Todos tienen su dia de suerte
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
La noche del sábado siempre es la mejor. Una ciudad como Santo Domingo, con su zona colonial de gran belleza, llena de clubes y bares permisivos. Agentes de transito que mas parecen bugarrones, chicos de venta sin duda una desgracia para muchos, para otros una bendición, gente que sale en la noche dispuesta a todo, hombres que han dejado durmiendo a sus novias, calientes a mas no poder, bebiendo tragos de un ron famoso por incitarte a pelear o singar.
Salí e hice mi recorrido. Fui por las discos, pero no estaba en ese ambiente de brincos, bulla, y merengue. También desprecie bugas que querían sexo por paga, no estaba en eso de dar dinero a futuros delincuentes. Pare en “Parios” pero solo la entrada de ese bar me intimidó.
Doblé hacia “Zona Roja”, he oído que hacen fiestas, algunas de ellas terminan en orgías, entre un rato, casi vacío el bar, subí las escaleras, en el fondo una habitación oscura vi una pareja en plena actividad de sexo. Me acerque pero eran dos turistas en un espectáculo que me pareció excesivo simulando una copula con los penes a medio a erectar. Sin duda para que se acercasen jóvenes y ellos agarrarlos o comprarlo.
Seguí a otros bares, pero la sola mirada de tantos hombres que sin duda solo buscaban una tajada de dinero por un placer momentáneo me friqueaba. Entonces decidí volver a mi casa, en Gascue, no lejos de la zona colonial. Me aparque, y subí a mi apartamento. En la entrada vi un hombre durmiendo a mi puerta. Me moleste, y con la punta del pie le desperté, pensé estaba borracho, no pude dejar de mirar un bulto ladeado que se le marcaba en el pantalón.
El se disculpa. Me dice que es el guardián de la armería de abajo, y que duerme siempre dentro de la armería hasta que la abren en la mañana. Hoy ha llegado tarde y le han dejado fuera, como no quería activar la alarma el pobre hombre, asumo que de unos 20 años de edad, decide descansar fuera de la vista de un supervisor. Se había quedado dormido en mi escalera, al borde de mi puerta.
Ya más calmado noto que el tipo no es nada feo. Una piel negra, deseable y unos dientes blancos en contraste. Una sonrisa tímida y varonil, pero sin dudas sumisa. Le pregunto si desea al menos orinar en mi casa para evitar que se orine en el pasillo, me dice que si. En lo que va y viene del baño saco una Presidente de mi nevera, le pregunto que si puede beber aun con su arma, me dice que bebe hasta “gas” si se lo dan.
El usual truco del porno funciona otra vez. Le pongo porno que pasan en cable a altas horas de la noche. Lo noto excitarse. Me dice que es casado pero en su natal pueblo de Azua, Republica Dominicana, que tiene casi tres semanas sin ver su mujer. Le digo que su la leche se le convertirá en queso rancio si no la saca, uso lenguaje sucio a propósito. Me acerco, y le digo que no se pajee en mi sillón, y al momento extiendo la mano para ver si se le ha parado, y que sorpresa, el negro hermoso tiene una serpiente dura entre sus piernas. Era grande, gordo, con una ñema azabache que brillaba.
Saco el mío también y el me mira a los ojos como diciendo “y que vamos a hacer”. El sentado donde esta no se deja de tocar el prepucio, echándolo hacia atrás para coger gusto cuando lo echa hacia adelante de nuevo. Me pongo de pie junto al sillón y le ofrezco mi guebo, el quita la cara como para rehusar, pero no tiene adonde ir sino a comérselo. No ofrece mucha resistencia como pensé, mas bien era actuación. Abrió sus labios, se lo entro en la boca tímidamente, no tardo mucho en empezar a hacer lo que instintivamente sabemos todos hacer.
Yo alterno con el, me arrodillo, le mamo su guebon negro, como de 7 pulgadas, con grandes extensiones de tela. Lo entro todo a mi boca hasta la base, lo siento temblar cuando hago ademán de tragar y mi frenillo toca la punta de su ñemon negro como el chocolate puro.
El se ha desabrochado la camisa militar que vestía, quizás para no estrujarla. Le mamo las tetillas, se le habían puesto duras, sin duda algo bueno estuve haciendo que le gustaba y le excitaba. Lo pongo de pie, era poco mas bajo que yo. Mi saliva es mucha así que me empapo la palma y la paso por su traserito, me lo siento pequeño y apretado, pero con los labios del culito bien formado, nada peludo. Con mi dedo juego con su orificio, siento como le va latiendo, y como el entiende que yo tengo control.
