UNA HISTORIA DE AMOR
Después de enviudar descubrí que existían otras formas de amar, y conocí a dos personas maravillosas. Con la primera tuve una experiencia maravilosa, pero finalmente conocí a mi actual compañero, con quien comparto mi vida plenamente..
UNA HISTORIA DE AMOR
Hacía sólo unos meses que me había quedado viudo. Desde algunos años antes, mi matrimonio hacía aguas, pero cuando a mi esposa le detectaron aquella enfermedad incurable, decidí dedicarle por entero los últimos años que le quedasen de vida. Y así lo hice; me entregué en cuerpo y alma a cuidarla y a mimarla, y ella me correspondía con gestos amables, por lo que, nuestra relación parecía que había mejorado en aquellos últimos meses.
Cuando mi esposa murió yo me quedé muy abatido, pero mis hijos me apoyaron en todo momento y ellos me devolvieron las ganas de vivir. Los dos mayores ya se habían independizado y el menor, que todavía estaba en la universidad, me sugirió instalar Internet en casa, asegurando que esto le ayudaría bastante en sus estudios y, al mismo tiempo, me serviría de distracción. Así lo hicimos y alternábamos él único ordenador que había en casa entre mi hijo y yo.
Yo desconocía por completo el extraordinario y complejo mundo de Internet y no sabía tampoco lo que era chatear. Pero, poco a poco fui adquiriendo conocimientos; me di de alta con una dirección de correo electrónico y comencé a adentrarme en la red de redes. Entiendo porqué le llaman Red. Y es que, realmente quedas atrapado en esta red en la que todo lo encuentras.
Casi sin darme cuenta, un día tropecé con una página de Chat. Se trataba de un chat latino, en la que yo observaba algunos diálogos algo subidos de tono. Pero me llamó mucho la atención y me atrapó este Chat.
No negaré que desde siempre y en lo más profundo de mí, he sentido atracción hacia hombres y mujeres. Aunque por supuesto, y teniendo en cuenta aquellos años de represión, jamás hubiese confesado que también me gustaban los hombres. Yo no me casé, como algunos, para «cubrir las apariencias», pues me casé muy enamorado de mi mujer y, antes de ella había tenido otras novias, pero alguna vez me hubiese gustado tener algún tipo de experiencia puntual con algún hombre atractivo. Pero nunca fue así y una de mis primeras experiencias fue algún tiempo después de haber enviudado.
Estaba chateando como decía, en aquel chat latino, cuando recibí un mensaje privado que decía:
-«Hola papi, ¿cómo estas?»
-«Hola; estoy bien.» –Contesté, «¿Y tú?. ¿De dónde eres?» -añadí-.
-«Soy colombiano», respondió mi anónimo mensajero. «¿De donde sos vos?», agregó.
-«Yo soy español», contesté. Soy divorciado y tengo 52 años. «¿Qué edad tienes tu»?
-«Tengo 18 años, papi», respondió.
Lo de «papi» me sonaba como muy cariñoso, muy entrañable y no entendía muy bien porqué me llamaba papi. Eso lo comprendí poco después. Así fue mi incursión en este tipo de contactos y, rápidamente, se estableció una maravillosa corriente de simpatía entre Julián y yo.
Él me dijo que había dejado la escuela secundaría y que vivía con sus padres. También me dijo que sentía una enorme atracción hacia hombres maduros, como yo. Rápidamente intercambiamos nuestras direcciones en MSN y pasamos a chatear por Messenger de una forma más directa y continuada.
Julián se encontraba en un Cyber y podía verlo por Web-cam., pero él a mi no, puesto que en esas fechas yo todavía no disponía de una cámara. Me pareció un chico guapísimo, como la mayoría de los colombianos, aunque esto lo he podido comprobar mucho después. Sin embargo, en su mirada había un halo de tristeza y melancolía que lo hacía aún más atractivo.
Yo esperaba cada día con impaciencia, llegase fuese el momento en que él se podía conectar, (generalmente muy tarde por la diferencia horaria), pero este horario me daba mas libertad porque a esas horas de la noche y de la madrugada, ninguna visita ni llamada inoportuna podría molestarme y distraerme de los encuentros cibernéticos con mi joven amigo colombiano.
A los pocos días y, ante la insistencia de Julián, yo compré una cámara por muy poco dinero y a partir de aquel momento podíamos vernos todos los días. El primer día él pudo verme me dijo que yo era mucho más atractivo de lo que había imaginado y que le gustaba muchísimo por mi aspecto varonil, velludo, con una pequeña y arreglada barba, y con todos los ingredientes que a Julián le parecían atractivos en un hombre.
