Un heterosexual de la universidad me utilizó como quiso
—Eso es lo que querías ¿no? Que te partiera ese culo, que te echara guebo parejo. Habla..
Un heterosexual de la universidad me utilizó como quiso
Soy algo detallista al escribir, así que ten paciencia, tú, lector. Enjoy!
Esto no me imaginé nunca que sucedería. Primero porque la persona de la cual les voy a hablar es “heterosexual”, y segundo es porque de verdad nunca me llamó la atención. Lo llamaré Adrián; es alto, grueso, de cara ruda, labios gruesos, casi bembón, es blanco, pero su piel está quemada supongo por el sol, así que se ve trigueño, de dientes grandes, ojos algo saltones (o mirada pesada, profunda) cabello relativamente liso, y corto, y ancho de cuerpo en general, aspecto tosco, rudo. Muy heterosexual la verdad. Con sinceridad puedo decir que no me parece bonito, pero irradia taaaanta masculinidad que obvio me enganchó. Tiene 27 años. —
Estudiamos juntos un tiempo, luego avancé de semestre en la universidad y él no. Era un bruto, que ni estudiaba. Cuando lo volví a ver después de un tiempo me vio y ni me reconoció, hasta que llamé su atención con mi mirada y me saludó con un movimiento de cabeza, luego siguió caminado y lo vi detalladamente; su cuerpo estaba bien trabajado, se veía que hacía gimnasio, me dejó paralizado ver que tenía el culo como más grande. Siguió su camino, parecía que buscaba a alguien, seguramente a un profesor. Al pasar unos minutos, paso frente a mí de nuevo, efectivamente con una profesora, hablando de alguna tarea, se veía que la profesora no aceptaba su tarea y se fue dejándolo ahí, de pie. Se puso sus manos en la cabeza, como preguntándose qué haría con su vida. Yo, por mi parte, al verlo, ya sabía qué quería hacer con la mía… Es aquí donde comienza de verdad la historia.
***
— ¿Todo bien con esa bicha? — le pregunté, lo más masculino que podía.
— Esa es una maldita —me dijo, yéndose.
— ¿Qué pasó?
— Que le vine a entregar la tarea que mandó y vio nada más la portada y me dijo que está malo. ¿No es loca?
— Bien loca —dije, riéndome.
Se iba a terminar de ir, cuando (no sé por qué, pero no quería que se fuese) lo detuve. Le pregunté por la tarea, le pedí que me la mostrara. Estaba mal, sí. Le dije que si quería lo ayudaba.
— ¿De pana, marico?
Marico se le dice a otro hombre aunque este no sea gay.
— Sí, sí, ¿por qué no, pues?
— Verga, te debo una, mano.
Mano: Diminutivo venezolano de “hermano”.
—Dale, tranquilo. —le dije.
— ¿Y tú no tienes teléfono?
— Sí, sí.
—Dame tu número pues, pa que vayas pa mi casa si quieres. Allá hay internet, computadora, no se va la luz, y aire acondicionado. Pa que estés cómodo jajaja.
Le di mi número, me escribió, hablamos, fui a su casa, me trató bien, le hice la tarea, se la aceptaron, pasó con 17 (lo que es bastante para él) y me agradeció como si le hubiera salvado la vida. Luego me robaron el teléfono, y no pude hablar más con él hasta que lo vi de nuevo en la universidad. Me preguntó y le conté lo sucedido.
—No vale, vamos a resolver ese beta, tú tranquilo.
Beta: en este contexto, problema.
— ¿Cómo?
—Yo te cuadro un teléfono¸ quédate quieto.
Así pasó. Adrián me consiguió un teléfono, al principio lo rechacé pero después no me quedaba de otra, además, me insistió mucho. Ya sabía yo que seguramente era para que luego yo lo ayudara con las tareas. Pero no me molestaba mucho, a final de cuentas, un teléfono aquí es prácticamente incomprable, y el que me dio era muy bueno de verdad.
