Tradiciones de un colegio pupilo (15)
Después de un inicio tranquilo, la vida de los niños prostitutos se complica. .
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– Clint, quiero hablar contigo – me dijo Frank.
– ¿Sobre qué?
– Vamos a un lugar tranquilo.
Nos alejamos del pabellón donde teníamos las clases y nos sentamos en un banco de madera, cerca del lago.
– ¿Qué te pasa, amigo? – me preguntó.
– No entiendo.
– No te hagas el tonto, Clint. Sé que eres un chico inteligente.
– ¡Me sobreestimas, Frank! No he podido aprobar un solo examen en lo que va del año.
– De eso quiero hablarte. ¿A qué vienen Matt y tú a la Academia? Faltan a clases todo el tiempo. No se mezclan con nosotros. Parecen buenos chicos, nunca molestan a nadie… Pero, son raros. Y ahora se han llevado con ustedes a Juan y a Carlos.
En ese momento observé que el Artista, disimuladamente, nos observaba.
– Tal vez tengas razón, Frank. ¿Quieres que volvamos al equipo de soccer?
– ¡Me encantaría! Entrenamos los miércoles por la tarde.
– Ah, bueno, los miércoles a la tarde vamos a clases especiales…
– ¿Clases especiales? ¡Es nuestra tarde libre!
Entonces el Artista me llamó: – ¡Eh, Adams! ¡Ven aquí!
– Lo siento, Frank. Debo irme.
Frank me aferró la muñeca: -Estás en algo raro, Clint. Y voy a descubrir en qué. Te lo aseguro.
Me alejé. Frank no sabía la suerte que tenía de que su familia viviese cerca y lo cuidase. De lo contrario, ya lo habrían reclutado. Era un chico guapo.
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El sábado Joe nos llevó a una ciudad que no conocíamos. La casa donde estacionamos era bastante modesta.
– Se ve que el cliente no gasta en apariencias. Pero tiene dinero – nos dijo Joe.
– ¿Cómo sabes?- le preguntó Matt.
– Porque sé cuánto pagan por ustedes, muñecos.
– ¿Cuánto pagan? ¿Cien dólares la hora?
– No hagas preguntas idiotas, Adams. Pasaré en una hora por ustedes.
Era un hombre de unos 40 años, tremendamente musculoso. Evidentemente practicaba fisicoculturismo. El interior de la casa era tan modesto como la parte de afuera.
– Siempre me excitaron los niños hermosos de uniforme escolar, dijo. Primero vamos a beber un poco.
Nosotros ya veníamos bastante tomados, además de puestos con la cocaína. El hombre preparó un coctel terriblemente fuerte. Apenas lo probé, pero Matt lo tomó todo. Me daba un poco de pena ver a mi amigo ebrio, pero también me divertía porque Matt, al estar borracho, decía estupideces todo el tiempo y era cómico.
– ¿Puedo tomar otro vaso? – dijo, arrastrando la voz.
– Tienes aguante, niño. Por supuesto. ¿Y tú rubio?
– Un poco más tarde, tal vez.
El hombre nos desnudó. Al lado suyo, que era puro músculo, parecíamos dos ranas. Después me dijo que me sentara en un sofá desvencijado que estaba allí, para que pudiera observar cómo jugaba con Matt. Me exigió que mantuviese las piernas abiertas, quería ver «mi reacción» (eso dijo). Estaba a medio metro de ellos dos.
Matt estaba de pie, mirándome. Entonces el hombre trajo un frasco de Vaselina y empezó a untarlo sobre el pecho de mi amigo.
– Mi tía me hace lo mismo cuando estoy resfriado- dijo Matt, borracho.- ¿Estás resfriado?
Pero yo sabía bien cuál era la única función de la vaselina cuando estábamos trabajando. Era para lubricar nuestros traseros. Sin embargo, el hombre echó abundante vaselina a los genitales de Matt. Y una vez que los mojó completamente, parado detrás suyo, empezó a masajeárselos.
– ¡Ahhh…! ¡Qué rico! – se regocijó Matt.
