UN SECRETO A VOCES
Al igual que otros niños mi iniciación fue prematura.
I. Inicio precoz
Por mas que lo intento no consigo recordar el momento exacto en que Daniel, un vecino, me llevó a su terreno.
Recuerdo como algo normal encontrármelo de repente en el fondo del patio de la casa de mi abuela. Allí yo solía jugar casi siempre, protegido de las calles. Ese fue mi reino hasta que mi abuela me dejó salir solo a la calle cuando cumplí los 8 años.
Daniel tendría entre 20 y 25 años. Vivía al otro lado de la manzana, pero su patio y el de mi abuela lindaban. Cuando saltaba la pared y me guiñaba el ojo, me estremecía. Sin decir nada le seguía hasta el interior del galponcito y sin decir nada abría la boca para engullir la primera polla de mi vida. No sabría decir qué me impulsaba a chupar aquel palo duro hasta que se corría y tragar su leche y ya está. No recuerdo la primera vez que le vi la polla, o la primera vez que se corrió en mi boca o la primera vez que me tragué su leche.
Lo que sí recuerdo bastante bien es la primera vez que me folló. Me puso en el suelo boca abajo, se puso sobre mí y me la metió. La sacaba cada vez que gritaba, pero me convencía para intentarlo de nuevo. Intento tras intento, consiguió su objetivo y yo conseguí aguantarlo hasta que se corrió.
De ahí en adelante sus visitas solían terminar con una enculada. Rápidamente mejoré mi capacidad de recibir polla y con ello mi satisfacción al hacerlo bien. Me encantaba cuando me decía que lo hacía bien. La verdad es que me gustaba sobremanera recibir su polla caliente. Me encantaba notar como entraba y salía y cómo se corría.
Pensaba que cuando dejaba que me follara, le estaba ayudando, o estaba haciendo algo que no todos los niños pueden hacer, o yo que sé. Creo que Daniel me inculcó la idea de que era un niño afortunado al recibir las atenciones de un adulto.
II. Pura necesidad
Daniel dejó de venir. Algo en mi interior me dijo que quizá podía ofrecer mis servicios a mi tío. Mi tío Julian tenía treinta y tantos. Era un hombre trabajador de pocas palabras, de buen cuerpo pero poco agraciado. Ahora pienso que no debía tener muchas oportunidades para follar ya que él supo aprovechar la oportunidad que le brindó el destino.
No sé como me armé de valor aquella noche. Le oí llegar aquel viernes, esperé a que se quedara dormido y con el corazón en un puño me levanté de mi cama y me acerqué a la suya. Lentamente introduje mi mano por debajo de las sábanas hasta encontrar su cuerpo. Busqué su entrepierna y apoyé mi mano sobre su polla. Tocaba un poco y me detenía por miedo a que se despertara, por miedo a su reacción. Casi al momento en que noté que su polla despertaba se encendió la luz y me quedé petrificado. Mi tío se destapó y apagó la luz. La señal fue clara. Me acerqué más y cuando volví a tocarlo ya no llevaba calzoncillos.
Me subí a la cama y como había aprendido empecé a chuparle la polla. La polla de mi tío era de verdad la polla de un adulto y mi boca aunque entusiasta, pronto se cansó de permanecer tan abierta. Me acosté a su lado dándole la espalda y ya se lo pueden imaginar.
Oí como la saliva salía de su boca y noté como me embadurnaba mi hoyo con ella. Deseaba volver a sentir el calor de una polla en mi culo. Quería que empezara ya a penetrarme.
-Aaaaaah!!!
-Shuuuu
Aaaah, me duele!
Tapó mi boca con su mano mientras me susurraba que fuera bueno y no hiciera ruido. Lo intenté pero el grosor de su polla era demasiado para mí y como pude me aparté y me fui a mi cama. Tras un breve momento encendió la luz y le oí trastear en un cajón. Apagó la luz, vino a mi cama, me destapó y tiró de mí. Hizo que me arrodillara frente a mi cama.
