Una inexplicable historia
Una historia bizarra, interesante y también real. .
Esto es una historia real y sucedió hace unos 22 años, cuando siendo un niño de unos siete años y medio yo ya había pasado por el evento que tuv con Angelito, y tan sólo habrían transcurrido entonces un par de meses. El hecho es que a raíz de lo que pasó, a esa corta edad ya me masturbaba jalando mi pitito recordando chupar el pene de Angelito, porque realmente quería volverlo a hacer, saborear su leche y comer sus jugos que me brindaba (dicen que lo primero que pruebas, eso te queda gustando). Hasta en cierto grado, en mi curiosidad de niño, quería mirar el pipí de otros niños, y de algunos adultos pero no hacía nada para lograr eso, porque me daba miedo. Algunos de los que pasaron por esas circunstancias me pueden entender. A todo esto, debo sumar que nunca hablé de eso estando niño porque realmente yo había disfrutado aquello, aunque en mi casa ya me habían dicho mis padres que no me dejara manosear de nadie, ni tampoco tocara a ningún adulto y todo ese Jazz, pero lo de Angelito lo callé porque yo sabía de alguna manera que aquello era un secreto, y, realmente yo había disfrutado bastante mamarle el pene.
Bueno, mi madre era muy conservadora y tenía por religión el evangelismo, pero comenzó entonces a asistir una iglesia totalmente distinta a dónde solíamos ir. La iglesia dónde solíamos ir anteriormente a esta nueva, la recuerdo como sentarnos en unas bancas, cantar himnos con unos libros en la mano, luego un señor daba «el sermón» de manera de hablar muy apacible, y después de cantar otro himno, nos íbamos a casa. la nueva iglesia donde mamá iba, eso parecía la reunión de las brujas de Eastwick . Todo eran fantasmas, demonios, exorcismos y todo ese relleno que llaman guerra espiritual. Hoy día, estando adulto, pienso que uno, realmente evoca lo que quiere traer a su realidad. Tal vez esa sea la razón por la que me ocurrió lo que me pasó porque mi entorno estaba «evocando fantasmas» o demonios, o entidades, o como las queráis llamar; simplemente un día se terminaron manifestando.
Sucedió una noche, que estábamos en «la iglesia», mi mamá y yo, ya que siempre fui muy apegado a ella, asistiendo en una «conferencia» donde había un hombre gritando palabras que yo no entendía, y sacando demonios supuestamente, gritando ¡¡¡FUEEERAAAAAA!!! Y con una tipa ahí al frente de él convulsionado toda tirada en el piso mientras él decía que ella estaba recibiendo el toque del Espíritu Santo. Los que lo han visto, saben lo desastroso que es eso. En mi forma de ver las cosas como niño, todo eso me aburría, así que en un momento de distracción de mi madre, simplemente me salí y me escapé de su lado.
En un país petrolero como Venezuela, es normal, que hayan muchos sitios donde realmente son terrenos vacíos con instalaciones que funcionan o en algún momento trabajaron como lo que llamamos «galpón» petrolero. En el caso del Estado Zulia, donde crecí, habían muchos terrenos donde incluso habían pequeñas barcas abandonadas. Naves diminutas que en algún momento se podrían haber movido por el lago de Maracaibo.
Ahora bien, resulta que detrás de esa iglesia, había una especie de galpón abandonado. Era de noche, estaba oscuro, y justo al adentrarse un poco al galpón, una señora había construido un gallinero cerrado de concreto. Todo estaba bastante en tinieblas porque al ser un sitio sin uso, el lugar se encontraba sin luz. Entonces me fijé si la única entrada al gallinero estaba abierta, y efectivamente pude entrar fácilmente. Todo estaba en silencio dentro del gallinero. La puerta tras de mí estaba abierta. Mientras mis ojos se iban adaptando a la oscuridad del lugar, podía distinguir las formas de lo que serían las gallinas que dormían. En una de las paredes apareció, o creo que vi, y me acerqué, un niño desnudo.
El niño tendría unos diez, u once años, me llamó y con él estaba una niña que también estaba desnuda, él se agarró su pipí, y me dijo que me acercara y se lo jalara. Para ese entonces yo solamente conocía el sentido literal de aquel verbo y pues eso hice. Se la jalé y él retrocedió unos centímetros quejándose de dolor mientras me decía que así no era. Luego me preguntó algo molesto por lo de la jalada, si había alguna cosa que yo supiera hacer, y pues entonces me incliné levemente, y comencé a mamarle el güevo (forma vulgar a la que nos referimos al pene en Venezuela), cosa que a él le tomó aparentemente por sorpresa pero casi inmediatamente empezó a reírse y hacer burla de mí
«Aaay, velo, le gusta mamar güevo.» decía burlón.
En realidad, hasta ese segundo lo disfruté, porque me molestó que se burlara de mi, y me levanté. La niña que estaba con él le comenzó a reclamar mientras le agarraba el güevo y se lo pajeaba.
«Dejalo quieto, ¿Qué tiene de malo si a él le gusta?» Entonces me dijo: «Quedate tranquilo que a mí también me gusta mucho mamar güevo, eso no tiene nada de malo si a vos te gusta» me dijo y comenzó a mamarselo. Duró unos segundos mientras yo observaba aquella escena en la oscuridad, y entonces me dijo «Vení, vamos a turna’nos y se lo mamamos los dos». Casi inmediatamente hice caso. Me incliné y comenzamos los dos a hacer lo que sabíamos. Entre esa niña y yo, le estábamos mamando el güevo al niño grande. Parecíamos estar coordinados, en nuestras lamidas, al meternoslo a la boca, era una verdadera escena bisexual caliente de caldo de pollo que cualquiera envidiara ver o participar. El niño me empezó a dar por la boca a mí solo, y se seguía burlando mío «sigue chupando, mamagüevo, cómo te encanta chupar, estáis hambriento de güevo.»
Luego me quitó el pipí de la boca y me dijo:
«regresá pa’la iglesia y deci’le al hermano que halleis en la puerta que es un mardito».
Me levanté, y me moví casi que automáticamente (todo fuera por seguir chupando aquello que me daba tanta alegría mamar), pero al llegar a la única puerta del gallinero, toda mi timidez y miedo con los adultos volvió (sí, vengo de una época donde sólo bastaba que mamá te mirara mal para saber que estabas en problemas), y entonces me giré, ya que le diría que yo no iba a hacer eso… Entonces cerré tras de mí la puerta y quedé estupefacto porque los niños literalmente se habían desaparecido. ¿Eran fantasmas? ¿Eran demonios? No lo sabré. Lo que sí sé, es que más de uno estando niño mamó el pene de algún adulto, y le gustó y es el mejor recuerdo que tal vez tenga de la infancia. Y vosotros, lectores, los que mamasteis de niños, ¿Verdad que es una experiencia inolvidable y muy rica?
HTA
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!