Y su pene se fue poniendo duro, mientras el hombre jugaba con él.
Yo conocía de memoria cada centímetro del cuerpo de mi amigo, pero nunca había visto lo que el musculoso le estaba haciendo. Al masajear su pene, se oía un sonido húmedo, por la vaselina. Además, jugaba con sus testículos y sus caderas. Mi amigo gozaba de esas caricias y yo no pude impedir «mi reacción».
Después el hombre echó más vaselina sobre la palma de su mano y empezó a lubricar el trasero de mi amigo. Eso no lo podía ver (Matt estaba frente a mí) pero lo adivinaba. Lo estaba «preparando». Seguramente sus dedos estaban trabajando dentro de mi amigo.
Cuando lo penetró (Matt se quejó), empezó otro juego. Mientras el fisicoculturista sostenía el pecho de mi amigo con su brazo izquierdo y lo empalaba, seguía jugando con el pene de Matt con la mano derecha. Así que el cuerpo de Matt sufría el dolor y el placer al mismo tiempo. Y todo mientras se oía ese chasquido constante, las quejas y los suspiros de Matt.
La cara de mi amigo tenía una expresión que nunca había visto: placer y dolor, gozo y angustia…
– Mastúrbate, rubio. También quiero verte gozar…
Y así lo hice. Así que la habitación se llenó de gemidos.
Matt eyaculó. Fue tan intensa su satisfacción que algunas gotas me mojaron la cara. El hombre siguió metiéndosela, pero sin dejar de acariciar a mi amigo, que ahora estaba entregado. También yo me corrí.
Finalmente, dando un aullido de gozo intolerable, el hombre alcanzó su orgasmo y eyaculó dentro de mi amigo. Y después, con delicadeza, lo depositó en mis brazos. Matt chorreaba semen por su ano y sonreía estúpidamente, por la borrachera y el éxtasis que había experimentado.
– Te va a encantar – me dijo, y me dio un largo beso en la boca. Por suerte, en ese momento el hombre se había ido a duchar. Después fue nuestro turno de ducharnos.
Comimos una pizza y hablamos de cosas normales: lo horrible que es estudiar matemáticas, lo aburridas que son las clases de historia mundial, hablamos de música y de básquet. Matt estaba ido y cada tanto me abrazaba y me decía al oído: – Te va a gustar, te va a gustar…
– Tu amigo es muy cariñoso – observó el hombre.
– Está demasiado borracho.
Después, Matt debió ocupar mi lugar en el sofá y tuve que reconocer que mi amigo tenía razón. La sensación de ser masturbado habiendo previamente sido untado con aceite era genial. Y, sí, ser penetrado a la vez que me hacían la paja fue desconcertante pero placentero. Matt no «reaccionó». Se había quedado dormido como un bebé.
Cuando volvíamos al colegio, le comenté a Joe: – Tenías razón, estos clientes son extraños, pero todos muy amables.
– Yo no apostaría por eso.
– ¿Por qué lo dices?
Joe no respondió. Los hechos responderían por él muy pronto. Matt seguía durmiendo.
____
Stuart nos llevó a lo de Fatso. Se lo veía más relajado que la vez anterior. Se lo dijimos.
– Sí, muchachos. La verdad es que ustedes lo han hecho muy bien y los números empiezan a cerrar. Además, Juan y Carlos están resultando una buena inversión.
– ¿O sea que somos unos buenos prostitutos y usted está orgulloso por todas las veces que nos rompieron el trasero? – dijo Matt.
– Es la peor manera de decirlo. Pero claro que estoy orgulloso de ustedes dos. ¿Vieron sus calificaciones?
Y nos alcanzó un sobre a cada uno.
– ¿Tengo A en todas las materias? – dijo Matt – ¡No puede ser!
– ¿De donde salieron estas notas, señor?-
Yo también tenía sobresaliente en todas las asignaturas.
– De su buen trabajo, muchachos. La academia les agradece su compromiso.
– ¿No es una broma?
– No. Son sus calificaciones oficiales. Ya se las hemos enviado a sus familias con una felicitación.
