Tradiciones de un colegio pupilo (11)
Clint y Matt conocen al hombre verdaderamente importante. .
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La puerta se abrió y un hombre alto, pelado y gordo, vestido con una bata, nos dio la bienvenida, sonriendo.
Entramos a una amplia sala, que daba a otras habitaciones.
-Este es Clint – dijo el Sr. Stuart, señalándome – y este es Matt.
El hombre nos observó detenidamente.
– ¿Y ya han sido entrenados?
– Todavía están verdes, pero saben lo que deben saber.
El hombre volvió a mirarnos.
– Ok, ustedes chicos, esperen en ese sofá. Tengo que hablar seriamente con el Sr. Stuart.
Nos sentamos. Frente a nosotros había una pequeña mesa con dos líneas de cocaína ya preparadas.
– Son para ustedes… – dijo el hombre, habló con suavidad pero entendimos que era una orden.
Mientras nos poníamos con la droga, escuchamos la conversación. No hablaban de nosotros. El hombre (al que Stuart llamaba señor Fatso) estaba muy decepcionado con nuestro director. Le dijo, sin gritar, que era un inútil y un completo imbécil. Con Matt nos miramos y sonreímos. Al menos, que alguien se lo dijera. El Sr. Stuart se deshacía en disculpas, era un insecto al lado de Fatso.
Un hombre musculoso apareció. Parecía un guardaespaldas o algo así. Se presentó como Joe. Quiso saber nuestros nombres. En ese momento salió Fatso de la habitación donde se había reunido con Stuart.
– Joe es otro miembro del equipo. Yo lo llamo nuestro Enderezador.
– ¿Qué es un enderezador? – preguntó Matt.
– Bueno, si hay algún problema, él lo resuelve. ¿No es verdad, Joe?
Joe asintió. Recordé una película donde un asesino a sueldo se dedicaba a matar testigos, ajustar cuentas a los que no habían pagado a su jefe o amenazar comerciantes. Un tipo malo. Joe parecía ser uno de esos.
– Mira lo que te conseguí, Joe – dijo Fatso, alcanzándole un bate de beisbol de los Boston Red Sox.
– ¡No lo puedo creer! – dijo el gorila, como si fuese un niño recibiendo su regalo de Navidad.
– Y lo hice autografiar por varios jugadores.
– ¡Es usted increíble, señor Fatso! Consigue todo lo que quiere.
– Disfrútalo. También puede servirte para enderezar a alguno.
Imaginé a Joe rompiéndole la cabeza a otro con un batazo.
– Gracias por lo del otro día. Ahora tengo que hablar de negocios con los muchachos. Acompaña al Señor Stuart. Y cuéntale lo que le ocurrió a ese pobre tipo que se quiso pasar de listo.
Stuart estaba pálido de miedo y se fue con Joe como si lo llevaran a la horca.
Como nos habían dicho, nos quedamos inmóviles y callados.
– ¡Cariño! ¿Quieres venir? Los niños han llegado.
Una mujer joven, muy guapa, apareció. Era delgada y de pequeña talla, solo un poco más alta que nosotros. Vestía una bata también.
– ¿Estos son los nuevos niños? ¡Son realmente lindos! Creo que nunca tuvimos chicos tan hermosos.
Fatso nos dijo que nos pusiéramos de pie. Nos costó hacerlo porque estábamos ebrios y drogados y el sillón era demasiado mullido.
– Tomaré al rubio primero – dijo Fatso.
– Entonces yo me llevaré a esta belleza – dijo la chica, llevándose a Matt. Desaparecieron por un pasillo.
Fatso me dijo que lo acompañara. Entramos a un dormitorio con una cama gigante. Fatso se sentó y me hizo una seña para que me acercara. Empezó a quitarme la ropa. Lo hizo lentamente, como si fuera un numero de strip tease. Finalmente quedé completamente desnudo.
Empezó a palpar mi cuerpo. Pensé que estaba viendo la «calidad de la mercadería» con la que iba a ganar dinero. Pasó su mano por mi abdomen.
– Tienes el cuerpo firme. Eso es bueno.
Acarició mi pubis, como si buscase algo.
– Todavía no te salen pelitos. ¡Excelente! ¿Eyaculas?
– Sí, señor.
– Me imagino que no largarás chorros.
– No, solo un poco, señor. – Era una conversación de un médico con un paciente. Pero empezó a acariciarme y estimulado por la droga, gemí de placer.
– Ahh…
– Bien, reaccionas adecuadamente.
Creí que me iba a hacer llegar al orgasmo (la droga me ponía muy caliente) pero me dejó con las ganas.