Yo le decía que no quería que me hiciera daño. Tapó mi boca con un pañuelo y me inmovilizó con una mano sujetándome por las muñecas en mi espalda. No fue brusco pero no descansó hasta meterme parte de su polla. Yo creía que me partía por la mitad cada vez que me penetraba. Duró lo que duró, para mí fue una eternidad. Se corrió y recibí un beso en la espalda como premio.
El culo me ardía, no sabía dónde me había metido. conseguí dormirme hasta que me despertó una punzada en mi culo.
-Aaaah, no, no por favor.
-Calla, vas a despertar a la abuela.
-Es que me duele mucho.
Tapó mi boca con su mano, acercó su boca a mi oreja y mientras me la metía su cálido aliento me transmitió el mensaje…
-Te tienes que acostumbrar.
El vaiven empezó.
-Mmmm
-Sé bueno como anoche!
-Mmm, no, mm
Me la clavó con fuerza mientras se aseguraba que tapaba bien mi boca.
-Sé un buen chico o tendré que hacerlo así.
El dolor me atravesó y grité ahogadamente. Se detuvo
-¿Vas a ser bueno?
Asentí con la cabeza. Me entregué a mi destino y apretando los dientes permití que mi tío fuera entrando y saliendo de mi culo pausadamente. Mi ojete agrietado me escocía. Pronto mi año perdió sensibilidad y el dolor se convirtió en molestia. Me relajé, se relajó. Me rodeó con un brazo, besó mi cabeza, se mostró más tierno. Me folló de lado levantando una de mis piernas y se vació estremeciéndose.
Me costó un tiempo adaptarme a él. Estaba encantado de nuestra relación. Hacer cosas secretas de mayores compensaba el dolor que notaba hasta que mi ano se acostumbraba a su miembro invasor.
El tiempo y el empeño de mi tío hicieron milagros y en algún momento empecé a experimentar el placer. El se empezó a aventurar más en mi interior y poco a poco experimenté lo que se siente cuando estás completamente empalado. El placer llegó cuando me entregué por completo a mi destino, cuando dejé de luchar para que no me la metiera y empecé a empujar para que su glande entrara cuanto antes.
Mi tío me follaba periódicamente. No tenía que esperar a la noche si se calentaba, me llevaba al galponcito del patio y dale.
Calculen las veces que me enculó desde los 7 a los 18 años; cientos, miles de veces.
III. Un secreto a voces
A los 9 años ya iba solo al colegio y salía a jugar a la calle, aunque no tenía amigos en la barriada.
-Juanito ven
-¿Que quiere Don Luís?
-Ven, me tienes que ayudar.
Le seguí al interior y para mi sorpresa se bajó el pantalón y vi su polla erecta.
-Mira como la tengo. Chúpamela un poquito. No seas tímido, sé que te gusta.
Don Luís el primero de muchos señores y jóvenes que se acercaron a mí con la certeza de que recibirían una buena mamada o de que me dejaría follar con facilidad y no diría nada.
Nunca supe como se corrió la voz. ¿Fue Daniel que lo comentaría con sus amigotes? ¿Fue mi tío quien aflojó la lengua en una borrachera? ¿Alguien me vio chupándosela a Don Luís? No sé.
Lo cierto es que desde los 9 o 10 años raro era el día que no era penetrado por algún adulto o por mi tío. A veces incluso más de uno me follaba el mismo día.
Describir cómo me follaban está de más. Imaginen lo que quieran, seguro que aciertan. Era un niño sumiso a las demandas de los adultos. Chupar y chupar hasta atragantarme, folladas rápidas detrás de un muro, visitas nocturnas que ensanchaban cada vez más mi ojete. Todos buscaron los mismo, deslecharse. Todos fueron cómplices, todos me follaron, pero solamente mi tío me besaba cuando se corría. Solamente mi tío me quiso y me enseñó a aguantar.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!