Una mañana normal para mi familia casi normal
Mis hijos andaban románticos una mañana antes de salir a la escuela, y decidí darles permiso para que disfruten entre ellos por un rato corto. Sin embargo, se tomaron demasiado tiempo cuenta que por muy permisivo que sea, veces tengo que ser tan estricto como cualquier padre común y corriente..
Hola. Para los que no han leído mis relatos anteriores, soy el padre de 3 preciosos hijos hombres de 5, 12 y 16 y creo firmemente que los hombres debemos dar rienda suelta a nuestros impulsos sexuales, sin importar cuales sean. Decidí que para contar la historia con más facilidad, me referiré a mis hijos por nombres que no son los suyos, para evitar comprometer nuestra identidad. Los llamaré Pedro (el menor) Javier (el del medio) y Max (El mayor)
Algunas personas me han dado sus telegram, interesadas en armar un proyecto de familia como el mío, y lo he pasado muy bien intercambiando consejos y experiencias (pueden escribir a @lfgdrs). Sin embargo, algo importante que he preferido aclarar es que mi hogar no se trata de estar permanentemente en orgía. Es un hogar donde damos rienda suelta a nuestra sexualidad, pero también comemos, dormimos, jugamos, conversamos, ayudo a mis hijos con sus tareas, nos repartimos las tareas domésticas , etc.
Para mostrar cómo van de la mano nuestra sexualidad libre y nuestra vida familiar que se podria llamar normal, voy a contarles una anécdota de hace un par de semanas que ejemplifica eso muy bien.
Una mañana estábamos desayunando en familia, con la rutina diaria que se desplegaba ante nosotros. Mientras tomaba mi cafe y mis hijos su leche (de vaca, por si pensaron en otro tipo), y nos pasabamos las tostadas, noté que mis hijos mayores andaban particularmente cariñosos ese día. Estaban sentados muy de cerca, acariciandose sus piernas y sonriendose con la mirada brillante. Veía que a ratos las manos de uno se iban al miembro del otro, que ya empezaba a crecer, y no podía dejar de sentir un calor en la panza.
«Los veo bien despiertos hoy,» les dije, con la sonrisa picarona que suelo poner en esas situaciones. «¿Qué les pasa, que quieren empezar el día con energía extra?»
«Es que hoy Javier y yo nos quedamos jugando videojuegos toda la noche y se nos hizo tarde y nos acostamos los dos en mi cama,» respondió Max, mi hijo de 16, con la inocencia que le caracteriza. «Ahi nos desvestimos y nos besamos, y nos habiamos puesto un poco cachondos, pero teníamos sueño y nos quedamos dormidos antes de que pasara nada».
«Si papá. Me quedé dormido acostado sobre el pecho de Max. Cuando desperté senti su olor y su calor y… bueno, ya sabe,» dijo Javier, sonriendo tímidamente, sus mejillas enrojecidas. «Desperté con una enorme erección matutina.»
«Yo también andaba con la verga dura,» dijo Max, riendo suavemente, «Cuando desperté, sentí la cabeza de Javier pegada a mi paquete. No pude resistir la tentación de acariciarlo un poquito. Me esraba empezando a bajar los calzoncillos cuando nos llamaste para desayunar.»
Mis hijos se rieron al unisono, y yo me sentí lleno de satisfacción por verlos tan libres y en sintonía. «Me alegro que estén tan cariñosos entre ustedes,» les dije, «Pero ya se hacen las horas. Tendrán que irse a la escuela pronto, y no se han bañado aun. Cuando vuelvan en la tarde, podrán terminar lo que se les haya interrumpido.»
«Pero papá, por favor,» suplicó Max, con suavidad en la mirada, «¿No podríamos terminar ahora lo que empezamos?» Su inquietud era evidente, y su erección se asomaba a su pantalón, pidiendo a gritos que se la atendieran.
«Si papá, por favor,» insistió Javier, con sus ojos anhelando la oportunidad de continuar su exploración sexual. «Será solo un ratito, te lo prometo. Max y yo ya estamos listos. Mira lo calientes que estamos» dijo señañando sus erecciones.
Miré el reloj en la pared y consideré la situación. No quería que nos atrasáramos, pero era muy lindo ver cómo se deseaban el uno al otro. Sin embargo, la determinación en sus rostros era evidente. «Bueno, si realmente es lo que quieren, les daré permiso», dije, «pero será rapidito. Y en la ducha. Así no se desperdicia el tiempo.»
Max y Javier asintieron con entusiasmo y corrieron al baño desvistiéndose a la carrera. Su alegría era contagiosa, y no pude evitar sonreír al verlos desaparecer por la puerta. Decidí aprovechar para pasar algo de tiempo uno a uno con mi pequeñín Pedro. «Bueno hijo, somos tú y yo. Vamos a ducharnos juntos al otro baño» le dije con cariño.
