Tres amigos (3 años después)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Cuentero.
A veces me pregunto si es por casualidad o las cosas suceden por alguna causa desconocida. Años atrás tuve durante mucho tiempo relaciones sexuales con un amigo mucho mayor y aunque éramos tres jovencitos los que participábamos de aquello, nunca lo hice con ellos, solamente con Raúl, que así se llamaba. Luego me casé, tuve un hijo y por tiempos me distanciaba de él, pero luego volvía a caer en su juego. Todo siguió así hasta que se fue de Cuba y me prometí no tener más relaciones homosexuales en mi vida. Pasó el tiempo, me divorcié y aunque a veces lograba estar con alguna que otra mujer, no me era fácil encontrar con quien y no involucrarme sentimentalmente con ella, pues pensaba abandonar también el país y no quería dejar eso detrás.
Yo siempre he sido bastante adicto al sexo, así que cuando no tenía mujer, tenía que estar a "dieta de caballo", es decir, a paja y agua. Un día, estando en mi casa (vivía con mi mamá, como es normal en Cuba pues no hay casas disponibles), estaba conversando de pie con un jovencito de 16 años que venía a la casa jugar ajedrez conmigo (es bueno en eso el chiquillo) y uno de mis sobrinos que tenía 9 años y es bien inquieto, pasó corriendo tras de mí tratando de que uno de sus amiguitos no lo alcanzara y me chocó y me fui hacia adelante, tropecé con un banquito que estaba entre el jovencito y yo y para no caerme de aguanté de Ricardo (así se llama el jovencito) pero uno de los sitios que alcancé a agarrar fue su sexo.
Lo solté rápidamente y en eso el otro niño también chocó y me vuelve a tumbar (estaba tratando de recuperar el equilibrio del primer choque) y me vuelvo a agarrar de su pene, que noté había crecido en ese breve instante entre uno y otro choque. Le pedí disculpas, ví que se había puesto rojo pero su pene seguía endureciéndose y rápidamente se sentó para que no se le viera, pero yo ya me había dado cuenta de lo que ocurría. También me senté y continuamos conversando de cosas banales, pero a cada rato yo, como si no tuviera importancia, lo ponía la mano sobre una rodilla y hacía que su respiración se agitara. Había cerrado las piernas para mantener su erguido miembro contenido entre sus muslos. Luego fui a buscar el juego de ajedrez y jugamos una partida, la cual gané fácilmente pues evidentemente él no se podía concentrar en el juego. Entonces me levanté, recogía tablero y piezas y los fui a guardar, momento que aprovechó mi amiguito en salir de la casa. Supongo para que yo no viera que tenía la picha parada.
Comencé esta historia hablando de el por qué suceden las cosas, porque precisamente con toques aparentemente inocentes, comenzaron mis relaciones con Raúl en una azotea, mirando por un telescopio los anillos de Saturno junto con mis dos mejores amigos: Juan y Santiago. Cada vez que íbamos a mirar, había que hacer correcciones al instrumento y Raúl aprovechaba para tocarnos el miembro de forma "casual", logrando que tuviéramos fuertes erecciones, lo que quedaba bastante oculto por la oscuridad del lugar, pero hizo que en un momento en que mis amigos estaban mirando el paisaje de la ciudad, tras unos buenos apretones a mi endurecida pinga, hizo que eyaculara como un toro dentro de mi ropa, a pesar que siempre tuve ojos para las mujeres y miraba muy mal a los homosexuales.
Y continuando con mi relato, aquella reacción de Ricardo (tres años después de irse Raúl de Cuba) hizo que mis propósitos de no tener jamás relaciones con otra persona de mi mismo sexo, impulsado por el "atraso" que tenía, me hicieron caer de nuevo en ese tipo de sexo.