Con el tiempo ya me había acostumbrado a ayudarlo con las tareas, siempre hablaba con él, me hablaba de sus novias (porque tenía varias) y me escribía durante todo el día (a menos que estuviera con alguna, ahí no) y hasta me enviaba fotos de él, que si preguntándome si se veía bien o no con esta franela o aquel pantalón, o a veces cosas del tipo «llegando a casa» y una foto de él acostado en la cama. Vainas así, que me volvían era loco por él… Y yo feliz haciendo tareas como un burro. Al principio me gustaba porque era en su casa que las hacía y me trataba como un rey y además podía verlo, podía verlo sin camisa, sin short, en ropa interior, y si a veces tenía suerte, hasta en paño. Después de un buen tiempo, un día me pidió ayuda con una tarea y le dije que me estaba cansando hacerle las tareas, por fortuna no me dijo nada del teléfono que me dio. Me llamó en seguida.
—¿Qué pasó papi? ¿Estás molesto?
Al decirme “papi” ya me tenía. Aquí los heterosexuales se dicen así y es normalísimo, pero yo, de maricón, siempre tergiversaba todo.
—No, bueno, lo que pasa es a veces llego cansado y tengo que hacerlas aquí y… —me interrumpió.
—Ah, bueno, si es por eso, vente a mi casa.
— ¿Ahorita?
—Sí, sí, vente papi.
Por favor no me hables así que te doy el culo en un segundo si me lo pides, pensaba yo.
—Bueno, si quieres, si no, tranquilo, yo intento hacerla…
—No, vale, está bien. Yo voy en un rato. —dije rápidamente.
En el fondo yo sabía que él me hablaba era por interés, porque mi ayuda lo había salvado demasiado. Yo era muy sumiso, con poco valor propio, sin autoestima y sin amigos y que me tratara como un objeto para su beneficio no me importaba. Sabía también que él notaba que yo era gay, pero no me decía nada, se hacía el loco con ese tema.
Me bañé y me fui en shortcitos cortos y franelilla. Quería tener la oportunidad de tener su piel cerca de la mía en cualquier momento. Así que si iba con poca ropa, más oportunidad de sentir su piel. Su casa quedaba a una hora (a pie) de la mía, me fui caminando y cuando llegué, que abrió la puerta, estaba en paño. No pude disimular verle el paquete.
— ¿Qué? —me preguntó riéndose.
—Nada —dije, intentando disimular.
— Pasa —dijo.
Obedecí. Me descontroló un poco que estuviese en paño, porque verlo sin camisa para mí era matador. Su cuerpo estaba bieeeen en forma, su culo era gigante y estaba recién bañado. Me estaba poniendo nervioso. Y además, dentro de mí sentía el ambiente distinto, como si estuviese él algo en mente. No le presté mucha atención. Me hizo pasar a su cuarto y al entrar me senté frente a su computadora y él se sentó en su cama, con sus piernas bien abiertas y las manos puestas en la cama, algo inclinado, como si estuviese dándome permiso de que se lo mamara. Aparté esos pensamientos de mi mente, porque se suponía que era heterosexual, el heterosexual que no podré alcanzar jamás.
Le pregunté por la tarea, para que me explicara mejor, hablamos un rato de ella, la hice, y en transcurso de la realización de su tarea, me trató como rey, me dio comida, me dio de beber, me dio torta y galletas, además, me dijo que viéramos una película y así lo hicimos, luego me dijo que si quería que me bañara, yo le dije que no, que ya tenía que irme, que se me haría tarde.
—Pero si quieres te quedas, marico —dijo, sin darle mucha importancia.
—No vale, tranquilo, yo me voy caminando y llego como en una hora a mi casa.
— ¿Te vas a ir caminando? No, no, quédate, ¿tú eres gafo? ¿qué vas a hacer tan tarde por ahí?
—En serio, tranqu… —me interrumpió.
—Quédate, ahora más tarde voy a comprar unas hamburguesas, y así me acompañas.
