Tres amigos 3
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
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Después de haber tenido nuestra primera relación con penetración por detrás, Juan se aficionó tanto que quería venir siempre solo para disfrutar de ese tipo de sexo que le gustaba tanto. Él prácticamente se quedaba dormido mientras la tenía dentro, yo siempre traté de demorarme tanto como podía en venirme para que él pudiera disfrutar más tiempo con mi pinga dentro de él. Pero poco después, vino una noche acompañado de Santiago y éste me preguntó cuando estábamos jugando en una PC (me lo escribió en la misma), que por qué era que Juan venía ahora solo y no les avisaba cuando yo estaba dispuesto. Por esa misma vía le respondí que si quería verlo, tenía que quitar un libro que estaba en el librero junto a la división de la sala con el cuanto, a lo que yo llamaba "mi biblioteca", pues como la pared no era de mampostería sino de cartón, había un hueco más o menos a la altura de una persona y que por ahí se podía mirar hacia dentro del cuarto. El objetivo de colocar allí el librero era que tapara el dichoso agujero.
Le señalé cuál era el libro y me dijo que sí con la cabeza y le dije que en cuanto se quedara solo, apagara la luz para que el hueco no se viera iluminado. Entonces comencé como siempre en mi sesión de mamar y recibir mamadas. Estuve un rato con él y luego pasé a Juan y le dije (también en la PC) que nos fuéramos al cuarto un rato, me preguntó entonces que qué le diríamos a Santiago y yo le dije que ya inventaría. Como Santiago estaba en el secreto, cuando le dije que tenía que enseñarle una cosa a Juan y que enseguida regresábamos, no puso objeción alguna y nos metimos al cuarto a hacer lo nuestro. Por su parte, Santiago enseguida se levantó (según me contó más tarde) y quitó varios libros para tener una mejor visión del interior del cuarto. Pudo observar como nos quitábamos la ropa, hacíamos un gran sesenta y nueve y entonces yo me senté en una silla que puse frente a frente al agujerito por donde sabía había un "mira hueco", lo senté frente a mí después de ponerle crema en su culito y en mi tranca y comencé a templármelo, pero lo mamé como si estuviera desesperado y luego le hice una paja bien rápida, cuando noté que él iba a terminar, yo fingí que también me estaba viniendo y después de un breve rato en esa posición, le dije que se levantara que teníamos que salir. Cuando lo hicimos, ya Santiago estaba en su sitio, al igual que los libros y las luces encendidas.
Fui al baño, me lavé bien el rabo y me senté al lado de Santiago. Comenzó por sacarme el rabo y comenzó a mamarme como un desesperado, pues lo que había visto lo había vuelto como que loco, así que le hice señas con la cabeza de que nos íbamos para el cuarto y me respondió que sí, también de la misma forma. Entonces le dije a Juan que íbamos al cuarto a buscar algo y éste supuso, con toda lógica, que íbamos a lo mismo que antes habíamos hecho él y yo. Entramos al cuarto e inmediatamente nos desvestimos y comenzamos, sin ningún preámbulo, a ejecutar un sesenta y nueve, él estaba tan excitado que tenía constantemente decirle que más suave, pues me estaba lastimando. En esa posición comencé a ponerle poquitos de crema en el culito y a irle metiendo poco a poco uno de mis dedos, eso lo ponía aún más excitado y tuve que quitarle la picha de la boca porque ya me la mordía en vez de chupármela. Le dije que se diera la vuelta y se pusiera boca abajo y medio de lado, que subiera una rodilla a la altura del pecho de manera que sus nalgas quedaran bien arriba y abiertas.
Cuando lo hizo, me puse de rodillas, con una pierna a cada lado suyo, le presenté la picha en su orificio, el cual estaba bien engrasado y ligeramente abierto por mi dedo y comencé a empujar poco a poco, y para mi sorpresa, entró bastante fácil para ser su primera vez. Él subía todo lo que podía su cuerpo para que me fuera más fácil la penetración, y aunque le dolía, cuando yo trataba de sacarla un poco me pedía que no lo hiciera. Así fui entrando poco a poco en él, y mientras se quejaba por el dolor, echó sus manos hacia atrás para agarrarme por los muslos y obligarme a que lo penetrara más profundamente. Cuanto se la metí completa, me acosté con todo mi peso sobre él, y comencé entonces a dar cintura suavemente para que pudiera disfrutar sin tanto dolor. Por su parte, él movía sus cadera hacia arriba y hacia abajo para que lo penetrara una y otra vez. Entonces se la saqué por completo y se la metí hasta atrás, no muy rápido, pero sin pausa. Eso lo hice varias veces y cada ves él estaba más desesperado.
Comenzó él mismo a pajearse y me dijo que no se la sacara más, que se la metiera hasta el fondo que iba a venirse. Yo me comencé a mover frenéticamente pues aún no sentía que iba a acabar, para así acelerar el proceso, entonces él se vino entre fuertes gemidos y un rato después lo hice yo también haciendo bastante ruido. Nos quedamos un rato en la cama y nos levantamos. Él se fue para el baño y desde allí me pidió una toalla, se la dí y Juan me preguntó mientras tanto si también me lo había templado a él y le contesté afirmativamente. Desde ese momento, ellos dos estaban con el conocimiento de que nuestras relaciones sexuales eran completas, con penetración oral y anal. Eso facilitó mucho las cosa en adelante, pero ya lo veremos en otra ocasión.
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