«Bueno papá, te voy a ayudar,» dijo Pedro, mi angelito de 5. Su sonrisa inocente me llenaba el corazón e hizo que por un rato se me olvidara cómo andábamos con la hora . Me quité la ropa y lo levanté, metiéndolo en la ducha. Ahí empecé a disfrutar de uno de esos pequeños placeres de la vida que es estar frente a frente viendo como el agua corre por sobre el cuerpo desnudo de alguno de mis hijos, en este caso, disfrutando la inocencia de ese pequeño ser que aun no me llega a la cadera ni le ha crecido su primer diente permanente.
«Levanta las manitos, que te lavo,» le dije a Pedro, pasando el jabón por su inocente pancita. Sus manos se estiraban, queriendo agarrar el gel, y yo evitaba que lo hiciera. El chorro de la ducha caía cálido y suave, acariciando mi pene que empezaba a reaccionar a la escena. Con la espuma me enjuague el cabello, y le pedí que me lavara la espalda. Su delicada piel rosada contrastaba con la mía, bronceada por el sol.
Su diminuto miembro empezó a crecer lentamente. «¿Te gusta el jabón?» le pregunté, jalando suavemente del glande. El asintió con la carita pura. «Pues ya sabes,» continué, «si a tu papá le gusta, a ti te gustara. Eso es lo que pasa con los chicos. Un dia te gustara que te lo toquen y te lo laven. Y a mi me gustara que me lo hagas a mi.»
Le pasé la esponja a mi propia verga, llenando la ducha con el sonido del jabon que se deslizaba por la piel. El vapor se envolvía en torno a nuestros rostros, creando un ambiente sofocante que hacía que la situación se volviese mas excitante. «¿Ves? Así se lava un papá,» le dije, acercando la esponja a su cara. Mi calentura estaba a mil, y la idea de que mi bebé estuviera a solo a unos centímetros de mi entrepierna no podía ser mas emocionante. Pedro abrió su boquita listo para tragarse mi miembro, que ya era un buen tamaño.
Pero la realidad me recordó que teníamos que salir pronto, y tuve que usar toda mi fuerza de voluntad. «Lo siento Pedro,» le dije, «pero tenemos que salir ya. Estamos atrasados.» Saque la esponja y le quite la espuma de la carita, «Tenes que vestirte y tomar tu mochila para salir». Tomé una toalla y lo envolví cuidadosamente, su calor me calentó el alma. Lo senté en la tina baja y comencé a secarlo con suavidad. Su miembro ya no era un asunto, ya que su curiosidad lo había superado y sus pensamientos ya se enfocaban en la escuelita.
Cuando salí del baño, me enfoque en vestirme y me di cuenta de que mis hijos mayores aun no salian de la ducha. Comencé a sentir un calor de enojo que se me subía por la nuca. «¿Por qué no me escuchan?», me quejé en voz baja. Mirando el reloj, la preocupación se apoderó de mi. «Javier, Max, ya basta,» les grité a través de la puerta, «Prometieron que sería rapido. Tienen que salir ya.»
No sentí ninguna respuesta al grito que les hice. «¿Por qué no me hacen caso?» me decía a mi mismo, apretando los dientes. La ira se me apoderó, y con la toalla aun en la cintura entré al baño y abrí la cortina de la ducha sin previo aviso. Ahí estaban mis hijos, Max de pie detrás de Javier, su verga adentro del culo del chico. La imagen me dio una frustración tremenda que todo padre cuyos hijos les han agotado la paciencia, entenderán. La furia se me agudizó.
«¿Qué parte de ‘rapidito’ no entienden?» gritécon la ira resonando en la humedad. Max se detuvo de inmediato, sacando su verga abruptamente. Su cara pasando del placer al temor. Javier, por su parte, aun jadeando y con la boca abierta, se volvió lentamente, su rostro enrojecido por el orgasmo interrumpido «Tienen un segundo para correrse y salir, si no, los voy a castigar,» les advertí con un tono que no daba pie a la negociación.
«Pero papá, ya estaba a punto de irme dentro,» se quejó Max con la cara enrojecida, la excitación aun latente en su semblante.
«Nada de peros. Se hacen una paja de dos segundos ahora mismo para que bajen sus calenturas y salen inmediatamente. Si no, la van a lamentar». Con cara de resignación, ambos se agarraron el miembro y en un par de estirones se corrieron, el semen salpicando la pared.
Tienen un segundo para secarse y vestirse. Sus clases enpiezan en 20 minutos. No hay tiempo para limpiarse. No serán las primeras ni las últimas manchas en sus calzoncillos. ¿Qué esperan? ¡Apúrense! Grité con mi paciencia al límite.
Ya por fin entendiendo que hablaba en serio cuando les pedí que se apuraran, Max y Javier salieron corriendo de la ducha con gotas de semen aun colgando de sus penes, y se apresuraron a vestirse. La furia que sentía era real, no por lo que hicieran, sino por la irresponsabilidad de no tomar en serio mi pedido de que lo hicieran rápido. Di tres respiros profundos para calmarme un poco y caminé hacia la puerta de salida para esperarlos mientras se vestían.
