Trabajo fuera de la ciudad
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por moisesx.
Subimos a la habitación después de haber cenado y de un duro día de trabajo. Era la primera vez que saliamos, los dos juntos, a trabajar fuera de Madrid. Aunque Juan era sólo un año mayor que yo, era mi oficial. Era un hombre gordo y barrigón. Entramos en una habitación amplía con dos camas. A los pies de ellas estaba colocado el televisor. La habitación también tenía un buen baño.
Nada más entrar yo me eché sobre mi cama, Juan sacó una toalla y entró en el baño para ducharse. Encendí la televisión y mientras la veía pensaba que era la primera vez que salía a trabajar fuera de Madrid. En la tv anunciaban una marca de ropa interior de mujer, donte todas las chicas que salían eran espectaculares. No sé de donde sacarán tanta chica bonita, pero el caso es que sin darme cuenta me había empalmado. Recordé que hacía más de un mes que no follaba y que cada día tenía que masturbarme. Iba a ser ahora un problema, entre el trabajo y la falta de privacidad, al tener que compartir la habitación con un compañero. El caso es que estaba super caliente debido al anuncio. Tendría que esperar a que Juan terminará y hacerme una paja mientras me duchase.
Juan salió del baño, para mi sorpresa totalmente desnudo. Tenía una gran barriga acorde con la gran polla que lucía, de la que colgaban unos grandes huevos. Me quedé un poco sorprendido pues no estaba acostumbrado a ver un tio en bolas paseandose con esa naturalidad delante de mí. Al colocar la ropa sobre su silla pude apreciar un enorme culo blanco; su cuerpo estaba enteramente cubierto de pelos. Se dió la vuelta exhibiendo otra vez su enorme, pero en ese momento, flácida polla. Debió quedarseme cara de jilipollas pues Juan me miró y me dijo:
– ¿Qué pasa que nunca has visto un tio en pelotas?
– Que dices hombre, si no te miraba, es que estaba pensando. Voy a ducharme.
Ya en la ducha no podía dejar de pensar en la enorme verga de Juan, en esos grandes testículos que le colgaban. Era raro, no podía pensar en las chicas bonitas del anuncio pues inmediatamente acudía a mí la imagen de Juan en bolas. Nunca me había ocurrido una cosa así. De todas formas pensé que sería un antojo del destino, así que me hice una paja pensando en el enorme falo que acababa e ver. Imaginaba que se introducía en mi boca y lo mamaba ávidamente, hasta que Juan se corría en mi boca. un torreente de lefa inundaba y brotaba por la comisura de mis labios. Esto coincidió con la eyaculación real con la que culminó el desvario de mi mente.
– ¿No te habrás echo una paja guarrete? – Bromeó Juan –
Yo me puse colorado y me metí en la cama sin decir nada. El caso es que todavía estaba cachondo. Volvían a mí las imagenes de su enorme verga martilleándome la boca. Otra vez tenía el miembro tieso, pero ahora no podía hacer nada, sólo aguantar a que pasara la tormenta. Con el cansancio quede dormido en poco tiempo. Ya avanzada la noche me despertó un leve sonido de ropa removiéndose. Agudicé el oido y la vista, y en la penunbra alcancé a ver a Juan que estaba masturbándose en la cama; me quede observándolo sin moverme. Aumentaba el ritmo de su mano poco a poco, hasta que empezó a emitir unos leves suspiros preludio de la gran corrida que, sin duda, salió de su cipote. Ví como sacaba la mano de entre las sábanas y se la lamia, desgustando su propia lefa. Yo estaba que reventaba, mi polla latía a ritmos frenéticos, hasta que con el simple roce de la mano escupió la leche que todavía quedaba en mis testículos. Con toda la corrida en el pijama me quede dormido hasta que sonó el despertador.
