Un hermano chupapollas V
Albert es salvado de las agresiones de sus compañeros por Eloy, su profesor de educación física. Desde ahora tendrá su protección, pero primero tiene que pagar un pequeño precio a cambio..
Albert se encontraba jugando al fútbol con sus compañeros en la cancha del colegio, su profesor lo había obligado a jugar con los niños, mientras que a las niñas las había puesto a jugar voleyball entre ellas. El menor se sentía muy incómodo, sus compañeros no le pasaban la pelota y en varias ocasiones había estado a punto de ser embestido, Albert pensaba que los niños eran demasiado brutos.
Cuando Albert estaba por irse a hablar con su maestro para poder jugar con las niñas, uno de sus compañeros le pasó el balón, el menor se convirtió en el centro de atención; un niño del equipo rival fue a arrebatarle el balón, Albert intentó evitar aquello pasándole la pelota a alguien de su equipo, pero en lugar de eso, Albert se equivocó y se la pasó a un miembro del equipo rival.
Aquel fallito propició que el equipo rival anotara un punto gracias a él. El equipo de Albert ardió en furia y comenzaron a increparle con infinidad de insultos y gritos.
— ¡Por tu culpa!
— ¡Tonto!
— ¡¿Por qué habéis dejado jugar al marica?!
Albert recibía todos los insultos y gritos de manera sumisa con la cabeza gacha y con sus ojitos amenazando con soltar un mar de lágrimas. Al ver que su compañerito no se inmutaba a sus insultos, los niños se envalentonaron y pasaron a los golpes. Un niño llamado Hugo se acercó sonriendo a él y lo tiró al suelo de un empujón. El pequeño Albert no aguantó más y estalló en lágrimas.
Después de eso, el maestro Eloy llegó corriendo a la zona dónde los niños estaban jugando al fútbol atraído por los llantos de Albert.
— ¡¿Qué está pasando aquí?! ¡¿Eh?! — Don Eloy pegó un grito que dejó tiritando a todos los niños, los cuales se quedaron mudos y con la cabeza gacha.
— ¿No erais tan valientes? ¡Os estoy hablando!
— ¡Cómo vuelva a ver a alguien agrediendo a un compañero no sólo se va a llevar un suspenso a casa, sino que voy a hablar personalmente con sus padres! ¡¿Entendido?! — Preguntó Don Eloy clavando la mirada en el pequeño grupo de infantes.
— ¡Sí, señor! — Gritaron los niños al unísono.
En las horas de educación física, Don Eloy trataba a sus alumnos varones como si estuvieran en una academia militar, pues así lo habían educado a él para que fuera el hombre que era hoy en día. Mientras que a las niñas, las trataba con delicadeza y dulzura, aunque en las últimas semanas, Eloy había estado tratando a Albert cómo una niña más, siempre ayudándolo en todos los ejercicios y permitiéndole más fallos que al resto de varones.
Don Eloy levantó del suelo al pequeño Albert y lo llevó con él fuera de la cancha, las niñas miraban con compasión cómo su compañerito lloraba sin parar. El mayor se encerró con su alumno en el pequeño despacho que se encontraba dentro del amplio gimnasio, allí guardaba su portátil y el cuaderno de notas, entre otras cosas.
— Shhh, tranquilo chico, todo está bien, mírame. — Don Eloy agarró el rostro del menor entre sus grandes manos y le hizo mirarlo a los ojos. — Conmigo siempre estarás a salvo. Ven, súbete encima mía, llora todo lo que necesites. — El pequeño Albert se subió llorando al regazo de su maestro, buscando protección para su debilucho cuerpecito.
Don Eloy comenzó a acariciar su pelo mientras el pequeño lloraba. Albert comenzó a relajar sus llantos ante tanto cariño; cuando lloraba, su papá le hacía mimitos hasta que se relajase y dejara de llorar. El método del profesor funcionó pues Albert dejó de llorar en unos pocos minutos. Pero Eloy no soltaba el cabello del menor, es más, mientras tocaba su cabello, las caricias iban convirtiéndose en pequeños agarres. Mientras tanto, Eloy comenzó a moverse lentamente, acomodando su rabo entre la rajita del menor, ya que de tanto tenerlo sobre su regazo se le había puesto más dura que una roca.
Albert se quedó pálido cuando sintió la verga de su profesor restregarse en su culito; no sabía qué debía hacer, no había estado con más hombres a parte de su hermano y mucho menos con uno tan mayor. El menor mentiría si dijera que su profesor no le atraía; pese a sus 47 años, Don Eloy seguía manteniendo su fornido cuerpo cómo cuando era un veinteañero. También le gustaba su mirada, le trasmitía tanto respeto que siempre lo obedecía sin decir palabra como el sumiso que era.