Nos miramos con Matt. ¡Así que como «recompensa» a ser prostituidos una y otra vez, nos daban cocaína, marihuana, alcohol y excelentes calificaciones!
Cuando llegamos a lo de Fatso, esperamos en el sillón mientras Stuart se encerraba a hablar con el jefe. Esta vez escuchamos lo que decían. Quería que Juan y Carlos, además de «satisfacer» a los clientes, hicieran de «mulas».
– ¿Qué es una mula, Matt? – pregunté en voz baja.
– Son los que llevan drogas. Transportan la «mercadería».
La visita a Fatso tenía una finalidad «educativa» para nosotros. Sweetie nos iba a entrenar para que aprendiéramos a hacer tríos. La idea me pareció excelente. Me encantaba tener sexo con ella y también con Matt. Lo que no sabía era que a Sweetie también le gustaba colocarse un arnés con un pene de plástico duro y tener un rol activo en el sexo con niños. Eso me impresionó, pero fue una tarde muy erótica.
Sweetie se sorprendió de cómo Matt y yo nos besábamos de lengua con tanta pasión y también de cómo disfrutábamos teniendo sexo entre nosotros dos. Le mostramos lo que habíamos aprendido con el fisicoculturista y le pareció muy excitante.
La verdad es que tuvimos sexo como conejos gracias a la cocaína y la sobreexcitación. La salida terminó con unas pastas que cocinó Sweetie.
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El sábado tuvimos nuestra peor experiencia.
Joe nos dejó en un club nocturno en el puerto, donde había una docena de hombres. Parecían marineros, obreros, gente de los muelles. El único tipo civilizado era el barman, que alquilaba el local y atendía la barra. El resto eran toscos, estaban borrachos y como vimos después, eran amantes del sexo rudo.
Uno de ellos (lo llamaré Curly) quiso desnudar a Matt por la fuerza, arrancándole la ropa. Yo me enojé y le di una patada en las pelotas. Curly quedó tendido, gimiendo de dolor, mientras el resto se burlaba de él.
Cuando Curly se recuperó, gritó que eso no iba a terminar así y me atacó. Era un hombre robusto, pero estaba demasiado borracho, así que con una zancadilla lo hice tropezar y se golpeó la cabeza contra el borde de una mesa de billar. Eso lo enfureció más. Entonces tomó un leño (que estaba junto al hogar, donde estaba encendido el fuego) y me dio un fuerte golpe en la cabeza, desmayándome.
Me desperté varias horas después en un hospital. Matt estaba a mi lado y me contó que Curly me había desnudado (mi ropa estaba hecha jirones) y me había colocado sobre la mesa de billar.
Curly volvió a violarme y después me torció la mano, fracturándome la muñeca. Matt había insistido al barman que llamase a Joe para que pusiera fin a esa carnicería. A Matt le costó convencerlo, porque el hombre no quería problemas con esa pandilla. Pero cuando llegó Joe, todos se acobardaron.
Joe, «El Enderezador», le dio una tremenda paliza a Curly y le enterró en el culo el leño con el que me había golpeado. Matt no sabía si Curly había sobrevivido. Suponía que no.
El médico (¡reconocí en él a uno de mis clientes del hotel!) había tenido que hacerme una cirugía en el recto para reparar mis heridas. Yo tenía el brazo enyesado y cuando se pasó el efecto de los calmantes creí que me moría de dolor: sentía que mis entrañas estaban en llamas y tenía el cuerpo cubierto de moretones.
El Artista vino a verme: quería saber cuándo iba a estar en condiciones de volver al hotel. El médico le dijo que tendrían que pasar varias semanas para curarme.
– Entonces, Matt, tendrás que venir solo.
– ¡NO!- grité – Necesito que Matt me acompañe. Stuart nos prometió que siempre estaríamos juntos para cuidarnos. Ahora necesito a Matt conmigo.
Aunque de mala gana, el Artista aceptó. Esas semanas fueron extrañas. Yo sabía que podía hablar con las enfermeras o con algún otro médico del hospital y pedirles ayuda. Pero no me animé. Por otro lado, fue una bendición para Matt que se quedara conmigo.
