Un campamento lechero p2
En este maravilloso campamento, los momentos del día a día se vuelven inolvidables .
El sol brillaba fuerte sobre el campamento, y el aire estaba lleno de risas y gritos de niños emocionados. Ted, junto con sus amigos Jimmy, Tommy, y Mike, todos con cuerpos gorditos y pechos enormes y pesados, se sentían en su salsa. Sus pechos, grandes y tentadores, se balanceaban mientras caminaban, atrayendo miradas de admiración y deseo. La vida en el campamento era todo lo que habían soñado y más. Cada día traía nuevas aventuras y descubrimientos, y estaban decididos a aprovechar al máximo su estancia.
Después de desayunar, los niños fueron asignados a diversas actividades. Ted, junto con sus amigos, fue enviado a una clase de anatomía, donde aprendieron sobre los diferentes tipos de cuerpos y cómo funcionaban. El instructor, un hombre musculoso y peludo llamado Marcus, les mostró diagramas y modelos, explicando con detalle las funciones de cada órgano y miembro. Los niños escuchaban atentamente, siempre curiosos por aprender más sobre su propio cuerpo y el de los demás. Sus enormes pechos, redondos y firmes, se apretaban contra la mesa mientras tomaban notas, haciendo que su respiración se volviera más pesada y visible. Los pezones, duros y prominentes, se marcaban claramente a través de sus camisetas, atrayendo miradas furtivas de sus compañeros.
Durante el almuerzo, los niños fueron tratados a una deliciosa comida preparada por los cocineros del campamento. Hoy, el menú consistía en sándwiches de pavo rellenos con leche fresca extraída de los cocineros. Los niños devoraron la comida, disfrutando de cada bocado cremoso y sabroso. Después del almuerzo, tuvieron tiempo libre para explorar el campamento y jugar con sus amigos. Ted, Jimmy, Tommy, y Mike, con sus pechos balanceándose bajo sus ajustadas camisetas, corrieron y jugaron, disfrutando de la libertad y la excitación del campamento. Sus pechos, grandes y pesados, se movían con cada paso, atrayendo miradas de deseo de los otros niños y hombres en el campamento.
Ted y sus compañeros de cabaña decidieron explorar el bosque cercano. Mientras caminaban, se toparon con un claro donde varios hombres adultos estaban practicando deportes en ropa interior. Los niños se detuvieron a observar, fascinados por los cuerpos musculosos y sudorosos. Uno de los hombres, notando su presencia, se acercó y les preguntó si querían unirse. Los niños aceptaron encantados y se unieron al juego de fútbol, riendo y corriendo bajo el sol. Ted, Jimmy, Tommy, y Mike, con sus pechos bamboleándose, se movían con una energía y una alegría contagiosas. Sus pechos, grandes y tentadores, se balanceaban con cada movimiento, atrayendo la atención de los hombres adultos.
Estos hombres, sin poder ocultar sus erecciones al ver a los pequeños con sus pechos enormes rebotando, bajaron su ropa interior y comenzaron a masturbarse mientras los niños jugaban. Cuando los pequeños estaban a punto de irse, estos hombres los invitaron a tomar su leche, invitación que no fue negada por Ted y sus amigos. Los niños, curiosos y excitados, se acercaron a los hombres y comenzaron a chupar y lamer las vergas duras, saboreando la mezcla de sudor y pre-semen. Los hombres gemían de placer, sus manos guiando las cabezas de los niños mientras estos los chupaban con entusiasmo. La leche caliente y espesa llenaba sus bocas, y los niños tragaban cada gota, disfrutando del gusto salado y dulce. Los pechos de los niños, grandes y sensibles, se rozaban contra los cuerpos de los hombres, añadiendo más excitación a la escena.
Más tarde, cuando regresaron a la cabaña, Rod les esperaba con una sonrisa. «Chicos, hoy vamos a aprender sobre la importancia de la higiene personal,» dijo, guiñando un ojo. «Y para eso, nada mejor que una ducha en grupo.»
