Un final no esperado.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Sean_C_Lycan.
Empezando con el típico prólogo soy un chico de 20 años de edad nacionalidad mexicana, mi estatura es menor que la promedio, 165 cm. Mi peso es 59 kg, no estoy gordo pero se me nota una ligera barriga por falta de ejercicio y soy de piel blanca con cabello café claro y ojos de avellana.
La siguiente historia me la he guardado desde hace 3 años, me ocurrió de una manera que aun hasta hoy en día me trae los momentos más excitantes en la intimidad de mi cuarto. Hace tres años mientras cursaba la preparatoria aun estaba en el closet, no había aceptado mi orientación a pesar de ya haber tenido ciertas experiencias de pequeño y sentirme muy atraído por varios de mis compañeros.
Que semestre fue aquel en el que no sólo recibí buenas calificaciones, recibí el premio mayor que mi compañero Eduardo me brindo al final. Eduardo un chico moreno de 175 cm, cabello corto y negro, piercing en la ceja que acentuaba su ojo negro izquierdo, delgado y cuerpo bien formado por andar constantemente en el gym de la preparatoria.
Desde segundo semestre fue mi compañero y siempre fantaseé con él en mil escenarios pero nunca lo imagine en la escuela, en un salón de clases y durante la luz del día. Aquella tarde de cierre de semestre fue la apertura a mi verdadera vida.
En los últimos días de clases donde sólo se iba por calificaciones fue el turno de la materia que llevaba con Eduardo, llegó todo el grupo y el profesor comenzó a decir las calificaciones por orden de lista y no sé por qué no podía dejar de ver a Eduardo sentado en las bancas de enfrente y para mi suerte las bancas en encontraban cara a cara por lo que nos veíamos sin obstáculos. Esa vez ocurrió algo muy raro e inesperado, Eduardo no sólo se percató de mi extraño mirar, sino que fue correspondido, él me veía con los mismos ojos de lujuria con los que yo lo veía a él.
Terminó la entrega de calificaciones, el profesor salió y mis compañeros lo hacían por igual y al disponerme salir del salón una mano me tomó del hombro y me jaló de nuevo adentro del salón.
-Qué sucede –pregunte por inercia-.
-Quisiera hablar contigo –me respondió mientras me sonreía con aquella dulce mueca que hipnotiza la mirada si sientes algo por alguien-
Salieron todos del salón, él se dirigió a la puerta y la cerró colocando el seguro de mano y se volteo a verme.
-Francamente he notado como me ves y quisiera saber si acaso tú eres gay –En ese instante sentí un enorme escalofrío recorrer toda mi columna-.
-La verdad es que no sé, he sentido atracción por chicos desde niño pero nunca he hecho nada para definirme como gay –le respondí entre nervioso y con mucha timidez-.
-Porque no lo averiguamos –me tomó por sorpresa de los brazos me jaló hacía él con una fuerza que sólo imaginaba en mis fantasías y sin que antes pudiese hacer algo me besó (beso que sigo recordando hasta el día de hoy)-. En ese momento todo alrededor parecía dejar de tener sentido y por ese pequeño instante ese pequeño salón desapareció de la realidad para convertirse en un sueño.
El beso continuó por unos minutos acompañado de caricias mutuas, sentía como nuestras lenguas bailaban durante ese beso. Poco a poco él me fue llevando a las mesas y me recostó en ellas (para nuestro beneficio las ventanas a pesar de estar a nuestra altura tenían recubrimiento para evitar que la luz del sol distrajera a los estudiantes), me quitó mi playera y beso mi cuello bajando lentamente al pecho, yo comencé a sobar su espalda subiendo su playera hasta que finamente se levantó para quitársela, ahí estaba aquel cuerpo moreno y bien formado con el que siempre fantaseé que fuera mío.
-Y dime qué piensas ahora, te está gustando –me susurró al oído entre sus respiraciones-
-Me encanta lo que está sucediendo –le respondí sonriendo-.
-Te gustaría mamármelo –me dijo con una sonrisa de picardía-.
No conteste ni me importo el lugar, lo tome y lo senté sobre la mesa, desabroche su cinturón junto con el pantalón, lo hice a un lado y le baje su bóxer. No lo pude creer, ante mis ojos estaba su pene ya completamente erecto, 20 centímetros podría asegurar con un grosor considerable, no tarde ni un segundo para comenzar con un oral de principiante pero que tomaba experiencia conforme avanzaba el momento y con un poco de su ayuda.
-Después de todo no la mamas tan mal para ser la primera verga que te comes – me dijo mientras empujaba mi cabeza para tragarme todo su pene y tocar su abdomen-. Sin saber cómo pude logré tener aquel gran trozo de carne completamente dentro de mi boca, sentía su cabeza hasta lo más profundo de mi garganta, sus vellos me rosaban mi labio superior y sus testículos golpeaban mi barbilla con cada metida.
Me tomó de nuevo por los brazos, me puso de pie y me quito pantalón y bóxer dejando mi pene de 16 cm completamente expuesto.
-Ahora deja que te enseñe yo como se hace –sujetó mi pene y se lo colocó en su boca-. Comenzó así él con su oral, sentía sus labios ir y venir, su lengua recorrer cada centímetro de mi verga sin parar, era un placer indescriptible y que la única manera de expresarlo fue con mis ocurrentes gemidos de placer.
Dejó de mamar mi pene para volver a darme un beso apasionado mientras me volvía a recostar sobre la mesa, el placer en ese momento era tal que ya no se dijo palabra alguna sólo dejamos que el momento hablara. Colocó mis piernas en sus hombros (yo ya sabía que era lo que venía), colocó la punta de su pene en mi ano y comenzó a empujar, al principio me causó mucho dolor pero era apagado por unos ricos y apasionado besos.
Finamente logró tener toda esa verga dentro de mí y comenzó un suave mete y saca mientras me adaptaba aquel trozo de carne, sus penetraciones fueron aumentado en velocidad, intensidad y profundidad, mis gemidos eran ocasionales pero fuertes ya que intentaba hacer el menor ruido posible para evitar que nos atraparan pero eso reunía tanto placer que cuando brotaba no había manera de silenciarlo. Cambiamos de posiciones varias veces desde la de perrito hasta la última de aquella vez dónde él se sentó en la silla del profesor y yo sobre él, al principio yo fui el que controlaba la velocidad pero la excitación de Eduardo fue tan grande que me tomó de la cintura y comenzó a darme como si nunca más lo volviera hacer, yo sentía que me partía en dos. Después entre unas palpitaciones de su miembro sentí como varias descargas de semen me inundaban el interior, los dos sólo pudimos expresar en ese instante un gemido de autentico placer.
Aun entre respiración cansada el me tomó me dio la media vuelta y comenzó de nuevo hacerme un oral, esta vez más rápido buscaba que terminará pronto, lo que así fue, no tarde mucho para llenar su boca con mi esperma, el cual el saboreo completamente, nos dimos el último beso del día, nos colocamos nuestras ropas y cuidadosamente salimos del salón.
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