Un hermano chupapollas VII (FINAL 1/2)
La última noche de Albert y Julián antes de que el mayor se fuera a la universidad fue lo más cachondo y morboso que se hubieran podido imaginar..
Desde que Albert y Julián habían comenzado su pequeño secreto había pasado mucho tiempo, unos 8 meses aproximadamente, pues habían comenzado su historia a mediados de noviembre. Todo iba muy bien entre los dos, ambos hermanos disfrutaban de darse placer mutuamente y Albert había acabado desarrollando una pequeña obsesión por la polla de su hermano. Pero todo se torció cuando comenzó el verano, unas dos semanas después de su última tarde de pasión en la que Julián estuvo a punto de desvirgar el redondito culito de su hermanito menor.
Julián comenzó a dejar de lado a su hermano poco a poco; salía constantemente de fiesta, llegaba a altas horas de la noche y se iba a la playa todas las semanas con sus amigos, dejando al pobre Albert solito y triste en la casa, pues el menor no tenía amigos para salir y solo tenía oportunidad de pisar la calle cuando alguno de sus padres libraba.
Todo explotó cuando el 15 de agosto de ese mismo verano Julián llegó a casa de la mano de una bella chica, su primera pareja.
Todo tuvo sentido de repente, Julián había estado ignorando a Albert porque tenía miedo de no poder controlar la situación y acabar engañando a la chica que tanto amaba. Albert sintió como un sentimiento de resentimiento se instalaba en su joven corazón, aquella desconocida le había robado a su hermano. El pequeño Albert sentía que eso no era justo, él había conocido antes a su hermano y por ende el mayor le pertenecía a él, incluido su gran rabazo.
La chica llamada Andrea se había acoplado muy bien a la familia Gutiérrez, los padres de Julián y Albert se habían quedado cautivados con los modales y forma de ser de la muchacha. Por otra parte, Albert seguía odiando a la pobre chica por arrebatarle la atención de su hermano. El poco tiempo que la joven fémina se relacionó con la familia no fue capaz de hacer buenas migas con el hermanito de su novio, Andrea notaba que no le gustaba a Albert y le entristecía un poco el hecho de llevarse mal con su pequeño cuñado, pero al fin y al cabo si no le gustaba al menor poco podía hacer ella.
El 12 de septiembre fue la fecha que marcó a Albert para siempre, aquel día fue informado de que su hermano se iría a vivir a otra parte de España con su nueva novia a un pequeño pisito mientras ambos estudiaban, pues ese año comenzaban la universidad y las carreras que los mayores querían estudiar no estaban disponibles en su ciudad. Cuando se le comunicó la noticia, Albert se encerró a llorar durante toda la tarde en su habitación, no quería separarse de su hermano, quería que estuvieran juntos siempre y que volviera a prestarle la atención que le brindaba antes.
— Ey, enano, ¿me abres? — Julián dio unos tres toques en la puerta del cuarto del menor, necesitaba hablar con él.
— N-no quiero, vete. — Albert hablaba entre lágrimas y balbuceos, su berrinche no había terminado y ahora era él el que no quería ver a su hermano.
— Anda bebé, ábreme, que quiero despedirme de ti. Me voy mañana, ¿de verdad no quieres darme un abrazo? — Julián hablaba con dulzura a su hermanito para conseguir que le abriera la puerta, estaba tan arrepentido por pasar de él durante estos meses.
El silencio reinó durante unos incómodos minutos hasta que Julián escuchó el seguro de la puerta abrirse. El corazón del mayor se estrujó cuando observó la carita rojita que tenía su hermano de tanto llorar. Julián pasó a la habitación y cerró la puerta tras entrar.
— Ven aquí.
Julián extendió sus brazos una vez se sentó en la cama. Albert corrió a sus brazos y se refugió en su cuello, aspirando el viril aroma del perfume de su hermano mayor.
— No quiero que te vayas.
— Tengo que irme enano.
— Ya no me quieres.
— Eso no es verdad, ¿por qué lo dices?
— Porque ya no me hablas, prefieres estar con ella.
El corazón de Julián se estrujó cuando escuchó a su hermanito hablar, lo echaría tanto de menos. Definitivamente tenía que compensarlo.