Cierto día me dijo que se había podido conectar desde un Cyber que tenía cabinas privadas; esto es, que podía mostrarse con total libertad porque allí nadie le podía ver. Yo interpreté aquello como una invitación muy sutil para iniciarnos en algún tipo de sexo cibernético. Así que me insinué diciéndole si quería que nos mostrásemos desnudos de cintura para abajo. El asintió, asegurándome que lo estaba deseando y que estaba muy excitado y quería verme tal cual vine al mundo. Yo, sin pensármelo dos veces, me desnudé completamente mostrándome para Julián tal como nací. El, por su parte, se bajó el pantalón y, a través de su calzoncillo, pude ver un hermoso «paquete» que hizo que mi pene se pusiera erguido, tremendamente erecto. Él, al verme, se bajó su slip y me mostró una preciosa y durísima verga que hizo que yo me excitase todavía más de lo que ya estaba.
Ambos comenzamos a masajearnos nuestras pollas frente a la cámara, mientras que, de vez en cuando, enviábamos mensajes morbosos y excitantes. La verga de Julián parecía que iba a estallar y acercaba su capullo a la Web-cam, tratando de excitarme más y más. Yo hacía lo mismo y parecía que iba a botar en cualquier momento. Pero traté de contenerme para hacer más placentero y duradero aquel encuentro.
Para hacer más morboso aquel momento, yo acercaba mi polla hasta la cámara y ponía mi capullo en primer plano mostrando el hoyito de la uretra, que me encargaba de abrir y cerrar con mis dedos para hacerlo todavía más excitante. El mismo agujerito por donde en cualquier momento iba a brotar un buen chorro de leche, que seguramente haría las delicias de mi joven amigo.
Julián me animaba más y más: «Dale… dale… dale…», me decía, mientras ambos manejábamos nuestras vergas completamente empalmadas. Al rato, comenzamos a masturbarnos frenéticamente, deseosos de lanzar aquel líquido maravilloso que brota de la masturbación…
Mi amigo ya no pudo más y de su capullo sonrosado y maravilloso, salieron varios chorros de leche que inundaron su pecho con su rico semen. Yo, al ver aquella fuente deliciosa de vida manar por aquel capullo joven y sonrosado, no pude aguantar mas el deseo y lancé mi propio semen sobre la mesa de mi escritorio para que él también disfrutase al verlo.
Cada vez que Julián podía se conectaba desde este ciber, porque era el único que disponía de cabinas privadas, y siempre repetíamos la misma acción. Otras veces el no podía entrar en las cabinas, porque estaban muy solicitadas y tenía que conformarse con verme él a mi masturbándome, ya que él no podía hacerlo en aquellas ocasiones. Pero, no obstante, siempre le ofrecí lo mejor de mí y fueron muchas las veces que, con gran placer, me masturbé para él.
Julián disfrutaba mucho viéndome y yo estaba encantado de haber podido captar la atención de un muchacho de 18 años, (casi un niño en aquel momento). El, por su parte, enfocaba la cámara hacia su bragueta, mostrándome un riquísimo y abultado «paquete» que hacía que yo me excitase aún más, al tiempo que pasaba su mano por encima de su pantalón, haciendo marcar mucho más su polla oculta bajo la ropa.
Así pasaron muchos meses y yo me convertí, aparte de amante cibernético de Julián, en su confidente, en su amigo y en su sicólogo. Por entonces, mí querido amigo estaba atravesando por un mal momento familiar, aunque no quería confiar en mí. Pero yo le mentí, haciéndome pasar por sicólogo y logré que el me contase sus problemas.
Cuando se es joven, ciertos problemas adquieren una magnitud que, con el paso de los años se minimizan y resultan no ser tan graves ni importantes como los habíamos imaginado. En cualquier caso, nuestros frecuentes encuentros, aparte de una placentera evasión sexual, sirvieron para tranquilizar a Julián de que aquellos «problemas» no eran tan graves como él había imaginado y que cualquier contrariedad de la juventud, se pueden superar con constancia y perseverancia. Todos los males tienen remedio y hoy, después de algunos años, el tiempo me ha dado la razón y Julián es un muchacho muy feliz y se olvidaron los malos momentos de antaño.
Por entonces yo deseaba con toda mi alma poder estar al lado de Julián; de tenerlo físicamente conmigo; de abrazarlo, de mimarlo… Y, como él todavía no tenía un trabajo estable, le propuse enviarle una carta de invitación para que viniera a España y pagarle yo el pasaje de ida y vuelta para que conociera nuestro país e intentara buscar un empleo. Me costó mucho convencerlo, porque él no quería abandonar a sus padres, pero, finalmente accedió y un 22 de diciembre, fui a recogerlo al Aeropuerto de Barajas.
