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Gays

Un hombre casado (mecánico) me convierte en su puta. Parte II

Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por EduardoDz.
Después de aquella noche en la que me hizo tragarme toda su leche, yo había quedado con una sensación de desconcierto, asco y a la vez, de calentura y deseo. Sin embargo, no quise regresar a trabajar con él.

Me negué rotundamente a saludarle las veces que fue a la casa a visitar a mis padres, y algunas veces mi padre me dijo que él le compartió que me necesitaba mucho en el taller… que regresara a trabajar. Que me iba a pagar más…

Mi padre no veía por qué yo había dejado de ir, y por qué me negaba en volver. Y se me hacía un descaro que este hombre hablara con mi padre de que volviera, como si no le importara que yo hablara y lo acusara…

También me sorprendía que yo no lo hubiera acusado. No sabía qué me pasaba. Y me asombraba su descaro… tanto que algunas veces me masturbé pensando en él, me metí algunas cosas en el culo, pues ya lo había hecho antes, pero no tan grandes palos como estas veces. Estaba demasiado excitado, y me metí algo que nunca me había metido, la parte de agarrar de un peine grueso, casi tan grueso como un pepino, pero no. Lo metí, imaginando a ese hombre asqueroso y musculoso. No pude durar mucho con eso en el culo, solo le di unas cuantas metidas y sacadas y ya estaba hecho un desastre de gemidos y me había escurrido…

Al finalizar esa primera vez, sentí asco de mí mismo, me sentí culpable, y trataba de olvidar eso el resto del día.

Las cosas estuvieron así, hasta un par de meses, en los que conocí otros chicos (luego les contaré de ellos), pero no podia olvidar esa experiencia del taller.

Un día pasó algi inesperado…, yo salía de la escuela, lo miré ahí afuera de mi colegio.
Como yo iba solo, intenté desviarme de camino y cruzar una calle, pero él me abordó de inmediato.

––¿A dónde crees que vas, Eduardito? –me dijo, tomandome del brazo, sin importarle que había muchas personas alrededor, alumnos, padres, maestros.

No contesté nada, seguí caminando y él me siguió.

––¿Estas actuando bien digno, chiquito? –preguntó, riendose–.
Perdón, pero es que estás bien rico, no pude evitarlo… ¿No me has acusado con tus papas, verdad?

Estabamos parados en una esquina ya solos, y yo estaba por cruzar la calle.

––¿Por qué no me has acusado con tus papas? –me preguntó otra vez, pero su tono de voz ya no era amigable, ahora que estabamos solos, comenzó a hablarme como macho rudo–.
¿Te ha gustado, verdad, perrita sucia? ¿Quieres que se repita? ¡Te estoy hablando, marica de mierda!

Rápido crucé la calle y subí a un autobus, lo miré en la esquina aún, mientras me sentaba en el autobus.
Él me miraba fijamente, con ojos de lujuría y enojo.
También alcancé a ver a su esposa que salía del colegio con una sobrina de ella.
Como que habían ido a recogerla, así que le habló, y él se giró para caminar con ellas al estacionamiento…

Al llegar a mi casa, descubrí que tenía un mensaje de él en el celular.
Y decía así:

“Mira, pedazo de guarra, YO SÉ QUE TE HA ENCANTADO MAMARME mi herramienta.
Y quieres más.
Que no me hayas acusado es la prueba de que eres una puta sucia.
Te espero hoy, SIN FALTA, a las 9 pm, en la calle …………”

Aquel mensaje me puso como loco.
Me asombraba su descaro y seguridad para mandarme algo desde su celular personal.
Como si no le importara nada, y sólo quería poseerme.
Como bestia en celo.

Toda esa tarde me la pasé confundido y caliente.
No quería creer que yo fuera todo lo que él me decía.
Eran insultos y cosas sucias… Pero, me excitaba en gran manera.