Los niños se despojaron de su ropa interior y siguieron a Rod a las duchas al aire libre. El agua cálida cayó sobre ellos mientras se enjabonaban y se enjuagaban, riendo y salpicándose. Rod, siempre atento, se aseguró de que cada niño estuviera limpio y bien cuidado. Mientras se secaban, Rod les dio una charla sobre la importancia de mantenerse limpios y saludables, especialmente en un entorno como el campamento. Ted, Jimmy, Tommy, y Mike, con sus cuerpos goteando agua, se secaban lentamente, sus enormes pechos brillando bajo el sol, atrayendo miradas de deseo de sus compañeros. Sus pezones, duros y erectos, se marcaban claramente, invitando a ser tocados y besados.
Esa noche, después de la cena, los niños se reunieron en la cabaña para jugar y platicar. Rod se unió a ellos, compartiendo historias de sus propias experiencias en el campamento. Los niños escuchaban atentamente, con los ojos muy abiertos por la emoción. «Y recuerden, chicos,» dijo Rod, «mañana es el día en que deben ordeñar a su encargado. El que más veces lo haga eyacular, ganará un viaje especial.»
Ted, siempre ansioso por complacer, se aseguró de estar listo para la tarea. Sabía que Rod era un hombre generoso y que siempre se aseguraba de que los niños estuvieran contentos y satisfechos. Así que, con una sonrisa traviesa, se acercó a Rod y comenzó a acariciar su cuerpo musculoso. Rod, siempre dispuesto, respondió con entusiasmo, y pronto los dos estaban envueltos en un abrazo apasionado. Ted, con sus enormes pechos presionados contra el torso de Rod, sentía una excitación creciente. Rod comenzó a besar y morder los pezones de Ted, haciendo que el niño gimiera de placer. Sus manos exploraban cada centímetro del cuerpo de Ted, acariciando sus pechos y su trasero, preparándolo para lo que estaba por venir. Los pechos de Ted, grandes y sensibles, se hinchaban y endurecían con cada caricia, sus pezones duros y erectos.
A la mañana siguiente, Ted se despertó temprano, ansioso por comenzar el día. Se dirigió a la habitación de Rod y encontró al hombre ya despierto, masturbándose lentamente. «Buenos días, Rod,» dijo Ted, sonriendo. «¿Puedo ayudarte con eso?»
Rod sonrió y asintió, y Ted se arrodilló frente a él, tomando la gruesa verga en su boca. Comenzó a mover su cabeza arriba y abajo, saboreando el gusto salado y dulce de Rod. Rod gimió de placer, sus caderas moviéndose al ritmo de las succiones de Ted. No pasó mucho tiempo antes de que Rod alcanzara su clímax, llenando la boca de Ted con su leche caliente y espesa. Ted tragó cada gota, saboreando el gusto y sintiendo cómo su propio cuerpo respondía con una erección palpable. Sus pechos, grandes y pesados, se balanceaban con cada movimiento, añadiendo más excitación a la escena.
Después de limpiarse, Ted y Rod se unieron a los demás para el desayuno. El ambiente en el comedor era alegre y relajado, con niños y hombres riendo y charlando mientras comían. Ted se sentó junto a sus amigos, compartiendo historias y anécdotas de la noche anterior, sus enormes pechos atrayendo miradas de admiración y deseo. Sus pezones, duros y prominentes, se marcaban claramente a través de su camiseta, invitando a ser tocados y besados.
Más tarde, durante la clase de anatomía, Marcus comenzó la lección del día. «Hoy, chicos, vamos a explorar el cuerpo masculino en detalle,» dijo, sonriendo. «Y para eso, nada mejor que una demostración práctica.»
Marcus se despojó de su ropa interior, revelando su cuerpo musculoso y velludo. Los niños, incluyendo a Ted, Jimmy, Tommy, y Mike, observaban con atención, fascinados por la exhibición. «Primero, vamos a hablar sobre la anatomía básica,» continuó Marcus. «Aquí tenemos las bolas, que producen esperma, y aquí está el pene, que se erecta durante la excitación sexual.»
