Todo es oscuro: Un chivo dentro de la casa
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Eventualmente_Sexual.
Era claro que el corazón le palpitaba muy emocionado. Felipito no quería perder de vista a su primo Miguel Ángel. Un buen mozo, catirrucio de ojos color miel. Cuando Miguel sonríe se le forman par de hoyuelos en las mejillas.
Cada sonrisa, y Felipito se sentía más enamorado.
A las 9:00 pm, Adelina llamabas a sus muchachos, que estaban en el patio hablando o jugando. Se asegura de no dejar nada afuera, que ningún animal se meta adentro. Con sus hijos ya en las camas, lavaba unos trastes y luego todos los mecheros de querosén, apagaba.
Dos habitaciones era lo que tenía el humilde hogar. Felipito acostumbraba dormir con el hermano que le seguía, pero como ahora estaba Miguel, el hermano se fue a dormir con Adelina, y con el otro más pequeño.
La señora, les alumbro con una lamparilla de querosén, no antes de bendecirles, y recordarle, que no hablaran hasta tarde. Adelina es una mujer muy buena, pendiente de sus asuntos, nunca mal intencionada.
Es una cama, grande, para ambos muchachos. Felipito ya tiene pelos en la ingle, y en la oscuridad de la noche, imaginaba que Miguel debía tener mucho más pelos que él. Toda la tarde, se quedó viendo el bulto, que se le formaba cuando estaba sentado con las piernas abiertas.
Hablaron muy poco, miguel fue el primero en dejar de hablar, y Felipito, ya se imaginaba lo que haría, y temblaba de solo pensarlo.
Estaba todo muy oscuro, solo los grillos chillaban, pero luego dejaron de hacerlo. Y el silencio se hizo un grito inaudible. El más pequeño, pataleó, y despertó a Adelina que no hace poco había conciliado el sueño. La mujer volvió a pensar con los ojos muy abiertos. El viento soplo, como escabullido y desesperado por querer entrar a la casa, y erizar el brazo de Adelina que le colgaba fuera de la cama.
El chico más pequeño, volvió a molestar, Adelina lo siseo y el niño se quedó quieto.
Se oyó como una olla de la cocina cayó al suelo, y luego como caían otro trastes más. Se levantó de la cama, con la piel muy crispada; ¿será Felipito? >> Se preguntó Adelina.
Se apretujó la bata con las manos, y fue a ver, que pasaba. Al abrir la puerta de la habitación, el aire de la sala era gélido, hacia la cocina estaba muy oscuro, Adelina veía desde ahí de la puerta de la habitación, estaba todo oscuro, y la mujer sintió miedo. Pero cuando volvió a oír como caían los traste al suelo, Adelina espeto una grosería, molesta, porque debía ser alguna gallina u otro animal, que siempre logra entrar dentro de la casa.
Reconociendo donde están las cosas, en medio de la oscuridad, en la mesa que está en la cocina, coge rápidamente la lamparilla de querosén, la enciende y busca rápido saber, donde estará el animal molestando.
El animal estaba cerca de la puerta del patio. Por mucho que se mirara a los lados, no se veía ninguna olla en el suelo.
– ¿De quién será ese chivo? – se pregunta Adelina, viendo el animal que esta de espalda, comiendo algo.
Adelina intenta espantar al animal, el chivo como si fuese una persona, se da la vuelta muy tranquilamente. El chivo comenzó a balar, una y otra vez, como si fuese un toro, molesto a punto de cornear a Adelina.
Quizás a la mujer, por temerle más a un vivo, no se ha asustado aun. Pero el animal comenzó a crecer, cambiando de un tamaño poco a poco. Adelina solo logro abrir la boca, y cada bocanada de aire que daba, sentía que el cuerpo se le hacía inmenso a igual que el animal.
El grito le quedo en los labios, los ojos se le pusieron como plato, cuando hizo el intento de correr, la lamparilla de querosén cayó al suelo. Se apagó y todo quedo oscuro
Dejo de mamarle el güebo al primo. Ambos se quedaron viendo hacia la puerta. Oyeron el ruido de algo caer y el corrido de alguien. Miguel temía que fuese su tía, que pronto abriría la puerta. Pero no fue así.
Coloco la mano en la cabeza de Felipito, el chico se tragó todo el falo; mamando como borreguito, hasta quedar todo dentro de la boca, sacarlo apretando los labios, le saboreaba todo el sabor que la verga le daba.
