Un niño de 13 en una orgía de adultos.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Tengo 25 años, y mido 1.85. Mi piel es morena, un tanto bronceada, y mi cabello es color negro; tengo buenos músculos gracias a los muchos años practicando atletismo, pero no me gusta andar presumiendo. Soy gay asumido, y me muevo dentro de un círculo social donde muchos de mis amigos también lo son. En ciertas ocasiones hemos mantenido relaciones sexuales entre nosotros, pero nunca algo como lo que les voy a contar…
Esto ocurrió hace unos meses, para el cumpleaños de un amigo llamado Santiago (le decimos ‘Tiago’ de cariño), que iba a cumplir 24 años. Estaba en mi casa viendo televisión cuando Mario, un amigo de la infancia, me llama por teléfono y me dice que planea hacerle una fiesta a Tiago; según él, tenía una sorpresa especial preparada para nuestro amigo. Curioso, pregunté qué era la sorpresa, pero por más que traté no me quiso contar.
“Será una orgía” me dijo por fin Mario “como las que acostumbramos, pero esta vez tengo algo preparado que me conseguí por internet, en esos chats gays”.
Se me vinieron muchas cosas a la cabeza luego de que me dijo esto. Pensé que se había conseguido un súper modelo o algo por el estilo, incluso tal vez algo que se consigue en una sex shop; pero de cualquier forma, la idea me excitó bastante. Sin más, acepté la oferta, y esperé ansioso al fin de semana donde sería la ‘fiesta’.
Los días pasaron, hasta que llegó el fin de semana. Fui a la casa de Tiago y en el patio vi estacionados algunos autos; cuando entré a su casa, me topé con Mario que me abrió muy cariñosamente y me invitó a pasar. Dentro de la casa, pude ver a Tiago con un gorrito de cumpleaños, se veía tonto. También estaban Manuel y Rodrigo, otros muy buenos amigos de nosotros. Había un olor a alcohol en el aire, por lo que intuí que ya se habían bebido unas cuantas copas antes de mi llegada. Le dije feliz cumpleaños a Tiago y me salude con los otros.
“Ya estamos todos” dijo Mario “creo que es momento de la sorpresa de la que hablé”.
Me puse muy curioso, deseaba saber qué era. Mario se fue de la sala a la otra habitación, y se quedó ahí unos minutos. Nosotros conversábamos entre nosotros inquietos por no saber qué era lo que nos tenía preparado nuestro amigo.
“Y bueno, ya que esto es una orgía” rompió el hielo Rodrigo “¿Qué les parece si hacemos algo mientras nuestro amigo llega?”
Rodrigo estaba claramente impaciente, y con sus justas razones. Alcohol, hombres, y una sorpresa esperando son factores que gatillan a la excitación de cualquiera; y más cuando todos los presentes son atractivos. Dicho esto, comenzamos a desnudarnos; no había pudor alguno, a decir verdad, todos habíamos tenido este tipo de relaciones en ocasiones anteriores, así que nos resultaba algo natural. Manuel fue el primero en desnudarse, tal vez era el más atractivo. Tenía buen físico, y medía 1.76 aproximadamente. Su cabello era rubio, y tenía los ojos azules, sumado a que su pene erecto medía sus justos 17 centímetros. Rodrigo por si parte era castaño, de 180 de altura. Estaba un poco pasadito de peso, pero no se veía mal; tenía una barba muy seductora, y facciones muy masculinas. Su pene era el más grueso, y con 16 centímetros de tamaño proporcionaban un generoso resultado. Mario no estaba presente, pero era atractivo también. Era el más alto de nosotros, con 1.89 de altura aproximadamente. Cabello negro, piel blanca y una musculatura similar a la mía. Su pene medía 18 centímetros, y estaba curvado para un lado. Tiago, el cumpleañero, no se quedaba atrás. Su cabello era castaño, rizado, y de piel blanca algo bronceada. Debía medir 1.70 aproximadamente, pero lo compensaba con su gran pene; sin duda era el que gozaba del mayor tamaño, con unos impresionantes 21 centímetros, le decíamos ‘el monstruo’. Por mi parte, puedo decir que no me quedaba atrás con mis 17 centímetros; sumado a que era el más cabezón de todos.
