Una noche con Luisito, mi vecinito de 5 años. Parte 2
Segunda entrega de esta serie que espero les guste….
Antes que nada, debo agradecer a quienes con sus comentarios me animan a seguir escribiendo. Para mí es un placer saber que son de su agrado y les excitan.
Y ahora, la segunda parte:
–Y entonces, Luisito…¿Qué fue lo que más te gustó?
–Cuando pasó su lengua y me besó y lamió aquí, en mi colita, don Jorge, sentí como cosquillitas y mi gusanito también se puso durito…
–Pues tú mandas, esta noche eres mi rey y yo tu esclavo, así que haré lo que me ordenes…
–Pues…quiero que de nuevo me haga sentir cosquillitas en mi culito.
–Muy bien, mi rey…¿le parece que lo cargue y conduzca hacia mi recámara para que estemos más cómodos en la cama y disfrute Usted más?
–Sí, don Jorge…
Así que lo cargué y desnudos ambos, lo llevé a mi alcoba, lo deposité suavemente y con mucho cariño sobre mi cama. Admiré por unos momentos la perfección y belleza de su cuerpo y extasiado lo abracé y cubrí de besos y caricias.
Me encantaba la suavidad y tersura de su piel, su pelo, sus ojos, su linda boquita, sus pequeños genitales, sus piecitos y manitas, pero sobre todo, sus nalguitas y el tesoro oculto entre ambas.
Ante ello, mi pene reaccionó y se puso como piedra. Él, lógico es, lo notó, pero sólo sonrió y me dijo:
–Don Jorge, mire, su gusanito está feliz de nuevo…
–Sí, amorcito, está muy contento contigo al ver lo lindo que eres y lo bien que te has portado, pero ahora quiero hacerte feliz a tí.
Así que, bocarriba él, abrí sus piernitas y dirigí mis labios trémulos de emoción hacía su penecito y testículos, los besé y lamí repetidamente para después meterlos en mi boca y jugar con ellos, chuparlos. Él se reía ante esta sensación para él desconocida. Su penecito reaccionó y se erectó.
Después de un rato, le pedí llevar con sus manos sus piernitas hacia su pecho para que su anito quedara expuesto ante mi lengua. Acaricié sus carnes infantiles y besé sus nalguitas. Luego, dirigí mi lengua hacía su virginal e infantil hoyito y comencé a lamerlo con ansiedad. Él se reía y gemía ocasionalmente y me pedía continuar, lo que yo hacía con mucho gusto.
Cambiamos de posición y lo puse «de perrito» para continuar disfrutando su culito y meter en el y lamer su interior con mi lengua cuanto me era posible…
–Don Jorge, ¿Y si se pone como hace rato para que yo también pueda jugar con su gusanito?
–Usted manda, mi rey…
Así que me acomodé de manera tal que mientras él me masturbaba, besaba, lamía y chupaba mi pene, yo hacía lo propio con sus genitales y culito. Estaba yo pir acabar cuando una idea cruzó por mi mente, así que le pedí parar..
–¿Por qué, don Jorge? ¿No lo hice bien o lo lastimé con mis dientes?
–Nada de eso, amorcito, lo estás haciendo maravillosamente bien y mi gusanito siente muy lindo y rico, pero él quiere pedirte algo…
–¿Qué cosa, don Jorge?
–Que lo dejes meterse en esta cuevita linda, pues tiene frío–y con mis dedos toqué su anito.
–¿En mi colita? Pero no va a caber, don Jorge, está muy grande y grueso…y me va a doler mucho ¿O no?
— Sí, mi rey, pero debes ser valiente, mi gusanito sólo entrará lo que tú me digas y tratará de que no te duela mucho. Él quiere dejarte adentro su lechita, lo que tú te tomaste hace rato. ¿Recuerdas?
–Sí, don Jorge, ¿Pero me promete que no me va a doler mucho?
–Solamente poquito, mi rey, anda, con la salivita y el juguito que a él le sale y con la ayuda de una cremita mágica que ayuda a los gusanitos a entrar en cuevitas como la tuya, estoy seguro que lo lograremos…¿Sí?
