Tradiciones de un colegio pupilo (12)
Clint y Matt empiezan a trabajar como prostitutos. Otros dos niños se suman al equipo. .
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– Buen día, chicos. ¡Hora de levantarse!
Era el Líder. Habíamos dormido bien, pero pasado el efecto de la cocaína nos sentíamos enfermos. Sin embargo, no estábamos tan débiles que no pudiésemos levantarnos.
– Vengan aquí. Tienen que aprender a preparase la cocaína ustedes mismos. Así que presten atención.
La cocaína se había convertido en nuestra vida. Sin ella, no funcionábamos. El Líder nos mostró cómo se preparaban las líneas.
Después de que nos drogamos, el Líder nos dijo que durante la mañana deberíamos asistir a las clases.
– ¿Cómo vamos a hacer eso? – se quejó Matt.
– ¿Cuál es el problema?
– ¿Cómo se supone que esté en clase con un profesor a quien se la he chupado… ?
– No te preocupes, Matt – le dijo el Líder – Todos nosotros pasamos alguna vez por lo mismo. No es tan importante.
El Líder se fue. Me di cuenta de que Matt estaba abatido.
– Matt, ¿estás bien?
– Sí, solo que… Después de tener sexo con Sweetie, ahora me parece más odioso tener sexo con hombres…
– Lo sé, me siento igual. Tendremos que no pensar y hacer lo que nos digan.
La cocaína ya nos estaba haciendo efecto. Nos cambiamos y fuimos a clases. En el almuerzo, Frank nos preguntó si sabíamos que habría otros dos alumnos nuevos.
– Sí, se alojarán en la habitación que está junto a la nuestra. ¿Los has visto?
– Llegarán para la cena. Se llaman Carlos y Juan. Son hermanos, pero los pondrán a los dos en nuestra aula. Espero que sean más sociables que ustedes.
Frank vivía en una ciudad cercana y los fines de semana se iba con su familia. Era un buen chico, aunque estaba decepcionado con nosotros: había pensado que seríamos amigos suyos, pero Matt y yo pasábamos juntos todo el tiempo, sin integrarnos al resto.
Durante la tarde nos la pasamos fumando marihuana y conversando acerca de los venezolanos.
– ¿Recuerdas que Stuart le dijo a Fatso que pronto tendría dos chicos más para sus clientes? ¿Qué hacemos?
– Si les avisamos, nos van a castigar – dijo Matt.
– No tenemos ninguna chance de ayudarlos. Pobres chicos.
Esa noche, Juan y Carlos se presentaron en el comedor. Los dos hablaban perfectamente inglés. Sus padres estarían en Maracaibo durante seis meses y habían oído hablar muy bien de la Academia Ulster. Esa noche, Tom – el cocinero- trajo papas fritas, pero a Juan le dio un plato con puré de papas.
Juan era el mayor, delgado, de piel morena y grandes ojos negros. Era el más serio. Carlos, que era el menor, tenía el pelo enrulado y siempre sonreía. Era chistoso y Juan a veces le pedía que se tranquilizara.
Esa noche, nadie vino a nuestra habitación. Tuvimos que hacer el «ritual» nosotros solos. Nos habían dejado cocaína y alcohol. Cuando nuestros sistemas se estaban activando, sentimos ruidos en la habitación de al lado. Se estaban llevando a Carlos, ya que su hermano había comido el puré con las pastillas para dormir.
La droga nos había puesto super calientes. Tanto, que olvidamos lo que le estarían haciendo a Carlos en las duchas del vestuario.
Nuestra única obsesión era la actividad sexual. Estábamos desnudos y desesperados por eyacular. Si hubiese habido en la habitación un perro o una oveja, habríamos tenido sexo con ellos. Nos daba igual. Me empecé a masturbar.
– Espera- dijo Matt.
– Si no me hago la paja, voy a explotar.
– Ponte de pie. Confía en mi.
Me puse de pie frente a Matt.
– Ahora cierra los ojos… No temas…
Sentí las manos de mi amigo acariciar mi pelo, mis mejillas, mi cuello y después mis hombros. Siguió, muy despacio, por mi pecho y mi estómago. Movía sus pequeños dedos delicadamente sobre mi piel. Sus caricias se sentían terriblemente bien, y mi respiración se aceleró cuando empezó a tocarme los testículos.