— Hoy voy a pasar todo el día contigo, ¿nos echamos una partida al Mario Kart?
La mirada del menor se iluminó y aceptó un poco más animado. Aquel día los dos hermanos se la pasaron pegados el uno al otro, jugaron a la consola y a las muñecas de Albert mientras merendaban los deliciosos sándwiches de Nocilla que su madre les hacía cuando ambos eran más pequeños.
Por la noche, Albert montó el berrinche de su vida para dormir con Julián en la habitación del mayor, no quería separarse de él en ningún momento. Después de mucho insistir, Julián aceptó y dejó que su hermanito durmiera esa última noche en su cama.
Aún seguía siendo verano, por lo que las noches seguían siendo muy calurosas. Julián siempre dormía desnudo, pero por respeto a su novia optó por dormir con unos calzoncillos, no sería adecuado si durmiera en bolas con su hermano.
Albert pasó toda la noche en vela, triste por tener que decir adiós a su hermano mayor. En cambio, Julián dormía plácidamente en la que sería su última noche en la habitación en la que llevaba durmiendo toda su vida. Albert admiraba la belleza de su hermano a través de los rayos de luz que emanaba la luna; sus ojos recorrieron todo el torso de su hermano mayor, hasta que su mirada se fijó en su paquete.
Albert tragó grueso de los nervios, hacía meses que no probaba una polla y sinceramente no creía que pudiese aguantar más teniendo una ahí, a su disposición. Sabía que si su hermano se enteraba podría enfadarse con él, pero si lo hacía con cuidado no tenía por qué notarlo. Con el corazón latiéndole a mil, Albert posó la mano en el bulto de su hermano con especial cuidado; se notaba grande aun estando flácida, la polla de Julián era un manjar.
Albert estuvo sobandola durante unos cinco minutos para ver si aquello se endurecía un poco, pero al ver que ni su hermano ni su verga despertaba decidió pasar al siguiente nivel. El menor se sentó como pudo entre las abiertas piernas de Julián y volvió a posar la mano sobre su mayor adicción. Cuidadosamente, Albert agarró las tiras del boxer del mayor y lo estiró hacia abajo hasta que el gordo rabo de Julián salió de su escondite. Albert miró con deseo el alimento que había dejado de ingerir a la fuerza durante meses y se lanzó a ello como una hiena a su presa.
Tras unos cortos minutos masturbando la polla de su hermano, el miembro del mayor comenzó a reaccionar a los estímulos de Albert, endureciéndose bajo la suave mano del infante. Pero no solo su verga estaba reaccionando, sino que su cuerpo también; los ojos de Julián se abrieron de par en par, encontrándose a su «inocente» hermanito pajeándolo en la oscuridad de la madrugada. Al principio pensó que aún seguía soñando, pero luego terminó percatándose de que no, no era un sueño.
El primer pensamiento de Julián fue el de separarlo de él y pegarle una buena golpiza por tocarlo de esa manera tan sucia, pues él ahora tenía novia y ya no hacía esas cosas. Pero, conforme más pensaba en cómo separarlo, más ganas le daban de que siguiera, de que volviera a complacerlo tal y cómo habían hecho meses atrás. Quería sentir su boquita de nuevo, necesitaba volver a revivir aquellas sensaciones que solo su hermanito sabía cómo dárselas. Ya no era él el que pensaba, sino su hombre interior, el macho al que solo le importaba el placer y nada más.
Su novia pasó por su mente, pero los oscuros deseos del mayor eran superiores a toda culpa que pudiese sentir. «A la mierda» Fue lo último que pensó Julián antes de que sus instintos tomaran por completo su sueño.
Albert sintió su corazón pasarse cuando notó la mano de Julián en su cabeza, lo había pillado con las manos en la masa. Se encontraba avergonzado, quiso excusarse frente a su hermano pero fue humillantemente callado.
— P-perdón Julián, yo-
— Cállate y chupamela. — Dijo Julián con su atractiva y ronca voz que tenía recién despertado.