Albert le siguió el juego a su maestro y esta vez era él quien se movía buscando más contacto con aquella polla, quería verla, necesitaba verla y sobretodo, chuparla.
Don Eloy sonrió cuando comprobó que su querido alumno estaba de acuerdo en hacerlo; le ponía mucho la inocente manera que tenía Albert para provocarlo y que le diera polla. «Maldito maricón, me va a buscar la ruina» — Pensó Eloy, sabiendo que ya no iba a dejar salir al pequeño de aquella clase sin que antes le sacara la leche.
— ¿Ya te sientes mejor? — Preguntó Eloy con una actitud muy morbosa.
— Sí, y-ya estoy un poco mejor.
— ¿Ves? Te dije que todo estaría bien. Yo voy a estar para protegerte siempre que quieras, pero yo también necesito sentirme bien… — Mientras iba diciendo todo esto, Eloy acariciaba su carita tiernamente, hasta que hizo una pequeña parada en sus labios. Albert, como si pudiera leer la mente de su profesor, abrió la boquita para dejar paso a su dedo.
— Jeje, parece que ya te han dado algunas lecciones, con lo inocente que pareces y eres un mariconcito tragón. — Eloy metió más hondo su dedo hasta provocarle una arcada al menor. — Menuda boquita que tienes…, seguro que la chupas de puta madre. Venga nene, cómeme la polla.
Albert se bajó de los muslos de su profesor y se arrodilló frente a él; el menor miraba embelesado cómo Don Eloy se bajaba el chándal y los calzoncillos por debajo de las rodillas. Albert observó sorprendido la hombría de su profesor, no estaba del todo dura pero aun así se veía gigantesca y muy jugosa. Albert pudo comprobar que era incluso más grande que la de su hermano, y eso le encantaba.
Don Eloy meneó su verga en la cara de su alumno, golpeando su tierna carita con aquel gran trozo de carne. Albert extendió su mano y agarró la polla de su profesor sin ningún signo de timidez; sabía exactamente lo que tenía que hacer, su hermano lo había estado preparando para esto durante meses, para saber cómo complacer a un hombre cuando llegase el momento.
Cuando la suave mano de su alumno tocó su miembro, Eloy no pudo evitar dar un pequeño respingo, no esperaba que el contacto de la piel del menor en su polla iba a sentirse tan… especial.
La esposa de Eloy lo tenía a dos velas y los manoseos del menor se sentían tan bien que casi pensaba que podía flotar. Con el paso de los años, Eloy se había sentido obligado a buscar placer en otros agujeros que no fueran los de su esposa; conforme su matrimonio avanzaba, su esposa Lola se había vuelto mucho más arisca y distante con él por alguna razón que le era totalmente desconocida, apenas tenían sexo y si lo hacían las mamadas estaban completamente vetadas, solo un simple mete y saca hasta que ambos eyaculaban.
Albert pajeaba el pene de su profesor cómo sólo él sabía; el pequeño pasaba su pulgar por el frenillo del mayor cada vez que descapuchaba aquel rabazo.
— A-ahh… joder… — Los gemidos de Don Eloy eran música para los oídos del menor, aquello le trasmitía que lo estaba haciendo perfectamente bien.
Entre tantos manoseos la hombría de Don Eloy comenzó a «babear» su pegajoso y delicioso líquido. Albert, el mayor fan de aquella espesa esencia, bajó su cabeza y chupó gustoso aquella viscosa esencia que se encontraba en el gordo capullo de aquel rabazo.
— A-ahh… qué boquita joder. ¿Te gusta mi polla nene? — Eloy retiró con ternura un adorable mechón de pelo que se asomaba por la frente de su alumno.
— Mgh… — Albert asintió con el miembro de Don Eloy en su boquita.
Albert comenzó a subir y bajar su cabeza a un ritmo lento, así podía saborear toda la extensión de su profesor. El menor tragaba y tragaba lo más hondo que podía; su nariz pudo rozar en varias ocasiones el vello púbico de Don Eloy, gracias a las prácticas con su hermano había desarrollado una garganta profunda construida para poder chupar cualquier polla que se le cruze.
Pasaban los minutos y el mayor estaba cada vez más enganchado a las sensaciones que el pequeño Albert le estaba haciendo experimentar. Quería dominarlo, reventarle esa boca y correrse en su interior. Eloy agarró con fuerza la cabeza del menor y la empujó hondamente del tirón; Albert tosió debido a la arcada que le provocó aquella inesperada maniobra, supo que ahora le tocaría simplemente aguantar y dejarse llevar por las órdenes del mayor.