– ¿Cómo se siente?
– ¡Muy bien…!
Entonces Matt se arrodilló y tomándome por las caderas, comenzó a hacerme sexo oral.
-Ufff….
Jugué con su cabello, mientras trataba de aguantar todo lo posible. Después de sus lamidas, Matt inició la succión. Pero antes de que yo acabara, se detuvo.
-Ahora, acuéstate en tu cama, Clint.
-Ok.
Siempre acariciando mi cuerpo -qué bien lo hacía- Matt siguió succionando hasta que ya no pude aguantar más y eyaculé.
-Ahhh…
– ¿Te gustó?
-Increíble.
Nos quedamos en silencio, mi respiración se iba serenando.
– ¿Sabes? Me gustó mucho tener sexo con Sweetie, pero también me gusta mucho hacerlo contigo, Clint. ¿Te animas a hacerme lo mismo?
– Por supuesto, Matt. Dame un momento para recuperarme. Me dejaste sin aliento…
En el desayuno, Carlos estaba serio. Su hermano le preguntó si se sentía bien. Él dijo que le dolía la cabeza. Nosotros sabíamos lo que le habían hecho y que lo que le dolía era otra parte del cuerpo. Y que eso era solo el principio.
Esa noche, a Carlos le dieron el puré. Juan, que era más alto y fuerte, se defendió con furia. Nosotros escuchamos el ruido de golpes y que algo se rompía. Juan alcanzó a gritar, pidiendo ayuda, mientras lo arrastraban hacia afuera.
Finalmente llegó el día en que nos consideraron preparados para el trabajo. El miércoles a la tarde unos cuantos alumnos de primer año nos subimos a la camioneta. Ni Juan ni Carlos estaban allí, seguramente los seguirían entrenando como habían hecho antes con nosotros. En la plaza de la ciudad, cerca de Duncan Donuts, nuestros compañeros se bajaron. Tendrían la tarde libre para hacer compras, ir al cine o lo que quisieran.
– ¿Por qué no vienen con nosotros?- Quiso saber Frank.
No supimos que contestarle, pero el profesor Foot dijo: – Tengo que dejar a estos dos en las Grandes Tiendas. ¡Cierren la puerta!
Aparentemente, la respuesta dejó satisfecho a Frank. No teníamos idea de que eran esas «Grandes Tiendas». Mis compañeros se alejaron y nosotros seguimos camino hasta un hotel, en las afueras de la ciudad: «The Friendly Inn».
– ¿Aquí vamos a trabajar? – preguntó Matt. Nos habíamos imaginado un discreto departamento escondido, pero el hotel era el mejor de la ciudad.
– Así es – dijo el Artista – Los clientes son gente de muy buen pasar económico. No es barato estar media hora con ustedes, chicos.
Nos bajamos de la camioneta y el profesor Foot se marchó. Parecía preocupado de que alguien lo viese por allí.
Una señora mayor (cincuenta años) preguntó si éramos los chicos de la Academia. El Artista le dijo que sí. Aunque él vestía ropas comunes, Matt y yo íbamos con el uniforme del colegio.
– Las mucamas están terminando de preparar las habitaciones para ustedes.
Nos sentamos en un sillón y esperamos. Cuando la señora le dijo al Artista que ya estaba todo listo, subimos a las habitaciones. Eran dos cuartos que se comunicaban entre sí. El baño era común a las dos habitaciones.
– ¿La señora de la recepción no sabe qué va a pasar aquí? – preguntó Matt.
– Le pagan bien para no hacer preguntas – dijo el Artista.
El Artista nos hizo sentar en la cama y nos dio las instrucciones.
– Cuando llegue un cliente o una clienta, la recepcionista los envía a mi habitación. Hay seis tarifas diferentes: 1) Sexo anal activo 2) Sexo anal pasivo 3) Mamada activa 4) Mamada pasiva 5) Masturbación activa y 6) Masturbación pasiva.
– No entiendo – dijo Matt, que se había puesto pálido.
– No es tan difícil. Si el cliente viene con su ticket marcado con el número 1, quiere decir que los va a penetrar. Si es el número 2, ustedes tienen que penetrarlos a ellos… o a ellas.
– ¿Vienen mujeres también?
