Un argentino en Lisboa. Primera conversación.
Conversando con un amigo, resulta evidente que a mis 31 años soy dueño de los recuerdos de una vida sexual intensa, de seducción y erotismo. Desde mis primeras experiencias con chicas a mi predilección por caer en brazos de hombres guapos y jóvenes. .
El erotismo me ha acompañado desde mis primeros momentos de la pubertad hasta hoy. Posiblemente por empecinarme en él, descuide el amor. O no me esmeré por el que alguna de esas tantas relaciones que tuve, me diera la persona con la que quiera pasar mi vida, con la que compartiera de manera exclusiva la cama, sin sentir la necesidad de buscar a nadie más, con la que formara también una familia, con la que envejecer y proyectar, con la que compartir momentos maravillosos como el de reír en la privacidad, por cosas cotidianas, por tonterías, sin esperar que nadie más comparta el cuadro cómico. Cosas de dos, de nosotros nada más. Al día de hoy, al hablarte de esto querido amigo, con mis 31 años me replanteo toda esta cuestión.
Aquí en Lisboa me siento a gusto. Me pagan muy bien como docente universitario y tengo además, unas cuantas horas de enseñanza en los ciclos tercero y preuniversitario de un colegio que está cerca de casa. Extraño, claro, a mi amada Misiones, pero con la situación tan mala y crónica que tiene Argentina no pienso volverme. Aquí estoy bien. En ese sentido, por lo menos estoy bien. Agradezco que me confíes todo lo que has vivido en estos años que perdimos el contacto. Tengo mucho de lo cual descargarme de mi relación actual con Nahuel. Siento que nos amamos, por eso me parece que ambos estamos sufriendo. Sin embargo los dos somos culpables de muchos errores que impidieron que se formara un vínculo estrecho y fuerte. Deberíamos mirar hacia atrás, partir desde los inicios, y ver de reparar el daño que dejamos que causarán. No sé si eso todavía sirva. Quizás sea demasiado tarde… Más adelante te hablaré de todo ello, parte de lo cual posiblemente tú conozcas. A él laboralmente también le va muy bien. Trabaja como productor en el canal principal de Portugal, y es conductor en un programa periodístico de los sábados a la noche.
Así como lo haces conmigo, te contaré sin tapujos. Además no tenemos por qué inhibirnos. Si bien lo nuestro fue muy fugaz, la línea igual la cruzamos. Creo que a todos les debe pasar eso de que si has follado con alguien queda esa confianza.
Me considero un bendecido por la genética. Me ha facilitado el conseguir con quien liar. Sea esta una chica o un chico. Mi tez clara, ojos azules y cabello castaño oscuro llamaron la atención desde los inicios de la pubertad. Mi primera relación fue con una chica. Me la chupo simplemente. Unos pocos días después follamos. Aunque salí con ella unos meses, al mes le fui infiel con un amigo de ambos. Aquella vez no me anime a que me penetrara, sin embargo lo disfrute mucho más que cualquiera de los polvos que me había echado antes. Así fui descubriendo que lo que más me tiraba eran los chicos. Eso ocurrió a temprana edad. Al mismo tiempo las chicas me buscaban y yo me dejaba. Me sentía cómodo en el juego de la seducción y no había dificultad al momento de que se me pusiera dura. Lo que he valorado de mi sexualidad es eso, que me gusten los tipos no ha quitado mi masculinidad. Volviendo a mi primera experiencia homosexual, lo cierto es que nunca había visto a ningún tipo desnudo. Así que me calentó mucho ver la pija peluda y algo gruesa de mi compañero, quien era apenas algo mayor que yo. No me gustó tanto el chupársela pero era lo que él me pidió. Hizo lo mismo con la mía. Quiso metérmela, lo intento, pero apenas metió la cabeza, me dolió mucho y ya no quise. Además ambos no teníamos experiencia, y ese día ninguno de los dos traía forro, lo que hubiera ayudado a lubricar su hermoso miembro juvenil. Hubo otra oportunidad en que volvimos a “follar”, sin embargo, solo nos masturbamos y acariciamos. Después ya no tuvimos más relación. Aquello habían sido solo momentos de calentura para él. Un tiempo después se puso de novio y ya ni me hablaba aunque nos veíamos casi todos los días. Los demás no entendían que ya no fuéramos amigos. Tengo una foto que guardo de él y que tome unos días después de nuestra primera intimidad. Y otra de él con su pija dura. Esa la tomó él mismo y me la regalo. Cuando la miro siento el deseo que nunca se concretó, sentirla dentro. Por alguna razón no se dio. Pero estoy seguro que él también se quedó con las ganas… digo esto porque varias veces lo descubrí mirándome con lascivia, hasta incluso, no sé si al propósito o porque realmente le calentaba, se agarraba ligeramente la pija por encima del pantalón. Mi familia y mis amigos, ninguno sospechaba que mi orientación fuera más allá de la heterosexualidad. Mi noviazgo corto había sido público, y es verdad también que fueron muchos los polvos que me di con aquella chica. Las hormonas de la pubertad me podían, como quizás le habían podido a este examigo.
