Una noche de abril
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por justme2901.
Era fría esa noche de abril. Todos los años era lo mismo, la lluvia caía incesante sobre la Capital colombiana. Daniel estaba sentado, totalmente a oscuras, mirando a través de la ventana las luces de la ciudad. Vivía sólo en un lujoso apartamento en una exclusiva zona de Bogotá, cosa que le facilitaba las cosas cuando de conseguir sexo se trataba, lo que conseguía con su atractivo natural, podía consolidarlo en su apartamento. Estaba pronto a cumplir sus 37 años, muy bien llevados dado a que practicaba yoga e iba al gimnasio todos los días. Medía un metro ochenta, tenía unos pectorales bien formados y los abdominales marcados; sus piernas y brazos gruesos, musculosos, haciendo juego a tan imponente y maravillosa figura. Su trasero redondo y bien formado, combinado con su verga de unos nada despreciables 20 centímetros, proporcionalmente gruesa acompañada de un par de gordos y cargados huevos peludos se encargaban de todo cuando la ropa sobraba. Era bastante velludo, y le gustaba serlo. Su rostro completaba la obra de arte, ojos color miel, cabello castaño oscuro entre el cual ya asomaban algunas canas, le gustaba dejarse algo de barba, se la recortaba en las mañanas pero nunca se la afeitaba.
Su primera relación sexual la tuvo a sus 18 con una chica del pueblo de sus padres, era la hija de los Martínez, la familia que vivía en la hacienda junto a la de sus padres. Aunque tuvo varias novias a lo largo de su vida, siempre prefirió a los hombres, le excitaba de sobre manera penetrar el culo apretadito de otro hombre, escucharlo gemir, pedir más y ver cómo derramaba su semen varias veces en una sola noche de pasión. Y precisamente eso esperaba para esa noche, lo iba a visitar Alejandro, un ex novio que, sediento de su verga, acudía frecuentemente a él, cosa que a Daniel no le disgustaba para nada.
-Mierda- pensó. Había olvidado que se le habían acabado los condones en su última faena y dispuesto a salir a por unos cuantos, se decidió al final por no salir, Alejandro debía de traer algunos.
En ese momento sonó el timbre. Eran las 8 pm, Alejandro había llegado media hora antes de lo previsto, pero Daniel ya estaba listo, solo llevaba su bata de baño puesta y la calentura de dos semanas sin sexo tenía a su verga preparada para la faena. Se levantó del sofá y se dirigió hacia la puerta y acariciándose provocativamente abrió.
Al ver a su visitante quedo paralizado de la vergüenza, sus blancas mejillas se tornaron rojas y sus ojos antes llenos de lujuria no sabían qué hacer, solo esperaba que el joven del otro lado de la puerta no hubiera notado la ahora decreciente erección bajo su bata.
-Disculpe, ¿interrumpo?- pregunto algo avergonzado a su vez el chico del otro lado de la puerta, sacándolo de sus pensamientos. –No, solo pensaba que era… otra persona ¿en qué le puedo ayudar, joven?- le respondió Daniel intentando actuar lo más serio que su vergüenza le permitía -Yo…- dudo un poco el chico aparentemente por lo que acababa de suceder- Yo solo venia a preguntarle si tenía un poco de azúcar, acabo de mudarme a este edificio y no conozco la zona para salir de compras… siento haberlo molestado- dijo el chico y se dispuso a marcharse avergonzado -Espera- le dijo Daniel- debo tener algo de sobra, entra, y no me trates de usted que aunque aparentemente podría doblarte en edad aún soy joven.
Daniel no haría eso en una situación normal, pero al ver detenidamente al chico notó que era muy guapo, debía tener alrededor de 18 años, cabello castaño oscuro y unos profundos ojos color negro. Su cuerpo estaba muy bien formado para su corta edad, tenia los músculos algo marcados, delgado, mediría unos 10 centímetros menos que él. Cuando el joven accedió y entro a su apartamento Daniel miro su trasero que figuraba redondo y firme bajo los jeans ajustados que llevaba puestos. Su celular sonó, era Alejandro, se había olvidado por completo de él; por fortuna, llamaba para disculparse, no iba a poder asistir, así que Daniel, viendo la oportunidad de estar con el guapo joven, no puso problema en pasar su cita para otro día.