Miguel jadeo y le controlo un poco la chupada. Aun no quiere acabar, se agarra el güebo por la base, y le empuja la cabeza al muchacho; un saca y mete intenso, apenas Felipito le coge el ritmo. Los ojos le lagrimean, cuando miguel le deja todo a tope, casi que le mete las bolas también. Pero esto era lo que ha buscado Felipito, y el primo esta dispuesto a darle más.
Boca abajo, contra el colchón de la cama, Felipito esta con los nervios alborotado. No puede controlar la tembladera. Siente un vahído, pero está a gusto, como el primo le pincela la raja del culo; afincando, y soltando.
– Pone el culito flojito – le dice el primo al oído.
Levanto el culo, y el primo le explayo las nalgas. Todo el peso de miguel cayó encima, le afinco la barbilla en la espalda, al mismo tiempo que le apoyaba todo el glande en el upite cerrado.
Presiono, y la carne crujió; abriendo las paredes del ano, el muchacho se quejó. Pero el peso del primo, no le dejo zafarse.
– Sshh… quédate quieto, ya te la estoy metiendo – susurro miguel al oído de Felipe.
Cuando le hubo atravesado con todo su esplendor. Felipito le ardía el culo, y a cada rato apretaba ese mazo que le tenía a tope el ancho del ano.
El vaivén, comenzó lento, bombeando a la creatura, aunque le doliera mucho, el chico se lo ha buscado. Miguel lo había notado desde temprano, que el primo, güebo quería esta noche. Y Miguel que no ha cogido ni una burra, esa noche, espero que Felipito lo tocara, se hizo el dormido y ahora le está partiendo el culo.
Jadeaba al oído de Felipe, al mismo tiempo afincaba cada metida de verga que daba. Pegadito, sin sacarlo mucho, le pegaba la ingle peluda a las nalgas. El muchacho apretaba el trozo de carne, miguel lo sentía, y más al fondo se lo mandaba. Le acaricio todo el cuerpo, con ambas manos llena de dureza. Le lamio el lóbulo de la oreja, y sin poder aguantar un poco más, miguel, se vino dentro del culito de Felipito.
Tembló, como el esfínter le apretaba, el glande se cosquilleo todo; no le detuvo, y sentía como el güebo le pulsaba. Acabando como nunca, deslechándose en aquel culo tierno. Se afinco con todo el peso, con Felipito abajo, le termino de llenar el culo de leche.
Miguel jadeo, en esa noche oscura, con lo pelos crispados, sentía que, lo que había hecho estaba malo. Pero hacerlo, le encanto, y aun con el güebo erecto, se lo mando hasta dentro, para luego salir del culo de Felipito todo aguado.
Cuando el primo se bajó de él, Felipe se llevó la mano a las nalgas; sintió el culo desflorado, lleno de leche y muy abierto. Aún tenía una erección, pero no era capaz de hacerse la paja, miguel se puso de nuevo la ropa interior, dio la vuelta, y se acostó como si nada.
Así mismo hizo Felipe. Era primera vez que lo ha hecho, y ahora sentía miedo. Preguntándose, como le vería al día siguiente, a la cara del primo.
DOS
Lo que hicieron con la chica luisa, no fue ignorado. En un lugar olvidado, y muy lejano. El comandante de la jefatura de Jacura, llego con dos hombres. Ambos sujetaron a la negra, que vivía en una zona apartada. Se le acusaba de cometer brujería, pero la verdad es que, no era un delito, ni siquiera el mismo comandante lo sabía. Y cuanta veces, el mismo fue a que Toya, para que le leyeras las cartas. A igual que todos en el pueblo de Jacura lo hacía.
Ahora todo salía, y veían como, casi arrastrada, se llevaban a la negra, que había hecho daño contra la joven luisa. Doña Eliza, lo negó, y como tenía influencias, todos dejaron de acusarla, pero sí que la verían de otro modo.
No tenía nada que ver con ella, pero cuando Juana llego desesperada, toya no dudo en hacerle el favor. Ahora iría contra los Contreras, como si fuese con ella misma, la que se han metido.
Acuso por medio de Juana, a la negra, cuando la revisaba y descubría las artimañas de la mujer, supo que traía unos libros, muy antiguos. Tres exactamente, amarrados con una cinta roja y otra negra.
El comandante le pedía, donde esta los libros. No le quedo de otra, la negra decir, donde se encontraba. En el fondo del patio. Enterrados, en un hueco no muy profundo. Cuando el comandante los sacaba, la negra murmuraba. Doña Toya, estaría buscando otra enemiga.
Iba a subir al rio, pero cachi se detuvo, a ver el espectáculo, cuando era llevada al calabozo la negra Ambrosia.
En el rio estaba Gregorio Campo, luego al ratico, llega cachi, sentándose en una piedra. Sentía vergüenza, pero quería. Quería que le dieran verga.
