Un hermano chupapollas VI
Julián le devuelve a su hermanito Albert todos los favores que le ha hecho..
Julián disfrutaba de la gran mamada que su hermanito menor le estaba regalando mientras él jugaba a los videojuegos; se sentía cómo aquellos dioses de la mitología griega que eran servidos por sus esclavos.
Albert succionaba con intensidad la polla de su hermano. Julián gemía por lo bajo mientras sentía cómo su orgasmo se acercaba cada vez más, pero aquella excitante atmósfera se rompió cuando notó cómo el menor se sacaba su polla de la boca.
— Ahg, ¿Por qué paras? — Preguntó el mayor con un tono irritante, ¿cómo se atrevía a dejarlo así?
— Es que ya me he cansado…
— ¿Y? Yo no te he dicho que pares, ¿quién es el hombre aquí eh? — Julián se había acostumbrado a tratar a su hermanito cómo si no fuera un varón, pues para él solo era una putita hecha para sacarle la leche.
— T-tú pero-
— Que no me repliques, venga, chupa. — Julián agarró con posesividad la cabeza de Albert y la empujó contra su hombría, pero el menor no abría la boca.
— N-no, de verdad, ya me he cansado, llevo mucho rato haciéndolo, me duele la boca.
Las infantiles quejas del pequeño Albert no hacían sino calentar más y más a Julián, el cual estaba deseando reventar su boca de una vez. Pero, si no quería, no podía obligarlo, lo único que le quedaba era manipularlo a través de la pena.
— Anda… no se puede dejar a un hombre así, Albert. Venga anda, ¿ya no te gusta mi lechita? — Preguntó Julián lleno de morbo.
— ¡Sí me gusta! Pero, me gustaría probar alguna cosa nueva…
— ¿Ah sí? ¿Y qué quieres probar? — Julián pulsó el botón de start para pausar el videojuego y prestarle la totalidad de su atención a la «petición» de su hermanito.
— Quiero que me la chupes tú a mí.
— ¿C-cómo? — Julián nunca se había planteado chupar una polla, él era hetero y que dejara que su hermano le comiera el rabo no significaba que de repente fuera gay o bisexual.
— Pues eso, que yo también quiero ver lo que se siente.
— No te flipes, yo no soy marica, no voy a hacer eso.
— Pues si no me lo haces, no pienso hacértelo yo nunca más.
Julián se quedó sorprendido, no esperaba que en algún momento Albert se rebelara de esa forma. Aunque bueno, la primera vez que Albert probó su polla fue mediante una pequeña amenaza; «Si no me enseñas, me chivo». El mayor aún no estaba dispuesto a dejar de recibir las mamadas del menor, a si que decidió que no pasaría nada por hacerlo una vez, solo era una devuelta de favores.
Además, Julián sentía mucha curiosidad por explorar el cuerpecito del menor, a si que podía estar bien. Aun
— Joder. Vale, pero tú no hagas nada, acuéstate y deja que me encargue yo, solo harás algo cuando te lo diga, ¿lo entiendes?
Albert asintió con sus ojitos brillosos de la emoción; cómo hijo menor, siempre veía sus caprichos y pedidos cumplidos sin que nunca le prohibiesen nada. El menor se acostó boca arriba en la amplia cama esperando las indicaciones de su hermano.
— Quítate la camiseta.
Albert sintió cómo su pajarito dio un respingo ante la orden del mayor; era una sumisa caprichosa. Albert se quitó su camiseta de Pokémon con su característica timidez y la tiró a una esquina de la cama, dejando su vientre a la vista de su hermano.
Julián devoraba con la mirada a su hermanito, era tan inocente y a la vez tan puta… No conocía a nadie que se la pusiera tan dura como él. El mayor se acostó encima de Albert (sin echar su peso sobre él) y le robó a su hermano un cachondo beso; su lengua violaba la cavidad bucal del menor mientras Albert acariciaba con sus suaves manitas el torso de su hermano, dejándose llevar por los movimientos del mayor.
Después de devorar los labios del pequeño Albert, Julián decidió activar el punto débil de la gran mayoría de la población; el cuello. El menor soltó un agudo gemidito cuando los labios de su hermano besaron su blanquecino cuello. Esta vez, Julián decidió no taparle la boca, quería que gimiera y que expresara todo lo que le estaba haciendo sentir.
Mientras Julián succionaba el lechoso cuello del menor, su mano se iba deslizando por su infantil anatomía hasta agarrarle el paquete. Los ojos de los hermanos se cruzaron por un fugaz segundo; estaban desatados, ansiosos por tocar y lamer el cuerpo del contrario y seguir explorando su anatomía cómo buenos hermanos. Julián comenzó a recorrer el cuerpo del menor con un caminito de besos; los pasionales besos de Julián hacían reír al pequeño Albert.