Yo esperaba con impaciencia su aparición por la puerta de llegada de pasajeros. Los minutos que él tuvo que permanecer en Inmigración me parecieron una eternidad, pero, finalmente un bellísimo joven colombiano apareció en el umbral de la puerta. Cuando lo tuve delante, pude comprobar que aquel muchacho era mucho más hermoso de lo que yo había podido ver por cámara. Era un muchacho guapísimo, bien formado, no excesivamente alto pero muy proporcionado. Tenía un porte muy varonil y unas maneras exquisitas, dentro de su virilidad. Me pareció el muchacho perfecto con el que podría compartir mi vida. Pues, en definitiva, esa era mi intención a hacerlo venir.
Me acerqué a él y le abracé con todas mis fuerzas, cosa que él también hizo, dándonos unos inocentes besos de bienvenida en las mejillas. El también me dijo que yo le parecía mucho más atractivo en persona que por la web-cam. Nos fundimos en aquel abrazo, no exento de pasión, aunque por el lugar donde nos encontramos procuramos obviar nuestros auténticos y ocultos sentimientos.
Pero era tal la atracción que ambos sentíamos, que ninguno de los dos quería esperar las 4 horas que duraba el viaje hasta mi casa. Así que le propuse quedarnos unas horas en un pequeño hotel cercano al aeropuerto y allí, en aquella habitación, mantuvimos nuestro primer encuentro sexual real entre los dos y consumamos muestro amor.
Estábamos ansiosos por sentir el contacto de nuestros cuerpos desnudos. Nos duchamos juntos, al tiempo que alternábamos nuestros abrazos y nuestros besos, con tocamientos, mamadas y todo tipo de frenética actividad sexual. Parecía como si el tiempo se hubiese detenido para nosotros. Nos devorábamos mutuamente y no queríamos dejar ni un solo instante sin demostrarnos lo que sentíamos el uno por el otro.
Poco después de secarnos, nos metimos en la cama y continuamos con nuestros juegos excitantes. Cruzamos nuestras vergas junto a nuestros huevos, manteniendo nuestras respectivas pollas entre nuestros muslos respectivos, mientras nos fundíamos en abrazos, besos y caricias de todo tipo. Julián era una delicia, tal y como yo lo había imaginado y él tampoco parecía decepcionado, pues su excitación estaba al máximo.
Al poco rato me tumbé sobre la cama boca arriba, con mi verga casi a punto de explotar y le propuse sentarse sobre ella para comenzar la penetración. Pero Julián me dijo que todavía era virgen y que nadie aún le había penetrado. ¡¡Que delicia, Dios mío!!; encima iba a tener el enorme privilegio de ser el primero. ¡¡Cuanta dicha, Dios!!
Al saber esto y tratando de hacerle el menor daño posible, recurrí a un lubricante especial que, previsiblemente había adquirido en un sex-shop local, y comencé a lubricar su ano, primero con un dedo, después con dos…, y, finalmente introduje un tercero. Cuando consideré que él se encontraba suficientemente preparado, le indiqué que se sentara sobre mí, introduciendo poco a poco mi erecto pene dentro de su culito, que esperaba ansioso que lo penetrase.
Cuando toda mi polla estaba dentro de él, Julián comenzó a cabalgar frenéticamente sobre mí, galopando sin parar, gimiendo de placer y haciéndome gozar también a mí, que hacía grandes esfuerzos para no eyacular antes de tiempo. Seguimos así todavía durante algunos minutos, pero nuestro grado de excitación y de placer era tan grande que, finalmente, yo descargué todo mi semen dentro de él. Julián, al sentir aquel chorro de leche en sus entrañas, no pudo evitar correrse también sobre mi pecho, llenándome, no solo las tetillas, sino también la cara. Era un semental, tal y como yo lo había imaginado.
Después de este primer asalto ambos nos quedamos dormidos abrazados y, cuando nos despertamos, ya recuperados, volvimos a nuestros jueguecitos comenzando nuevamente con nuestra actividad sexual, aunque esta vez mucho más relajados y tranquilos. Pero aquella tranquilidad duró muy poco, porque Julián me volvía loco cada vez que me tocaba o al verle yo excitado. Y este muchacho era verdaderamente para volver loco a cualquiera; tan joven, tau guapo, tan varonil… Era el hombre perfecto.