El pozo era como el nacimiento del rio, que corre hacia abajo. De frente, le arropaban piedras grandes, de color gris. En unas de ellas se visualiza, casi, la figura de un corazón, tallado con profundidad, sin ser la imagen tan exacta, la vista y la imaginación lo completaban. Pero está muy lejos de ser un lugar romántico, más bien decían que el pozo era encantado.
Gregorio se sacó el miembro moreno, casi ya totalmente erecto. Cachi se bajó de la piedra y prácticamente estaba dentro del pozo, pero a la horilla. De la piedra que se bajó cachi, esa misma los cubre.
Tomo con su mano, el pene de Gregorio, lo sacudió y se puso duro como las piedras. Lo pelo todo y paso la lengua por debajo, donde está el frenillo. Viendo a los ojos de Gregorio, se tragó todo el güebo completo, quedando sus labios muy cerca de los pelos en la ingle. Experto, sujetaba el pene de Gregorio, y le daba unas mamadas, que el pobre Gregorio se agarraba muy fuerte de la piedra para no caer cuando cachi un gemido le sacaba.
Se ha acostumbrado tanto a la boca del muchacho, que ahora siempre lo buscaba. Veía como el chico, se atraganta con todo el miembro viril. Le cogía el trozo, lo levantaba y le chupa las bolitas, pasando la lengua, como si fuese un gatico mismo.
– Ponte en cuatro– le dice Gregorio.
El chico bajo su short, y se acostó en la piedra. Levanto el trasero, Gregorio pasó las manos por las nalgas, escupió directo al culo, y arrodillado, le fue acercado el güebo al ano.
No hubo tanta presión, le entro tan rápido, que al tenerlo adentro, la verga de cachi, brincaba pegándole en el abdomen.
La embestidas, sonaba con las bolas chocando. El pene entrando y saliendo, apretado por los anillos del ano, se lo manda todo adentro y se queda afincado. Con ambas manos le estira las nalgas, viendo como el upite, esta todo atorado por su falo.
Gregorio Campo, resoplo al aire, mirando al cielo despejado. A punto de reventar, arrugo la cara, y estrujando todo su cuerpo al de cachi, le bombeo los trallazos de semen, al mismo tiempo quejándose muy cabrío, y chistando entre dientes, los ojos le voltearon, y exprimió toda su leche en el culo del muchacho.
Él era diferente a Juan Mato, espero a que cachi, agachado, se limpiara el culo con el agua del pozo; expulsando todo el semen, termino de lavarse. Cuando el chico se puso, de pie, Gregorio le agarro por el brazo, le hablo muy cerca del oído, y le pidió; que por favor, no lo hiciera más con Juan Mato.
Desde la ladera izquierda, entre las matas, estaba oculto. Tomasito lo vio todo, cuando Gregorio había acabado, el viendo, y con el güebo afuera, se lo prenso con la mano, y todo su semen caían en la hojas muertas. La piel se le erizo, y disfruto todo esa cogida que cachi ha recibido por parte de Gregorio Campo.
Escupió al suelo y se fue de ahí, una vez que los muchachos ya se habían ido.
TRES
El viento acariciaba las matas, se oía muy crujiente. Era luna llena, resplandeciente y de un tono amarillenta. Aureliano venia de la sabana, había bebido bastante, pero aun sentía que podía llegar a casa. Bajaba por el camino, que da a la casa de los Contreras. La luna de esta noche le alumbra el camino, y sabe muy bien por donde va.
Tarareaba una melodía, era como si, con ella fuese a darse fuerza. La noche era clara, pero la brisa era a la que temía. Aureliano es como la noche misma, de piel oscura.
A unos seis metros adelante, se queda viendo un vestido en el suelo, encima de una piedra. El vestido era verde, tela suave, como el de una señora, bajita y delgada. Estaba bien doblado, ahí encima de la piedra, alguien debió dejarlo, pero es raro, no era el lugar indicado. Tal vez cerca del rio, pero por el medio de un atajo, lleno de monte cortante, era extraño. Aureliano muy jocoso, toca el vestido.
Apareció de la nada, rebuznando. Aureliano está casi seguro, que el animal tiene un gesto de estar molesto. El burro parece atacarlo, salió mandado el animal, y por un lado le pasa. El animal casi lo tumba, pero de lo espantado que estaba Aureliano, cayo de nalgas al suelo. Con los ojos muy abiertos y la boca también, voltea, el burro se le queda viendo. Parece que el animal tuviera fuego en las patas, pero no era un fuego amarillo, era negro, como un humarada que lo hacía ver, como si el animal levitara.