Albert tragó saliva ante eso, sabía que su hermano le estaba regalando una última vez y que aquello no iba a poder repetirse nunca, a si que se limitó a obedecerlo como lo sumiso que era y aprovechar la oportunidad. Con el morbo recorriendo su pequeño cuerpo, Albert engulló aquel majestuoso rabo; el menor tragó todo lo que pudo, empezó envolviendo su glande con los labios, con su lengua recorriendo todo su contorno, saboreándolo. Albert también agarró sus peludos y colgantes huevos, y los masajeó mientras iba introduciendo aquel pedazo de carne en su cálida boca, poco a poco.
Julián agarraba con fuerza las sábanas intentando reprimir sus más varoniles instintos, aguantando la mamada y evitando gemir fuerte, resignándose a soltar pequeños gemiditos y suspiros. A veces Julián lo miraba y se limitaba a sonreir y dejarle hacer a su hermanito lo que quisiera con su gran polla. Albert se sacaba aquel rabo de la boca, lo pajeaba un rato on las dos manos y se lo volvía a meter, cada vez succionando más profundo y fuerte, llegando incluso tragarla entera y a rozar el vello púbico de Julián con su naricita. Lo estaba haciendo gozar.
El tiempo pasaba y Julián cada vez quería más y más, a si que cuando se cansó de la mamada en solitario que Albert le estaba haciendo, Julián quiso tomar las riendas de la situación como el macho que era; comenzó a acariciar lujuriosamente el pelo de su hermanito, apartando los rebeldes mechones de pelo que se pegaban a la frente del menor debido al sudor. Luego, agarró su cabeza cuando lo pilló lo más desprevenido posible y le ensartó su pollón hasta el final de su garganta, provocando que el infante comenzara a toser.
Julián comenzó a follarle la boca a su hermanito a un ritmo considerable; Albert abría bien la boca apartando los dientes para no hacerle daño al mayor. Julián se la metía hasta las pelotas, su capullo chocaba contra la campanilla de Albert provocándole arcadas al más pequeño. La saliva seguía cayendo por las comisuras de los labios del menor mientras el enorme miembro de su hermano le follaba la boca con especial rudeza y descontrol. Albert había desarrollado una garganta profunda con tantas mamadas que había hecho ya, a si que no tenía una gran dificultad para aguantar aquella follada de boca, aunque a veces sintiera alguna que otra arcada de tantas metidas y sacadas de polla que muchas veces llegaban a rozar su campanilla.
Unos intensos y placenteros minutos después, ambos estaban ya agotados, pues Julián no sufría de eyaculación precoz y podía aguantar bastante sin correrse enseguida, Albert estaba seguro de que su cuñada no tenía ninguna queja sobre Julián en cuanto al sexo se refería. Pero todo lo bueno, tenía que acabar, a Julián ya le dolían hasta los huevos y el pequeño Albert sentía su boquita un poco adolorida y cansada. Julián quería correrse, necesitaba descargar en aquella boquita que tanto amaba aquella última corrida para sellar (muy a su pesar) esa prohibida e incestuosa relación.
— Ahg, m-me voy a correr joder, chupa chupa que me corro, ¡A-aahhh! ¡O-oohhh! ¡A-aahhh…! — Julián comenzó a gemir todo lo que se había reprimido hasta ahora mientras lanzaba varios tallazos de semen en la boca de su hermano. Ambos son conscientes de la suerte que tuvieron de no despertar a nadie esa noche.
Albert tragó gustoso la espesa y varonil esencia de su hermano, el semen se había convertido en uno de sus sabores favoritos. El menor se la sacó de la boca y limpió con su lengüita los restos que quedaron en el rabazo de Julián mientras este recuperaba el aliento después de aquel potente orgasmo.
Los siguientes minutos estuvieron pegados como uña y carne; Albert acariciaba con cariño el pecho de su hermano mientras este mantenía su mirada fija en el techo. Julián sentía culpa, mucha culpa, él tenía una novia, una maravillosa relación basada en la honestidad y en la lealtad, y él le acababa de ser infiel con su hermano pequeño. Una puta locura. Después de pensarlo mucho, Julián decidió no darle más vueltas de las necesarias, simplemente había sido un pequeño desliz que no iba a afectar en nada a su relación, pues aquello no iba a volver a repetirse nunca más, aparentemente claro.
gran relato como sigue
No nos dejes asi continua por favor