Cuando se acercaba la hora, había decidido no ir, por supuesto, pues me obligué a recordar las cosas desagradables de lo ocurrido en el taller, cuando se la mamé.
Pero unos minutos antes de que fueran las 9, me levanté, me cambié.
Salí de mi casa sin decir nada, y salí a la calle…

El corazón me latía a mil por hora, temblaba, estaba muy nervioso.
El lugar donde me había citado era una calle muy sola, a orillas de mi colonia.
Enfrente había un campo desierto con uno que otro árbol, y era muy oscuro.
Estaba muy nervioso, pues me estaba adentrando a una boca de lobo, a las manos de un pervertido.

Antes de salir de la colonia, me encontré con una vecina, que llegaba de su trabajo.
Era madre de una de mis compañeras de escuela, y siempre me insinuaba que anduviera con su hija y me cerraba el ojo.
Esa vez me miró y me sonrió…

––¡Hola, guapo! ¿Vas a hacer ejercicio? –peguntó como confundida.

––Sí… –me limité a decir con una sonrisa.

Mi corazón palpitaba tan fuerte que creí que lo escucharía.

––Ay, ¿pues no es muy tarde ya? –dijo recorriendo con sus ojos todo mi cuerpo.

Me limité a encogerme de hombros.

––Bien, para que mantengas esa linda figura, buenas noches.

Me despedí y caminé más rápido.
Cuando llegué a la oscura calle de la cita… miré un carro estacionado cerca del final de la pared de las casas de la colonia.
Cuando caminé un poco más, las luces se prendieron y el motor se encendió.
Seguí caminando y el carro me alcanzó, cuando estuvo a mi lado, él se asomó por la ventana y me dijo: “entra, puta.
”

Me entró un miedo repentino, por su voz gruesa, su aspecto desalmado.
Venía con su ropa de trabajo, todo sucio, cabello alborotado, y se veía demasiado musculoso.

Salí corriendo.
Y el carro me persiguió.
Cuando estaba por dar la vuelta a la calle para salir por un callejón a la civilización, él salió de su carro y me alcanzó.
Me tomó por la camisa y me jaló violentamente hasta su cuerpo.
Me cargó y me aventó al asiento trasero de su carro.
Cerró la puerta tan fuerte que creí que el vidrio se rompería.

Le dio la vuelta a su carro y manejó tan rápido que me dio más miedo.
Seguía acostado en el asiento, con muchas ideas en mi cabeza, pero entre todo, la excitación comenzó a convertirse en lujuría y deseo.
Veía sus hombros y cara de perfil cuando manejaba, todo con una mirada intensa.
Al levantarme porque el carro se detuvo, estábamos lejos de la calle, había ido por un camino de terracería, cerca de un árbol grande en el campo.
Como había apagado las luces de su carro, no se veía casi nada por la oscuridad.

––¡Ven aquí! –me dijo abriendo la puerta, y jalandome por el cuello.

–-No, por favor –le dije, asustado.

Él comenzó a reírse.

––¡Por favor, maricón! Tú solito has venido, solito te pusiste en esta situación.

––Pero no quiero, no quiero… –supliqué, temblando, mientras él me arrodillaba ante su vergota, apretujada en su pantalón.

––¡Claro que quieres maricón de mierda! ¡Ahora saca tú solito la herramienta que vas a usar esta noche!

Se quedó frente a mí, con el paquetote apretado junto a mi boca y nariz.
Sin tardar mucho, toqué su pantalón y comencé a bajarle el cierre.

––Así me gusta, zorrita sucia, mira como ves mi herramienta.

Cuando salió, era el palo enorme que recordaba.
Grueso y venoso.
Cuando estaba por metermela a la boca, me dijo:

––Detente, zorra.

Alcé la mirada y vi su cara de macho morboso.

––Ponte de pie, zorra sucia.

Lo hice.
Me dio la vuelta y miré que sus ojos se clavaban en mi culo.
Y comenzó a tocarme una nalga.

––¿Qué haces? –dije, asustado de lo que iba a pasar.

––La otra vez probé tu boca, ahora… Ya sabes lo que quiero–, me dijo tomandome del brazo cuando intenté alejarme– .
¡Ven, ven, mariconzito, no te atrevas a huir!

Me tumbó en la tierra, alzó mi culo mientras yo estaba bocabajo.
Me asombró su fuerza y que yo no pudiera hacer nada ante ella.
Me bajó los pantalones.
Lo miró y dijo:

––Te lo has lavado, ¿verdad, putito? Se ve limpio y apetecible.