– Date la vuelta.
Sus manos inspeccionaron mi trasero. Por suerte, había tenido buen cuidado de limpiarme perfectamente. Sentí su lengua explorar mi agujerito y me estremecí.
– Muy bello. Gira otra vez.
Obedecí.
– Creo que lo vas a hacer muy, muy bien.
Me sentí el pavo del día de gracias. Fatso admiraba mi cuerpo y su mente sacaba cuentas sobre clientes satisfechos y enormes ganancias.
– Sígueme, hijo.
Caminé avergonzado. Seguía con una erección dolorosa. Pensé: » ¿Por qué no vamos a la cama y me haces terminar, maldita morsa? ¿Me vas a dejar así de excitado?» Pero no dije nada.
Entramos a un enorme cuarto de baño. Tenía espejos en las paredes, así que me veía a mí mismo desde todos los ángulos. El cubículo para ducharse era muy extraño. Era grande y colgaban unas sogas de unas poleas del techo. Nunca había visto algo parecido y no me imagino qué le dijeron al arquitecto para que hiciese semejante adefesio.
Era el cuarto de juegos de Fatso.
Poco después conocería más acerca de las extrañas fantasías de los hombres (y también mujeres) que sentían atracción sexual por los niños. Los alumnos mayores que nos habían entrenado eran toscos. Después comprendí que solo nos entrenaban, aunque gozaran con sus orgasmos. Pero era sexo mecánico. Nuestros clientes iban a ser muy diferentes. Algunos amables hasta la ternura y otros crueles hasta el sadismo.
Las sogas terminaban con esposas de cuero. Mientras me preguntaba para qué querría Fatso tener algo así para bañarse, el abrió la ducha. Al principio el agua estaba fría, pero después empezó a salir agradablemente cálida. Fatso me preguntó cómo me sentía.
– Está muy bien.
Esta gente tiene una manía con las duchas, me dije. Aquella primera noche me habían tenido horas bajo el agua.
Fatso me explicó cómo debía colocarme las esposas. No sé si llamarlas así porque no eran como las de la policía, sino de cuero. Quedé en una posición extraña, con los tobillos esposados mientras el agua me caía encima.
– Bueno, aquí vamos.
Fatso empezó a mover las poleas y las sogas fueron levantándome por las piernas. Traté de apoyarme en las manos, pero en un momento quedé suspendido boca abajo, colgando.
Fatso ajustó la altura de la soga y se desnudó. Aunque estaba confundido, me encontré con el pene de Fatso frente a mi cara. ¿Quería que se la mamase? ¿Y para qué tanta complicación?
En realidad, Fatso había pensado en un 69 – como el que nos obligaron a hacer con Matt – pero vertical. Yo estaba muy excitado y cuando la lengua de Fatso empezó a jugar con mi miembro, lo disfruté.
Pero él estaba más interesado en mi trabajo. El entrenamiento que me habían hecho hacer había sido intenso (perdí la cuenta de las veces que había hecho sexo oral en esas semanas) pero no me lo habían enseñado todo.
– ¡¡¡ Gaggg…!!!
Desafortunadamente, sentí arcadas cuando él intentaba meter su enorme pene en mi garganta. Cuando me escuchó dar arcadas, inmediatamente lo sacó y luego se inclinó para poder mirarme directamente a los ojos. «Lo siento, chico. ¿Aún no has aprendido a relajar la garganta para poder hacer mamadas de garganta profunda?»
– No, señor.
Todavía me estaba recuperando del shock de sentirlo bajar por mi garganta, por lo que me resultaba difícil decir algo más en este momento.
– ¿Quieres que te enseñe?
– No mientras estoy cabeza abajo, señor. Por favor…
– Bueno, te enseñaré después. Ahora trabaja con tu lengua.
Le hice masaje a la peluda masa de carne de sus testículos y pene. Tosí un par de veces, porque me tragué pelos. Pero seguí haciendo mi mejor esfuerzo.
El agua seguía cayendo y tenía mi cabello chorreando.
– Ahora succiona, pequeño.
Obedecí. Él había dejado de darme placer (yo estaba a punto de explotar) para observar cómo lo hacía.
– ¡¡¡Ohh… !!! Eres realmente bueno en esto, niño…
Oh, si – pensé – Esto es porque voy al colegio pupilo Ulster donde me volví excelente chupapollas.
Fatso volvió a mamármela. Necesitaba eyacular, pero no sabía si él querría que le avisara o no. Y no podía preguntárselo porque estaba muy ocupado.
Dejé de chupar un momento (pero sostenía su miembro en mi mano y lo seguía masturbando) para gemir fuerte y que él se diese cuenta de que yo me iba a correr.