Volvimos a hacer el amor, porque yo siempre he distinguido lo que es simplemente «follar» y lo que es realmente «hacer el amor». Y con Julián, yo siempre he hecho el amor, porque estaba muy enamorado de él. Y, -debo confesarlo-: todavía hoy, después de todos estos años sigo enamorado de él. Por eso en esa segunda ocasión, encontrándonos mas relajados y felices, nuestros sentimientos salieron a flote y nos mostramos como más humanos, más serenos, más afectuosos el uno con el otro. No dejábamos de besarnos ni un momento; mi lengua buscaba ansiosamente la suya entre sus carnosos labios y dentro de su preciosa boca. Una boca perfecta y unos labios preciosos y sensuales, que hubiesen hecho la delicia de cualquier persona, hombre o mujer.
Julián me correspondía y también con su lengua, buscaba ardientemente la mía. Esto hacía que volviésemos a la excitación de la primera vez, así que indiqué a mi compañero que se acostase boca arriba, posando sus piernas sobre mis hombros para facilitar la penetración y, con la misma suavidad y delicadeza que la vez anterior, comencé a penetrarlo despacio, parando a cada instante si advertía cualquier signo de dolor en su rostro. Pero él estaba ansioso por devorar mi polla, que estaba extremadamente dura, dentro de su culito y procuraba no hacer ningún gesto doloroso que retrasase el momento final de la penetración.
Cuando estuve dentro de él, comencé nuevamente con un frenético movimiento mete-saca, que hacía que Julián contuviese sus gritos de placer para no ser escuchados fuera de la habitación de aquel hotel. Yo, por mi parte, hacía unos esfuerzos por contenerme, tratando de retrasar la eyaculación para hacer más duradero aquel momento de placer.
En aquella posición podía perfectamente besarlo y abrazarlo, al tiempo que continuaba con mi incesante ejercicio de entrar y salir de su cuerpo con avidez. El momento del éxtasis estaba casi por llegar, pero yo quería retrasar y prolongar más y más aquellos momentos de delirio, procurando retrasarme cada vez que me iba a venir. Pero hubo un instante en que ya no pude aguantarme más y Julián me decía: «¡Vente ya… Vente ya…!». Finalmente saqué mi miembro de su interior y un gran chorro de leche caliente brotó de mi polla, llenándole todo el pecho con mi semen.
Luego de ducharnos y vestirnos, nos dirigimos a mi automóvil para emprender el regreso a casa. Julián no paraba de contarme anécdotas del viaje; de las películas que había visto durante el vuelo; de cómo una cámara situada en un ala del avión, mostraban detalles del exterior en las pantallas de los pasajeros, y un montón de curiosidades propias de quien hace su primer vuelo Inter-continental.
Después de un trayecto de unas 4 horas, llegamos por fin a casa, tomamos una cena improvisada y, agotados, nos metimos en la cama. Julián me abrazaba por la espalda, muy pegadito a mi, mientras me susurraba al oído frases cariñosas. Así nos dormimos hasta poco antes del amanecer. Él apenas había podido dormir debido a la emoción y yo, debo admitir que casi tampoco pude hacerlo. Y, alrededor de las 5 de la madrugada, al pasar mi mano descuidadamente por su entrepierna, pude observar que mi joven amigo tenía una gran excitación. Y, aunque yo estaba exhausto, quise complacerlo una vez más y le propuse nuevamente hacer el amor.
Julián estaba encantado, pues en más de una ocasión me había confesado que se masturbaba con mucha frecuencia. A veces, 5 ó 6 veces en un día. Por supuesto, eso era todo un record para mí, a mis más de 50 años, pero para un muchacho de apenas 20 años, era una actividad casi habitual.
Comencé por besar lentamente cada rincón de su cuerpo, recorriendo con mi lengua cada pliegue de su piel, desde el cuello hasta los pies, pasando por sus tetitas, su ombligo, su pubis, sus huevos, su culito, sus piernas… El disfrutaba enormemente, mientras que su polla se volvía cada vez más grande y dura. Al pasar por esa parte de su anatomía, me detuve largamente, succionando aquella verga preciosa y joven, de la que, por la punta de su capullo sonrosado, asomaba un hilo de delicioso líquido pre-seminal que hacía aún mas atractiva esa parte de su bien formado cuerpo. Comencé a chupar con tanta avidez que él no podía soportarlo. Me decía: «¡Para…, para…!», pero yo solo quería darle placer a mi amigo y seguía. El, trataba inútilmente que me detuviese, pero yo seguía más y más… y, finalmente, se vino con tal fuerza que llenó mi boca con su semen. Yo notaba cómo botaba su leche dentro de mi boca, pero no dejaba de succionar y él, llegó al éxtasis entre gemidos de placer, quedándose rendido.