De cualquier forma, nos pusimos cómodos, y comenzamos a manosearnos para entrar en calor. Hubo una serie de besos y lamidas. La situación se había puesto muy cachonda, y yo estaba que explotaba de la excitación. Nos mantuvimos haciendo eso unos cuantos minutos, hasta que escuchamos que Mario nos gritó “ya voy en camino”. Y dicho esto, a lo lejos se veía a nuestro amigo llegar. No venía solo, traía consigo a alguien más. Era un muchacho de unos 13 años, muy lindo, de piel blanca, que debía medir 1.60 cm cuando mucho. Era delgado, y tenía el cabello corto, de un color castaño, casi rubio, con sus ojos marrones que tenían una linda forma en el iris. Su rostro poseía unas facciones algo delicadas, de niño, con unas cuantas pecas en su nariz y una mirada algo traviesa, pero tímida a la vez. El pequeño estaba usando un collar de perro, y Mario lo traía de una correa, desnudo. Se podía ver su pene; estaba erecto, pero era bastante pequeño. No debía medir más de 11 cm, aunque parecía no importarle; caminaba con orgullo hacia nosotros, con una sonrisa de oreja a oreja. Con cada paso, sus nalgas rebotaban; eran redondas y bastante grandes… Muy lindas a decir verdad, se veían muy suaves, y no se divisaba señal alguna de vello corporal por ninguna parte de su cuerpo.
“Aquí está lo que les prometí, chicos” dijo Mario exhibiendo al pecoso que saludó tímidamente “Su nombre es Ian”.
“Mucho gusto” respondió el chico de manera pausada. Su voz era suave, muy melodiosa y dulce. Hizo que se me erizara el pelo, y comencé a ponerme duro imaginando en las múltiples formas en las que me gustaría oírlo gemir.
“Ian es un niño con mucha experiencia” prosiguió Mario “Según me ha dicho, ha estado con muchos hombres mayores en el último tiempo”.
“¿Es eso cierto?” preguntó Tiago algo entusiasmado “Un niño tan lindo, y experimentado… Parece muy bueno como para ser verdad”.
“Claro que sí” respondió rápidamente el chico “Tengo mucha experiencia, soy un experto en esas materias”.
Los muchachos se veían ansiosos. Yo estaba algo sorprendido… ¿En qué estaba pensando Mario? ¿Traer a un menor a una orgía de adultos? Dudé seriamente sobre los resultados de esto. Si nos atrapaban, podíamos ir a prisión o algo similar. Miré a mis amigos, pero todos se veían bastante excitados y claramente no pensaban en las consecuencias de lo que estaba a punto de suceder; seguramente el alcohol había hecho de las suyas, aunque nadie estaba ebrio.
El pequeño caminó hacia nosotros y Mario le pasó la correa a Tiago “feliz cumpleaños” le dijo. Tiago miró al chico y se agachó a su altura para darle un beso; la escena era algo curiosa, el pequeño se veía algo inseguro, pero mi amigo no. Me pareció que es lo comía vivo, lo besaba con locura, y el chico no oponía resistencia. Soy un experto besador, es justo decirlo; noté que el niño no parecía tener mucha experiencia dando besos, me pareció raro, según había dicho era muy experimentado… Definitivamente algo no andaba bien por aquí.
Rodrigo se acercó al niño y a Tiago, y comenzó a tocar los pezones del menor. Los tenía muy pequeños y rosados; eran realmente lindos. Me sorprendí al ver cómo reaccionó el menor, era como si nunca lo hubiesen tocado ahí antes, porque se estremeció muy súbitamente. Llegó a pasar por mi cabeza que estaba sobreactuando un poco para seguirle el juego a Tiago… pero a los pocos minutos, cuando Mario se unió a tocar a niño, eyaculó, delatándose.
