Tres amigos 4
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Ya solamente faltaba Oscar en tener relaciones anales, pero él era diferente a los otros dos, quizás un poco más tímido, tal vez porque no era tan exhibicionista como los otros dos, la cosa es que no podía pasar de marmársela un rato y él solamente un poquito a mí, pues era (y es) extremadamente higiénico, así que siempre antes de meterse la picha en la boca, trataba de limpiarla lo mejor posible, que no tuviera ni una gotica de líquido preseminal, y entre paréntesis, yo tengo una superproducción de ese producto, por lo que en cuanto me caliento, se me humedece la cabeza de la tranca casi por completo.
Él solamente chupa un ratico y en cuento siente algo de líquido diferente de su saliva en la boca, suspende la mamadera, así que tenía que conformarme con mamar su pinga para mantenerlo a tono con los otros dos. Pero sus dos amigos no son como él, y cuando un día estando los tres le dije a uno de ellos que me acompañara al cuarto, vino conmigo sin dificultades, dejando a Oscar y Juan jugando en una de las PC. Un vez adentro, nos desnudamos y comenzamos a hacer un 69 y luego de un rato, comenzamos a templar y yo tratando de no venirme, así que cuando Santiago me pidió que le hiciera una buena paja, pasé mi mano por sobre su costado y comencé a darle hacia arriba y hacia abajo a su bien recto rabo (creo que si se le pone una regla a lo largo, no quedaría ni un espacio entre la carne y el material del instrumento) mientras yo me movía a un ritmo que no iba a hacer que me viniera. Por fin logré que eyaculara y después de un rato se la saqué. Él fue a lavarse al baño y luego fui yo a limpiarme bien la picha.
Entonces le hice señas a Juan y vino para el cuarto, mientras Oscar se quedaba jugando entonces con Santiago. Como siempre, comenzamos a mamarnos, pero sobre todo yo disfrutando de la "especialidad de mi joven amigo", pues realmente sentaba cátedra en eso de mamar. Si por mí fuera, me dejaría llevar por las sensaciones y siempre dejaría que me mamara hasta venirme, pero ese no era el propósito, sino disfrutar los dos todo lo posible. Todavía hoy, muchos años después, sigo recordando con deseo esos carnosos y pulposos labios Esta vez me senté en la cama y él se sentó sobre mí, después de ponerme y ponerse crema para que le entrara sin dificultad. Pasó sus piernas por mi espalda, doblándolas y pegándose todo lo que podía. Así estuvimos un buen rato y luego comencé a pajearlo y le dije que no me iba a venir dentro de él, pues quería ver si Oscar estaba dispuesto a entrar también al cuarto, con lo cual estuvo de acuerdo, pues también quería que su otro amigo entrara en la singadera (según sus propias palabras). Cuando terminamos, él se fue para la computadora, yo fui a lavarme de nuevo y regresé al cuarto, pues le había dicho a Juan le transmitiera a Oscar mis deseos de que viniera un rato él también al cuarto.
Al poco rato, se apareció bastante apenado, yo no hablé, simplemente cerré la puerta y lo llevé hasta el borde de la cama, allí comencé a tocarle su miembro a través de la ropa y vi que inmediatamente se ponía erecto, así que le abrí la portañuela, se lo saqué y comencé a mamarlo con mucha delicadeza. Mientras hacía esto, me fui quitando la ropa hasta que quedé desnudo completamente y entonces comencé a quitársela a él, primero los pantalones y el calzoncillo, luego el pullover, los zapatos y medias, y todo esto sin soltar de mi boca su más que tieso rabo, que por cierto tiene una curva hacia la derecha, lo cual lo hace bien especial. Una vez sin ropa, comencé a pasarle las manos por sus peludas nalgas, pues a diferencia de los otros dos, tiene una cantidad de pelos muy negros de la cintura para abajo que es increíble. Para no asustarlo, le pasé después de un buen tiempo, los dedos por la raja, pero sin detenerme en su huequito. Un rato después, me levanté y lo senté a él en el borde de la cama y le presenté mi miembro, él como siempre, le pasó bien la mano hasta dejarlo bien seco y entonces comenzó a mamar, pero con cierto asco (igual que siempre).