Mientras hablaba, Marcus comenzó a acariciar su verga, que rápidamente se puso dura. «Como pueden ver, el pene se pone rígido y se llena de sangre cuando está excitado,» explicó. «Ahora, Ted, ven aquí y toca mi verga. Dime qué sientes.»
Ted, con una mezcla de nerviosismo y emoción, se acercó y tomó la verga de Marcus en su mano. «Está dura y caliente,» dijo, sorprendido por la textura y el calor. Sus enormes pechos subían y bajaban con su respiración acelerada, atrayendo la atención de todos en la clase. Sus pezones, duros y erectos, se marcaban claramente a través de su camiseta, invitando a ser tocados y besados.
«Muy bien,» dijo Marcus, sonriendo. «Ahora, chicos, vamos a explorar más a fondo. Ted, quiero que te arrodilles y la tomes en tu boca. Muéstrales a todos cómo se hace.»
Ted, sin dudarlo, se arrodilló y tomó la verga de Marcus en su boca, comenzando a mover su cabeza arriba y abajo. Los otros niños, todos con pechos enormes y eróticos, observaban con asombro. Jimmy, con sus pechos grandes y sensibles, se acercó por detrás y comenzó a besar el cuello de Marcus, mientras Tommy, con sus pechos igualmente grandes y tentadores, se arrodilló junto a Ted y comenzó a chupar las bolas de Marcus. Mike, no queriendo quedarse atrás, se unió a la acción, acariciando y besando el torso de Marcus.
El instructor gimió de placer, sus caderas moviéndose al ritmo de las succiones de Ted y Tommy. «Excelente, chicos,» dijo Marcus, su voz tensa por el esfuerzo. «Ahora, vamos a ver cómo se siente cuando eyaculo. No se detengan.»
Ted y Tommy continuaron chupando con entusiasmo, y no pasó mucho tiempo antes de que Marcus alcanzara su clímax, llenando la boca de Ted con su leche caliente y espesa. Ted tragó cada gota, saboreando el gusto salado y dulce, sus enormes pechos hinchados de excitación. Tommy, por su parte, se aseguró de lamer cada gota de leche que caía, disfrutando del sabor y la textura. Jimmy y Mike, sin dejar de acariciar y besar a Marcus, se aseguraron de que el instructor estuviera completamente satisfecho. Los pechos de los niños, grandes y sensibles, se rozaban entre sí, añadiendo más excitación a la escena.
«Muy bien, chicos,» dijo Marcus, sonriendo. «Eso es todo por hoy. Recuerden, la práctica hace al maestro. Y en anatomía, la práctica es esencial.»
Los niños aplaudieron, emocionados por la lección. Ted, Jimmy, Tommy, y Mike, con sonrisas en sus rostros y sus enormes pechos aún palpitantes de excitación, sabían que habían aprendido algo valioso ese día. Y con eso, se dirigieron a su siguiente actividad, listos para enfrentar cualquier desafío que el campamento les presentara, con sus pechos grandes y pesados balanceándose con cada paso.
Esa tarde, mientras Ted y sus amigos jugaban en el lago, el director del campamento se acercó a ellos. «Ted, ven un momento,» dijo, con una sonrisa misteriosa. «Quiero mostrarte algo especial.»
Ted, curioso, siguió al director a su oficina. Una vez allí, el director cerró la puerta y se acercó a Ted, sus manos acariciando los enormes pechos del niño. «Ted, eres un chico muy especial,» murmuró. «Y quiero que seas mi asistente personal. ¿Te gustaría?»
Ted, sorprendido pero excitado, asintió. «Sí, señor director. Me encantaría.»
El director sonrió y comenzó a desabrochar su pantalón, revelando su verga ya dura. «Entonces, ven aquí y muestra lo que has aprendido,» dijo, guiñando un ojo.
Ted, sin dudarlo, se arrodilló y tomó la verga del director en su boca, comenzando a chupar con entusiasmo. El director gimió de placer, sus caderas moviéndose al ritmo de las succiones de Ted. No pasó mucho tiempo antes de que el director alcanzara su clímax, llenando la boca de Ted con su leche caliente y espesa.
«Muy bien, Ted,» dijo el director, sonriendo. «Eres un chico muy talentoso. Ahora, ve y disfruta del resto de tu día. Y recuerda, siempre estaré aquí para ti.»