“Esperen, tan sólo estamos calentando ¿Y ya eyaculaste? ¿Sucede algo?” Preguntó sorprendido Mario.
“No es nada” dijo tímidamente el menor, parecía exhausto “no sé qué me pasó”.
“Mejor ven y dame una buena chupada” Interrumpió Rodrigo, exhibiendo su miembro en frente del chico. El pecoso miró sorprendido el pene de Rodrigo, y lentamente comenzó a metérselo a la boca. Parecía no tener experiencia, no lo hacía muy bien, y Rodrigo se dio cuenta. “Esperen un momento” Dijo por fin Rodrigo “podrías hacerlo mejor”. Le dio indicaciones para que usara su lengua, pero sin mucho éxito.
Todos nos volteamos a ver al niño, se veía muy nervioso. Su pene ya no estaba erecto, y temblaba; desviaba la mirada y pestañeaba constantemente.
“¿Sucede algo?” pregunté amablemente. El chico no dijo nada. Por alguna razón, creo haber usado un tono de voz algo paternal con esa pregunta. “¿Ian?” recordé su nombre.
“Yo…” tartamudeó.
“¿Hay algo que quieras decirnos?” interrogó Rodrigo algo desconcertado.
“… Soy virgen” confesó el pequeño.
Hubo silencio. Todos nos miramos.
“¿Me mentiste?” preguntó Mario “dijiste que tenías mucha experiencia ¿Por qué?”
“Pensé que si decía la verdad, no querrían invitarme a la orgía” dijo lentamente “siempre he querido participar en una…”
“Pudiste haber dicho que eras virgen… Uno no puede simplemente llegar y tener relaciones con alguien que no tiene experiencia, pudimos hacerte daño” dije con tono de reproche; el niño me miró arrepentido y desvió la mirada. “Creo que es mejor que vayas a casa”.
“De ninguna manera” dijo Tiago de pronto. Jaló de la correa y se apegó al pequeño “este niño nos mintió, y es justo que se haga responsable de sus actos”.
“Es sólo un niño” interrumpí.
“Tiago tiene razón” dijo Mario “no me gusta que me vean la cara de tonto”.
“A mí tampoco” se sumó Manuel.
“Me parece bien” agregó Rodrigo “creo que es justo que nos divirtamos con él”. Dicho esto, Manuel sujetó al pequeño de un brazo y Rodrigo del otro. El niño se veía asustado, no sabía qué hacer. Mario se acercó a mí, notaba que yo estaba tenso.
“¿Qué crees que estás haciendo?” le dije al oído.
“No me salgas con esto, Alan” me dijo Mario “no seas el aguafiestas. Es el cumpleaños de Tiago y la sorpresa resultó ser una farsa. Hagamos algo productivo con ello”.
“No quiero participar, ustedes hagan lo que quieran” dije cortante, y me senté en el sofá detrás de mí.
“Está bien” dijo Mario volviendo al menor. Miré cómo lo sujetaron y lo colocaron acostado boca arriba en una mesa. Manuel y Rodrigo sujetaban al chico, mientras Mario le tapaba la boca.
“Esto será genial” dijo Tiago acercándose al pequeño, que quedó con el trasero totalmente expuesto “dicen que los culitos vírgenes son los mejores”.
Santiago se puso en frente de aquel hoyito rosado, y colocó la cabeza de su pene en contra de él. Mario le pasó un lubricante que tenía a la mano y se lo aplicó en el pene. El menor se movía, pero era inútil, mis amigos eran muy fuertes y él era algo escuálido. Tiago empujó, y comenzó a penetrar al niño, que hizo un esfuerzo por gritar. Luego de unos minutos, Tiago comenzó a sentirte más en confianza y aumentó la intensidad de sus movimientos.