Volvimos a la obra. Hacía calor y fué un día duro. Juan sudaba a chorros y a medida que pasaba la jornada desprendía un hedor, mezcla de efluvios corporales y suciedad, cada vez más fuerte. Yo seguía sin poder quitarme de la cabeza la visión de su gran aparato. Después de cenar volvimos a la habitación, estabamos tan cansados que no teníamos ganas ni de ducharnos. Nos quitanos la ropa sucia de trabajo y nos tumbamos en calzoncillos cada uno en su cama. la habitación comenzó a cargarse del olor agrio de dos cuerpos de hombres sudados y sucios. Yo de reojo no dejaba de mirar el bulto tremendo que se elevaba bajo sus calzoncillos, sucios y de corte antiguo.
– ¿Quieres que veamos una peli del ordenador? – preguntó Juan –
– Bueno pon una, estoy muerto y no tengo ganas de nada.
Puso el ordenador encima de la tele y comenzamos a ver una película que resultó ser un rollo tremendo. Entonces me preguntó si quería ver una película porno, que siempre sería más entretenida que ese rollo.
– Bueno
Se levantó y vi que su bulto era cada vez más grande. Puso la película y volvió a tumbarse. Era un tipo pasado de carnes blancas y flácidas, con una gran barriga; no tenía ningún atractivo sexual, pero para mi sorpresa, esa gran polla que se adivinaba bajo los calzones me hacía excitarme hasta el punto que podría correrme sólo de pensarlo. En la película un negro con un gran pollón traspasaba por delante y por detrás a una joven de hermoso culo. Yo estaba bastante cortado y no me atrevía ni a moverme. Miraba hacia el lado de Juan y veía que este se manoseaba el paquete de vez en cuando, tal era la tensión que había alcanzado éste, que parecía que iba a reventar el calzoncillo. Otra vez vinieron a mi mente las imagenes de ese rabo en mi boca. Mi verga también sufría por liberarse y disfrutar de un ansiado homenaje.Con el corte sólo alcancé a decir:
– Vaya polla calzan algunos.
– Esto no es nada, vas a ver ahora.
Volvió a levantarse exhibiendo su barriga y el capullo de su polla que ya salía por encima del calzoncillo. Cambió de película y volvió a tumbarse. Para mi sorpresa era un vídeo gay donde un chaval le chupaba a un viejete una descomunal herramiente, mientras éste le agarraba de la cabeza y lo arrimaba follándolo literalmente por la boca. La acción continuaba poniendo al chico a cuatro patas, clavándole violentamente la polla por el ano. Yo no sabía que hacer ni donde esconderme, aunque la realidad es que me estaba poniendo a cien.
– Mira tío ya no aguanto, lo siento voy a hacerme una paja. Haz lo mismo si quieres.
Juan se quitó los calzoncillos, librando su enorme falo de la cárcel donde estaba encerrado. Mirando el vídeo comenzó a masturbarse con movimientos lentos pero continuos. Yo hice lo mismo y comencé a meneármela. Sin embargo no podía dejar de fijar mi mirada en su polla, de ver como salía su prepucio por encima de su gran mano y luego se escondía. Sin pensarlo me levanté me acerqué a él y le agarre la verga.
– Déjame a mí.
No abarcaba el total de su diámetro, era enorme. El tacto de sus testiculos me producía una rara sensación. La pija estaba pringosa pues ya llevaba rato babeando, estaba caliente y dura y había momentos en los que temblaba de placer. Yo estaba de rodillas en el lateral de su cama y a veces le miraba a la cara. Tenía los ojos cerrados en un estado de relajación total, disfrutando del momento. Un rato después sentí su mano en mi cabeza dirigiéndola, a la fuerza, hacia la polla. Yo accedí sin resistencia, acoplé mis labios a su capullo y comencé a lamer el semen que lo bañaba. Sin poder hacer nada me agarró con fuerza del pelo y me obligó a tragarmela entera de golpe, casi no cabía en mi boca y me llegó hasta la garganta. Comenzó a culearme con violencia, entraba y salía, y volvía a entrar. Pese a todo a mí me gustaba, era incapaz de protestar. La mezcla del sabor dulzón de su semen y orina me era agradable . Chupaba y descargaba mis babas sobre su falo jugando con mi lengua sobre se dios de carne; por momentos respiraba y engullía sus blandos huevos saboreándolos concienzudamente. El olor de sus partes me narcotizaba y producía en mí un frenesí salvaje.
