Un niño llamado Antonio II
Segunda parte, de éste, el mejor culito que jamás en la vida haya podido devorar.
Al llegar a casa, el deseo ferviente de consumar el placer rebosante en mis testículos cargados de leche era insostenible. Me fui al baño rápidamente, con la clara intención de masturbarme, pero me contuve, e hice un pacto con aquel que me observaba de frente en el espejo, juramentando que no iba a liberar mi leche acumulada si no era sólo con Antonio. Y aunque resultó difícil, y tuve que respirar bien hondo, conseguí mantener esa promesa de celibato hasta al menos aquel día, el bendito sábado en que el muchacho vendría hasta mi casa.
Me encontraba reposando sobre mi sillón café, cuando un poco antes de las doce y treinta la puerta de mi casa sonaba clamando para ser abierta, y magnífica fue mi sorpresa al contemplar al pequeño Antonio y a su madre:
-Lo siento mucho profesor, pero Antonio me insistió en venirse antes, y bueno, aquí estamos- se disculpó ella.
-No es problema, así aprovechamos mejor el día- le respondí, con cierto grado de morbo sin que lograse ella advertirlo.
-No me lo vaya a mimar demasiado, mire que éste chiquillo después se aprovecha-
-Lo siento, pero hoy Antonio es mío y voy a mimarlo- le contesté en tono de gracia.
-¿Podemos ir a ver alguna película al cine profesor? rogó Antonio
-¡Antonio Moya!- le recriminó su madre – ¡Te estás pasando de la raya con la buena voluntad del profesor! ¡Terminas de almorzar y te regresas!
-No, no, no por favor- le supliqué –si a usted le parece, quisiera pasar el día entero con él, ya sabe, llevarlo a los juegos, a comer, al cine, en fin, hacer de su día una quema de energía- le propuse.
Ella guardó algo de silenció, abrió la boca, pero no dijo nada, parecía algo incómoda, hasta que finalmente agregó:
-Es que me da mucha pena con usted profesor, no quiero causarle molestias-
-No se diga más señora Ximena…despídete de tu mamá Toñito, que nos vamos al mall- le indiqué.
El muchacho radiante de alegría le dio un abrazo, y con el compromiso de ir a dejarlo una vez concluida la jornada, emprendimos ruta hacia los patios de comida del centro comercial en el auto. El niño se veía demasiado hermoso con su camisa hawaiana de amarillo color, sus diminutos shorts blancos y unas sandalias verdes, sus piernas desnudas desconcentraban mi atención a las condiciones del tránsito, y como ya se había hecho costumbre, el silencio seductor nos acompañaba en nuestro viaje.
Con un hambre impetuosa el chico devoró sus papas fritas, me encantaba ver sus labios repletos de ketchup pues me daba licencia para limpiarlos con mis dedos, y mi verga daba brincos cada vez que él los chupeteaba. Saciado el apetito lo tomé de la mano, y lo llevé hacia las salas de cine como él me había pedido, ubicándonos en los últimos asientos de la taquilla, como únicos espectadores. Era como la tercera vez que veía “spider man” en el mes, pero no me importaba, estaba allí con él acariciando sus muslos, mientras el niño se desprendía de sus sandalias para agasajar mis piernas con sus desnudos pies. La sensación térmica comenzaba a subir por mi sistema, hurgueteé con mi mano derecha dentro de sus calzoncillos para contemplar lo dura que tenía su pequeña pija, y por cada apretada que le proporcionaba a su tronquito el chico cerraba los ojos y suspiraba. Él, por su parte, me correspondió en la misma forma, y para cuando su pequeña manito apretaba el tronco de mi falo, nuestros labios se juntaron por primera vez y el beso se tornó inevitable, intenso pero tierno, y mientras mi lengua hacía contacto con la suya Antonio dio inicio a la invitación para aquello que teníamos pendiente:
-Hay que irnos- propuso.
-¿Irnos, adónde?- le pregunté
-Llévame a algún lugar- dijo en susurro tono leve
-¿Estás seguro? ¿Entiendes bien lo que está pasando?- le consulté, asegurándome de no obligarlo a absolutamente a nada.
-Métamela- pidió mientras me besaba exhalando su excitación en mis labios.
Lo tomé de la mano, y abandonamos tan aprisa como pudimos las dependencias del cine. Ya en el auto, los besos apasionados continuaron, mis manos recorrían todo de él bajo su espalda y sus pequeñas manos seguían hurgando mis testículos como bolas chinas. Apenas hubo pausa, encendí el motor y salí hacia la calle, y fue entonces cuando aquel juego de llaves que tenía en la guantera se me vino a la mente como afortunado premio caído desde el edén mismo, pues los cerrojos a abrir correspondían a un departamento amoblado que mi jefa me había facilitado para ponerlo en venta. Ya en el edificio, subimos por el ascensor besándonos y manoseándonos, y para cuando abrí la puerta del espectacular departamento como sacado de una revista de casa y decoración, Antonio brincó sobre mí como un koala para abandonarse a los placeres que hasta entonces comenzaba a experimentar.