Acepté, porque no podía resistir a sus exigencias, a sus comandos. Después de aceptar, comenzó a vestirse ahí delante de mí. Cuando se quitó el paño frente a mí juro que me iba a dar algo, porque dentro de mí todo temblaba de emoción, pero por fuera tenía que disimular, hacer como si nada. Muy seguramente eso lo hacía con el resto de sus amigos y era totalmente normal. Verlo desnudo fue un poema. Tenía el guebo grande, grueso, o al menos desde donde estaba yo eso era lo que podía ver, por supuesto estaba dormido, así que probablemente lo tenía más grande. Hablaba conmigo como si nada y de vez en cuando no podía evitarlo y vérselo, cosa que él notó pero no me dijo nada.
En la noche-noche fuimos a comer hamburguesas y al llegar a su casa me dijo que me bañara si quería. Acepté el ofrecimiento, y cuando salí en paño me vio completico. Obvio mi cuerpo era una burla comparado con el de él. Yo era delgado y él no. Le pedí ropa y me dio algo de él. A diferencia de él, yo no me cambié de ropa ahí sino en el baño.
Salí al cuarto de nuevo y veo una escena hermosa; él estaba acostado sin camisa viendo algo de televisión, cambiando canales, y con un cigarro en su mano derecha. Dejó de cambiar los canales y colocó su mano izquierda debajo de su cabeza.
Después de ver algo de televisión ya me estaba dando sueño, el morbo se me había ido un poco porque ya prácticamente había eliminado esos pensamientos morbosos de mi mente; sentía que nada iba a pasar, así que me dormí.
De madrugada, desperté y siento que me está abrazando, ahí comenzó a subir mi morbo nuevamente, porque esto nunca había pasado. Yo no tenía nada puesto de franela y él tampoco, así que sentir su piel fue extremadamente excitante. Así como estaba, agarré sus manos y me las pasé debajo de mi brazo derecho y las puse en mi pecho, luego las subí hasta el cuello donde las dejé un buen rato. Intenté dormir así pero el morbo no me dejaba, así que pensé hacer algo más.
Como estaba, me arrimé un poco hacia atrás, para que mi culo quedara justo en su guebo, y así pasó, aunque no lo sentía mucho, sí sentía que ahí estaba junto a mí. Eso me hizo erectar en un segundo. Después de mi movimiento de caderas, él se movió un poco y pensé que se alejaría ¡Pero no! Al contrarío, levantó su pierna derecha y la puso encima de mí y me apretó más, además, con sus labios, acarició un poco la parte baja de mi cuello, como pasando su cara por todo ese lugar hasta llegar al cabello. No se movió más. Yo estaba demasiado excitado ya, así que no me importó nada e intenté moverme, me moví para quedarme frente a frente con él. No fui sutil al moverme, al contrario, fui tosco, por si se despertaba, pues que se despertara de una vez.
No dijo ni hizo nada. Sólo se movió un poco y quedó viendo hacia el techo. Tenía puesta su mano agarrándose el guebo, pero yo sin pensarlo mucho puse mi pierna izquierda sobre él y mi brazo izquierdo en su pecho. Esperé respuesta pero no hizo nada.
Sentía con mi pierna que tenía el guebo parado. Poco a poco comencé a mover mi pierna para sentirlo más pero luego no aguanté, eso no era suficiente para mí, así que sin temor a Dios, bajé mi pierna y moví mi brazo desde su pecho hasta el guebo. No lo moví por un rato (esperando dr nuevo que él hiciera algo, pero no). Yo ya no aguantaba más, mi mano recorría todo el tamaño de su guebo, se sentía grande y grueso pero quería saberlo a ciencia cierta así que lentamente, pero muy lentamente (me llevó cómo 15 minutos hacerlo) metí mi mano dentro de su short.