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Juan, siempre rebelde, intentó llamar por teléfono a la policía desde el hotel, aprovechando un descuido del Artista, pero la recepcionista lo traicionó. Esa vez no fue el Líder, sino Joe.
Los dos chicos venezolanos desaparecieron y sus cuerpos fueron encontrados días después, en el lago.
Stuart les dijo al resto de los alumnos que había sido un accidente. Juan y Carlos habían salido a navegar sin permiso durante la noche, se habían caído al agua y fallecieron de hipotermia. Nosotros sabíamos que en realidad habían sido «ejecutados» porque ya no eran confiables.
Fatso se enfureció con Stuart. Muertos los venezolanos, inactivos Matt y yo, no tenía chicos para sus clientes. El Líder y los demás tenían que salir todos los días a vender droga para compensar las pérdidas. Además se acercaba el Día de Acción de Gracias y la academia se quedaría sin alumnos por dos semanas.
Aunque no tenía el alta médica, volví a la Academia. Matt había logrado que sus parientes, sorprendidos por sus «brillantes calificaciones» se lo llevaran con ellos.
– Aprovecha, amigo, y no vuelvas más – le dije.
– ¿Y dejarte solo, Clint? Estás loco. Eres mi mejor amigo, voy a volver a buscarte en cuanto pueda.
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Esa tarde el señor Stuart me llamó a su oficina. Yo estaba todavía muy dolorido y con la muñeca enyesada. Vivía en la enfermería.
– Estoy con mucha tensión, Adams – me dijo – Necesito… Ya sabes… Es para relajarme…
Mientras él se quedaba sentado en su enorme escritorio, yo me arrodillé para hacerle una mamada. Estaba haciendo mi trabajo cuando sonó el teléfono.
– ¿Hola? Ah, como le va señor…
Yo seguí chupándosela, pero adiviné que del otro lado de la línea estaba Fatso.
– No, Matt se fue a pasar unos días con su familia… No está disponible… ¿Clint? Está recuperándose de sus heridas. ¿Qué? No, de ninguna manera….
Sentí su mano en mi mejilla, indicándome que me detuviera.
– No insista, señor. Entiendo bien lo que me dice, lamento lo del negocio pero ya sabe… Los padres de Adams me han confiado a su hijo y sus clientes lo han dejado maltrecho. Tengo que devolverlo intacto a su familia. Sí, es mi decisión. ¿Cómo? Haga lo que le parezca, pero Clint no va a ir a ningún lado.
Stuart colgó.
– ¿Hay problemas, señor?
– De los peores.
– ¿Quiere que vaya? Si es alguno de los clientes amables, podría hacerlo…
– Gracias, muchacho, pero no voy a arriesgar tu salud.
– Fatso debe estar enojado.
– Que se joda ese cabrón.
– ¿Quiere que termine de complacerlo, señor?
– No, Adams. Te agradezco tu buena disposición. Voy a llamar a la familia de tu compañero Frank. Quiero que pases unos días con ellos, hasta que las cosas aquí se calmen un poco. ¿Estarás bien?
– Necesitaré cocaína, señor. Si no, no puedo funcionar.
Stuart me dio un frasco de crema de afeitar que escondía cocaína.
– ¡No creo que Frank se vaya a creer que necesito afeitarme, señor!
– Lo sé, pero diles que es un regalo de tus padres.
El hermano de Frank, que estaba de licencia del ejército, me pasó a buscar en un Ford. La familia de Frank me recibió con mucho cariño. Tuve que mentir acerca de mis heridas. Por suerte, Frank estaba tan contento de tenerme en su casa que no profundizó sus investigaciones.
Una noche la madre de Frank nos dio la noticia: la casa de Stuart se había incendiado y no había quedado nada. También la enfermería había sido destruida por el fuego. No había muertos, pero la destrucción había sido total.
Yo sabía que eso era obra de Joe, el Enderezador. Fatso estaba furioso.
(Continuará)
Que rico, joder… menudo calenton me provocas con esta historia.
Excelente relato. Como sigue?
me encanta esta historia, como sigue?