Lo inclino y lo estrujo con mi pecho. Lo hago comerse mis pezones. Le ordeno que lo haga con fuerza. El no solo lo hace con fuerza, sino que con sus manos me acaricia guebo y testículos. Baja y se mete mi ñema en su boca, ya se ha vuelto un experto mamador, me hace gemir, me hace cerrar los ojos, en todo momento sigo jugando con su agujerito, por primera vez esta descubriendo placer anal. Le pregunto si le molesta, me dice que no, que se siente rico.
Entonces sucedió. Mi noche de suerte. Tome lubricante y condón de mi espaldar. Me lo puse rápidamente. Su mirada me decía que pensaba yo hacer. Me reí, y le conteste en voz alta, tu sabes lo que voy a hacer mi niño lindo, ven. Lo acerco, le pongo mas saliva, y con lubricante en mi condón, empiezo a darle brochita, así de pie. El se pone a pajearse con ímpetu, pero le quito la mano, y lo inclino al sillón en que estaba sentado. Se agarra de los brazos del sillón, pero su carabina de guardián cae al suelo, instintivamente la agarra y yo me le tiro encima acostándome sobre sus espaldas.
El con la carabina agarrada muerde el arma. Yo con mi sable lubricado busco su agujerito y le voy palpando. Le pregunto si lo quiere, me dice que no sabe aun, empujo hacia adentro, cede un poco, le pongo mi mano en su boca, y al poco tiempo la esta lamiendo. Nunca suelta su carabina. Y asi sobre la alfombra empiezo un entra y sale de su culo negro. El va cediendo, y cambia el rostro que inicialmente era de molestia por placer. Empieza a moverse como queriendo mas.
Es mi señal de que debo darle duro. Me muevo hacia fuera y empujo brutalmente hacia abajo. El culo de ese guardián se abrió. Grito, gimió, maldijo, “me dijo que rico coñazo, no sabia que esto era así”. Salio muy de adentro de el. Seguí con ritmo el entra y saca, su intestino se sentía de terciopelo, mis ojos cerrados, viendo en mi mente el fantástico negro azuano de cuerpo y piel perfecto que esta singando. Mi entra y saca, sus gritos. Maldecíamos, nos movíamos como animales, nunca soltaba su carabina. Entonces empezó el temblor.
Su culo empezó a temblar como si fuera vibrador. Era sin dudas un orgasmo anal. Empezó a gritar como si estuviera poseído, luego el temblor fue en su cuerpo entero. Grité de placer, me derramé en ese culo calientísimo, sin dudas llene el condón. El grito de el ahogo el mió, se ve que su venida seria mayor que la mía, y empezó a derramar trallazos de leche espesa y blanca sobre mi alfombra, se movía como si gateara, ahhhhhh, con sus movimientos me sacaba las ultimas gotas de mi guebo que aun seguía dentro de el, pero lo inusual era la extensión de su orgasmo.
Era cada vez mas leche, cada vez mas largo, cada vez mas apretado y fue cuando sucedió lo inesperado: soltó un tiro de su carabina. El estruendo del disparo que fue a dar debajo de mi cama asusto mi perro que dormía sin hacernos caso. Destrozo la base de la cama. Se asustó, pensando que mi iba a molestar, pero a mi me pareció comiquísimo. Tanto asi que hasta entonces no lo había besado pero desee besarlo para calmarlo, y lo voltee para notar ese guebon bañado de rica leche de negro.
La alfombra era un charco inmenso de su leche. Su silueta y sudor quedo marcado en la bella alfombra persa. Incluso sus tetillas se marcaban claramente en la alfombra. Lo que mas se notaba era el grosor y tamaño de su guebo descomunal entre la leche que había esparcido. El quiso correr a limpiarlo mientras yo echaba el condón en la basura. Pero le dije déjalo así, en mi mente sabia que nadie me creería a menos que vieran esa silueta, y la leche seca.
Desde entonces ese es mi trofeo. En las noches cuando no tengo nada que hacer miro la alfombra y me masturbo pensando en esa noche. A veces me acuesto sobre la alfombra para recordar ese olor, e incluso he llegado a mirar mi espaldar destrozado en la base de la cama. Cada vez que lo hago pienso en esa noche inusual de verano donde pude cogerme a ese varonil semental azuano.
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