Me avecinaba con él montado sobre mí hacia la cama, un pomposo lecho cubierto por cobertores de pieles blancas, cuya exquisitez contribuía favorablemente para hacer el amor. Me quité de mi playera y mis shorts quedando solamente en bóxers, mientras comenzaba el proceso de desabotonado de la camisa de Antonio con desesperada parsimonia, de un tirón lo desprendí de sus cortos pantaloncillos y slips al mismo tiempo, y tuve para mí su exquisita desnudez acompañada únicamente de su camisa abierta. Nos miramos fijamente, y el niño reiteró su invitación:
-Métamela-
-¿Ya lo has hecho antes?- le pregunté
-No, pero vi a mi hermano mayor hacerlo – me respondió
-¿Hermano mayor?- insistí
-Sí, tiene veintidós, y vi cuando su compañero de universidad se la metió, y él se veía feliz y contento- contestó.
-¿Y tú quieres hacerlo?- le interrogué
-Sí, pero sólo contigo- sinceró
-Y yo contigo Antonito, deberás hacer lo que te indique sin discutir, nos llevará algo de tiempo, pero podremos hacerlo- le respondí besándolo.
-¿Ya lo hiciste con algún otro niño en el club?- me preguntó.
-No Antonio, juro que con nadie más-
-Bien, porque quiero ser el primero- contestó con sus labios muy cerca de los míos.
Lo conduje a los pies de la cama, y deposité su cálido cuerpo sobre ésta, para contemplarlo mejor. Sus manos yacían hacia atrás, palmas arriba como rendido a mis ocultos pensamientos, sus piernas se encontraban flexionadas dejándome ver su ano apretado y virgen, y al silencio cómplice del momento dimos rienda a nuestros placeres, para levantar sus muslos al aire y enterrar mis fauces en la calidez ardiente de su anillo anal, comiendo con desespero todo su culito prensado. Esta vez mi lengua recorría con muchísima más intensidad que aquella última vez en el auto, de vez en cuando chupaba sus pequeños testículos, devoraba su durísima verga, y besaba su monte poblado con algunas pelusillas oscuras. Para cuando mi lengua penetraba con su punta el ano del muchacho, los gemidos de Antonio comenzaban a brotar de su boca como una dulce armonía de libídine, y ya para cuando las lamidas lo recorrían invasivamente sin dejar espacio alguno por recorrer, el niño comenzó con el sube y baja de su pancita, anunciando deseos enormes de culminar el primer orgasmo de su vida, pero le contuve, y me eché sobre él para besarlo con mis caderas sobre las suyas.
-¿Por qué ha parado?- preguntó -¿Lo estoy haciendo mal?
-Eres increíble Antonito- le respondí- tu culo es el mismo cielo en mi boca
-Y entonces, ¿por qué se ha detenido? Sentía un cosquilleo estupendo en mi estómago, como si se me fuera a reventar- agregó.
-Tranquilo muchacho, es mi turno- le contesté- Ven, ponte de rodillas.
A la invitación, Antonio se puso de rodillas sobre el piso alfombrado y cómodo, mirándome fijamente a los ojos como esperando instrucciones. Le quité su abierta camisa para admirarlo en total desnudez y contemplar desde lo alto la respingada cola que tanto había conseguido seducirme, me tomé un instante para acariciar sus cabellos y conducirlo finalmente ante el falo imponente que ante sí tenía, por cuyo tronco se derramaban unas cuantas gotas de precum que anunciaban ganas tremendas de eyacular.
-Chúpamela- le pedí
-¿Así?- me preguntó, mientras succionaba el glande como si fuese un chupete de caramelo.
-Así Antonio, intenta introducirlo un poquito más…ahhh, ahhh, ahhhh así Antonio, así está estupendo- gemía.
-Sabe algo salado- agregó, mientras su lengua recorría la zona del frenillo.
-Chúpala Antonito, chúpala hasta que mi leche explote dentro de tu boca- le supliqué
-¿Cuál leche? preguntó.
-Chúpamela Antonio, chúpala y verás…ahhhh ahhhh ahhh ahhhh así, así, así.
El muchacho succionaba el glande con infinita delicadeza, con mis manos le ayudé a encontrar el ritmo apropiado y a los pocos minutos su felación era exquisita e intensa, podía sentir la textura de sus labios alcanzar la medianía de mi tronco, y me atreví a hundir aún más arrancándole una arcada. Me miró con sus ojos llorosos, pero reanudó su sesión de sexo oral con impecable maestría, dejando mi verga empapada de sus abundantes salivas.