Ted, con una sonrisa en el rostro y sus enormes pechos aún palpitantes de excitación, salió de la oficina del director, listo para enfrentar cualquier aventura que el campamento le presentara. Sabía que su estancia allí sería inolvidable, llena de descubrimientos y placeres que nunca había imaginado.
Esa noche, después de que todos los niños se acostaron, Rod entró silenciosamente en la cabaña. La luna llena iluminaba la habitación, proyectando sombras danzantes en las paredes. Rod se acercó a la cama donde dormían Ted, Jimmy, Tommy, y Mike. Con una sonrisa maliciosa, comenzó a despertarlos uno por uno, sus manos explorando sus cuerpos desnudos y sus enormes pechos.
«Despierten, chicos,» susurró Rod, su voz profunda y tentadora. «Tengo una sorpresa para ustedes.»
Los niños, aún somnolientos, se despertaron y vieron a Rod de pie junto a la cama, su cuerpo musculoso y desnudo a la luz de la luna. Rod se subió a la cama y comenzó a jugar con los pechos de los niños, lamiendo, chupando, y mordiendo sus pezones sensibles. Los niños gimieron de placer, sus cuerpos respondiendo inmediatamente al toque experto de Rod. Sus pechos, grandes y pesados, se hinchaban y endurecían con cada caricia, sus pezones duros y erectos.
Rod pasó de un niño a otro, dedicando tiempo a cada uno, asegurándose de que todos se sintieran especiales y deseados. Chupó y lamió los pechos de Ted, mordisqueando suavemente sus pezones mientras masajeaba sus grandes y pesados pechos. Luego, se movió a Jimmy, repitiendo el proceso, sus manos y boca explorando cada centímetro de su cuerpo. Tommy y Mike no fueron olvidados, y Rod se aseguró de que cada uno de ellos recibiera la misma atención cuidadosa y placentera.
Los niños, excitados y desesperados por más, comenzaron a tocarse a sí mismos, sus manos moviéndose rápidamente sobre sus vergas duras. Rod, viendo su excitación, decidió llevar las cosas un paso más allá. Se arrodilló entre las piernas de Ted y comenzó a chupar su verga, moviendo su cabeza arriba y abajo con entusiasmo. Ted gimió de placer, sus caderas moviéndose al ritmo de las succiones de Rod. Sus pechos, grandes y sensibles, se rozaban contra el cuerpo de Rod, añadiendo más excitación a la escena.
Mientras Rod chupaba a Ted, sus manos no dejaban de jugar con los pechos de los otros niños, asegurándose de que todos estuvieran igualmente excitados y satisfechos. Jimmy, Tommy, y Mike se acercaron a Rod, sus cuerpos presionados contra el suyo mientras se tocaban y besaban, sus pechos grandes y sensibles rozándose entre sí. La habitación estaba llena de gemidos y jadeos de placer mientras Rod continuaba chupando y lamiendo, sus manos y boca trabajando sin descanso. Finalmente, con un último y fuerte chupetón, Rod hizo que Ted alcanzara su clímax, llenando su boca con leche caliente y espesa. Rod tragó cada gota, saboreando el gusto salado y dulce, antes de moverse al siguiente niño, repitiendo el proceso hasta que todos hubieran alcanzado su satisfacción.
Cuando finalmente terminaron, los niños yacían exhaustos y satisfechos, sus cuerpos relajados y sus mentes llenas de placer. Rod, con una sonrisa de satisfacción, se levantó de la cama y se dirigió a la puerta.
«Buenas noches, chicos,» susurró, guiñando un ojo antes de salir silenciosamente de la cabaña, dejando a los niños dormidos y soñando con las delicias de la noche.
Ted, con una sonrisa en su rostro y su corazón lleno de gratitud, se quedó dormido, sabiendo que su estancia en el campamento sería inolvidable, llena de aventuras, descubrimientos y placeres que nunca había imaginado.
Gracias por leer, espero les guste me he tomado el tiempo de corregir errores y mejorar un poco la escritura.
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