No pude aguantar más….
– ¡Wo!
El placer fue enorme. Volví a lo mío y unos minutos después, un chorro de semen caliente me llenó la garganta.
Trataba de recuperarme de mi éxtasis mientras me tragaba la leche de Fatso. El agua seguía cayendo sobre mí y dejé que mis brazos colgaran hacia el suelo.
– ¿Estuvo bastante bien, no te parece? – me dijo Fatso, mientras me acariciaba.
Fatso parecía realmente preocupado por cómo me sentía ahora.
– ¡Sí, señor! – dije con entusiasmo.
Sin duda, esto fue un nuevo giro en lo que se había convertido en una rutina para mí.
Con delicadeza, Fatso manipuló las sogas para que no me golpeara al bajar. Me sequé (aunque mi pelo quedó mojado) y me volví a vestir. Fatso me dijo que fuera al sillón hasta que Matt regresara.
Sin duda Fatso era un gángster y un delincuente. Pero me había tratado bien y salvo la molestia de estar cabeza abajo o el susto cuando me dieron arcadas, fue amable.
Y todavía me esperaba otra sorpresa.
Después de vestirme otra vez, fui a sentarme al sofá. No había llevado un peine, así que me acomodé el pelo con los dedos.
Unos minutos después, apareció Sweetie, la pareja de Fatso, trayendo a mi amigo Matt. Le dio un sonoro beso en la mejilla y le dijo que se sentara conmigo.
Matt estaba extraño. Algo -algo increíble- le había pasado. Tenía una sonrisa boba en la cara.
-¿Te dieron alguna droga o algo así? – le pregunté.
– ¡Oh, Clint! ¡Tuve sexo!
– Bueno, hace semanas que no hacemos otra cosa que tener sexo.
– Quiero decir… ¡Sexo con una mujer! No puedo creerlo.
Nos callamos al oír que se abría una puerta. Sweetie, siempre sonriendo y en bata, nos trajo una ensalada de atún para comer y cervezas. Matt la miraba como si estuviese enamorado de ella.
– Ten cuidado, Matt, tal vez Fatso sea celoso.
Nos pusimos a comer.
– Todo lo que hemos hecho hasta ahora, Clint, es una mierda comparado con tener sexo con una mujer.
– ¿En serio?
– Supongo que después de la comida tendrás oportunidad de comprobarlo. ¿Cómo te fue a ti? Estás con el pelo mojado y despeinado.
– Fatso fue amable, pero bueno… Ya sabes…
– ¿Te la metió por el culo?
– No, solo sexo oral bajo la ducha… ¿Te molestan las alturas?
Matt me miró extrañado.
– No me hagas caso – le dije.
Sweetie se alegró de que hubiésemos comido todo. Nos entregó pasta dentífrica y cepillos, para que fuéramos a lavarnos.
– ¿No tendrá un peine, señora?
– En mi dormitorio. No te preocupes, yo misma voy a encargarme de eso – y como siempre, sonrió.
Cuando terminamos, Fatso se llevó a Matt y Sweetie me hizo un gesto para que fuera con ella.
– ¿Cómo te llamas, precioso?
– Clint, señora.
Entramos a un dormitorio.
– ¿Qué te parece un poco de música, Clint?
Dije que me parecía muy bien.
– Ahora, déjeme quitarle la ropa, caballerito.
Ya me habían desnudado antes, pero esta vez fue diferente. No solo me quitaba las prendas, sino que me acariciaba sensualmente y hacía comentarios sobre mí. Encontré eso terriblemente erótico. Todo mi cuerpo estaba en tensión.
– Ahora es tu turno de quitarme la ropa, querido.
No había mucho que quitar, realmente. La bata y la ropa interior. Su perfume y la suavidad de su piel me estremecieron.
Allí estábamos, los dos desnudos frente a frente, casi de la misma altura. Era como estar con una niña de mi edad, pero con buenas tetas y mucha experiencia.
Sweetie no perdió el tiempo. Puso sus manos sobre mis hombros, me atrajo hacia ella y comenzó a besarme en la boca. Yo no sabía hacerlo y se lo dije, pero ella me fue guiando y me encantó el French Kiss. No quería que terminara nunca. Sentía sus manos acariciar mi nuca y mi espalda.
– Haz lo mismo, Clint.
Me sentía un niño pequeño al que debían enseñarle todo.
– Eres bueno, Clint – dijo. Volvimos a besarnos y acariciarnos. Quise gritar de alegría al sentir mi dolorida erección apretarse contra su área púbica.
