Un hombre casado (mecánico) me convierte en su puta. Parte I
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por EduardoDz.
Siempre fui un chico muy enamorado y siempre tuve, desde niño, a otros chicos que me miraban mucho o me trataban muy bien. Así que lo que me pasó con este hombre fue algo que no pensé que me pasaría. Nunca había tenido relaciones sexuales, era un adolescente tranquilo, y aunque era gay, muchos no lo sospechaban, pues no era afeminado, y además era muy tranquilo… todo eran fantasías y miradas discretas con otros chicos. Pero este hombre, amigo de la familia, me ofreció trabajar para él un verano…
––Así te ganas un dinero extra y puedes sacar a pasear a tu novia –dijo con una sonrisa frente a mis papás.
A mis papás les pareció una buena idea.
Yo no tenía novia, apesar de que muchas chicas iban a buscarme a mi casa, y tenía montón de amigas en la escuela. Pero me pareció también buena idea contar con dinero.
Él era un hombre musculoso, para nada atractivo, pero muy varonil y buen porte. Voz gruesa y mirada fuerte. Moreno y ojos negros, con buen cuerpo. Junto a él yo me veía muy delicado, en aquel entonces…
El primer día de trabajo fue por la mañana y todo pasó normal y aprendí varias cosas. Era en un taller mencánico. Terminé sucio y cansado, y él me dijo con una sonrisa que me esperaba mañana. Así continúo la semana normal, pero comencé a notar que él no permitía que los otros dos hombres que trabajaban ahí me hablaran mucho o me ocuparan en cosas… Sólo quería que estuviera a su lado, y de vez en cuando, me tocaba la cadera cuando me indicaba a donde moverme o deslizaba su mano por mi pierna y de pronto me tocaba las nalgas con alguna herramienta o su brazo y se disculpaba; al final del día me limpiaba la cara y acomodaba mi cabello, felicitandome por ser tan trabajador. Pensé que era muy amable y atento conmigo…
Un día que nos quedamos solos me dijo que él me llevaría a mi casa, así que lo esperé sentado en el taller mientras él se cambiaba de ropa.
Salió vestido muy elegante, con una camisa desabotonada en la parte superior, mostrando su pecho peludo y unos pantalones apretados que marcaban su paquetote.
Me miró con una sonrisa, y se dispuso a tomar unas cosas mientras yo le veía el culo y sus piernas, y brazos marcados en la camisa.
De pronto se giró y me descubrió viéndole, pero no dijo nada.
Cuando llegamos a mi casa, mi papá estaba afuer en el patio y él se quedó platicando con él, pero cuando me despedí, él tenía su brazo sobre mis hombros y lo deslizó hasta tocarme el culo muy descaradamente.
Me sentí extraño pero supose que había sido casualidad.
Esa tarde, cuando se fue, mi padre me dijo que él me ocupaba para unas horas especiales en el taller el día de mañana.
––¿Cómo que especiales? –pregunté.
––Será de noche –dijo mi papá.
––¿Por qué de noche? –dije confundido–.
Mañana iba a ir al cine con mis amigos.
––Él insistió en que debías ir, aparte que quiere enseñarte algo nuevo, dijo que no tenía más quien le ayude a esa hora.
Me molesté un poco, pero mi papá insistió y dijo que yo me había puesto esa responsabilidad.
Además, que me iba a pagar muy bien esas horas extras.
Finalmente accedí.
Él vino a recogerme como a las 8 de la noche.
Se me hacía demasiado tarde y extraño que quisiera que yo fuera.
Cuando llegamos al taller, todo estaba silencioso y quieto, no había nadie.
Él puso música y prendió todas las luces.
Le dije:
––¿Qué haremos?
Él no dijo nada, me sonrió y se desabrochó la camisa, se la quitó, sin dejar de verme, fue un momento incómodo para mí.
Pero pude ver su pecho marcado y su abdomen de lavadero.
Muy marcado todo, y sus grandes brazos.
Aventó la camisa y comenzó a moverse con la música.
Nunca lo había visto tan alegre.
Se acercó a mí y me dijo: ¿bailamos?
Estiró su mano y yo me reí y dije que no.
––¡Como de que no! –contestó, agarrándome y pegándome a su cuerpo.
Olía muy bien, y comencé a sentir mucha tensión y adrenalina.
––¿Vamos a trabajar o qué.
?
Dije mientras me obligaba a bailar con él, pero no me contestaba, sólo sonreía y aplicaba su fuerza sobre mis movimientos.
––¿No te gusta esto, Eduardo? –me preguntó.
No contesté.
Tomó mi mano y la puso en su paquete.
Me tomó por sorpresa esa acción e intenté alejarme, pero él comenzó a reírse de mis inútiles esfuerzos.
––¡No, no! –grité.
––Yo sé que te gusta, he visto como me miras desde que eras un niño, te gustan los machos robustos como yo.
No contesté nada, seguí forcejeando hasta que me soltó.
Cuando quedé libre no supe por qué no huía de ahí.