Sus dedos comenzaron a masajear mi hoyo y nalgas.
Sentía su piel áspero y ruda, lo que me hacía sentir miedo y me retorcía.
Pero pronto escupió en mi hoyo, y siguió masajeando, eso me excitó y me relajé.

––Vas a ver cómo te vas a poner con mi herramienta ahí enterrada, maricón.

––¡No! –gemí.

––¡Claro que sí! ¬

Me agarró y me llevó hasta el árbol, me colocó con mis manos en el tronco, y dijo con voz gruesa y tono de asesino:

––¡Agarrate fuerte, puto de mierda, que lo que viene será tu peor pesadilla!

Y ENTRO.

Sentí tan fuerte el dolor que creí que me iba a desmayar.
Él se detuvo en mí sin moverse, y espero a que yo dejara de gritar.
Pues grité como nunca, mi voz se oyó en todo el campo, pero no había nadie cerca…

Lentamente comenzó a moverse, y yo no sentía más que dolor.
Temblaba y gritaba.
Así estuvimos por un largo rato, se me hizo eterno.
Sentía como mi hoyo se apretaba fuertemente a esa cosota que había entrado sin previo aviso.
Pero pronto comencé a sentir un cambio, fue cuando él comenzó a decirme cosas al oído:

––Mira como te tengo, mariconcito.
Tan rico que estás, pudiendo tener un puñado de novias, aquí estás, gimiendo como una perra sucia, ensartada en un macho degenerado como yo.
¿Eso es lo que querías, verdad? ¿Deseabas estar aquí con un degenerado, poseyéndote el culo rico de jovencito galán?

Su voz gruesa, su respiración, sus manos sucias en mi cuello y cadera, su cosota comenzando a acelerar en mi hoyo, la oscuridad del campo, todo me comenzó a excitar a un grado de sentirme como en otra realidad.
Sentí como Mi hoyo se abrió más y la vergota de mi violador entraba con más facilidad.

No pude aguantar mucho, sentí como mis piernas temblaron con un placer descomunal cuando él me embisitó tres veces de la forma mas violenta:

––¡ESTO TE MERECES, MALDITA PUTA SUCIA DE MIERDA!

Su grito fue lo último que pude soportar, y me vine mejor que cuando me metía cosas en el culo solo en mi cuarto.
Mi grito fue de un placer desconocido.
Y miré mi chorro de semen volar hacia la tierra del campo y al tronco del árbol.
Cuando él se dio cuenta, gritó también, como cerdo enloquecido:

––¡ESO ES PUTOTE, MARICON VICIOSO!

Y se vino en mi culo, retorciéndose y lastimándome un poco con tantos movimientos.
Cuando la sacó, volví a sentir dolor, pero se terminó y sentí mi hoyo abierto y lleno de algo vizcoso.
Intenté limpiarme, y él me dijo:

––No, déjatelo, chiquito, quiero que te lleves eso chorreando hasta tu casa, ven, deja te llevo.

Su voz era amable y dulce, con tono de varón alegre.
Yo estaba confundido y claramente desconcertado por todo el placer que había sentido recorrer mi cuerpo con esas embestidas.
Me subí al carro, sentándome sobre la leche del macho que escurría por mi hoyo y mojaba mi ropa interior.
Cuando llegamos a mi casa, me bajé en silencio y él me dijo desde la ventana de su carro:

––Te aviso cuando será la próxima, galancito, ¿está bien?

No dije nada, creo que estaba sonrojado.
ÉL se me quedó viendo y me sonrió, prendió el motor y se fue velozmente por la calle de la colonia.

No podía creerlo.
Era su puta.
Yo, un chico atractivo que como él dijo, podría tener muchas novias…

Espero que les haya gustado mucho mi relato.

Pronto les seguiré contando más de lo que me pasó con este hombre.

¡Comenten si les ha gustado!

5641 Lecturas/1 octubre, 2018/0 Comentarios/por sexosintabues
Etiquetas: colegio, hija, madre, padre, semen
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