– Mmmm…
– Ven conmigo – Tomó mi mano y me llevó a la cama – Acuéstate de espaldas, Clint.
Comenzó a lamer mi cuerpo. Sentía su lengua tibia pasar por cada rincón, mientras sus manos me acariciaban dulcemente.
– Eso, pequeño, relájate – dijo, y sentí su lengua trabajar sobre mis tetillas. No tenía idea del placer que da eso. Realmente, estaba super caliente y en este caso, la cocaína no tenía mucho que ver.
Dejó mi pecho y siguió lamiendo mi torso y mi vientre hasta llegar a mi pene. Sentí su lengua y fue la mamada más placentera que me habían hecho. No solo gemí, creo que también se me escapó un grito de gozo. Pero no me hizo terminar.
– ¿Uh?
-Vamos a cambiar posiciones, pequeño amante.
Y dándose vuelta, abrió sus piernas y me pidió que le hiciera sexo oral a ella.
– Creí que las chicas tenían mucho pelo allí abajo – dije. Porque las fotos de mujeres desnudas que había visto siempre tenían vello y Sweetie era tan lisa como yo.
Comencé a explorar su vagina con mi lengua. Ella me fue guiando porque no tenía idea ni qué era ni dónde estaba el clítoris. Pero aprendí rápido.
Sus gemidos me excitaban muchísimo. Tuve miedo de eyacular sobre las sábanas, así que trataba de pensar en otras cosas.
– Llegó el momento, Clint.
Y con su ayuda, tuve sexo por primera vez con una mujer. Entendí el éxtasis de Matt. Cuando llegué al clímax, gemí violentamente.
Me encontré, ya vestido, sentado en el sofa junto a Matt. Sweetie me había peinado como si ella fuese mi mamá. Mi amigo estaba muy serio y con el pelo mojado. No nos dijimos nada, pero me di cuenta de que el 69 vertical en la ducha no le había gustado.
El señor Stuart pasó a recogernos. Sweetie me dio un beso en la mejilla, tal como había hecho con Matt. Y luego se despidió: – Espero volver a verlos, preciosos.
Fatso le dijo a Stuart: – Estos dos chicos son los mejores de todos los que has traído hasta ahora. Ya están listos para empezar a trabajar. Son dos bellezas y los que quieran jugar con ellos tendrán que pagarlo muy bien.
– Me alegro que hayan sido de su agrado, Sr. Fatso.
– ¡Pero no es suficiente! Tenemos mucha demanda. ¿Entiendes lo que te quiero decir? Con solo dos niños no será suficiente.
– Estoy ocupándome de eso, Sr. Fatso. Creo que pronto tendré un par más. No son tan bonitos como Matt y Clint, pero tienen su atractivo.
– Me alegra escuchar eso.
Volvimos en la camioneta con Stuart. En el camino, nadie habló.
Cuando llegamos a nuestro dormitorio, nos encontramos con la novedad de que estaban preparando una de las habitaciones vacías contigua a la nuestra.
– ¿Nuevos alumnos? – preguntó Matt al empleado.
– Sí, son dos chicos nuevos. Vendrán pronto. Son de Venezuela, hijos de diplomáticos o algo así. Espero que ustedes se lleven bien con ellos.
Cuando nos acostamos, Matt me preguntó: – ¿Crees que deberíamos avisarles?
– No sé, Matt. ¿Qué pasará con nosotros si lo hacemos?
– Ya sabemos lo que les pasará a ellos.
Ahora no podía pensar en eso, mis pensamientos tomaban otra dirección.
A Matt le estaba pasando lo mismo, porque me dijo: – Buenas noches, Clint. Que tengas Sweeties sueños…
(Continuará)
Excelente trabajo, continúa!
¡Muchas gracias, fiel lector Amoeuguine!
Excelente relato. Como sigue?
¡Gracias por tu comentario, Jorge_poll4! Voy subiendo los siguientes episodios…
Que rico, me encanta como la historia se pone cada vez mejor. Es una gozada como escribes de verdad!!
¡Muchas gracias por tu comentario, AgusCD25!
Menudo morbo me ha esta historia, me tienes muy enganchado a ella 💦😜
¡Me alegra que te interese!
Como sigue?
Do-Dohe, pronto nuevos episodios. ¡Gracias por comentar!
gran relato, me encanta esta historia y tu forma de narrar 😉 Es un placer disfrutar de una buena paja mientras la leo.
x_Elias_17, me alegro que te guste la historia.
Hola leí el 11 muy soft, estos chicos necesitan algo hard, más lascivo en el 12 y el 13, no mercy,, please
Ivannicolas2001, veremos cómo sigue esto…