-Ven Antonio, ven a la cama- le pedí.
-¿Qué debo hacer ahora, no te gusta como lo hago?- preguntó.
-Lo haces increíble Toñito, pero ven a la cama para que sigamos jugando- le propuse- ponte así, justo encima de mí, pero mirando hacia mi verga.
El chico quedó expuesto al más perfecto de los sesenta y nueve, dejándome a la vista el mejor culito que jamás, pero jamás en la vida me haya podido comer. Sus curvas dibujaban su espalda, lo que agraciaba aún más su silueta de bambi increíble, que la hacían merecedora de la mejor de las vergas, y cuando comencé a devorar su culito con mis manos amasando sus generosas pompas el niño entendió el rol de la posición y engulló mi verga hasta el fondo. Su felación aumentaba a medida que mi beso negro se tornaba más intenso, sus chupadas daban toda la impresión que arrancaría la cabeza del cuerpo de mi pene, podía sentir sus salivas cayendo por mi tronco al pubis, y cuando el niño comenzó a tiritar anunciando orgasmo sin abandonar la succión de mi miembro, mi ingle comenzó su natural proceso de debilitación sin posibilidad de contenerse. Su ombliguito iba y venía, su ano se relajaba y contraía, y sus gemidos finalmente delataban que se encontraba a pocos instantes de acabar.
-No te detengas Antonio, por nada del mundo te detengas- le imploré
Aumenté a velocidad máxima las revueltas que mi lengua propinaba a su rojizo ano, en tanto Antonio seguía masturbándome con su boca incesantemente. Nuestros cuerpos se rendían, gemíamos al mismo tiempo que nos chupábamos todo, y finalmente pude sentir como un líquido caliente salía disparado hacia mi pecho desde el erectísimo pene del niño, quien gemía en forma aguda mientras mantenía su succión, y mi ser le respondía en total conclusión al placer proporcionado:
-¡Me vengo, me vengo Antonio, sigue, sigue, ahhh, ahhhh, ahhh, ahhhhh!
Mi verga, que llevaba horas y horas en libido contenido, terminó estallando en litros de mi mejor semen en la boca del niño, en potentes chorros que parecían no acabar nunca. Grité sin importarme quien o quienes pudiesen oírme, y como advertía que de la verguita de Antonio seguía emanando néctar, me llevé su pene a la boca para chuparlo, y disfrutar de la dulzura de sus manantiales pre púberes. Pasados unos instantes, en que prácticamente quedamos secos de tanto placer liberado, el muchacho se echó sobre mí para besarme, sonriente, satisfecho y feliz:
-Me lo he tragado todo- dijo él.
-Ha sido genial Antonito, estuviste increíble- le felicité
-¿Cómo se llama este juego?- preguntó
Esta vez no quise mentir. Hace algunos años atrás, un niño me había hecho la misma pregunta, y no supe responderle (léase “El niño de los helados”). Pero no en esta ocasión, y mi franqueza se abrió paso a su sutil inocencia a medio desvirgar:
-Esto se llama “hacer el amor” Antonio; pero es algo que sólo los adultos hacen, y si se enteran que lo estamos jugando pues tu madre se asegurará que nunca más lo volvamos a hacer- le confesé.
-Eso no va a pasar- me respondió –desde hoy, prometo hacer esto solamente contigo.
-Eres mío Antonio- le dije besándolo.
-Y ahora, quiero que me la meta- rogó
-¿Ahora?- pregunté
-Sí, ahorita- insistió
-Pues…
Pero no pude terminar la frase, el vibrador del celular tronó con fuerza sobre la mesa del velador, y la madre del niño nuevamente aparecía en escena como indeseable espectador ciego:
-Buenas tardes profesor, ¿cómo lo han pasado?
-Bien señora Ximena, almorzamos en el centro comercial, vimos una película, y le pedí a Antonio que me acompañara al departamento de un primo que está de vacaciones para alimentar sus mascotas- le mentí.
-Ya veo- señaló ella- pues bueno, quería pedirle el inmenso favor de traérmelo a casa, ya casi serán las nueve de la noche.
Miré mi reloj, y efectivamente habíamos perdido la noción del tiempo otra vez.
-Cuánta razón tiene usted, le ofrezco miles de disculpas- le pedí.
-No profesor, por el contrario, disculpe usted, seguramente Antonio le quitó gran parte de su tarde- agregó ella.
-Para nada, la hemos pasado estupendo, ¿verdad Antonio?-
-Sí mamá- gritó él- increíble- mientras reposaba con su cabeza sobre mi abdomen.