Cuando llegó a su destino Julián agarró los extremos del pijama de Albert y se lo quitó junto con los boxers; la dura verguita del menor salió disparada hacia el exterior. Una corriente eléctrica recorrió el cuerpecito de Albert cuando su hermano mayor comenzó a hacerle una pequeña paja con sus largos dedos; sentía un placentero gustillo en su encapuchado glande.
Julián iba regulando la velocidad con la que satisfacía a su hermanito; primero se encargó de introducirlo en aquellos placeres con sus expertos dedos para acostumbrarlo a esas desconocidas sensaciones para luego pasar a hacerla con toda su mano y no solo con los dedos. Ver cómo Albert se retorcía de placer antes sus tocamientos provocaron que la polla de Julián volviera de nuevo a su máximo esplendor; aquella era una de las situaciones más cachondas de toda su vida.
El mayor regresó hasta los labios del infante muerto del morbo; los mordía y chupaba ávidamente mientras pajeaba la verguita de su hermanito. Por otra parte, Albert gemía entre el morreo con las manos enredadas en el cuello de su hermano. Posteriormente, Julián se lanzó de nuevo al cuello del menor, pero no se concentró mucho en él, pues no quería dejar un chupetón y que sus padres comenzaran a sospechar. En su lugar, Julián dejaba suaves mordiscos en los pezones de Albert, el cual rio de las cosquillas que esto le producía. Para cuando Julián llegó a la lampiña polla de su hermanito, esta ya estaba un poco mojadita, aunque esto era todo el líquido que podía soltar, ya que aún era un poco pequeño para correrse.
Julián no tardó demasiado en cumplir su promesa y se tragó al completo el miembro del infante:
— O-ohhh… J-julián. — Albert no sabía cómo reaccionar ni qué decir, su hermano mayor le estaba succionando el pene rapidísima e intensamente y se sentía maravilloso.
Al mayor no le costaba ningún trabajo tragarse entera la verguita de su hermano pues esta no llegaba a los 10 centímetros en erección. La lengua de Julián se movía ágilmente por toda la extensión de Albert, el cual se encontraba con su cara roja y sudada gimiendo de placer. Cuando Julián se cansó de chupar decidió parar y sacársela de la boca. La intención de Julián era correrse ya y hacerle sentir un orgasmo a su hermanito, pero sus ideas cambiaron cuando divisó el culito de Albert. Nunca se había fijado en él y ahora que lo hacía se veía muy apetitoso y follable… Lo había decidido, hoy iba a traspasar esas fronteras con su lengua y a convertir en un verdadero mariconcito al pequeño Albert.
— ¿Quieres que te enseñe lo que es un hombre de verdad Albert?
— S-sí, quiero.
El pequeño Albert ya no se imaginaba su corta vida sin catar una polla, su hermano lo había enganchado a los placeres que un hombre era capaz de dar. Julián se colocó de rodillas frente al menor y le puso un cojín justo debajo de su cintura para que estuviera más cómodo. Después, Julián agarró las piernas de Albert y las abrió lo más que pudo, para luego poner sus manos en los cachetes del menor y abrirlos de par en par. La mirada de Julián se dilató y notó cómo su polla se hinchaba aún más pues el agujero de Albert se veía deliciosamente rico; absolutamente nada de pelos y de un color rosita adorable.
Después de deleitar su mirada con la intimidad anal de su hermanito, Julián enterró su cara en aquel virgen culito.
— ¡A-ahh! ¿Q-qué haces? — Albert se agarró a las blancas sábanas de la cama mientras intentaba resistir aquellas maravillosas sensaciones que estaba experimentando.
El infante notaba cómo sus piernas temblaban ante tanto placer, tanto que sus piernas comenzaron a cerrarse por inercia. Por su parte, Julián las volvió a separar con su característica actitud de machito dominante, no iba a permitir que aquellas piernas volvieran a cerrarse nunca más.
Lo que sentía Albert no era fácil de explicar; se sentía indefenso, sumiso, un simple objeto que sólo servía para complacer a los hombres tal y como le había dicho Julián alguna vez. Poco a poco, la lengua de Julián se abría camino a través del culo del menor, milímetro a milímetro iba enterrando su lengua en ese virginal ano mientras que Albert exhalaba un profundo: — Oohh ~~
Julián aceleró el ritmo de su juguetona lengua a la vez que complementaba la comida de culo con un par de potentes nalgadas. Albert notaba como su cuerpo se retorcía de placer, sus piernas temblaban en demasía y si no hubiera sido por Julián que sostenía con fuerza sus piernas se hubiesen cerrado ya. Julián sentía que las bombonas de oxígeno de sus pulmones se vaciaban de aire, ya que no había sacado su cara de ahí desde que habían empezado, estaba demasiado engatusado con el culito de su hermanito.
