos, y por mucho que lo intentaba, no podía quitar la vista de aquel maso de carne erecto. Juan le tocaba la vulva a la burra, pero cuando vio a cachi, con la vista fija en su entrepierna, este le espeto; – ayy… pues, no se la voy a meter a la burra sino a ti –. Las mejillas de cachi se coloraron y bajo la mirada con vergüenza.
– ¿te cojo? – dijo juan, ya tenía su verga afuera.
Se quedó mirando embelesado. Era un mástil blanco, más bien de piel amarrilla, con muchos pelos ensortijados, y un glande rojo, casi ya morado.
– Vamos, nadie nos va a ver – le decía juan, con su verga en la mano, pelándosela hacia atrás.
La burra les cubría, el banquito que usarían para llegarle a la vulva de la burra, se usó para que cachi estuviera sentado.
Sujeto con su mano el manduco de Juan José; sentía su olor, ahora que estaba tan cerca. La verga le palpitaba rápido en su mano, sintiendo y viendo como la venas, se hacían gruesas en cada pulsada que la verga daba. Chúpala pues –espeto juan. Cerró los ojos, acerco la boca, y el sabor amargón, los cogió en el paladar y lengua. Cachi había hecho esto antes, pero un pene de ese tamaño en su boca, era la primera vez que hacia eso.
Lamio y chupaba, su lengua humedad se iba saboreando el tronco, también lamiendo las bolas, oliendo el olor de un macho. Sintiendo la fuerza de una mano grande en su cabeza, que le empujaba en cada punzada que le entraba en la garganta.
– Dame el culito – juan le pidió susurrando.
Contra el árbol quedo dando la espalda a Juan Mato. El pantaloncillo le caía a los tobillos. Levanto el culo en pompa, y juan le pasaba los dedos por la raja que dividía ambas nalgas. Se olfateo los dedos, y aprecio el olor a culo del muchacho. Escupió en ellos y le puso en la entrada de upite; rosado y abierto como una flor. Coloco el glande morcillón, le brochaba hacia arriba y hacia abajo, jadiando y siseando palabras que cachi no lograba entender.
Aquella estocada, fue como una puñalada –al menos, si así fuese las puñaladas, esto se le parecía mucho –. Apretar, dificultaba la clavada que le daban por el culo. Apretó muy fuerte los dientes y los ojos, juan no tenía pensado parar, aunque él le estuviera parando con mano por la cintura.
Le sujeto bien fuerte, y le mando toda la verga dentro del culo. En la embestida, juan prácticamente alzo al muchacho; cachi casi lloraba, pero suplicaba que parara… – ¡deja que ya te pasa! – le decía juan a cachi.
El dolor se fue apaciguando, cuando su verga se fue parando de nuevo, cachi se llevó la mano hacia ella. Sintiendo como ese manduco grueso y palpitante le abría el culo sin compasión. Cada metida de güebo que le daban, su verga más se le paraba.
Comenzó cachi, a pajearse, gemía como una putica en celo. Y juan que pensaba; coger este culo, se le acerca más que una burra, al igual que una mujer >>. Le abría las nalgas, viendo como su miembro viril, perforaba ese culo estrecho. Por cada apretada que ejercía ese culito, juan sentía que ya pronto se deslechaba.
Cuando cachi empezó a sentir contracciones anales, jamás imagino sentir algo tan divino, como es coger. Se vino, chorreando el pasto seco, de puro semen joven, casi translucido, no tan espeso como el que pronto, le llenarían en el culo.
Cuando el chico acababa, lo que sintió juan en su verga, fue muy placentera –dicen que las vulvas de una burra, absorbe el pene de un macho, pero el culo de un muchacho, lo expulsa cuando es estimulado–. El culo de cachi, le masajeo el güebo, sintió un cosquilleo intenso en la cabecita del miembro, se la mando duro y hasta el fondo, casi reventándolo por dentro, el semen que le expulso adentro, fue, espeso y muy caliente. Juan José Mato, se vacío en el culo de ese muchacho, sintió que cada pelo del cuerpo se crispaba en cada acabada que daba.
3
Tomasa Toya solo vio, cuando el hijo de ella, apenas comenzaba a mamar el güebo de Juan Mato. Se fue a la casa, sin decir nada. Desbastada, recordaba cuando Elena corrió a casa de ella, decirle lo que Chata había dicho en sus palabras. Chata que había muerto cinco años antes, toya sentía que ahora mismo la acompañaba dentro de su casa; con una sonrisa de oreja a oreja, recordándole aquellas palabras… veras la deshonra de tu generación >>.
Juan Mato, tenía un compañero que casi todo el tiempo andaban juntos. Compañero de bebida, compañero para coquetear con las chicas, compañero para toda vagabundería que harían juntos…
–Compadre le voy a decir algo, pronto le llevo para que coja bien, sin ninguna burra… ya vera Ud…
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