Estuvo así un rato y entonces me acosté y le pedí a él que también lo hiciera y poniéndome para sus pies, comencé a mamársela, acercándole mi miembro a su cara, pero se negaba a hacer el sesenta y nueve. Entonces comencé a acariciarle suavemente su culito y como no protestaba, le puse un poquito de crema y le fui introduciendo el dedo poquito a poquito, se lo metía, se lo sacaba, se lo volvía a meter tratando de que entrara un poco más profundo y todo esto sin dejar de pasar mi lengua por sus huevos, por besar su endurecido y brilloso glande, por acariciar con la lengua su frenillo, en fin, haciendo todo lo posible por ponerlo bien deseoso, metiéndomela hasta donde no podía, lo que me producía fuertes arcadas. Entonces me senté, me puse bastante crema en la cabeza de la picha y le pedí, más con los movimientos que le hacía con las manos que con la voz, a que se pusiera en cuatro patas en la cama. Me puse de rodillas detrás de él y se la presenté, pero sin intentar metérsela, solamente pasándola de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba a todo lo largo de su raja. De vez en cuando me detenía en su culito y le hacía un poquito de presión para irlo abriendo un poquito.
Con este juego, se fue desesperando y poco a poco fue bajando sus brazos hasta quedar apoyado en los codos, con lo que me quedaban sus nalgas bien altas y el huequito bien abierto. Además le acariciaba los costados, con lo que se erizaba todo y se echaba hacia un lado y el otro como huyendo de las sensaciones que le producía esto. Entonces comencé en serio a tratar de penetrarlo, pero me costaba bastante trabajo, pues era bien cerradito. De todas maneras, y como ya él se había decidido a que se la metiera, aguantó sin quejas lo que le hacía. Una vez que la cabeza le entró, todo fue más fácil, pues lo que tengo más ancho en mi miembro es la punta, así que una vez que entra, prácticamente ya todo está hecho. De todas maneras, se la saqué y lo dejé descansar un rato, pero sin dejar de acariciarle su bien parada pinga y pasándole la mía de nuevo hacia arriba y hacia abajo por entre sus nalgas. Comenzaba de nuevo, se la metía otro ratico y entonces profundizaba más, de manera que una vez que tenía la mitad adentro, se puede decir que ya no había más que hacer. Él comenzó a mover sus caderas (lo cual hace de una manera deliciosa) y mi pinga fue penetrándolo poco a poco hasta que logré que mi pelvis tocara sus nalgas.
Me incliné sobre él, y se pasaba la cara por la espalda, y los pelos de la cara sin afeitar desde dos días antes, hacían que se sintiera aún más excitado. Entonces y sin previo aviso, me vine, no pude hacer nada para evitarlo. Fue algo que empañó un poco aquel momento, pues con lo higiénico que es supuse que no le gustaría estar con el culo chorreando leche, eso era lo menos que yo quería, pero ciertamente me sorprendió mi venida. Seguí masturbándolo, pero él me quitó mi mano y terminó él mismo de hacerse la paja. Entonces nos levantamos, y se fue hacia al baño a lavarse. Yo me limpié como pude y luego que él salió, entré yo para lavarme definitivamente esa noche.
Así fue que se completó el que se la metiera a los tres amigos, que antes de conocerme estoy seguro que nunca les pasó por la mente que alguna vez estarían teniendo relaciones sexuales con un hombre en vez de hacerlo con mujeres, pues a los tres siempre les gustaron las del sexo opuesto. Como dije antes, nuestras relaciones continuaron hasta hace cosa de tres años, aunque desde muchos antes, solamente las tuve con Oscar.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!