-Al parecer mis planes cambiaron- le dijo al joven mientras caminaba hacia la cocina- aunque si quieres y tienes tiempo podríamos tomarnos un trago antes que te vayas-
El joven confundido dudó por un momento pero al final decidió aceptar la invitación. –A propósito, mi nombre es Miguel- dijo el joven mientras se sentaba en una de las sillas de la sala con el vaso de vodka con jugo de naranja que le acababa de servir Daniel.
Hablaron y bebieron alrededor de una hora durante la cual Daniel empezó a detallar mejor al chico, su rostro le parecía familiar, pero no recordaba de donde y no era lo que más le ocupaba la cabeza en ese momento, lo que más quería era probar esos labios rosados y carnosos de Miguel, y no solo con sus labios.
Llego el momento, el calor de los tragos y la calentura que llevaba encima hicieron que, aunque no sabía la orientación sexual del chico, se abalanzara sobre él y darle un apasionado y lujurioso beso. Aunque al principio Miguel se le resistió un poco, al final cayó rendido ante tal ofrecimiento. Sus labios se juntaban, sus lenguas jugueteaban humedeciendo cada rincón de sus bocas; sus manos no tardaron en unirse al juego, las grandes y fuertes manos de Daniel empezaron a tocar la suave piel de la espalda del chico bajo su camiseta y las nerviosas manos del chico acariciaban a su vez la gran espalda de Daniel sobre la bata.
-Vamos a la habitación- le susurró Daniel al chico, que sin pensarlo por la posibilidad de arrepentirse, lo siguió hasta la recamara. Al entrar en el cuarto Daniel sentó al chico al borde de la cama y se abrió la bata dejando salir la enorme, dura y jugosa verga que tenía ofreciéndosela al joven. Miguel dudó un momento al admirar tan potente herramienta, pero ya había empezado el juego, no podía terminarlo allí. Pasó su lengua suavemente por el rosado glande de Daniel por el que ya brotaba un poco de líquido pre seminal y suavemente bajo con su lengua hasta los huevos y volvió a subir. Aunque Daniel disfrutaba de esto quería mas acción, y estaba dispuesto a tenerla. Tomó la cabeza del chico de los costados y dirigió su verga directo a esos deliciosos labios de Miguel y metió el glande a esa deliciosa y húmeda cavidad. Empezó un mete y saca lento pero seguro, ingresando poco a poco hasta la garganta del chico y aunque no logró meterla toda, sin duda el chico lo había hecho antes por la forma en que recibía tal pedazo de carne. Mientras le daba tan gloriosa mamada, Daniel le ordenó que se quitara la ropa y allí pudo ver al fin ese cuerpito desnudo, una verga nada despreciable, totalmente erecta y grande para su edad.
Al estar totalmente desnudo lo tiró sobre la cama y se acostó sobre el quedando esas dos potentes vergas una rozando a la otra y sus fluidos mezclándose en uno, así como sus labios y lenguas. Daniel empezó a bajar lentamente lamiendo cada rincón de su cuerpo, besando cuello, pecho, tetillas, abdomen, ombligo y llegando a la joven verga a la que le dio una buena mamada; pero eso no era lo que quería, cuando el chico gemía de placer ante tan espectacular mamada, Daniel le dio la vuelta dejando ante sus ojos lo que más deseaba: un culo redondo, firme y apretadito. No quería perder el tiempo, le abrió las nalgas con sus manos y dejó al descubierto un hoyito cerradito, muy apretado. Empezó a pasar su lengua y su cara por entre su raja dejándole bien húmedo, con su lengua le preparaba para lo que se le venía próximamente. Le metió un dedo ensalivado, a lo cual el chico respondió con un pequeño quejido. Era realmente apretado, pero Daniel era un experto, con movimientos circulares y un lento mete y saca el quejido se convirtió en gemido de placer, más cuando al primer dedo le siguió un segundo y un tercero.