A la noche siguiente, volvió Ricardo como las anteriores, a jugar un poco de ajedrez. Busqué el tablero y las piezas y las coloqué en la mesa del comedor, pero en una esquina de la misma, de tal forma que al sentarme yo de frente a la puerta de la sala, podía vigilar si mi mamá, que sentada frente a la tele, miraba una novela, entraba al comedor a buscar un vaso de agua del refrigerador o cualquier otra cosa. Nos pusimos a jugar y con una de mis piernas, tocaba y rozaba constantemente una de las de mi joven amigo. Sus orejas se fueron poniendo rojas y me lanzaba miradas interrogantes, pero yo como si nada más estuviera concentrado en las piezas colocadas sobre las 64 casillas. Cosa de 10 minutos después, "el apagón", se fue la corriente como es habitual en Cuba. Inmediatamente mi mamá me gritó que se iba a terminar de ver la novela en la casa de Ricardo, que, a pesar de estar a solo dos cuadras de la nuestra, es de otro circuito y generalmente si se iba en uno, no se iba en el otro. Yo me levanté y al hacerlo pasé mi mano por el interior de uno de los muslos del jovencito, hasta llegar a su endurecida tranca, dándole un breve apretón y saliendo a la sala para decirle a mi mamá que no había problema.
Ella salió casi corriendo y yo cerré la puerta de entrada, regresando al comedor, donde estaba aún sentado mi asombrado amiguito. Me paré junto a él y le dije que parecía que tendríamos que cambiar de juego, porque al ajedrez no podíamos hacerlo, porque la oscuridad era casi completa. Diciendo esto me pegué a él, colocándole mi también endurecido miembro en uno de sus brazos, moviéndome lentamente de un lado a otro para que sintiera bien que yo también estaba más que excitado. El chiquillo se dejaba hacer y al rato me preguntó qué podíamos hacer con tanta oscuridad y yo le dije que podíamos mirar las estrellas.
Diciendo y haciendo, caminé a la puerta de daba al patio y lo invité a que me acompañara, pues el cielo estaba sin Luna ni nubes y se veía perfectamente la Vía Láctea. Él salió y poniéndome detrás suyo, le puse la picha entre sus nalgas y pasando mis manos por sus costados, comencé a acariciar su erguida picha. Poco después sentí como sufría varios espasmos en su miembro y noté que se había venido abundantemente en su calzoncillo. Le dije que se esperara un momento y entrando a la casa tomé mi toalla y abriéndole la portañuela sequé todo lo que pude el semen que se extendía por su prenda interior, para evitar que se manchara su pantalón como me ocurrió a mí la primera vez que Raúl me hiciera una paja por sobre la ropa.
El chiquillo estaba encantado, no solo por las caricias que le había hecho primero, sino porque para limpiarlo le saqué el rabo del pantalón y se lo dejé bien limpiecito y volvió a eyacular mientras le manipulaba su bastante crecida pinga, que en ningún momento perdió su rigidez. Todo esto ocurrió sin que entre nosotros mediara una sola palabra. Luego le tomé una de sus manos y la atraje a mi picha. Al principio hacía algún esfuerzo por no tocarla, pero al rato me la apretaba y acariciaba como yo le había hecho. Cuando sentí que estaba a punto de acabar, me bajé el short que tenía puesto y se la puse en sus frías manos, pues aunque hacía bastante calor, los nervios lo tenían medio tembloroso, pero no dudó y comenzó a darle para adelante y atrás con una mano mientras con la otra me acariciaba el glande, hasta que varios fuertes chorros de leche embarraban completamente sus manos. Le dí la toalla y se aplicó a dejármela limpia como yo había hecho con él, y aunque yo seguía con una bien fuerte erección, no volví a venirme.
Estuvimos en el patio un buen rato mientras yo le hablaba de la belleza del firmamento y de que era una lástima no tener un telescopio para admirar mejor el cielo. Todo ello para justificar de cierta manera el estar el patio de noche y solos. Un rato después le dije que fuéramos para el portal, pensando que mi mamá podía volver en cualquier momento y se extrañaría de que estuviéramos adentro. Sacamos un par de sillas y estuvimos allí conversando de cosas intrascendentes hasta que decidió irse, pidiéndome que al otro día fuera a su casa para otro partido. Entonces le dije que me esperara un momento, que lo iba a acompañar para regresar cuando mi mamá viniera, así que entré las sillas, tomé la llave de la puerta de entrada y fuimos para su casa.