Paso un año. Tuve mientras tanto sexo esporádico con otras cuatro chicas. Pero no me sentía sexualmente completo. Algo se había despertado en mí desde que había tocado aquella verga. Pasaba ante mí un chico lindo y era inevitable que le mirara el bulto. En ningún momento recurrí a internet para alimentar aquello. Mis amigos, sin embargo, sí lo hacían para alimentar sus deseos. Entonces coincidí en un cumpleaños con el primo de un amigo. Este estaba de vacaciones. Era verano. Había venido de Santa Fe. Tal vez sea por eso, por estar lejos de su entorno cotidiano, que él se animará a lo que paso entre nosotros. Agustín tenía 23 años. De estatura similar a la mía, metro setenta y cinco tirando a 80. Sí, era guapo. Delgado atlético. Rubio oscuro, casi castaño. Maduro sin duda para un adolescente de casi 16 años. Sin dilemas hormonales, supongo. Algo observo en mí, que le hizo creer que podía follarme, lo que quiso desde un principio. La celebración había sido en un entorno rural, una gran casona, un hermoso parque iluminado que hacían de aquella noche un recuerdo imborrable. Muchos jóvenes se distribuían en ese espacio abierto cubierto de césped. Aquel día no había adultos, sí música, y muchas ganas de divertirnos. En ese tiempo me estaba viendo con una chica que ese día no había ido a la fiesta. Y aunque tampoco era algo formal y casi que en público lo disimulábamos, me sentía un poco desconectado. Este chico se me acerco. Ya sabía quién era, se lo había escuchado decir a alguien. Me ofreció de lo que estaba tomando. Acepte la jarra y nos pusimos a conversar entre medio de todos esos adolescentes que bailaban o iban y venían, ya algo borrachos. Mas hablábamos y más me sentía a gusto, y sin detenerme a pensarlo, la tensión sexual se iba incrementando. Él se mostraba muy extrovertido y me resultaba seductor. Me miraba fijamente. No me quitaba la mirada, como si me estuviera examinando. Encendió un cigarrillo y me lo ofreció para que diera una pitada. No pude negarme. Trate de que no se notará que fumar no era lo mío. Se lo devolví y mientras él recibía de nuevo de mi mano el cigarro, sonrió. Quizá dándose cuenta que no le estaba poniendo resistencia, que me tenía en su poder. Y noté que a la vez miraba mis labios. Hubo un silencio en la conversación. Inmediatamente murmuro algo como “vamos” e hizo el gesto con la cabeza. Le seguí. Entramos a la casona. Siguió por un pasillo largo, yo iba por detrás. Por allí no había jóvenes. Varios estaban en el living y en la cocina. Se los oía conversar en voz alta. Pero ese griterío se fue apagando mientras nos alejábamos, al igual que lo hacia la iluminación. Las penumbras dominaban por sobre lo las pocas lámparas encendidas. Sin que me lo esperara se detuvo, dio medio giro, me tomó del cuello con una de sus manos y me besó. No mostré resistencia. Su otra mano me la llevó a los genitales. No había duda de que era lo que quería. Entramos a una habitación. Cerró con llave y dejó la tenue luz de un velador. Nos desnudamos sin decir una sola palabra, nos sentíamos muy excitados y eso se notaba en la respiración. Nos besamos con fogosidad. Le besé su cuello, su pecho, su ombligo, por encima de su vello púbico, sus testículos… pero preferí no chupársela. No es algo que me caliente hacerlo. Varias veces me lo han hecho a mí, y me calienta. Sin embargo, a quienes les he concedido eso y muy de vez en cuando han sido mi actual pareja y a Mariano, quien ha sido mi amante por unos cuantos años.