“Este putito es muy apretado” dijo Tiago “su trasero está realmente bueno”.
El pequeño intentaba zafarse, pero no podía. Estaba aprisionado por los 3 hombres que le sujetaban, mientras Tiago penetraba ferozmente su ano virginal. Me sentí culpable, lo veía llorar desconsoladamente mientras hacía esfuerzos por gritar. No podía ver a aquel chico así. Me paré y me acerqué lentamente; sabía que no podía parar a mis amigos, así que decidí hacer de la experiencia del menor un poco más placentera. Recordando sus reacciones previas, comencé a jugar con sus rosados pezones con mis manos para calmarlo. El niño poco a poco se fue relajando, y su llanto cesó. Su pene empezó a endurecerse, hasta volver a su tamaño límite que no debía superar los 11 cm, y su forcejeo se detuvo. Los muchachos notaron esto y le soltaron; ya no hacía falta sujetarlo, se había entregado.
Noté que Tiago no estaba metiéndole todo su pene… Al parecer no lo había hecho en ningún momento; de seguro sabía que aquello era demasiado para un niño virgen de tan sólo 13 años. Me tranquilicé y le hice cariño en el cabello al pequeño. Cuando su boca quedó libre, comenzó a gemir suavemente conforme a las embestidas de Tiago. Sus gemidos sonaban más lindos en vivo que en mi cabeza, me fascinaba.
“¿Ya estás mejor, Iancito?” preguntó Manuel.
“Sí, ya estoy bien” dijo entre quejidos de placer el pequeño.
“Eso es grandioso. Espero que hayas aprendido tu lección… No está bien que nos mientas, tienes que saber quién está al mando aquí” dijo Manuel al momento que le dio una nalgada.
“Entendido… Disculpe, señor” respondió obedientemente el pecoso mientras era empalado, cada vez más profundamente por la gran verga de Tiago.
“Eres un niño malo” le susurró Rodrigo al menor “Un niño muy malo y travieso… Los muchachos como tú merecen castigos muy duros”.
“Así es” dijo Tiago “creo que es momento de que recibas toda mi verga”.
El chiquillo abrió los ojos. Creo que la respuesta lo desconcertó, y luego de unos instantes miró su entrepierna, para notar que Tiago estaba penetrando con tan sólo un poco más de la mitad de su pene. Para su sorpresa, el pedazo de carne de Tiago era mucho más grande de lo que él había pensado, y aún no lo recibía completo.
Manuel y Rodrigo sujetaron al pecoso de los hombros; sabían lo que tenían que hacer. Tiago agarró firmemente las piernas del niño, y apartó al muchacho de su pene un poco, de modo que sólo quedara la cabeza dentro de él.
“¿A la de tres?” preguntó Rodrigo.
Tiago asintió. Ian miró al monstruo, se veía asustado. Los chicos se miraron, y el niño volteó la cabeza para mirarme a mí. Yo era el que lo había tratado mejor, y creo que sintió algo de simpatía por mí. Sus ojos se cruzaron con los míos, como buscando ayuda; lo miré con compasión y noté cierta fragilidad en su mirada. Seguía siendo un niño, después de todo, y mis amigos se estaban aprovechando de su vulnerabilidad. Me acerqué a él y le susurré al oído “Relájate”.
Los chicos comenzaron a contar. Ian cerró los ojos, y vi como su agujero se empezó a dilatar. Se había relajado como le dije, y me sentí aliviado. Comencé a acariciarle el cabello; noté que sonrió cuando sintió mi mano, pero su felicidad no fue muy duradera. Los muchachos llegaron al final de su conteo, y empujaron al niño de los hombros contra la verga de Tiago, quien embistió con mucha fuerza a su vez. La penetración fue completa. Los 21 centímetros de Tiago, duros como roca, habían invadido aquel recto virginal sin prudencia alguna. Al instante, el pecoso abrió los ojos de golpe, y mirando al vació dio un alarido desgarrador.