Estando ya dilatado el apretado culito, Daniel estaba listo para penetrarlo, se recostó sobre la espalda del chico dejando su gran verga entre las nalgas de Miguel y al oído le susurro
–Voy a hacerte todo mío, ¿quieres mi verga en tu culito?
-Hazme todo tuyo, quiero sentirte dentro- respondió Miguel
–Mierda, no tengo condones- Recordó Daniel – ¿Tienes alguno?
-No- respondió Miguel y tras pensarlo un instante dijo –Métemelo así, así sentiré tu carne dentro de mí.
Esto acabo de calentar a Daniel, siempre había querido penetrar a un chico así y a pelo, en sus fantasías pensaba que estaba con un hijo o familiar y esta era su mayor oportunidad para realizarlo. Sin pensarlo dos veces tomó el frasquito de lubricante que guardaba en su mesita de noche, se aplico un poco por todo su pene dándole una cantidad extra a su glande, le aplico un poco al ano suplicante de Miguel y empezó a meterlo lentamente. El chico se quejaba, pero quería que no parara, fue metiéndolo todo, era un hoyito muy apretado y caliente. Estando dentro espero un poco a que el culito se acostumbrara a su tamaño y notó que una lágrima asomaba en los ojos del chico. Abrió con sus piernas un poco las piernas del chico y empezó un suave pero firme mete y saca, se sentía en la gloria. El chico gritaba de placer –Dame duro papi, este culito es tuyo- Daniel estaba como loco, luchaba contra su voluntad para no correrse aún, no quería terminar la faena todavía. Le agarró la cadera y lo levantó dejándolo en cuatro, así pudo ver ese culito que estaba haciendo todo suyo y su verga entrando y saliendo cada vez con más fuerza de ese pequeño agujerito ya totalmente dilatado y pidiendo más y más. El espectáculo lo llevó al límite, más aún cuando decidió darle la vuelta al chico para verle la cara de placer, parecía en trance, la magnífica cogida le tenía extasiado y en un momento le miró a los ojos y le dijo:
-Quiero que me llenes el culito de tu leche calentita- Daniel no lo dudó ni un segundo, con las piernas del joven sobre sus hombros empezó a darle rápido y duro, el sonido de sus huevos chocando con las nalgas redonditas y el sonido de los líquidos en el mete y saca lo hicieron rendirse a la calentura. Las contracciones no se dieron a esperar, las penetraciones rápidas se volvieron un poco mas pausadas pero más profundas, sus mejillas se sonrojaron y los huevos se movían rítmicamente mientras una enorme explosión de semen salía por su glande dejando el joven culito inundado en leche. Bajó la mirada en ese momento y Miguel, al sentir el enorme chorro de leche pasando por todo el tronco de la gruesa verga que le penetraba y sentirla en cada rincón de su recto, sin tocarse siquiera se corrió en un enorme chorro de leche que le llego hasta el rostro. Se quedaron un rato en esa posición, luego de la cual se besaron y quedaron dormidos desnudos y cubiertos en semen.
Al otro día Daniel se despertó con un poco de dolor de cabeza por los tragos, se sentó al borde de la cama y miro en dirección al otro extremo, donde esa noche había dormido Miguel, pero en vez del chico había una nota pegada a un sobre que decía:
“Lo siento, no debí dejar que pasara lo que paso. Miguel.”
Dentro del sobre había una carta que iniciaba:
“Hola Daniel, soy Diana , quizás no me recuerdes, pero quede embarazada luego que estuvimos juntos hace mucho tiempo, este es tu hijo Miguel, sé que debí decírtelo hace mucho tiempo, pero no supe cómo, así que al tomar la decisión de irnos definitivamente del país, supe que era el momento y quise que conociera a su padre …”
Si les gustó la historia (o si no) dejen comentarios, es mi primer escrito acá, así que cualquier comentario es bienvenido.
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