– Sí, aunque la mayoría son hombres.
– Creo que voy a vomitar – dijo Matt.
– Tranquilo. Ahora les daré su dosis y estarán cachondos toda la tarde. A veces alguno quiere más de un servicio. Por ejemplo, masturbarlos primero y después, recibir una mamada.
– Si vienen varios seguidos a masturbarnos, no vamos a poder eyacular. No somos vacas.
– Lo sé. Lo iremos manejando. Cuando llegue un cliente, la recepcionista me avisa. Puede elegir al chico de pelo negro o al chico de pelo rubio. Puede elegir 1, 2, 3, 4, 5 o 6. Yo les avisaré.
– ¿No vamos a estar los dos juntos?
– No, estarán separados por la puerta. Si no viene nadie, pueden abrirla y conversar entre ustedes. Pero normalmente hay mucha clientela.
– Mierda- dijo Matt.
– Una cosa más. El teléfono de su habitación solo se conecta con el mío. Si se les había ocurrido llamar a alguien, sepan que no solo no pueden sino que yo me voy a enterar. Serán castigados duramente por el Líder. Ya lo conocen.
– ¿Tenemos que estar con el uniforme del colegio?
– Sí, los clientes tienen la fantasía de hacerlo con un niño vestido de uniforme escolar.
Nos miramos, espantados. El Artista preparó unas líneas de cocaína y dejó una botella de gin para nosotros. Ya sabíamos que era necesario para «hacerlo». También nos entregó a cada uno un frasco con aceite para lubricarnos.
– Bien, chicos. Ya está todo preparado. En quince minutos llegarán los clientes. Recuerden que ustedes ya son profesionales. ¡Disfruten!
Se fue.
– ¿Disfruten? ¡Dios mío, Clint! ¿Cómo terminamos en este agujero?
– No sé , Matt. Un día estaba entusiasmado con el colegio pupilo y ahora soy una puta con la que van a tener sexo un montón de extraños. Es horrible.
Nos drogamos, para anestesiar nuestro terror.
Unos minutos después, sentimos que alguien golpeaba la puerta de Matt.
– Mierda, eligió al niño de pelo negro.
– ¿Vas a estar bien, Matt?
– ¿Y cómo diablos podría saberlo, Clint?
Unos momentos después, alguien golpeaba mi puerta.
Abrí, un hombre de unos treinta años, sonriente, me entregó el ticket del Artista. Era el número 1.
-¿Quiere desnudarme usted o me desnudo yo?
– Me gustaría desnudarte, pequeño.
– Ok.
La gente es extraña. Parecía que al tipo (un hombre de negocios, me imagino) le excitaba ir quitándome cada una de las prendas de ropa hasta dejarme sin nada.
-¿Cómo quiere hacerlo?
– Yo tomaré el control. Solo déjate llevar.
Me acosté boca abajo, como me lo indicó. Sentí que su lengua exploraba mi agujerito. Estuvo unos minutos comiéndome el culo, hasta que empezó a penetrarme con un dedo.
– No se olvide el aceite, por favor.
– Tranquilo, lindo. No voy a hacerte doler.
Traté de no pensar en nada, ni siquiera en Matt. El hombre fue amable, aunque me dolió cuando empezó a metérmela.
Se había montado sobre mí y entraba y salía con bastante consideración. Tenía aguante, porque cambió dos veces nuestra posición, antes de eyacular dentro de mí.
– Muchas gracias, bonito -dijo, dándome una suave palmada en las nalgas- Tienes un hermoso trasero.
Cuando salió, llamé al Artista.
– Dúchate y cámbiate. Cuando estés listo sube el siguiente – me dijo.
Matt entró mientras me duchaba.
– ¿Cómo te fue, Clint?
– No tan mal, supongo. ¿Qué quería el tuyo?
– Número 3. Que se la mamara. Olía a gato muerto. Casi me descompongo. ¿Quieres una copa de gin?
-Ok.
Me cambié y le avisé al Artista.
Golpearon la puerta. Era una señora, podría haber sido mi abuela. En serio, tendría más de setenta. Número 6. Quería pajearme.
¿La fantasía sexual de la anciana era masturbar a un niño? La gente es realmente extraña. Sentí su mano arrugada tomar mi pene y cerré los ojos.
(Continuará)
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