Un taxista bien macho me da un viaje bien sabroso.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por carloscosta.
Hola. Este es mi segundo relato en la comunidad. Para quienes me leen por primera vez les cuento que me llamo Carlos, soy un oso complaciente de la ciudad de Sincelejo en Colombia.
Esto me sucedió hace algunos años, pero lo tengo aún fresco en mi memoria y de vez en cuando me hago pajazos bien rico recordando todo lo que ocurrió esa noche. Quienes viven en Colombia, y me imagino que otras partes del continente, saben que después de ciertas horas en la noche el transporte público entre poblaciones cesa por completo y si no hay dinero suficiente para pagar un taxi, entonces toca tomar un “taxi colectivo” que no es más que un vehículo particular que hace viajes toda la noche entre un sitio y otro por una tarifa más o menos cómoda.
El día de mi suceso en particular viajé desde mi ciudad (Sincelejo) a Montería donde usualmente me quedo con una tía. Cuando voy allá es netamente por trabajo y ella entiende que si llego tarde, no llego borracho ni nada por el estilo. Recuerdo que me llamaron de un pueblo que se llama Cereté que queda a unos 20 minutos de Montería para dar una asesoría a una empresa que se demoró más de lo debido. Terminé casi a las once de la noche, y aunque se ofrecieron a llevarme hasta Montería dije que no porque sé que después me pedirían rebaja en mi trabajo. Llegué a la improvisada terminal de taxis colectivos y me fui hasta el primero que estaba en turno: un Chevrolet Alto verde relativamente nuevo conducido por un ejemplar espectacular: un tipo acuerpado producto del gimnasio, blanco pero no amarillo, sino rosadito. Medía más del 1,70 que yo mido. Enfundado en un par de jeans desteñidos que marcaban un paquetote, uffff!!! Me sacó de mi ensismamiento su voz bien masculina que me dijo: “Ey gordo, vete tú adelante para que atrás quepan más”. En ese momento me percatpe que sólo estaba yo y debía esperar a que llegarán los demás. Yo le dije: “Ey ponte una musiquita ahí mientras llegan los otros”. Me hizo caso y se sentó en el puesto del conductor a poner la radio. Observé más de cerca sus grandes manos, dedos largos y gruesos. Y el paquete era en verdad grande porque se le iba por un costado de la pierna.
El diablillo que llevo dentro se me encendió, junto con el financiero: Tenía suficiente dinero para pagar los cuatro puestos colectivos, e incluso para pagar una botella de aguradiente e incluso un motel. “Me voy a arriesgar”, me dije. Yo lo llamé y le dije: “Oiga amigo, ¿cómo se llama usted”. Me respopndió: “Nelson”. “Bueno Nelson, mira cada pasajero lo estás cobrando a dos mil pesos, Yo te pago los cuatro puestos y me llevas a la casa de mi tia del otro lado del río y te pago la otra carrera. Te doy por todo 10 mil pesos” Destaco acá que esto pasó hace ya mucho tiempo. Él me dijo “Va jugando” y se despidió de sus compañeros.
Arrancamos y enseguida le metí conversación. Le dije que no tenía pinta de ser taxista y me contestó que era contador, pero que debido a la crisis que había le tocaba buscar un extra. “Figuro que tiene hijos y esposa”, le dije. “Tengo un hijo, pero no vivo con la mamá. Las viejas joden mucho”. Me quede callado un rato, mientras pensaba cómo atacar. “Bueno, igual con la pinta que tiene y con este carro no creo que le falten mujeres para desahogarse”. Él me miro y me dijo: “Sí, pero no hay nada como la chupada de un gay así como tú. Te gusta lo que ves”.
Yo no contesté, sino que de una se lo comencé a sobar por encima del pantalón, mientras él se abría más las piernas y me pedía que lo sobara y se lo chupara ahí mismo. Como sabía que ya estábamos cerca del aeropuerto de Montería y que justo al frente queda un motel que se llama “Hawaii”, le dije que entráramos allí para pasar el rato. Me hizo caso y entramos a la pieza.