Tras las caricias y los besos comenzó a controlar mi cuerpo, jugando con su pija en mis glúteos. La refregaba por en medio de ellos. La tenia distinta a mi amigo. Estando erecta se curvaba hacia arriba y era más gruesa. Con el tiempo y después de conocer la pija de muchos hombres, entiendo que fue la menos apropiada para que se me cogiera por primera vez. Agustín no se iba a conformar con caricias. Buscó en su billetera un preservativo que venía con un sachet de lubricante y se lo puso. Unto en sus dedos algo de ese aceite y me los introdujo. Uno primero, luego dos, luego tres y hasta creo que llegó a meterme cuatro. Yo estaba muy caliente, pero no me era indiferente el dolor que me estaba generando. Igual ya estaba dispuesto a que me la metiera. Si quería que fuera completa, que lo hiciera. Quería ser suyo. Que me dominara y me tratara como su putita. Mi posición de boca abajo, con las piernas abiertas y mis gemidos apagados manifestaban mi entrega. No tardé en sentir su verga entrando. El dolor me era casi insoportable, pero confiaba en aquel muchacho de experiencia. Lo notaba en la forma en que me controlaba. Quizás no fuera la primera vez que se lo hacía a otro chico, o bien ya antes la habido metido por atrás a sus novias. Sin ser brusco me la metió toda. Sentí su pelvis peluda apretándose a mis nalgas. Sentí sus testículos calientes, la humedad del lubricante, la tirantez que me provocaba internamente esa hermosa pija. Soporte el dolor hasta que casi paso, y él, al notarlo, hizo que sus movimientos fueron aumentando, haciéndose frenéticos. No tardó en eyacular. Evidentemente estaba muy caliente. Quizás no lo pudo evitar. Me pareció que fue más breve de lo esperado. Como si se sintiera culpable de eso, me giró y sin quitarme la verga de adentro, se arrodillo entre mis piernas dejándome boca arriba. Lo que quería era pajearme para que también volcara. Mi pene estaba semirrecto, mojado por el líquido pre seminal. Y dejé que lo hiciera. Porque no podía ofrecer otra idea. Era mi primera vez. Estaba entregado a él. Me había entregado a él. Él mantenía la erección y eso hizo que me doliera mucho cuando mi ano empezó a contraerse al llegar la eyaculación. Un chorro de semen saltó hasta mi cuello, seguido de otros menos potentes que dejaron gotas blancas y espesas en mi pecho. Cuando todavía eso estaba ocurriendo, instintivamente aleje mi culo de la verga de Agustín, consiguiendo q saliera de mí. Era ya demasiado el dolor. Después de lo cual, y observándome como había quedado exhausto por el orgasmo, sonrió como si con ello quisiera decirme, ¡¿Cómo te dejé? ¿No?!.. Se levantó de la cama y me tiró un rollo de papel para que me limpiara, mientras se quitaba el forro y le hacía un nudo. Observé que también había volcado abundante. El dormitorio tenia baño propio, así que me lavé bien allí. Nos cambiamos y volvimos de nuevo al parque donde continuaba la celebración. Aparentemente nadie había notado nuestra ausencia.
Ese verano se me paso volando. Follé por todo el tiempo que no lo había hecho. Agustín se quedó por dos meses en Posadas. Lo cual aprovechamos bien. Aprendí mucho de sexo con él. Lo hicimos en los lugares más diversos y en todas las posiciones. La última noche juntos, un amigo nos prestó su departamento. En realidad se lo prestó a Agustín sin saber que era conmigo con quien iba a verse. No dormimos. Follamos al inicio de la madrugada y al amanecer. Aquella vez deje que me eyaculara en la boca. Quería probar su semen. Guardármelo hasta en lo más interno. Nos besamos y nos acariciamos mucho. Nos recorrimos cada centímetro de nuestro cuerpo. El mío estaba completamente doblegado a él. Ya no sentía dolor cuando me penetraba. O era poco y pasajero. Intenté no enamorarme de él, a pedido suyo. De su parte era una aventura, una fantasía sexual de la que quería aprovecharse al máximo. Su interés romántico estaba en las chicas, según me expresó. Así que traté de tomármelo así. Algo de adolescentes, de hormonas revueltas. Pero igual nos encantaba el juego de seducirnos, como si después de estar, todo volviera a cero. Al estar con los demás, discretamente nos mirábamos, nos rozábamos, nos tocábamos, conversábamos como si nunca hubiera pasado nada. Eso me enloquecía, como me enloquecía el encontrarnos solos y sentir encenderse con estallido la lujuria, como si corriéramos contra el tiempo, o contra la posibilidad absurda de que nos estuvieran buscando para frustrar nuestro apetito voraz por el otro. Cuando no