La noche siguiente, y sabiendo que el tocaba el apagón al otro circuito, fui temprano para su casa, donde montamos las piezas sobre el tablero y comenzamos un nuevo juego, sobre todo de las caricias bajo la mesa. Como a la media hora, llegó el conocido y hasta ese momento aborrecido apagón y ahora fue su mamá la que salió disparada para mi casa, pues ya la novela había comenzado y no quería perderse nada. No más salió su madre de la casa, cuando Ricardo fue a verificar si la puerta había quedado bien cerrada. Cuando regresó al comedor, yo seguía sentado e hizo lo mismo que yo le había hecho la noche anterior, me pegó su durísimo miembro y entonces le bajé el short que tenía puesto y me lo metí casi completo en la boca. Cuando sintió esto, un fuerte quejido se escapó de sus labios y yo comencé a meterla y sacarla de mi boca para darle todo el placer que fuera posible,
Mi amiguito se retorcía de placer y en cosa de un minuto sentí que mi boca se llenaba del líquido que soltaba su enfurecido miembro, mientras fuertes contracciones hacían que se hinchara y se pusiera más duro cada vez que ocurría. Cuando sentí que terminó, fui a tientas hasta el baño y escupí todo lo que me había echado, me enjuagué bien la boca y fui hacia donde estaba. Imaginándose lo que vendría a continuación, lo encontré sentado y sus manos buscaron mi duro miembro, Lo acarició un poco y como con miedo, fue tocándolo con los labio, la lengua y luego se metió la cabeza en la boca, la sacó y sentí como se saboreaba a ver si sabía mal, pero desde niño he tenido contraído el prepucio y no cubre mi glande, así que puedo decir que nunca tiene mal olor o sabor. Cuando comprobó esto, se fue entusiasmando y cada vez se la metía más profundamente.
Yo no me movía, dejando que fuera él quien hiciera lo que quisiera. No sé cuanto estuvo mamandola, besándola, metiéndola y sacándola de su ya golosa boca. Y de repente, sentí la inevitabilidad del orgasmo, le aguanté la cabeza para pagarle con su misma moneda y me vine descomunalmente. El chiquillo no hizo ningún intento de sacársela de la boca, por el contrario, cuando sintió el espeso líquido que salía de mi pinga, chupó con más desenfreno, mientras fuertes quejidos eran proferidos por mí, pidiéndole que siguiera así, que me tenía loco. Cuando terminé de eyacular, se tragó toda mi leche y me dijo que le había gustado mucho su sabor y que quería que yo se la volviera a mamar, pues le había encantado y como la tenía todavía muy dura, me puse a la obra, demorándome ahora mucho más, a pesar de que puse todo mi empeño en que se viniera rápidamente, pero como hacía tan poco que lo había hecho, tuve que esforzarme bastante para lograr su segunda eyaculación. Entonces nos lavamos y después de conversar un rato en el portal, me fui para mi casa.
Los dos días siguientes, para alegría de todos los habitantes del barrio (y desdicha nuestra), no hubo apagón en ninguno de los circuitos donde estaban nuestras casas, así que tuvimos que dedicarnos a jugar ajedrez y toquetearnos por debajo de la mesa, para luego pajearnos en solitario. Los sábados y domingo duermo hasta el medio día y ese sábado mi madre salió bien temprano en la mañana para casa de una hermana que vive en una ciudad cercana, diciéndome que posiblemente no regresaría hasta el domingo, pues mi tía estaba enferma y no tenía quien la ayudara con los menesteres de la casa. Cerca de las 10 de la mañana, tocaron a la puerta insistentemente hasta que me desperté y era mi amiguito que venía porque vio cuando mi madre pasó frente a su casa, así que esperó casi tres horas y fue a despertarme para "echar algunos partidos de ajedrez".
