Un gran viernes en la preparatoria.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por SeñorLinyera.
Nunca he sido ni seré una persona muy sociable. De hecho siento cierto repudio por gente histriónica, por lo que, en mis días de preparatoria, prefería sentarme solo y sin mantener más contacto con otras personas que el mínimo posible. Pero de una manera u otra, Miguel, un chico alto y delgado, logró hacerme hablar, y después de un par de semanas me arrastró a su grupo de amigos con los que sorprendentemente engendré una divertida relación.
Dentro de éste grupo de 5 o 6 personas se encontraba Gabriel, a quien ya había observado con anterioridad y con el cuál tenía una pequeña obsesión. No era la primera vez que me sentía atraído por un chico, pero sí la primera en la que me había acercado tanto a uno. Todo sobre él me gustaba. Si bien, al igual que yo, no es la clase de chico que es considerado apuesto, a mi me tenía hipnotizado con su piel blancuzca, sus labios rozados y gruesos, su cabello un poco largo y sobre todo ese aroma dulce que emanaba a todas horas.
Poco a poco fuimos conociéndonos, para encontrarnos con la sorpresa de que coincidíamos en toda clase de cosas: gustos musicales, culinarios, costumbres, escritores etc. y de esta manera nos hicimos muy allegados; con el paso del tiempo no había hora del día en el que no estuviéramos conversando vía Facebook de toda clase de temas, siempre profundizando un poco más en la esencia del otro.
Pasó un semestre, y para suerte de ambos que siempre destacábamos escolarmente, exentamos la materia de inglés con lo que los días viernes podíamos salir dos horas antes de lo habitual, tiempo que aprovechamos para salir juntos a muchos lados, pero regularmente íbamos a su casa a hacer cualquier cosa: jugar videojuegos, ver películas, ver series o simplemente escuchar música.
Poco a poco me gustaba más, pero no era capaz de expresarle mis más recónditos y confundidos sentimientos porque después de tanto se había convertido en mi mejor amigo y prefería mantenerlo a mi lado como amigo que entregarlo todo solo por mi deseo de poseerlo de tantas otras maneras, hasta que uno de tantos viernes ocurrió.
El día transcurría normalmente, salimos de la escuela a las 11:00 a.m. Y nos dirigimos a su casa listos para ver una película, cuando llegamos yo tomé su computadora en lo que él salía a atender otros asuntos y la prendí, cuando ya estaba de regreso abrí el explorador para encontrarme con las páginas que había visitado anteriormente. Páginas de pornografía gay, en específico de jovencitos delgados y poco musculosos, twinks. Él se quedó inmóvil al instante y palideció con un gesto de terror que no podría describir, yo intenté mantenerme impertérrito, pero mi corazón comenzó a latir tanto que sentía la sangre fluir en cada parte de mi cuerpo.
Liberó un sonido que se cortó al instante y yo no hice más que voltear a verlo, el miedo lo devoraba, pero yo después de unos segundos me tranquilicé y me aventuré a posar mi mano sobre la suya, él miró la ocurrido y dejó salir un pequeño suspiro, nuestras miradas se fijaron cada una en la del otro y cuando notamos lo que estaba pasando nuestros rostros se encontraban a unos pocos centímetros de distancia, sentía su respiración dulce y cálida, cada vez más cercana hasta que nuestros labios estuvieron juntos. Ese fue mi primer beso, fugaz y seco, cuando nos separamos sin decir nada nuestros ojos seguían perdidos en los del otro, nos quedamos inmóviles un par de segundos hasta que el posó su mano sobre mi pierna y ejerció un poco de presión. Fue en ese momento cuando noté la erección cautiva entre mis pantalones, caliente y húmeda.
Estaba bastante confundido, pero esa era la oportunidad que estaba buscando, así que tras someter mis nervios me aventuré a besarlo nuevamente, esta vez sin temor alguno.
Acerque mis labios hasta que se unieron a los suyos y me abrí pasó a su boca con mi lengua, él que estaba bastante impresionado se quedó inmóvil pero pronto tenia su lengua en mi boca jugueteando tal y como yo lo hacía.