Nos vestimos, hicimos la cama y procuré de lavarlo bien, para no dejar vestigio alguno, sin perjuicio de que le pedí que por favor se bañara apenas llegase a casa. El niño sonreía, nos fuimos hasta el ascensor de la mano, con nuestros dedos entrelazados, y al partir en el auto camino a casa Antonio se dejó caer sobre mi entrepierna, bajó mis shorts y comenzó la succión de mi falo mientras conducía camino a su casa. Su felación se tornaba profunda y exquisita en cada semáforo rojo, y tras quince minutos de trayecto eyaculé nuevamente en su boca, justo cuando su mamá se aproximaba a abrir la puerta de su hogar. Como buen putito tragó todo, limpió su boca y bebió una soda para limpiar los rastros que pudiesen delatarlo; bajamos del auto no sin antes asegurarme que no tuviese siquiera un pelo de mis pubis en sus labios:
-Buenas noches profesor, hola mi bebé- saludó ella abrazando a Antonito- te ves cansado amor.
-Sí, es que hoy fue un día caluroso- le expliqué.
-Es verdad- dijo ella- un calor insoportable, en fin. Profesor, quería aprovechar de justificar a Antonio, ya que esta semana no asistirá a entrenar, viajaremos a Tacna los tres con mi marido para comprar unas cuantas cosas que necesitamos.
-Ya veo, bueno, pues voy a extrañar a Antonio en las prácticas- le contesté con algo de tristeza.
-No quiero ir- alegó el niño.
-No hay alternativa, irás con nosotros- dijo su madre.
-Buenas noches, ¿todo bien?- dijo el papá de Antonio, que hacía su aparición en la escena.
-Ay amor, es que le estoy contando al profesor lo del viaje a Tacna, y Toñito se pone a discutir enfrente de él de que no quiere ir- dijo su esposa.
-Pero si no quiero ir, es aburridísimo, días enteros visitando tiendas y tiendas, y llego al hotel siempre cansado- se defendió Antonio.
-No hay remedio- dijo su papá- tus abuelos viajaron al sur, así es que estás condenado muchacho- le dijo palmoteándole la espalda.
-Pero, ¿y el profesor?- insistió el niño
-Ah no, no, no, no…esto no me gusta nada Antonio- dijo ella- ¡basta de importunar para todo a tu profesor!
-¡Por favor Antonio! –le reprochó su padre -¡pero qué descaro!
Unas cuantas lágrimas resbalaban desde las mejillas del niño, sin emitir llanto. Me miró con la complicidad silenciosa de siempre, pidiéndome auxilio.
-Señor Moya, señora Ximena, a ver- inicié mi discurso- no sé cómo le vaya a parecer, pero en verdad no tendría ningún problema con hacerme cargo de Antonio en estos días, pues vea, por las mañanas lo llevo al colegio, lo recojo en su hora de salida, va a los entrenamientos y prometo enviarlo a la cama en una hora razonable. Me encargo de sus comidas y me aseguro de que se asee bien- propuse con algo de temor.
Se miraron el uno al otro, con cierto grado de desconcierto a la inesperada propuesta:
-No lo sé, que te parece a ti- preguntó el padre.
-No lo sé amor, tendrías que decidirlo tú- dijo ella.
-Véanlo de este modo, una segunda luna de miel y tiempo a solas- les sonreí.
Él la miró una última vez, y a la mirada aprobadora de su esposa, finalmente concluyó:
-No se diga más, dejo a Antonio en sus manos queridísimo profesor, puede retirarlo mañana a las diez.
El niño sonrió, los abrazó, y me dio un abrazo particularmente afectuoso. Me miró fijamente como si fuese a besarme, pero no lo hizo, nos despedimos todos, y emprendí ruta a mi hogar. Me di una ducha, y me acosté, con las piernas aún temblorosas ante las monumentales felaciones que Antonio me había proporcionado, y cuando me disponía a dormir, el buzón de mensajería de mi celular sonaba, para anunciar la llegada de un envío sorpresa, una fotografía del culito de Antonio, remitida desde su celular:
-“Mira, me lo dejaste todo rojizo xD”- escribió
-“Jjajajajaja…borra eso”- le pedí
-“Está bien”- digitó él.
-“Buenas noches Toñito”- me despedí.
-“Nos vemos mañana”- se despidió él.
CONTINUARÁ…
Les dejo el link del primer capítulo:
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/un-nino-llamado-antonio/#comment-653
Uffff me la dejaste toda dura la verga y esperando el siguiente capítulo
no manches te pasates con el relato me regusto mucho y creo que lo pasaran muy bien toda la semana y estare esperando el sigueinte no demores amigo y saludos ok.
Muy bueno el relato espero que te comas ese culito porque fue sin comertelo y me vine cuando lo hagas no sabré donde llegarán mis chorro de leche muy bien estos relatos. Felicidades.
Rico relato sigue …con mas
Que delicia de relato, digno de ti.
Fino excitante relato…
Felicitaciones, excelente relato sigue contando que más sucedió….