Cuando sentí la piel caliente de su guebo les juro que algo me iba a dar. La excitación me tenía a mil. Pero estando así me sentía algo incómodo porque no podía mover mi mano como quería. Me armé de valor y me senté en la cama y poco a poco le bajé el short, le saqué el guebo y pude verlo con calma, ¡QUÉ GUEBO TAN BELLO! Era grueso, no sé cuán largo pero se veía grande, y tenía venas brotadas. Yo no duré dos segundos viendolo cuando ya me lo estaba metiendo en la boca.
Comencé a lamerlo por los lados, de un lado y del otro, de abajo hacia arriba hasta llegar a la punta, cuando le pasé la lengua por la cabeza y me lo metí todo lo que podía a mí boca, él gimió un poco.
—Ahhh sí —dijo aún con los ojos cerrados.
Yo no dije nada y seguía en lo mío. Se lo mamé con calma y paciencia, disfrutandolo de verdad, succionando de verdad, saboreando de verdad todo ese pedazo de carne. Hasta que sentí su mano en mi cabeza. El corazón se me aceleró porque pensé que me diría algo o que se alejaría pero en lugar de eso, solo puso sus manos encima de mi cabeza y comenzó a cogerme por la boca. Pero fuerte. Ya era obvio que no estaba dormido, pero aún no abría los ojos. No me veía. Me cogió por la boca cuanto tiempo quiso. Al rato, sentí que me veía, porque me dio una cachetada y me escupió en la cara para luego meterme de lleno el guebo en la boca. Con una mano me agarró la cabeza y con la otra me tapaba la nariz mientras me lo metía hasta la garganta.
Pasaron como 15 minutos más y sentía que gemía más. Yo quise parar porque no quería que después de acabarme en la boca se arrepintiera de todo, ¡Quería que me cogiera antes! Pero no me dejó moverme mucho ni hablar, su respiración aumentaba.
—Uff ah ah así, te voy a llenar esa boca de leche maricón. ¿Eso es lo que tú querías, no? Leche.
Yo no podía decir nada. Con su mano movió muy ágilmente mis piernas de manera que quedáramos en un 69 y de esa manera sentí que el guebo me llegó hasta la garganta, sentía que entraba muy hondo.
— Uff asi..si sí. Tragatela toda. Toda la leche, ahhh.
Con la garganta abierta y el guebo trancandome casi la respiración, sentí cómo su leche pasaba directo a mi esófago, era como si no siquiera tuviera que tragar porque él me la echó más allá de la garganta.
Unos segundos así y después me acostumbré y supe cómo respirar sin sacarmelo de la boca. No tardó en alejarme de él, de un solo jalón me echó a un lado, sacándome el guebo de su boca. Me lanzó a la parte derecha de la cama y él se paró y fue hasta el baño. No me dijo nada. Ni siquiera emitió palabra alguna. Yo sabía que después de acabar o se arrepentiría o simplemente no pasaría nada más. Después del coito todo animal es triste. Así que no hablé porque no quería incomodarlo.
Pasaron como 10 minutos y aún no volvía. Quise hablarle pero mejor no, simplemente me acosté del lado de la cama en el que estaba (pegado a la pared). Al ratito sentí que venía acercándose a la cama. No dije nada ni me moví. Esperé a que se acostara y que hiciera como si nada hubiera pasado. Pero cuando habló me quedé paralizado.
—Te quiero partir el culo.
No supe que decir. Me moví a un lado para verlo bien y confirmar lo que me estaba diciendo y me lo dijo de otra manera.
—Ponte en 4 patas. Dale rápido.
No dije nada y reaccioné de manera instantánea, me puse en cuatro en dirección hacia él. Yo me iba a quitar el short pero él no me dejó, me lo quitó él a la fuerza. Y me dio dos nalgadas fuertes.
—¿Eso es lo que querías, no? Que te partiera el culo, que te echara guebo. Habla.
—Sí.
De manera muy tosca, me echó saliva en el culo e intentó meterme dos dedos de una vez pero me dolió.
—Aguanta maldito marico.
