TRANSFORMANDO a ABDUL
por fin convierto a Abdul, un diecisieteañero homófobo, en un culo ansioso de mi polla.
Abdul me quería. Mostraba amor real por mí. Cierto que el primer día, cuando despertó tras haberlo secuestrado, me llamó maricón, pero su cuerpo (y mente) habían cambiado –con ayuda mía– y ya no recordaba cuando metió su joven pene en aquella chica del barrio que se dejaba por todos, sino lo que le excitaba era mi amor de padre. Mis besos, mis abrazos verdaderos, ponían a cien su joven pene. Así que le besé con lengua y él se dejó. No sólo se dejó, sino que estaba completamente empalmado, duro como un hierro.
Tras el beso de tornillo en un fuerte abrazo que nos habíamos fundido ahora padre e hijo (Abdul sería mi esclavo sin saberlo, iba a depender de mí siempre por su propia voluntad como ya lo estaba haciendo), saqué mi lengua de su joven boquita adolescente y quedó mirando al techo, gimiendo, mientras con mi lengua le lamí el cuello, bajando a sus pechos varoniles, sus tetas, que habían sido masajeadas con aquel gel hipersensibilizante. Por lo que, al comerle sus tetas de joven varón a mi hijo, este cerró los ojos de excitación del gran placer que le estaba dando, mirando de nuevo al techo y gimiendo con más intensidad fuertes jadeos de placer que aumentaron más aún cuando no sólo le lamí sus pezones sino le dí en los mismos pequeños mordisquitos. Abdul preeyaculaba y su culo sudaba, lo cual lo hizo fácilmente a mis dedos, ya que bajé el brazo que tenía en su espalda mientras le iba comiendo los pechos con mi lengua varonil, y sin que se percatara, porque tenía a Abdul jadeando de placer a la par que lo besaba de nuevo metiendo mi lengua en su boca en sucesivos intermitentes pequeños besos de tornillo que intercambiaba besándole la boca y sus tetas de hombre de 17 años, le clavé un dedo en su ano. Abdul abrió los ojos como platos. Era la primera vez que algo invadía su ano. Pero no se violentó. Aunque le piló por sorpresa y abrió boca y ojos ante esta inesperada invasión, violación de su intimidad, y desfloración de su hombría, no se separó de mí ni un milímetro.
Yo paré y dejé que se acostumbrara a mi invasión anal. Apenas le había metido media falange de mi ensalivado dedo en su lubricado esfínter que manaba fluidos excitado de placer. Durante estas jornadas me había encargado de que su perineo se transformase en una nueva zona erógena con mi gel hipersensibilizante que aplicado en sus tetas y en su ano y perineo había hecho sensible aquella cavidad que ahora estaba siendo violada por primera vez.
Mientras violaba su cavidad anal metiéndole toda la falange le dí un fuerte abrazo y sellé nuestras bocas con un beso de tornillo lleno de amor y de pasión. Me comí su linda boquita, le sellé los labios y le metí mi saliva –relajante– en su garganta, lo cual fácilmente hizo que mi dedo indice entero le desflorase sin que le hiciese daño ni dolor. Es más, mi joven machito Abdul (que cada vez empezaba a ser más hembrita), ahora sentía doble placer: en su boca y en su ano. Su zona anal, hipersensibilizada, le había abierto a un nuevo placer que Irina no le supo dar. Aquello fue follarse a una puta zorra en la que se corrió. Un simple polvo en aquel chochete de la puta del barrio, lejos del amor verdadero que yo le estaba dando, un amor fraternal que nunca había sentido en su vida porque sus padres murieron siendo él muy pequeño, haciendo que con apenas once años tuviese que mendigar por las calles para llevar a comer a sus dos hermanos y sus otras cuatro hermanas.
–Ohgg gimió Abdul de nuevo, desflorado anal y bucalmente.
–Te amo, mi nene. -le abracé fundiendo mi boca en la suya con un beso de pasión apretando nuestro mutuo abrazo mientras metía y sacaba mi dedo índice de su ano excitándole como nunca le habían excitado.
Abdul levantó su pierna derecha para darme más acceso a su ano. Y seguí follándole con mi falange, tocando su próstata y su perineo con el resto de mi mano mientras nos intercambiábamos saliva en un beso de tornillo de pasión.
–Ahg… ah -se tensó.
Abdul estaba a punto de eyacular, lo noté por sus covulsiones, pero yo no quería que se corriera con mi excitación de próstata con mi dedo, así que rápidamente, para evitar que eyaculara y se acabase todo, saqué mi dedo de su ano y dejé de comerle la boca.