Continuamos besándonos un par de minutos hasta que sentí cómo su mano se deslizaba bajo mi playera, fue entonces cuando supe cómo terminaría aquello. En vista de su osadía, me apresuré a quitarme la playera dejando al descubierto mi torso no muy delgado con un par de pezones erectos y rozados, y comencé a besar su cuello no sin un poco de agresividad, su esencia embriagadora era toda mía, podía saborearla, palparla y disfrutarla con deseo de que aquello durara eternamente, pero no era suficiente, la presión en mis pantalones me exigía más, así que tal y como él lo hizo, escabullí mis manos bajo su playera, palpando con las yemas de mis dedos, sentía su piel suave y lisa, mientras mordía ya sin preocupación alguna sus labios enrojecidos, dibujé con mis manos su costado y me detuve a estudiar el relieve de sus costillas usando la palma de la mano entera para no perderme un solo centímetro de su figura.
Él empezaba a jadear, y cuando su playera empezó a estorbarme se la quitó de manera ágil, fue entonces cuando me separé de su boca y seguí saboreando su cuello para pasar a sus pezones duros como la roca y sensibles como la arena, lamí cada uno con pasión mientras notaba cómo su respiración se iba haciendo poco a poco más agitada. Cuando terminé con el segundo continué lamiendo el punto más bajo en el que se unen las costillas y fui bajando poco a poco con un par de besos hasta llegar a su obligo el cual estaba rodeado de vellos oscuros que me excitaron terriblemente.
Nunca había estado tan excitado, aunque estaba tan caliente que casi me quemaba bajo el pantalón, por primera vez en mi vida mi pene no era mi mayor preocupación, sino el de él. Recorrí con la punta de la lengua la gruesa línea de vello que me transportó de su ombligo hasta el límite trazado por su pantalón que gracias a que no llevaba cinturón pude desabrochar y bajar fácilmente. Siempre he sentido debilidad por un bóxer pegado y ahí estaba el suyo, de color rojo tan ajustado que me dejaba ver detalladamente la silueta de su pene erecto que lamí a través de la capa de suave tela no sin dejar de percibir ese ligero olor a orina, olor a hombre.
Para este punto de verdad no aguantaba más con los pantalones encima, así que me los quité dejándome la ropa interior para poder imaginar cómo se vería la escena desde un ángulo de tercera persona: un par de jóvenes en bóxers saboreándose el uno al otro. Noté que la punta de mi pene salía por la parte superior de mi bóxer, pero el elástico lo retuvo y no le de importancia, así que seguí lamiendo por sobre la tela hasta que me decidí a quitar todas las barreras. Deslicé su bóxer lentamente hasta sus pies mientras en el recorrido lamía sus hirsutas piernas, nos quité los calcetines y seguí con mi trabajo.
Recosté mi cara en su muslo para ver su pene en todo su esplendor. No era precisamente grande, lo que era perfecto pues siempre los había preferido moderadamente pequeños, estaba lleno de venas azules palpitantes que llegaban hasta el prepucio, era moreno y en la base sus testículos empequeñecidos estaban ocultos por un espeso bosque de varonil vello negro y rizado.
No le di más vueltas al asunto e hice contacto con mi lengua en su glande grueso y acampanado, el gusto era algo salado, pero el sentir la humedad del líquido preseminal me empujó a moldear mis labios de manera circular y empezar a meter aquel trozo de carne caliente y palpitante en mi boca. La textura era fantástica, sentí como su glande bailaba en mi paladar mientras yo metía y sacaba aquel trozo de mi boca con movimientos iterativos teniendo como recompensa sus gemidos de placer y su respiración que se iba haciendo cada ve más agitada hasta que me llenó de gracia eyaculando dentro mío, impregnándome con el sabor seco y salado del semen tibio.
Ahí estaba yo, cumpliendo mi mayor fantasía, con mis manos en sus nalgas y mi boca llena de semen, en el momento en el que llegó al éxtasis con un gritito supe lo que debía hacer a continuación, así que sin perder el tiempo subí recorriendo con la mirada cada centímetro de su cuerpo y volví a meter mi lengua en su boca y empezamos a besarnos con una pasión casi exagerada. Compartimos y jugueteamos con su semilla en nuestras bocas un gran tiempo hasta que él se separó de mi cara y sin más rodeos metió mi miembro entero a su boca. La imagen era extasiante, su cabello rozaba mi pubis causándome un cosquilleo que resultaba insignificante a comparación del placer que me estaba proporcionando. Sentía mi pene lleno de saliva viscosa y tibia, su lengua juguetona acariciaba la parte baja de mi pene y sus manos acariciaban mis tobillo. Pasaron un par de minutos con mi miembro en su boca hasta que no pude más y le respondí de la misma manera en la que él lo hizo, dejé escapar tres chorros de semen uno tras otro en su boca, pero él no se detuvo, siguió metiendo y sacando, dándome la más increíble sensación de placer y dolor que jamás había experimentado.