Tenía una extraña mezcla de sentimientos pero, sabía sentía mucho miedo.
––Acercate, maricón –dijo como orden, mirandome tiezo sin correr.
Estaba sin camisa y su pantalón con el paquete enorme marcado.
––No –dije sin moverme.
––Es tu oportunidad para tener lo que deseas, maricón –dijo tocándose el paquetote.
––No soy maricón.
–murmuré.
––Oh, claro que lo eres, Eduardo –dijo manoseandose ahí sin descanso–.
Ahora es la úiltima vez que te lo ordeno, sino lo haces por las buenas, te obligaré por las malas.
No puedes salir, he puesto candado a todo, y no haya nadie cerca que pueda oírte.
¡Ánda maricón de mierda, arrodillate ante mí!
Me tomó de la camisa y con la otra mano me jaló la cabeza hasta que caí de rodillas ante su paquetote y restregó mi cara sobre su pantalón.
Sentí un palo en mi boca, cachetes y nariz, parecía que se había metido una herramienta dura ahí.
––Así me gusta.
–bramó con voz gruesa, mirándome con lujuría y sobando mi cabeza–.
Tienes la cara de galán de telenovela, pinche maricón, vas a ver cómo te la dejo mojada por mi leche.
¿Quieres que te eche la leche en la cara?
––No.
–dije, intentando negarme, aunque pensar en eso me excitaba bastante.
Era una mezcla de miedo, asco, emoción, deseo, lujuría.
––¡Contesta como el maricón de mierda que eres! –dijo, dandome una cachetada–.
Se dice, sí señor, deme su leche.
Me resistí a decir eso, pues en ese momento el miedo me dominó por completo.
Su voz era tan gruesa e iracunda que empecé a temblar.
––¡Si no dices lo que te digo te irá peor! –gritó, desabrochándose el pantalón y bajando el cierre–.
¡Di: deme su leche, señor, quiero de su leche!
Me dio otra cachetada.
––Quiero.
–dije–.
Quiero su leche, señor.
Miré sus calzones negros y su gran verga salir como un barrote frente a mi cara cuando los bajó.
––Así me gusta, maricón de mierda, ya sabía que querías, ¡Mira nada mas como ves a mi verga! ¡La adoras! ¡¿Qué esperas para metértela en la boca, como la puta sucia que eres?!
Nunca me habían dicho esas palabras, al principio me sentí muy ofendido, pero esa última frase, me excitó demasiado, tanto que sin que él me obligara, mis manos se alzaron para tomar semejante pedazote de carne, palpitante y húmedo en la punta.
Nunca había mamado un pene, así que no sabía qué esperar con eso.
––¡Date prisa, puta! –dijo, jalándo mi cabeza y metiendo su cosa de una por mi boca.
Me atraganté y comencé a toser.
––No, por favor.
–imploré.
––¡Te voy a entrenar, para que seas la zorra cochina que deseas ser, aunque te niegues ahora!
Su voz retumbó por todo el taller y sus manos poderosas me obligaron a tragar de nuevo su pedazote.
Seguí atragantándome y tosiendo.
Las lágrimas comenzaron a brotar y mi boca a sentir ese sabor agrio, salado que salía de su pene.
No sé por cuánto tiempo estuvimos así, en el que él me obligaba y yo debía toser y alejarme, hasta que llegó un momento en el que aguanté más tiempo con su verga en la boca.
––Ay, así, así, ¡PUTA SUCIA! –gimió con voz gruesa, y eso me hizo sentir escalofríos y una excitación descomunal–.
¡Sigue chupando, maricón! ¡Sigue!
Me esforcé por aguantar, y cuando tuve que sacarla de mi boca para respirar y toser, me la volví a meter a la boca como si se tratara de una paleta deliciosa.
––¡NO PARES PINCHE MARICON! –decía el machote, tomando mi cabeza con sus manos–.
Sigue, sigue, sigue.
¡OH, OOOH, ME VOY A CORRER, MARICON, ME VOY A CORRER EN TU GARGANTA!
Sentí que su pene palpitaba dentro de mi boca, y aunque quise alejarme, porque necesitaba respirar, él no me lo permitió, y se corrió dentro, gritando y gimiendo como un toro.
Se estremeció y jaló de mis cabellos, y así pude respirar y toser.
Casi vomito.
Me quedé arrodillado, con naúseas y mareo, lágrimas y excitación, de sentir que el semen de ese machote estaba en mi boca, y me lo había tragado casi todo.
Cuando lo miré, él seguía disfrutando, jalándose el palo sin dejar de gemir y sudar.
––Lo has hecho bien, maricón.
–dijo riéndose–, lo has hecho tan bien que mereces otra de estas –agitó su verga–.
Ahora eres mi puta, mi puta sucia.
¿Te gusta, verdad?
No dije nada, me levanté y pregunté:
––¿Puedes llevarme a mi casa?
––Claro que sí –dijo–, tu trabajo está terminado.
Espero que les haya gustado mi relato.
Pronto seguiré contándo más de lo que me pasó y otras experiencias.
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