Una de tantas historias I. Las vergas que tuve en mis primeros años.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Mesoamericanomx.
De pequeño, sin saber porqué, cuando hacía del dos en el baño me desnudaba totalmente y disfrutaba al defecar. No sabía lo que significaba. Pero recuerdo que me gustaba la sensación. Y mi verguita siempre se me paraba.
En esos primeros años también sentía curiosidad por ver como orinaban mis primos al aire libre. Como lanzaban sus chorros a un metro de distancia o más y hacían competencias para ver quien mandaba más lejos el chorro de orina. Y así. Sin que pasara más. Sus penes juveniles, semierectos, gruesos, largos me “calentaban”, pero hasta allí. Nunca les propuse nada ni ellos a mí. Como me gustaba vivir esos momentos.
Y tampoco recuerdo con claridad pero un primo más, con quien convivía más de cerca, ya que salíamos a nadar o al campo junto con otros familiares, fue el primero en recargarme su pequeño pene. No recuerdo como empezó. Ni como dejaron de repetirse estas escenas.
Solo me decía que vayamos a “coger” y nos íbamos entre los árboles, me pedía bajarme los pantalones y obedientemente lo hacía. El me empinaba y se pegaba detrás de mí. Lo disfrutábamos. Tardaba restregándome su verga. Sin metérmela. Sin que eyaculara, después de bastante rato me pedía que ya nos fuéramos y terminaba el ritual. Nos vestíamos y dejábamos el lugar. El tenía unos 11 años. En otros momentos cuando íbamos a bañarnos al arroyo me enseñaba su trozo y se sacaba los cebos. Me decía que eso se le forma a los hombres. Que es normal. Pero no le tocaba la verga. Solo me la enseñaba y el se agarraba el trozo sin masturbarse. Su pene casi siempre lo tenía parado. Era riquísimo eso, momentos de intimidad entre ambos, seres del mismo sexo y sin maldad de por medio.
Así fueron mis inicios en el sexo.
Ya en el kínder y en primero y segundo año de primaria recuerdo como yo invitaba a 2 compañeros de mi salín a que me “cogieran”. Y por separado nos íbamos a coger entre los árboles, fuera de la escuela, durante el recreo. Nos quitábamos la ropa y me recargaban sus penes parados. Me gustaba. Lo disfrutaba como algo muy natural. Evidentemente que los participantes lo disfrutábamos con mucha frecuencia. Después de allí pasaron varios años sin que pasara nada, como que ese instinto pasó a una fase de receso. Y con el tiempo, ocurrió que me reencontré con uno de estos niños que me “cogía”… regresó de Estados Unidos donde vivió varios años. Muy macho. Alto. Fuerte y Cogelón.
De adultos recreamos lo que ocurrió con nosotros de pequeños. Me sorprendió su aguante. Su verga no mide más de 13 cm. Pero qué rica verga. Con este hombre reviví grandes momentos. Cuando nos vimos en nuestro primer reencuentro le dio gusto verme. A mí igual. Quedábamos de vernos y no se podía. O nos tomábamos un refresco sin abordar el punto del sexo. Pero una noche entró una llamada. Era el. Me pidió que nos veamos y platicamos. Convivimos. Sin que pasara más. Pero hablamos de momentos gratos en la niñez.
En otro momento me llamó diciéndome que tenía el día libre. Que quería estar conmigo. Y que beberíamos unas cervezas. Llegó, recién bañado, muy galán. Tomamos las cervezas, solos en la habitación y empezó el flirteo. Me pidió sentarme a su lado. Me besó. Mis manos alcanzaron sus musculosas piernas sobre el pantalón. Me abrazó y me sentó sobre ellas. Toqué sus fuertes y anchos hombros. Llegué a su abdomen. Metí mis manos bajo la playera. Me encontré con un abdomen afibrado, con pelos. Besé sus tetillas. El ya gemía. Mis manos se lanzaron a su pene, aún oculto dentro del pantalón. Le abrí la cremallera y metí las manos bajo el bóxer. Saqué un rico pene erecto, con el precum escurriendo y lo engullí. El se retorcía. Su tamaño me permitió tragarlo todo. Me lancé a sus huevos peludos. Mi boca recorría su trozo. Mis labios engullían el grueso tronco y la cabeza pelada. Super exitado, caliente el gemía, se retorcía y me agarró la cabeza. Me cogió salvajemente varios minutos la boca, totalmente pegada a su tronco, sentía que me asfixiaba y no paraba y no me soltaba y seguía y seguía.
Fueron momentos de intenso placer. De repente, fuertes espamos anunciaron su venida, me llenó la garganta de pura leche fresca, rica. No alcancé a tragarme toda la abundante leche, también escurría en las comisuras de mis labios y su rica verga tenía restos de su semen. Todo era leche y mas leche. El hombre tenía un depósito sin vaciarse. Y su aguante fue fenomenal. Aún con lágrimas por haber pasado momentos con dificultades para respirar por tenerme pegado a su tronco cogiéndome hasta la garganta. Tragué aún lo que sobraba y me ocupé en limpiarle el trozo a este macho, sus huevos, su abdomen. Mientras su respiración se normalizaba. Sellamos el momento con un beso entre los restos de su abundante venida en nuestros labios.
Entre abrazos y toqueteos. Un amor de los primeros años de vida volvía a encenderse. Se daba sin mayores prejuicios. Ambos lo queríamos. El ambiente era de total intimidad, de cariño, de amor, donde el sexo era lo que importaba, el olor a verga era lo que inundaba el espacio.
Nos tomamos la última cerveza y tuvo que irse. Sabía a qué había venido. Yo sabía lo que quería. Así, pasó lo que tenía que pasar…
Seguiré enviando otras entregas. Espero sus comentarios y ricos aportes.
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