Tres amigos 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
En la primera parte de estos relatos, narré cómo conocí a Juan, Santiago y Oscar y el inicio de nuestras relaciones "íntimas". En éste les contaré la forma en que llegamos a conocernos aún más profundamente (literalmente hablando).
Una noche, vino Juan sin sus dos amigos, pues él no les avisó que vendría a verme. Cuando lo ví llegar solo, inmediatamente comencé a maquinar qué podría hacer para llegar a tener relaciones anales, pero no sabía cómo iba a reaccionar él ante esa propuesta, así que decidí no decirle nada y dejar que los acontecimientos fueran desarrollándose por sí solos para ver hasta dónde podíamos llegar.
Luego de echar varios juegos en la misma computadora, le dije que ya me había aburrido de eso y que me pasaba para la otra, pues quería ver unas fotos nuevas que me había conseguido, así que puse el disco en la PC que estaba desocupada y me puse a mirar, sabiendo que la tentación era demasiada para que él no quisiera verlas también. No me equivoqué, pues inmediatamente estaba cambiándose de puesto y se sentó a mi lado. Ante la profusión de imágenes de mujeres y hombre desnudos y haciendo el sexo de todas las formas imaginables, ambos tuvimos una rápida erección. Enseguida comencé a pasarle la mano por encima del pantalón y le agarraba la pinga de arriba hasta abajo y sin que mediaran palabras, le tome una de sus manos y la puse sobre la picha para que me hiciera lo mismo, y ciertamente no tuve que rogarle, pues enseguida comenzó también a masajeármela. Le abrí la portañuela, le saqué su endurecido miembro y comencé a mamar de manera suave, con gemidos y sonidos de los labios y la lengua para que se excitara más de lo que estaba.
Después de un rato en esos menesteres, me puse de pie, me la saqué y se la presenté, a lo que él respondió pegando sus gruesos labios a mi rabo comenzando una de sus espectaculares mamadas. Mientras él hacía esto, yo me safé el cinto, y me fui bajando el pantalón y el calzoncillo, hasta que me los quité y luego lo hice también con la camisa, pues hacía un calor bastante sofocante. Entonces le pedí a él que se parara mientras yo tomaba asiento, y mientras volvía a chupársela a pasarle la lengua por el frenillo, le safé su pantalón y le lo bajé, así como también el calzoncillo y luego se los quité por completo y le pedí que se quitara la camisa, cosa que el hizo con prontitud. Una vez que estuvo totalmente desnudo, comencé a acariciarle las nalgas de una forma muy delicada y un poco más tarde a pasarle un dedo a lo largo de toda la raja de las misma, analizando sus reacciones.
Como no protestó, sino al contrario, se inclinaba hacia adelante para que yo tuviera mejor acceso a lo que buscaba, comencé a tocarle su culito, primero muy suave, y luego tratando que irle introduciendo uno de mis dedos. Mientras, yo continuaba mamando su bien erecto miembro y después de otro rato en eso, le dije que me esperara un momento que regresaba enseguida. Fui al baño y busqué un frasco de crema, me puse un poco en un dedo y comencé de nuevo en lo mismo, es decir, mamando y metiéndole el dedo, cada vez un poco más profundo.
La verdad es que se veía que aquello le gustaba, así que le dije que abriera las piernas y que se sentara sobre mí dándome el frente, él fue bajando poco a poco y le puse un poco de crema entre sus nalgas y me puse bastante en la cabeza de mi enhiesta pinga. Yo dejaba que él fuera bajando y lo iba penetrando a medida que lo hacía, sin hacer yo ningún movimiento, simplemente dejando que él lo fuera haciendo a medida que iba deseando ser más penetrado. Después que la cabeza había entrado y que él había hecho gestos de dolor con el rostro, lo tomé por la cintura y lo fui subiendo para que le saliera de su adolorido culito.
Entonces le pedí que fuéramos a acostarnos y me acompañó sin ninguna oposición. Lo coloqué acostado la lado, debajo de su miembro coloqué varias hojas de papel para no manchar la cama, me acosté detrás y comencé a pasarle el rabo por entre las nalgas, mientras con una mano le acariciaba sus grandes huevos y su picha. . Me puse otra dosis de crema en la cabeza y comencé lentamente a penetrarlo, y cuando por su cuerpo contraído me daba cuenta que le dolía, la sacaba, esperaba un ratico y volvía al ataque. Después que todo el glande lo tuvo dentro, me detuve y solamente le iba haciendo una suave paja, sin apretarle mucho el rabo para que lo disfrutara más. Entonces él comenzó a mover lentamente su cintura y a apretarse a mí, yo lo dejaba hacer y cada vez la iba teniendo más y más adentro. Cuando él dejaba de moverse, yo se la sacaba un poco para que no se sintiera incómodo. Incluso en una ocasión se la saqué toda y me dijo que me esperara un rato. Así lo hice hasta que me dijo que volviera a metérsela.
Entonces volví a empujar suavemente y penetró mucho más fácil, él se movía cada vez con más libertad y yo sentía que no iba a aguantar mucho sin eyacular, así que intensifiqué mis masajes a su picha, y entonces comenzó a gemir y a decir, -ay que rico, ay que rico- eso me volvió loco y fui empujando hasta que la tuvo completa dentro y entonces era yo el que decía -ay que rico- y nos vinimos los dos al mismo tiempo. Luego nos quedamos en esa posición no sé por cuanto tiempo, sin sacársela y sin casi movernos, simplemente disfrutando de la laxitud que viene después de un contacto sexual intenso. Cuando nos levantamos, él me sonrió al igual que yo a él, nos lavamos y después de jugar en la computadora un rato más, fue para el apartamento de su prima para dormir.
La primera vez por detrás con Santiago y luego con Oscar, lo contaré en mis próximos relatos, así que hasta otra ocasión.
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