Aureliano, chillo muy bajito, y los vellos del cuerpo se crisparon, haciéndole sentir muy grande. El burro le dio la espalda y se perdió, por el camino que da por el frente de la casa de los Contreras.
Dejo un olor a pelo quemado, el viento arrastro la presencia. Pero Aureliano de ahí, sentando, tardo un rato poder levantarse.
Hablo muy bajito, le dijo; abrí las nalgas y te vas sentando despacito. Giovanni todo desnudo, abrió las piernas, y dando la espalda a Alejandro, se fue sentado en su güebo parado. El glande se comprimió cuando entro en ese hoyito apretado. Alejandro le ataja, y le siseo, diciéndole que pronto el dolor le pasaba.
Era una delicia, estar con el muchacho más guapo de Jacura, pero el güebo que tiene Alejandrito, es muy grande y ancho. Giovanni se aguantó, y poco a poco sentía como ese mazo de carne dura le iba atravesando.
Alejandrito sudaba, no veía, pero sentía un cosquilleo cuando iba atravesando ese culito apretado.
Le topo todo el culo, cuando estuvo las nalgas de Giovanni sobre su ingle, le había metido todo tranca ancha y larga. Esperó un momento, a que Giovanni se acostumbrara y le pasara el dolor; poco a poco le fue alzando las nalgas, y lento muy lento le apretujaba para prensarlo más a fondo.
Las piernas le flaquean, pero así mismo la verga le creció a Giovanni, sentía esa caricia en el esfínter, que poco a poco le está gustando. Cogiéndole ese gusto, al ratico mismo, se mueve hacia atrás y hacia adelante. Rascándose el culo con ese trozo de carne hirviente. Los pelos, le acarician las nalgas; se re pega contra él, Alejandro le agarra de la cintura y lo levanta, clavándole bien adentro todo su mástil tieso. Ambos jadean, y Giovanni quiere sentirlo de nuevo. Aun con las manos de Alejandro en la cintura, se agarra de las piernas del muchacho, y con un movimiento casi torpe, se mueve en círculo; le saca un suspiro a Alejandro, y cuando intenta hacerlo de nuevo, Alejandrito lo detiene. Estuvo a punto de correrse, lo dejo quieto, y Giovanni, muy calenturiento se mueve de arriba hacia abajo; Alejandro no pudo y convulsionó, apretujando a Giovanni, todo el semen se lo mando adentro.
La verga de Giovanni, brinco y en cada brinco, en el culo sentía un hormigueo; su pene saltando, fue acabando. Apretó su peso contra el cuerpo de Alejandro, y así termino de correrse, llenando su abdomen de semen, se puso flojo, cuando el orgasmo le fue pasando.
Ahora está muy asustado, si por la mañana no lo consigue su padre en la casa, le iba dar una paliza muy fuerte. Giovanni se salió de la casa, cuando todo había quedado oscuro. Alejandrito lo espero, y lo metió por la ventana de su habitación.
Alejandro, quería dormir con Giovanni abrazado, pero como pudo se zafo de del muchacho; abrió las puertas de la ventanas, y Alejandrito sin poder atajarlo, vio como Giovanni en medio de la oscuridad se perdía, a toda carrera.
Adelina salió, y dejo a cargo de los más pequeños a Felipe. Los hermanos de este estaban en el patio, Miguel Ángel salió del bañito de latas; se había bañado, y salió todo mojado, con una toalla color rosa, tapándole de la cintura hacia abajo.
No se dijeron nada, desde aquella noche. En el día todo era normal, como si nada hubiese pasado, pero ya iban tres días, sin hacer nada. –Aunque Felipito lo buscaba por la noche, solo le sentía el güebo parado, pero Miguel estaba dormido–.
Acostado en la cama, mirando al techo, Felipito se siente incómodo cuando ve entrar a su primo al cuarto. Miguel entro como si nada, y se desnudó frente a los ojos de Felipito; con la toalla se secaba, y cuando se la paso por la entrepierna, se secaba mucho las bolas. Felipito veía, como el güebo, que no estando muy erecto le brincaba a todos lados, por los sacudidas que miguel se daba con la toalla.
Ya lo hacía con descaro, de frente para que Felipe le vea. Miguel Ángel, se excito como su primo, muy babeado no le quitaba la mirada de la entrepierna. Se acercó a la puerta y mirado hacia la sala, ajusto la puerta.
Felipito se prendió en fiebre, el corazón le latió fuerte. A plena luz del día, veía como el pene del primo se empinaba hacia arriba…
Continuara…
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