Una vez se bajo del carro se bajó el pantalón para revelar una tanga azul oscuro en satín marca Leo bien ajustada que marcaba un paquete. Me hizo señas y enseguida me arrodillé frente a su falo mientras nos veíamos en los espejos que habían por todas partes. Cuando la tuvo bien gruesa y bien grande (casi 19cms de largo con cabeza púrpura y unos 5 cms de grueso) me pidió que le quitara la camisa mientras yo aún seguía con la ropa puesta. Le mordí las tetillas y me besó cálidamente mientras me sobaba el culo y me lo magreaba.
Me pidió que nos fuéramos a la cama y que se lo siguiera chupando junto con las bolas que estaban bien rosaditas y rellanas. En medio del ajetreo me decía: “chupa papi, chupa rico así bien rico. No pares. Chúpame las bolas. Chúpame el culo papi, Ufff, Eso, Así, dame lengua. Uffff, No pares. Chúpame la verga” En verdad el tipo paraceía estar disfrutando de mis labios y lengua, cuando finalmente me dijo: “Quítate el pantalón y la camisa y quédate en calzoncillos”. Así hice, y me puso boca arriba en la cama. “Uffff, estos pelos en el pecho me encantan” me decía mientras me los sobaba, halaba y luego de eso venía y me decía y hacía: “ufffff gordo, ven te paso la cabeza de mi verga en las tetillas …. Uffff nojoda sí estás rico”. El sólo hacer eso hizo que las tetillas se me pusieran duras y enseguida puso y se me sentó en el cuello y me enterró la verga en la boca. A todas estas no me dejaba siquiera masturbarme. “Espera”, me decía.
Cuando terminó de meterme la verga bien rico otra vez en la boca, se deslizo por encima de mi cuerpo hasta los pies, y de un solo tirón haló el bóxer que traía. Puso las almohadas bajo mi culo y me dijo: “menéate rico porque te voy a dar una buena cojida.
Sé que te va a gustar” Y así, aprovechando sólo que estaba bien excitado, me metió todo el falo en dos momentos: Uno hasta la mitad de su verga mirándome a los ojos diciéndome: “aguanta que te va a gustar”; el otro cuando sólo sentía el roce de su vello púbico en el hueco de mi culo restregándose mientras me loe enterraba en círculo y tenía él los ojos en blanco y parecía poseído. “Ufffff gordo. Me encanta tu clo, ¡Qué estrecho” Por eso me encantan los gordos …. Siempre tienen ese culo apretado y hay donde agarrar. Uffff papi”. Yo le decía: “Dame leche, dame verga Neslson. Cójeme rico. Dame una verguera que me dure el culo tres días abierto”. En medio de ese jaleo, cambiamos sólo de pose tres veces más: del pollo asado inicial que me dio por casi 10 minutos pasamos a cuatro patas en la misma cama, pero alzando la pierna y que estuvo delicioso porque me entraba facilito, luego hizo que lo cabalagara sobre ese pistón y finalmente, me puso en la famosa “silla del amor” que es como una silla de ginecología, en donde me hizo pollo asado pero con él de pie. Ya teníamos más de una hora allí metidos en el motel cuando sentí los espasmos en su pelvis que hicieron que mi mano se acelarar y pudiéramos venirnos bien rico. A pesar de tener puesto él condón, sentía los chorros de leche entrar en mi culo.
“Uffff gordo … que culo de rico”, me dijo. “¿cuándo nos vamos a la playa y pasamos un día rico en una cabaña”. Le dije: “Vamos a planearlo”, y bueno que lo planeamos y lo hicimos, sólo que sin contar que se llevó a su mejor amigo de la infancia que terminó siendo uno de los empleados de una empresa que yo asesoraba como me enteraría más tarde, pero eso es otro relato.
¡Hasta luego!
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