Y él asistió, entonces lo puse en cuatro, me puse lubricante anal en mi dedo índice y le expliqué que era necesario para que le doliera menos cuando entrara mi gusanito. Jugueteé un poco con mi dedo alrededor de su botoncito virginal al cual llené también de gel y después, suave y lentamente, lo empujé hasta que entró en su totalidad.
Él solamente gimió un poco, pero soportó el dolor, dejé que su anito se acostumbrara al invasor y comencé a moverlo hacia los lados, a sacarlo y meterlo. Cuando noté que el dolor había cedido, agregué el dedo medio. Con un poco de dificultad, logré introducirlo en su apretadito interior. Varios ayes de dolor se escaparon de su boca que acallar a besos y pidiéndole aguantar. Al igual que con un dedo, los comencé a mover, a sacar y meter para dilatar su anito.
Cuando creí que estaba preparado para recibir mi pene en su interior, lo llené de gel y coloqué su glande en su entrada.
Intenté una y otra vez, pero ante su estrechez y nerviosismo, su ano se cerraba al sentirme y se deslizaba hacía su espalda o genitales.
Entonces lo coloqué de costado y yo igual, «de cucharita», metí mi brazo derecho por abajo de su cuerpecito, y jalé su puerna izquierda hacía su pecho para dejar expuesto su anito aún virginal, con mi mano izquierda lo coloqué en su entrada, presioné un poco y…¡Oh, qué rica sensación experimenté al sentir cómo sus infantiles esfínteres se abrían y relajaba un poco permitiendo a mi glande alojarse en su interior y sentir su calidez y lo apretado de su culito.
El gritó de dolor al sentirme entrar, y llorando un poco, me pefia6sacar mi gusanito. Yo le pedí aguantar, le dije que lo más doloroso ya había pasado y que se quedara quieto hasta que pasara el dolor y su colita se acostumbrara a mi gusanito.
Poco a poco dejó de llorar y quejarse..
–¿Ves? ¿Verdad que ya casi no duele?
–Siiiii, don Jorge, me duele muy poquito ya…
–Te has portado muy bien, y mi gusanito está feliz porque mi rey lo dejó entrar en su cuevita a calentarse…
–¿Deveras, don Jorge?
–Sí, mi rey, ya eres todo un hombrecito fuerte y muy valiente. Y ahora, con su permiso, voy a sacar y meter la cabecita de mi gusanito de su cuevita. A mí gusanito le encanta jugar asi..así…
Él asintió y empecé un mete y saca muy lento y cuidadoso, tratando de lastimarlo lo menos posible, paulatinamente él dejó de quejarse y suaves gemidos de placer salieron de su boca. Al sentirme a punto de eyacular, le pregunté:
–Mi rey, mi gusanito desea saber si le permite dejar su lechita adentro de su cuevita o si prefiere la eche afuera o en su espaldita…¿Qué ordena Usted?
–Adentro, por favor…
Así que, obediente, deposité con mucho placer mi semen en su interior. Esperé un rato a que mi erección disminuyera y con cuidado salí de su interior.
Besé con mucha ternura su culito, le abracé y colmé de besos, agradeciéndole y felicitándole por lo bien que se había portado.
Lo conduje al baño para sentarlo en el inodoro y pedirle tratara de hacer popó. Algunos gases escaparon de su interior y ruborizado, se agachó y me pidió disculpas por ello. Finalmente, restos de semen mezclados con su popó y un poco de sangre salieron, revisé que su irritación disminuyera y su anito se cerrara.
De nuevo nos bañamos y lo aseé muy bien, a la vez que lavaba y limpiaba mi pene.
Sequé su cuerpecito, le puse crema humectante, lo peiné, unté una cantidad generosa de gel anestésico en su anito, lo envolví en una toalla y cargándolo lo llevé a la cama para dormirlo abrazado a mi cuerpo.
Ufff que muy relato, como sigue?
como sigue