Albert separó bien los dientes y esperó paciente la rudeza de su profesor, preparado para qué su suegro siguiera follando su boca. Eloy no perdió el tiempo y volvió a coger ritmo; Albert comenzó a tragar como una buena puta, sin importarle atragantarse con tal de que no se detuviera, deseaba que su maestro siguiera violando su boca por toda la eternidad, cada vez más fuerte y sin compasión.
Eloy jadeaba de placer mientras le follaba la boca al pelinegro, no solo por el placer que suponía que alguien más se tragara tu polla, sino por el morbo que le trasmitía la situación; las mejillas del pequeño Albert llenas de aquel pollón, su carita roja de la excitación y algunos mechones de pelo pegados a la frente debido al sudor. Esas eran algunas de las cosas que más le estabam calentando a Eloy, todo esto sin mencionar el maravilloso sonido de las arcadas y lo bien que la chupaba el menor.
— ¡A-ahhhg! Qué bien la chupas maricón, ¿te gusta cabrón? ¿te gusta? — Don Eloy se dedicaba a decirle guarradas a su alumno mientras este recibía su polla gustoso y con su verguita más dura que una roca.
Cuando pasaron unos intensos minutos, Eloy decidió cambiar la posición a una más cómoda; el mayor se levantó e hizo que el menor retrocediera unos pasos hasta que su cabecita quedó encajada en la silla. Cuando lo tuvo a su merced, Eloy le ensartó el rabo y continuó follando su boca; mientras su profesor le violaba la boca el pequeño Albert puso ambas manos en las nalgas de Don Eloy, grandes, duras y peludas, las cuales comenzó a manosear mientras era empalado por la boca.
Cada vez que su pollón rozaba la campanilla del menor sentía que iba a terminar, pocas veces había encontrado un agujero tan placentero como el de su alumno. Albert notaba cómo la polla de su profesor palpitaba en su boca, ya conocía lo suficiente la anatomía masculina cómo para conocer que eso significaba corrida inminente.
— Vas a tragartelo todo, ¡¿está claro?? — Gritó Eloy entre jadeos ante su corrida inminente.
— Mgh… — Respondió Albert inaudiblemente.
Los músculos de Eloy se tensaron, la vena de su cabeza se hinchó y una multitud de gritos y gemidos salieron de su cuerpo junto con su varonil esencia.
— ¡A-ahhh! ¡O-ohhh! ¡Maldito maricón! — Por lo menos siete tallazos ingresaron en la boca de Albert, el cual tragó gustoso aquel delicioso y espeso semen.
Eloy y Albert se quedaron unos segundos respirando agitadamente mientras procesaban todo lo que había pasado. El mayor se percató de que Albert tenía una erección bajo su uniforme; al ver esto, sonrió en grande mientras se subía sus pantalones.
— No hace falta que te diga que esto es un secreto, ¿verdad?
Albert negó repetidas veces con la cabeza, su hermano ya le había hablado de la discreción que había que tener cuando se tragaba una polla.
Unas dos horas después, llegó el momento de volver a casa; Julián vino al colegio a buscar a su hermanito después del instituto, el menor lo recibió sonriente, amaba a su hermano mayor. Obviamente, Julián ignoraba el hecho de que su hermanito se había comido una polla ajena, para él Albert solo tenía boca para su rabo.
Después de aquello, Don Eloy prometió proteger al menor de las agresiones de sus compañeros durante el resto del curso. Lamentablemente, el mayor sufrió un percance mientras practicaba senderismo que lo mantuvo de baja todo lo que quedaba de curso. Albert y Eloy no volvieron a verse las caras, pero nunca olvidarían lo que pasó en aquella pequeña habitación del gimnasio de educación física.
Buena historia jeje para cuando el VI?
Me ha encantado como este paron con su profesor, pero espero que llegado el momento su hermano pueda follarle algo mas que la boca, ya que es el que primero debería catarlo y seguir disfrutando de el.
He pensado en tu comentario y tienes razón. De todos modos, pienso incluir al padre, pero no en esta historia… No puedo avanzar más. Quedan 3-2 capítulos creo para que la historia de Julián y Albert finalice, pero al final del último capítulo habrá una sorpresa. Estad atentos 😉
Muy bueno lo de añadir nuevos personajes. Sigue así. También puedes explicar, el desarrollo y crecimiento de los dos hermanos con el paso de los meses
gran historia como sigue
Como siempre, una gozada leer esta historia, cada vez que veo que subes algo intento leerlo lo antes posible.
Me vuelve loco cómo se va desarrollando la historia… Sería genial que el padre descubra a los dos hermanos en sus juegos y se incorpore, pero que ya el hermano le haya inaugurado el culito….
Yo pienso que el padre en esta historia sería muy forzado, ya que lo bueno que tiene esta historia por ahora, es que se ve muy real