Me sorprendió su llegada, pues no lo esperaba, y cuando le pregunté me dijo que había visto a mi mamá y le había contado a la suya que iba para casa de su hermana, así que sabía que yo estaba solo y se demoró porque sabía que los sábados yo dormía la mañana. así que fui al baño, oriné, me lavé mi ya endurecido rabo, me tomé un poco de leche que mi mamá me había dejado preparada y en vez de sacar el tablero, lo invité a ir al cuarto. Una vez allí, me quité el calzoncillo con que dormía y sentándome en la cama, comencé a desvestirlo. Le quité el short que vestía y mientras lo hacía le daba suaves mordidas a su picha a través de la tela, cosa que le encantó. Se quité tenis y medias, le saqué el pulóver por sobre la cabeza y comencé a acariciarle sus nalgas sin quitarle su última prenda de ropa. Estuve así un rato hasta que él mismo se sacó esa pieza, brindándome su rica pinga. Se la estuve chupando un ratico y luego, tomándolo por los hombros, lo hice acostarse en la cama, donde había colocado extendida mi toalla, colocándome en posición de 69. No tuve que pedirle nada, pues en cuanto vio lo que tenía delante de su cara, se la metió en la boca todo lo que pudo, comenzando a arquear, pero sin sacársela. Yo le pasaba la lengua por sus huevos, y el periné, lo que le provocaba que los pelitos de sus piernas se erizaran al sentir mi lengua.
Chupaba su brillante glande, le daba besos, en fin, que lo tenía completamente loco, y él seguía con mi morronga metida hasta la garganta. Comencé a acariciarle el culito y echaba las nalgas hacia atrás para que me fuera más fácil. Entonces comencé a lamerle su huequito y ahí fue la locura. Me soltó la pinga y se retorcía, abriendo sus piernas para que mi lengua penetrara lo más hondo posible. Parecía un poseído. Su respiración era súper agitada, sus quejidos eran tan fuertes que tenía que taparle la boca no fuera a ser que los vecinos pudieran oír algo. Entonces me puse un poco de crema en un dedo y le metí la punta del mismo y me pidió que se lo metiera más hondo. Se lo saqué y comenzó a protestar, pero me embarré otro y entonces le metí dos a la vez. Eso le gustó mucho más y yo comencé a girarlos de forma que le fuera ampliando su hueco trasero. Después de un buen rato en esa dilatación, lo puse boca abajo, me unté abundante crema en mi tieso miembro y se lo coloqué justo en el medio de sus nalgas, tocando su hambriento culito. Al sentir que tenía algo tocándole esa parte, se movía y me pedía que lo penetrara otra vez, aunque ahora era algo bastante más grueso y largo que mis dedos. Le metí un pedacito de la cabeza y comenzó a bufar como un toro, pero sin intentar huir de lo que lo penetraba. Se la saqué y volví a la carga, metiéndosela como hasta la mitad del glande. Se la saque de nuevo y ahora comencé a empujar hasta que entró toda la cabeza. Se quejaba y se veía que le dolía, pero seguía pidiendo que le diera más y más. Yo con miedo a lastimarlo, pero dispuesto a hacer lo que intentaba, seguía metiéndosela cada vez un poco más profundo, deteniéndome, haciendo un poco de vaivén en mete y saca y continuaba mi penetración.
Él cada vez se quejaba menos a pesar de tener cada vez más dentro de sí mi trozo de carne hinchada. Mientras me lo templaba por primera vez, recordaba lo que me había enseñado Raúl cuando me inició y pensando que este chiquillo se había metido más fácilmente mi pinga, que yo la de mi antiguo amigo, a pesar de tenerla más grande que él, aunque de grosor eran bastante parecidas. Por fin se la metí completa y me levanté sobre mis brazos para darle libertad de movimiento. Sus nalgas subían y bajaban, haciendo que mi picha penetrara y saliera a su antojo. Estuvimos en esa posición bastante rato, hasta que me dijo que quería probar algo que había visto en una película y aunque era una mujer la que lo hacía, él quería imitar esa posición. Así que me hizo acostar boca arriba, con lo cual mi miembro parecía un cohete a punto de despegar y él, poniéndose a horcajadas sobre mí, comenzó a metérsela hasta el fondo, levantándose a medias y volviendo a dejarse caer para sentir como lo penetraba. Como es natural, ya yo no aguantaba más y le pedí que se moviera más rápido y cuando lo hizo, de su pinga salieron varios chorros de leche que cayeron sobre mi pecho y cara y a la misma vez también yo le llenaba su interior con chorros que salían de mi picha, la cual se hinchaba un poco cada vez que disparaba a su caliente interior. Después, y sin sacársela, se fue acostando sobre mí, hasta que por la posición, su culo quedó chorreando semen, igual que mi aún endurecido miembro que se había salido de esa deliciosa cueva. Nos levantamos y fuimos al baño a lavarnos y para nuestra sorpresa, había agua en la ducha, por lo que nos bañamos y nos fuimos a acostar. Yo me puse boca arriba y él se acurrucó a mí, colocando su cabeza sobre une de mis brazos y se quedó dormido.