Yo me levante un momento para escupir en el baño y cuando regresé el se había dormido. Volví a acostarme y esta vez fui yo quien le abrazó y, en esta posición volví a dormirme con una dulce sensación que nunca podré olvidar. Estaba junto a Julián, a quien tanto había deseado a través de la cam y ahora lo tenía ahí, a mi lado, en carne y hueso y no sólo en una imagen lejana e inalcanzable.
A los pocos días le dije a Julián si quería que hablase con algunos amigos míos para intentar conseguirle un trabajo en alguna de las empresas que éstos tenían, a lo que él accedió. Las gestiones dieron su fruto y en una, dedicada a la exportación de frutas y verduras, lo colocaron en el almacén. El se sentía feliz, pues estaba con alguien que él quería y podía tener unos ingresos fijos con los que poder ayudar a su familia en Colombia.
Así transcurrieron algunos meses, y nosotros estábamos viviendo una relación maravillosa, pero Julián echaba mucho de menos a su familia y a su tierra y no terminaba de aclimatarse a nuestro país. Un día me dijo: «Se que te voy a hacer mucho daño, pero añoro mucho a mis padres y quisiera volverme a Colombia». «Pero si tu quieres -añadió-, te vienes conmigo a Colombia y allí vivimos juntos; no en la misma ciudad donde está mi familia, pero si cerca de ellos para poderlos ir a visitar de vez en cuando…».
Al oír ésto, el mundo entero se me vino encima y la tierra se abrió bajo mis pies, porque yo amaba mucho a este muchacho, pero también comprendía que para él, su mundo había dado un giro muy radical y, seguramente aún no estaba preparado para esta nueva vida.. Y yo no quería retenerlo ni un solo momento contra su voluntad. Así pues y, con todo el dolor de mi corazón, gestioné su pasaje de vuelta a Colombia y el 22 de marzo de 2005 le estaba despidiendo para siempre desde el Aeropuerto de Madrid-Barajas.
A pesar de que ambos hacíamos unos enormes esfuerzos por contener nuestra emoción, ante una despedida que se preveía definitiva, ambos nos sentíamos destrozados, tristes, hundidos… Nos fundimos en un abrazo «rompe costillas» que parecía no tener fin. Nada ni nadie hubiera podido separarnos en aquel momento, pero el último aviso por la megafonía del aeropuerto puso fin a aquel abrazo apasionado. Y, con todo el dolor de mi corazón (y creo que también del suyo), le vi por última vez cuando atravesaba aquella puerta de embarque con destino a su país.
Julián sabe que él es mi amor prohibido, (así se lo he hecho saber en muchas ocasiones). Él es todavía para mí como esa fruta prohibida e inalcanzable que quisieras poder llevarte a la boca y saborear lentamente. Pero ambos somos conscientes de que nos separa un mundo insalvable lleno de diferencias y un inmenso océano que, con toda probabilidad, ninguno de los dos vamos a volver a cruzar.
Él ahora es feliz, porque ha encontrado un buen trabajo en una entidad financiera de su país y mantenemos una excelente amistad. Yo por mi parte, he tenido la gran suerte de encontrar a un muchacho que conocí igualmente a través de la red, que «sólo» estaba a 600 kilómetros de distancia. Mi compañero ideal estaba aquí, casi a mi lado y no lo había encontrado… Se trataba de un joven que, -por entonces-, tenía 34 años, y nada más verle en una página de contactos me dije: «Esta es la persona que yo necesito para ser feliz».
Durante dos meses, Jaime y yo, (así se llama este chico), mantuvimos conversaciones a través de Internet y por teléfono, haciendo proyectos y planificando una relación estable y duradera. En la primavera de 2006 fui a conocerlo y a las pocas semanas, -exactamente el día 30 de abril de 2006-, vino a vivir conmigo. Desde entonces y hasta hoy, no nos hemos separado ni un solo día.
Jaime ha conseguido devolverme la alegría de vivir, las ilusiones que había perdido, y reúne las mejores cualidades humanas que nadie puede imaginar. Con él me siento amado, valorado y respetado… Me hace sentir la persona más importante del mundo y estoy muy enamorado de él. Se que nunca nos vamos a separar, pronto se cumplirán 15 años desde que se vino de su tierra natal a vivir conmigo, seguimos juntos y cada día le quiero más. Al mismo tiempo él me transmite mucho cariño y creo que, finalmente, la vida me ha premiado con la compañía de esta persona que me llena totalmente, y es lo más bonito que ha podido sucederme jamás en la vida, después del nacimiento de mis hijos.
Este relato es una historia absolutamente real.
Hermoso relato y que bueno que hayas encontrado el amor. Besos.