Cuando se cansó de mamar mi pedazo de carne acomodó sus piernas entre las mías y se puso casi completamente de pie de tal manera que su rostro estaba exactamente sobre el mío, entonces dejó caer de su boca una mezcla de saliva y semen más blanco de lo normal por la agitación, yo recibí el líquido con mi boca mientras él se iba acercando mirándome directamente a los ojos con lujuria y cariño. Finalmente nos unimos nuevamente en un beso que se prolongó hasta que con su mano tomó mi pene viscoso por la felación y empezó a masturbarme. Eso me dio tiempo para notar que su erección había bajado, pero hizo evidente que no quería detenerse cuando tras morder un poco mi oreja dijo -para lo que sigue el sofá no es suficiente- así que me tomó de la mano y cuando ambos estuvimos de pié me llevó hasta su cama en la que me tiró y siguió besándome con el producto de la pasión de ambos saborizando nuestra unión.
Él estaba sobre mí con las piernas abiertas. Su pene había recuperado la erección así que audazmente lo restregó contra mi abdomen de manera tal que nuestros miembros tocándose estaban sometidos a una placentera presión que mejoraba gracias al movimiento iterativo que hacía con la cadera, yo consciente de lo que se aproximaba bajé mis manos de su cadera y las ensalivé para ir metiendo de uno en uno mis dedos en su ano hasta que tres estuvieron dentro.
Finalmente adoptó una postura recta y escupió sin el más mínimo decoro en mi miembro humedeciendo mi abdomen, mis testículos y sus sábanas, distribuyó uniformemente la saliva a lo largo de mi mástil y se acomodó de manera tal que mi glande rozaba su ano. Poco a poco fue metiéndolo, en un principio sentí un ardor, pero cuando empezó a entrar la parte más gruesa de mi glande nos unimos en un gemido de placer que se repitió hasta que estuve completamente dentro de él. Después de esto empezó con movimientos iterativos que metían y sacaban mi miembro de su ano mientras nuestras bocas se fundían en una misma. Tras unos minutos que no habré de decir que fueron muchos terminé por correrme en sus intestinos y me detuve a contemplarlo todo, su pene flácido reposaba en mi abdomen mientras que el mío estaba preso en su altar de Sodoma, nuestras salivas eran una sola y su recto estaba tan húmedo como el pasto mojado por la brisa nocturna. Pero ya había terminado, había derramado mi semilla dentro suyo y pronto se detendría para seguir con el no se qué que serían nuestras vidas después de lo ocurrido… o eso pensé yo, porque él no se detuvo, siguió cabalgándome sin piedad, torturando mi glande con la mayor oleada de placer que sentiría jamás. No se detuvo sino hasta que grité sin contención, aún no sé si de placer o dolor, pero estoy seguro de que no lo cambiaría por nada.
Cuando me sacó de dentro suyo se tiró sobre la cama de tal manera que nuestros ojos continuaban mirándose y así nos quedamos un buen rato hasta que ambos flácidos nos levantamos, él me invitó a su ducha y yo accedí sin pensarlo dos veces, pero no pasamos de unos cuantos besos completamente pegados el uno al otro, de manera tal que podíamos sentir nuestros penes suaves y esponjosos. Cuando salimos sacó una toalla del mueble de baño y me la dio para que lo secara centímetro por centímetro, él hizo lo mismo conmigo. Por último nos vestimos el uno al otro intercambiando ropa interior y me preparé para irme. Cuando estaba en el marco de la puerta rozó mi nalga con su mano y besó mi oreja con un mordisco mientras deslizaba su mano hasta mi entre pierna, pero era tiempo de que me fuera, eso hice y así terminó todo.
Al menos ese viernes.
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