Al rato, yo saqué mi brazo de debajo de su cabeza y me puse como siempre duermo, en posición fetal y de espaldas al jovencito y enseguida me dormí. Desperté no sé cuanto tiempo después sintiendo una deliciosa sensación casi olvidada, es que mi amiguito aprendió pronto la lección y aprovechando mi posición me lamía el culo y yo respondí a esa inesperada caricia pegando bien los muslos a mi pecho, para darle libertad de acción a ese magnífico aprendiz. Estuve varios minutos disfrutando aquella lengua que iba ganando en experiencia y tomando el pote de crema, me separé de él, me puse bastante en mi orificio trasero, metiendo el dedo bastante para ampliarlo un poco y colocándole una buena cantidad en su durísimo tronco. Sin decir una palabra, me puse en posición de perrito y el chiquillo reaccionó al instante, colocándose a mi espalda y tomándome por las caderas puso su cabeza en mi culo y de un solo golpe me la metió hasta el fondo. Se me escapó un grito, pues hacía tres años que no me metía nada por detrás, pues luego de su salida del país me prometí no volver a repetir eso.
Traté de huir de aquella dura picha que me penetraba, pero Ricardo me había tomado por los muslos y me apretaba a sí, y mientras más trataba de alejarme, más fuerte me apretaba él. Decidí entonces que aquello sería inolvidable para mi amiguito y comencé a mover mis caderas suavemente, girando la cara hacia él y diciéndole que era mi macho, que me gustaba, etc. Esto hizo que comenzara un violento bamboleo y terminó viniéndose dentro de mí. Yo sentía cada contracción de su duro miembro y puse mi pecho sobre la cama para que mis nalgas quedaran lo más altas posible y le dieran una mayor penetración y gusto. Así estuvo un rato hasta que su miembro comenzó a ponerse fláccido y se salió. Entonces me viré hacia él con mi pinga como un cañón antiaéreo y le dije -ahora me toca a mí. Le pedí que se pusiera boca arriba y que abriera y subiera sus piernas.
Le puse abundante lubricante y me embadurné yo también mi engrosado tolete y me fui acercando lentamente a él, caminando sobre mis rodillas y colocando mi miembro frente a su culito, lo fui penetrando lentamente, pero sin pausa. Cuando se la metí completa y sentía mis huevos chocando contra sus nalgas, le dije que pasara sus piernas tras mi espalda y tirándome sobre él, comencé a besarlo en la boca. Eso jamás se lo permití a Raúl, aunque siempre intentó hacerlo. Tampoco se la mamaba mucho rato, pues me daba muchísimo asco sentir el líquido pre seminal en mi boca y mucho menos permitir que eyaculara en mi boca. Nada, que parece que los mismos sentimientos que sentía él, un adulto hacia mí, (que era al inicio un menor de edad), los sentía yo por aquel loco chiquillo. Seguí con lentos movimientos, a los que él respondía con otros iguales pero opuestos, logrando metérsela hasta lo más profundo. Poco a poco fui aumentando el ritmo de mete y saca, cada ver eran más violentas las arremetídas que le hacía. La cama chirriaba como si fuera a desarmarse y entonces yo también eyaculé dentro de él, sintiendo que era ahora mi picha la que sufría "espasmos" al salir aquel líquido espeso y caliente para llenar sus entrañas. Cuando terminé de venirme, una gran tranquilidad se fue apoderando de mí, me fui acostando sobre la cama y luego de un rato, se la saqué poquito a poquito, para que hasta en ese momento, sintiera sensaciones agradables, pues no perdí la erección hasta mucho después de habernos lavado.
Estos encuentros, de ahí en adelante solo nocturnos cuando fallaba la electricidad, se repitieron casi todas las noches, hasta que unos dos meses después, me llegó la salida del país y me alejé de aquel chiquillo con los que pasé momentos inolvidables
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