En menos de un minuto los veo acelerados caminando rápido para salir, mientras esperaba de la mano con Pedro, a quien tenía que llevar al jardín y también estaba atrasado por culpa de ellos. «No van a llegar jamás a la hora si se van a la escuela caminando. Suban al auto y por esta vez los llevaré, dije intentando calmarme». Mis hijos con la clásica cara de adolescentes preocupados por estar en problemas, obedecieron sin chistar y se dirigieron al auto.
Una vez arriba, mientras conducía, con algo de molestia por su atraso, decidí hablarles con más tranquilidad. «Niños, nada me pone más feliz que verlos disfrutando su sexualidad, juntos» les dije, «pero hay que saber medir las cosas. Así como es importante que disfruten su sexualidad, su educación también lo es. Hay que ser responsables. ¿Entendido?»
«Sí papá, lo entendemos,» respondieron al unísono Max y Javier, sus voces apresuradas y arrepentidas. «Perdón papá. Es que el culo de Javier era irresistible,» agregó Max intentando excusarse por su falta de responsabilidad.
«Está bien ,les dije resoplando «pero que no se vuelva a repetir.» Les dije justo antes de que dieran la luz verde a una cuadra de su escuela. «Parece que se salvaron. Les quedan 3 minutos antes de su hora de entrada ¿Qué les parece si me estaciono un poco más allá de la entrada donde no pasa nadie y nos despedimos sin enojos?»
«Está bien, papá,» susurraron, bajando la mirada, arrepentidos. Al estacionar el auto en la calle desierta, me detuve y miré por si acaso alrededor por si pasaba alguien. «OK. Ya están perdonados, pero que no se vuelva a repetir. Despidámonos como corresponde y se van a clases». Me saqué el cinturón de seguridad y me incliné hacia el asiento del copiloto para darle un apasionado beso a Max. Su lengua jugueteando con la mía hizo que se me fuera olvidando facilmente lo molesto que estaba hace un rato
Luego me di vuelta hacia atrás para darle un beso igual a Javier que esperaba su turno. Él también sabía perfectamente cómo me gusta sentir nuestras bocas juntos y no resistí darle una cariñosa y suave palmadita en una de sus nalgas.
«¡Yo también quiero papá! Gritó emocionado Pedro desde su silla de seguridad. «Cuando lleguemos al jardín será tu turno, campeón,» le dije sonriendo. «Ustedes dos corran a clases, que no se atrasen mas.»
Max y Javier bajaron del auto, apresurados por no retrasarse aun mas. Vi la ansiedad en sus rostros y supe que ya no podian pensar en nada mas que en la escuela. «Adiós papá, gracias por entender,» dijo Javier con una sonrisa tímida. «Te queremos,» agregó Max, dandome la espalda y desaparecio en la multitud de adolescentes y pequeñines que se agolpaba en la entrada del colegio. Ya que estaba ahí, aproveché para desviar un poco la mirada para apreciar a ese diverso grupo de chiquillos que iban desde inocentes niñitos en su primer año de escuela, hasta adolescentes casi entrando a la adultez con toda una vida por delante. Cada uno más guapo que el anterior.
«Bueno. Estamos bastante atrasados. Voy a tener que dejar a Pedro en el jardín rápido e irme de un disparo a la oficina. No alcanzaré a acompañarlo a la sala. Pero son cosas que pasan. Tengo todos los otros días para mirar a sus compañeritos y fantasear un rato,» me dije en tono jovial, y mi corazón se llenó de un extraño placer al imaginarmelo.
Estoy seguro que más de un padre ha tenido una mañana de situaciones así con sus hijos. A lo sumo, la mía es un poquito más peculiar. Y si la sociedad pudiera ver la normalidad en ello, tal vez podrían entender la vida que hemos construido. Nos gusta el sexo y lo practicamos sin ninguna culpa, pero por sobre todo somos una familia, y eso es lo que más me importa.
Me ha gustado mucho escribir estos relatos y compartir mi estilo de vida, pero más me han gustado las conversaciones que he tenido con los que me han dejado su contacto en los comentarios. Si quieren conversar acerca de lo que sea, excepto pedirme imágenes (no doy sólo por seguridad. Si fuera por mí, los exhibiría con orgullo) feliz de hacerlo. tl:flgdrs
Como sigue? Necesito mas.
Genial, hermoso relato. Haces un gran trabajo.
Qué delicia!
Es genial que disfruten de su sexualidad y se responsabilicen de lo que se debe
@Jasmett
Increíble, espero con ansias tus relatos, ese padre vive el sueño jejeje.
muy buen relato, como padre eres bastante bueno, te preocupas por el desarrollo adecuado de tus hijos. Ojala hubieran mas padres como tu
Muy bueno, felicitaciones.