Abdul me miró como enfadado por haberle interrumpido en su éxtasis de placer. Pero sin darle tiempo, me arrodillé entre sus piernas y, poniéndome detrás de él, comencé a comerle el culo con mi lengua empezando por su excitado e hipersensibilizado con mi crema, perineo, que con mi crema de placer absorvida por su piel, había transformado aquella zona entre el pene y el ano en una nueva zona erógena.
–Oh. -Abdul gimió
–Ohhh ¡¡Dios mío! chilló cuando puse mi lengua arrastrada desde su perineo al ojete de su culo. Su gran pene árabe por el que me moló, se puso tieso manando presemen. Su esfínter anal también había sido tratado con mi crema de placer y cuando rocé su estrellita cerrada con la punta de mi lengua, Abdul vio las estrellas y gimió como nunca había gemido ni pensó que un hombre podía gemir.
–Ahhhhhhhhhhh
No me demoré y mientras mi chiquito gemía a gritos inundé de saliva la entrada a su cavidad anal. Le hice una comida de culo como nunca había hecho, y cuando lo tuve completamente lubricado, lleno de saliva a rebosar, sin que pudiera reaccionar, sin que se diera cuenta, me puse de pie a sus espaldas y le clavé mi pene lubricado manando pre-cum hasta la mitad, de una sola estocada.
Abdul gritó de dolor, lo cual me excitó. Pero a la vez estaba con su mástil como el hierro babeando, apuntando enhiesto hacia delante.
–Papi!! ¿qué me has hecho? -gimió entre sorprendido y perplejo (aunque no repugnado).
–Te amo. Esta es la mayor prueba de amor que puede haber entre dos seres humanos –le dije y le besé jugando con nuestras lenguas hasta que introduje la mía de nuevo en su garganta desde atrás, sin sacar un centímetro de mi pene de su ano. Y aprovechando que el beso le relajaba le doble y le empalé la otra mitad de mi gran pene de macho.
–Abdul se dejó hacer –Ouchhh! –gimió
–Ya está, ya está, mi nene. (le volví a besar)
–Te quiero, cosita-le dije. Y le empecé a follar como si me fuese la vida en ello
Los gemidos de dolor de mi primera penetración anal poco a poco se fueron transformando en gemidos de placer y aumentando su intensidad.
Así estuvimos varios minutos de mete y saca cada vez más rápido. Yo le follaba y le comía el cuello y Abdul, completamente empalmado, gemía de placer y me giraba su cara como diciéndome con sus ojos te quiero papi.
Así pasaron dos minutos más hasta que noté que yo estaba a punto de eyacular, y lo aferré con mis manos en sus caderas, para que aquel lindo muchachito árabe, que apenas unos días acababa de secuestrar, sintiese mis trallazos de lefa en el interior de su virgen ano.
-Ahhhgggg, ah, ahgggggg ahgggggg ¡¡me corro! Y le besé de nuevo por detrás el cuello, mientras me corría en lo más profundo de su ano con siete descargas de lefa. Abdul, con mi pene cual hierro ardiendo dentro de su ano. empezó a convulsionar y de su pene salió disparada una corrida que aterrizó en el suelo un metro delante de él.
Como dos máquinas sincronizadas yo me eché para atrás y le eché a él para atrás, volviéndole a clavarle más fuerte. Atrás adelante, atrás… ambos cuerpos a la vez. Y mientras cada vez que le clavaba echando a Abdul su cuerpecito adelante con mi peso, sin sacarle mi pija de su ano, de su pija saltaba un nuevo trallazo de semen que caía contra el suelo.
El blanco suelo de la estancia, que estaba muy caliente del calor que emanaban dos machos que acababan de coger y parecía una sauna con dos sudorosos hombres fornicando, se llenó de charquitos de salpicaduras blancas del semen de aquel 17añero árabe, el mayor de tres hermanos. En el interior de su culo, donde seguía mi pene, también se había formado un charco con mi lefa que inundaba sus entrañas y empezó a desbordar su joven ano de machista tetero homófobo hasta hace unos días.
Sin sacarle mi pene, duro como un mástil, de aquel culo virgen hasta ahora que lo había desflorado, abracé a mi nene por la espalda dándole un nuevo beso de lengua, y Abdul gimió. Aquel muchachete acababa de tener su primera corrida con un pene en su culo… e iba a ser la primer de unas cuantas.
-Papá ¡te amo! -me dijo con ternura cuando saqué del interior de su boca en un beso de pasión mi lengua.
-Y yo a tí, mi hijo.
Esta historia sigue… ¿Verdad que sí?
sí… viene de tres episodios anteriores… hoy acabo de enviar otro nuevo