De repente, Julián retiró su cabeza para tomar aire, y ahí estaba; Albert abriéndose el culo como una perra en celo, el menor no quería por nada del mundo que se cerrara. Julián ya lo había decidido, iba a follarselo, necesitaba follarlo.
— Ponte a cuatro patas, ya.
Albert obedeció sin rechistar y se colocó en posición de perrito mientras esperaba las órdenes de su hermano.
— ¿Así?
— Así, muy bien.
Julián notaba su polla a reventar, no sabía cuánto tiempo iba a ser capaz de aguantar. El mayor se colocó entre sus piernas y volvió a enterrar su cara en aquel culito rosado que no se cansaba de comer. El pequeño Albert apretaba las sábanas de la cama con fuerza mientras ahogaba sus gemidos en el colchón, estaba muerto de morbo.
— Joder, qué culazo tienes enano. — Elogió Julián mientras le daba una sonora nalgada.
Cuando se cansó de comerle el culo al menor, Julián se colocó detrás del infante y comenzó a pasar su pollón por aquella rosadita y virginal entradita. Pero, para sorpresa de ambos, unas voces se hicieron eco en la casa.
— ¡Chicos! ¡Ya estoy en casa! Hoy me han soltado antes. — Pablo, el patriarca de la familia había llegado con antelación a su hogar, y estaba cómo loco por ver a sus dos soles.
Asustado, el menor quiso terminar aquello y vestirse cuanto antes, pero cuando el pequeño Albert hizo ademán de levantar su cuerpecito de la cama para evitar ser descubiertos, Julián lo agarró de la cabeza y la estampó contra el colchón, reteniendo al pobre Albert en contra de su voluntad; no le importaba que su padre estuviera fuera de la habitación, aquello merecía una potente culminación e iba a llevarla a cabo.
— Tú calla, que me tengo que correr.
Albert asintió sumisamente, se había olvidado de que tenía que hacerle caso a su hermano tal y como él le había enseñado. Albert notó cómo su hermano cogía el móvil y comenzaba a grabar la escena, y eso le encantaba. Julián aumentó el ritmo de la paja considerablemente, pues no tenían demasiado tiempo.
— ¿Julián? ¿Albert? — Pablo seguía buscando a sus hijos por toda la casa.
Julián puso su mano en la espalda del menor y comenzó a correrse a montones en las blancas y redonditas nalguitas de Albert y parte de su espalda. Cuando terminó de culminar, Julián dejó caer exhausto su cuerpo en la espalda del menor.
— Vete a mi baño y límpiate con la toalla, cuando estés listo sal vestido, ¿vale? — Susurró el mayor para evitar ser escuchados.
Albert no respondió, se limitó a agarrar su ropa y a entrar a toda prisa al baño.
— ¡Estamos aquí papá! ¡Un momento! — Decía Julián mientras se colocaba unos boxers nuevos y uno de sus shorts del fútbol.
Cuando se vistió, Julián abrió la puerta a su padre y disimuló su nerviosismo con una sonrisa.
— ¿Donde está Albert?
— En el baño, le entró un apretón y se metió a mi baño.
— Vale… Dile que no tarde mucho, porque he pensado que podríamos salir a comer fuera, ¿te apetece?
— Sí, sí, claro. Me visto y ahora se lo digo.
— Bien, pues bueno, yo me voy al baño a darme una ducha, a las y media salimos.
— Okey.
Cuando Pablo salió de la habitación de Julián, este suspiró de alivio; esta vez había estado realmente cerca. En realidad, agradecía que hubiese llegado, de no ser así, hubiera reventado el culo a su hermano durante horas, y, pensándolo bien, aún no era el momento, era demasiado pequeño. Definitivamente no había que tomar esas decisiones en caliente, nunca mejor dicho.
Ufff estaba deseando leerlo, como siempre un 10, como te dije, me encantaría que nunca terminase esta historia.
Qué delicia de relato. Albert está teniendo un inicio de lujo.
Excelente. Sigue así, por favor.
gran relato como sigue
Excelente, 💦💦💦 Esperando el siguiente capítulo! Felicitaciones sigue así…
Me encantan estos 2 hermanos, como siempre excelente relato y esperando con muchas ganas la siguiente parte.
Me encanta la historia y estoy deseoso de seguir leyendola. Excelente!!! Ojalá mi hermano mayor hubiera hecho lo que hizo Julián…pero quién no tiene un hermano perver, tiene un tío 😋
Muy bueno. Me encanta el realismo de las situaciones