Nunca había escuchado a un niño gritar de esa forma; era algo que escucharía de una prostituta, pero no de un niño. Mis amigos no hicieron ningún esfuerzo por taparle la boca, parece que el grito los excitó más, porque noté que comenzó a salirles fluido pre seminal a algunos de ellos.
Se mantuvieron en esa posición un rato, hasta que el pequeño se tranquilizó; entre sollozos, comenzó a calmarse y noté que hacía un esfuerzo por dejar de llorar. Había comprendido que era mejor no oponer resistencia, ya no tenía salida; se había metido en un problema y debía enfrentar las consecuencias. Lo miré, y me respondió con una sonrisa, extendiéndome la mano; la sujeté. Creo que se sentía seguro conmigo, y los demás notaron eso, por lo que no interfirieron. En su lugar, comenzaron a ayudar a Tiago a penetrar al menor. Lo separaban del pene del cumpleañero, y lo volvían a empujar con fuerza hacia él, simulando la primera embestida fatal. Cada vez, la verga de Tiago entraba con mayor facilidad en el ano del menor. Y con cada embestida, este apretaba mi mano más fuerte. Ian gemía sin control; por la expresión que tenía en su rostro, era evidente que estaba comenzando a sentir placer.
“Ya le está gustando” dijo Mario, que empezó a jugar con el pene del niño.
“Sabe entregar el culo como una profesional” dijo Tiago jadeando “ya voy a correrme”.
“Sí” musitó Ian, entre gemidos “eyacula dentro de mí, por favor”. Lo miré. El menor ya se había entregado al placer, y su pene estaba durísimo. Luego de unos minutos, Tiago detuvo sus embestidas, presionando su cuerpo contra el del menor, que gritó a todo pulmón “Estoy tan lleno”.
Ian gemía como una prostituta mientras el semen se escurría por su ano. Tiago sacó cuidadosamente su verga del recto del chico, y se veía el vacío que esta había dejado. Su entrada se había deformado; se contraía, palpitando mientras seguía saliendo líquido blanco.
Al ver esto, mis amigos se miraron. Rogrido, Manuel y Mario se pusieron a un costado y comenzaron a masturbarse.
“Abre grande” dijo Mario, mientras apuntaba con su pene a Ian que yacía boca arriba, jadeando.
El pecoso obedeció, y comenzaron a caerle chorros de semen en la cara, uno después del otro, primero Mario, luego Rodrigo y finalmente Manuel. Lamía cuanto podía, pero le era imposible rescatar todo el líquido que chorreaba por su carita de niño.
Yo miraba sorprendido; mi pene estaba duro como roca, y ya no aguantaba más. Me acerqué y miré al pequeño; él abrió los ojos y nos encontramos cara a cara. Yo le miraba desde arriba, y él me extendía los brazos. Comprendí, y lo tome, llevándomelo al sofá que estaba detrás de mí. Me senté, e Ian quedó parado frente a mí; le costaba caminar, pero hizo un esfuerzo por llegar a mi verga que miraba al cielo. Se apoyó en mis hombros, y se sentó en mi pene.
Dio un quejido de dolor, mientras mi verga entraba por su ultrajado ano. Él ya no quería más guerra, pero sabía que estaba haciendo esto por mí; era su forma de darme las gracias. Hizo suaves movimientos, y comenzó a dar saltitos sobre mi verga. Me rodeaba con sus brazos y yo le sujetaba la cintura. “Más profundo” Me decía, no tardé mucho en eyacular dentro de él.
Cuando acabé, lo miré. Estaba exhausto; había sido violado por 5 hombres a la corta edad de 13 años, en su primera vez. Sujeté firmemente su correa, jalándolo hacia mí. Le di un beso, y él me lo correspondió.
Luego de aquella noche, hemos seguido teniendo relaciones con el pecoso Ian. Ha ganado experiencia, y sabe dar el culo como toda una puta.
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