Acercó sus dedos a mi boca para que yo los llenara de saliva, me los metí en la bicha, se los chupé unos segundos y después me los metió completos en el culo. Me ardió pero tuve que aguantarme.
—Eso, así, aguanta como la perra que eres.
Pasaron unos minutos y sentía cómo me iba a meter el guebo, pero le dije que se pusiera condón o si no no.
—Ah vaina, quédate tranquilo vale.
Forcejeó un poco conmigo porque no me quería dejar coger así, y ahí me dio una cachetada y me escupió.
—Te quedas quiero, muchacho marico. Te voy a llenar el culo de leche, ¿algún problema?
No dije nada. Sentí que ponía la cabeza en la entrada de mi culo y escupió justo en la punta para lubricar.
—Aguanta. —dijo. Supe lo que era eso.
Mordí una almohada que estaba cerca y sentí cómo me lo metió todo completo de una vez y las piernas me tiemblaron, sentí mucho dolor. Lo metió y lo sacó completo. Volvió a ponerlo en la punta y volvió a escupir en la entrada del culo para repetir el proceso. Así estuvimos como 3 minutos. Cada vez que me lo metía sentía que me temblaba todo, pero al rato comencé a acostumbrarme y gemí. Eso le gustó.
—Eso, ahora sí estás listo pa que te de guebo parejo.
No pude ni siquiera responder cuando comenzó a embestirme con fuerza y rápido. Sentía que todo se me revolvía por dentro. Sentía que el guebo me llegaba hondo. Me dolía, por supuesto. Pero cuando volteé mi cabeza y lo vi a él, todo cambió en mi mente, me sentí perra y quería darle placer a ese hombre. Cuando lo vi, vi a un toro, a un semental, a un hombre de verdad, un cojeculos nato. Estaba sudando y eso me encantaba.
Luego, sin avisarme, me volteó y me quedé viendo al techo, mientras ponía mis piernas en sus hombros. Así me sentía vulnerable. Sentía que el guebo me llegaba más profundo que antes. Y me encantaba verlo a la cara. Viviendo cómo me cogía de esa manera sentí demasiada excitación. Lo tenía muy cerca de mi, estabamos cara a cara, a escasos 10 centímetros, quise besarlo pero no lo hizo, se alejó por inercia y seguidamente me escupió. Después con una de sus manos me tapó la boca y me metió el guebo más al fondo y me cogía con más rapidez.
Segundos después, y con mucha agilidad, me volteó de nuevo y esta vez quedé quedé acostado boca abajo y así me cogió cómo quiso. Esa posición me encantaba, me sentía poseído. Él se me acercó al oído y me preguntó:
—¿Te gusta, putica?
—Ah, sí, sí, me encanta. Dame guebo, dame más.
—¿Así? —decía mientras aceleró el movimiento.
—Ay, ay, ay. Sí si. Así. No pares.
—Te quiero echar la lechita adentro. ¿Me dejas, Papi?
—SI, ÉCHAMELA ADENTRO. TODA.
Eso lo excitó demasiado porque comenzó a moverse como un toro, gemía más que antes y su sudor estaba en mi espalda. Cuando empezó a acabar, se acercó a mí espalda y me la mordió mientras acababa. Duró pocos segundos así y después salió de mí y se echó a un lado viendo al techo.
—¡Qué locura! —dijo riéndose un poco.
—¿Te gustó? —pregunté.
—Si. Nunca me había cogido a un marico. —se rió.
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Esto ocurrió muchas veces más. Después de casi un año estando así, cogiendo cuando él quería, llevó a dos amigos a su casa y los tres me cogieron. Si te gustó y quieres saber más sobre todo, sígueme y escribeme al Instagram por privado ( @alfrestrada ) y si consigo tener varias opiniones, tal vez escriba esa otra experiencia. También tengo un blog donde escribo historias. En mi biografía en ig podrás encontrarla. Saludos!
wow buen relato sigue contando amigo… 🙂 😉
UFFF! REALMENTE ME CALENTO, SENTIR UN MACHO ASI, CONTINUA!