había riesgo que otros nos escucharan, jadeamos sonoramente. Mis gemidos de placer estallaban en cada embestida suya, o por la cabalgada que yo daba sobre su pelvis. Esa verga gruesa y curvada entrando y saliendo, me conducía a un éxtasis celestial. No parecía que nadie se percatara de lo nuestro. Pasado un tiempo, siendo sabida mi inclinación sexual, amigos de aquella época me dejaron entrever que algo sabían. Que Agustín había llegado a ser muy amigo mío, eso me dijeron una vez. En apariencias eso no era así… No quise indagar. ¿Para qué? Lo pasado, pisado. Daba igual ya. Nunca más nos hablamos. Tampoco nos tenemos de contacto en las redes sociales. Sé que él está casado, que es padre de dos niños y una niña. Conservó los recuerdos, lo conservo inmortalizado en mi mente, como si siguiera perteneciéndole. Además de algunas fotos que quedaron de aquel verano. Sin embargo debo ser sincero. Todo eso es cierto, a no ser por un pequeño instante de la vida en que volvimos a vernos. Un instante comparado a todo lo que habíamos vivido. Hace dos años, 14 años después de aquel verano, me lleve la grata sorpresa de coincidir con él. Estaba visitando a mi familia en Argentina, y tuve que ayudarles a mis padres con unos documentos de propiedad de un departamento que queríamos vender, por lo que me dirigí a la inmobiliaria a la cual mi padre había hablado previamente. Mientras esperábamos ser atendidos, una secretaria nos avisó que nos atendería el gerente de ventas, así que nos hizo pasar a una oficina donde nos sentamos. A los pocos segundos ingreso un hombre pulcramente vestido y de corbata. Pelo corto y barba incipiente y prolija que le cubría buena parte del rostro. Era Agustín… Lo reconocí casi de inmediato. Igual le paso a él. Nos quedamos paralizados por la sorpresa… No sé si mi padre percibió algo. Ahora que lo pienso me digo: Si hubiera sabido mi padre todo lo que había de contenido entre aquel hombre y yo… pero hicimos lo de siempre, simulamos ser desconocidos uno del otro. Fingimos. Desplegamos la farsa de presentarnos. Nos atendió como a cualquier otro, recibimos asesoramiento acerca de la venta; dejamos en sus manos la propiedad y nos despedimos. Sin embargo, cuando estaba por dejar la oficina, Agustín de repente exclamo como quien de pronto le sobreviene una preocupación: disculpe, señor… Ramiro, necesito hablar a solas con usted… me dijo que vive en Europa, ¿cierto?.. Agrego haciendo pausas de por medio, como midiendo las palabras…es algo personal que quiero comentarle, quizás pueda ayudarme… ¿Tendrá unos minutos?… Lo miré asombrado de que eso se atreviera a hacer, después de tanto tiempo, sorprendido de que le siguiera importando… ¿Qué era lo que en verdad quería?.. No quise suponer nada, como siempre suelo hacer. Oí a mi padre decir que aprovecharía para tomarse un café, que le buscará o le llámese al terminar.
Ninguno de los dos nos movimos hasta que mi padre estuvo lo suficientemente lejos. Entonces Agustín avanzó hacia la puerta y la aseguró con llave. Se volvió a mí. Se acercó al punto que percibía su respiración. No había necesidad de decir nada. Me acarició el brazo y empezó a besar mi cuello. Luego buscó mis labios. En ese momento hice un gesto de alejarme, porque pensé en Nahuel. No quería serle infiel. No acostumbraba serlo en aquel tiempo, cuando las cosas entre nosotros estaban bien. Si bien tenía mantenía la relación con Mariano, una relación de amantes, y de lo cual me explayaré más adelante, era algo implícitamente pactado. Mi historia con Nahuel y mi historia con Mariano están unidas. Ninguno de los dos sentía celos por el otro. Incluso alguna que otra vez follaba con ambos a la vez. Pero hice a un lado ese pensamiento y le bese. A partir de allí nos embargó el frenesí. No cogimos por poco, las ganas sobraban. Sino que nos masturbamos mutuamente, aunque al momento él de acabar me puso de espaldas y me la metió solo un poco, con la intención de descargar su leche dentro mío. Aquello había sido totalmente impensado. Al inicio del día me había sentido molesto de perder una mañana en trámites, y en cambio ahora me estaba yendo de esa oficina con mi bóxer mojado en semen, sin mucha dimensión del espacio y tiempo en que me encontraba. No hubo palabras en la despedida. Nos acomodamos la ropa y el cabello; nos dimos un par de besos como necesarios después de tremendo polvo. Tras lo cual Agustín volvió a quedarse en mis recuerdos. CONTINUARÁ.
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