Se levantó de la cama y me obligó a incorporarme. Su rostro quedó a la altura del mío. Su cara era el fiel retrato de la lujuria. Me dió un poco de miedo. Su hedor era maravilloso, una mezcla de macho y grasa, mierda y polvo. Pusó sus manos a los dos lados de mi cara y me atrajo metiendo su lengua en mi boca. comenzó a culebrear con ella en la mía. Nuestras salivas se mezclaban. Sabor a vino y comida, a babas y otros fluidos. Entre asco y placer yo también comencé a jugar con la suya. Agarré sus grandes glúteos y lo atraje hacia mi un poco más, si esto era ya posible. Al comprobar que colaboraba me rodeó con un brazo y con la otra mano se dirigió a mi culo, donde introdujo de golpe uno de sus dedos. Mientras nos besábamos lo introducía y lo sacaba; el dolor del primer momento tornábase, poco a poco, en placer. Me gustaba y disfutaba, su lengua en mi boca y su dedo en mi ano.
– Ven lámeme el culo. Siempre me ha gustado que me lo hagan.
Se tumbó boca abajo abriendo sus piernas. Yo me coloqué entre ellas, separé sus carrillos y apliqué la punta de mi lengua a su ano. Olía a mierda y sabía a lo mismo, escupí en su orificio y comencé a chupar con fruición. El se relamía de gusto y me pedía que siguiera. Introducía todo mi rostro en su esponjoso culo y saboreaba del plato que se me ofrecía. Hasta que se incorporó de rodillas sobre la cama, me volteó y me puso a cuatro patas. Mi culo virginal quedó a su entera disposición. Me agarró de las caderas y me atrajo hasta la punta de su polla.
– Por favor no lo hagas. Nunca lo he hecho.
– Tránquilo lo haré despacio. No te preocupes.
Introdujo su grande lentamente en mi ano. Ya había dado un poco de sí al introducirme el dedo. Pero a medida que entraba, el diámetro de su verga era mayor. Yo me quejaba del dolor, pero el seguía lentamente.
– No seas quejica maricón. Te va agustar y luego tú me pediras todos los días que te folle.
La lujuria debió de envolverle y de un certero culetazo introdujo el resto de la enorme polla en mi agujero. Me abrió repentinamente en canal, mi ano dilató como pudo. Este acto lo acabó de endiablar, me la metía y me la sacaba con furor, mi dolor no le importaba, seguía frenéticamente perforándome. Cayó sobre mí en la cama. El dolor, el olor de su cuerpo, el peso de su mole, todo me sofocaba y me llevó a un estado de semiinconsciencia, donde mi cuerpo era un juguete de su polla. Me mordía el cuello y su saliva corría sobre mi. Él, encabritado seguía perforando, yo ya no sentía, sólo aceptaba el castigo. Gracias a dios el dolor había desaparecido.
Comenzó a bramar ruidosamente y nuevamente con brusquedad saco la polla, me dió la vuelta y me la introdujo en la boca. Volviéndome a follar. Ahora sentía sus huevos contra mis labios. El sabor de la mierda, el semen y mi sangre me inundaban de una gama de sabores hasta ahora no conocidos por mí. De repente el grifo se abrió en mi boca, inundando mi cavidad. Sentía el caliente líquido en mi garganta y lo tragaba al mismo tiempo que chupaba su carne. Se derrumbó sobre mi llegando casi a asfixiarme. La leche se desbordaba por todas las comisuras y tragaba lo que podía. Se recostó a mi lado sofocado y complacido, me agarró el rabo y lentamente comenzó a ordeñarme, cuando sintió que mi polla se agitaba para correrse la engulló y pude correrme en su cálida boca: en ella solté toda mi leche. Luego nos besamos mezclando nuestro semen y allí quedé hasta la mañana siguiente.
Volvimos al trabajo y a los dos días se repitió lo mismo, y al otro y al otro. Ahora me gustaba y lo pedía, e incluso puedo correrme dentro de su enorme culo. Siempre salimos a trabajar fuera juntos. Soy su exclavo y me gusta.
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