UNA NOCHE DE SODOMÍA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Maradentro.
Su mejor amigo vivía en el barrio San Calixto, una zona popular en la que cada esquina estaba guardada por grupos de pillos y drogos.
Esto no era problema para que Alberto fuera a la casa de Julián de quien aprendió a moverse con tranquilidad en estos entornos y a quien los pillos respetaban, a sus escasos 27 años lo trataban de profesor pues era maestro de una escuela.
Un fin de semana en que Julián y Alberto salieron de farra terminaron el amanecer en la casa de Julián.
Alberto se acostó desnudo en la cama que Julián le ofreció, al poco rato un golpe a la puerta los despertó, Julián salió a ver quién era.
Un personaje de la esquina a quien apodaban el negro estaba enamorado de Alberto y lo quería “culiar” esa noche, así se lo dijo a Julián quien soltó la carcajada y le dijo: bueno, eso sí es problema de ustedes, está allá, señalándole el cuarto y volvió a reir.
A Alberto no se le conocían novios ni novias, y cuando sus amigos ponían el tema se quedaba callado, ahora Julián lanzaba al negro cual carnada, pero también porque él mismo era un “buena vida” y no tenía límites para el placer.
El negro llegó hasta la cama de Alberto que se hizo el dormido, se desnudó y se introdujo en ella.
A diferencia de Alberto, el negro era fornido, con la condición corporal que le daba el ser obrero de construcción, sus manos ásperas por las callosidades de su duro trabajo y un pene que pondría a prueba a Alberto.
No sólo su pene sino todo su cuerpo y la condición del negro eran un reto: el aliento de su boca emanaba una mezcla de tabaco, marihuana y aguardiente que inundo e invadió el perímetro territorial de Alberto; el sudor pegajoso del negro se adhería al cuerpo flácido y suave de Alberto.
Este se quedó quieto, inmóvil como una presa esperando ser atacada, el cuerpo macizo del negro trataba de envolver el suyo y atenazarlo.
Alberto estaba con el cuerpo hacia el lado opuesto del negro lo que a este le permitió situarse exactamente detrás y presionar con su pene en erección el culo de Alberto protegido por sus pantaloncillos.
El negro no dejaba de presionar con fuerza rogándole al oído a Alberto que se dejara penetrar, que la iban a pasar rico, pasó su brazo por debajo de la cabeza de Alberto y comenzó a acariciarle la cabeza, este no pronunciaba palabra, pero el negro percibió que había logrado estremecer ese cuerpo esquivo, sonrió y continuó con sus tácticas de seducción.
Mientras acariciaba la cabeza con la otra mano recorría el cuerpo rollizo con gestos suaves que contradecían la tosquedad de su piel, quizás este contraste terminó por minar la voluntad de Alberto que hasta este momento nunca había admitido públicamente sus apetencias homosexuales.
Lentamente se desinhibió y tomó el pené de su oscuro amante, quiso sentirlo, rodearlo alrededor, arriba y abajo, lo encontró largo y grueso, pensó si aquel aparato no le haría daño a su culo que todavía era virgen.
Comenzó a masturbarlo lenta y tímidamente, el negro fue desprendiendo sus pantaloncillos y tomó el pene de Alberto, de menor tamaño pero grueso, y empezó a sacudírselo con movimientos fuertes; este tuvo que contenerlo, hazme despacio, le dijo.
El negro que no sabía de delicadezas se contuvo y le dijo que le haría algo muy rico, para que no lo olvidara.
Se subió al cuerpo de Alberto que a estas alturas ya estaba sudoroso, tiro su culo sobre el rostro de éste y comenzó a mamarlo con dulzura.
Primero recorrió con su lengua los genitales deteniéndose en ellos, luego su lengua recorrió el pene de Alberto que temblaba, se detuvo en la punta y lamió el pegajoso líquido que emanaba, no pudo contener las ganas de mordisquearle la piel.
A Alberto esto le resultaba sorprendente, su primer contacto sexual con otro humano, un hombre, soy marica pensaba, pero su cuerpo se sacudía con las intromisiones de su huésped.
De manera automática Alberto tomó el pene de su amigo y lo acomodó en su boca chupándolo como si fuera un bombón, ¡Ay que rico! Gritaba el negro animando a Alberto a chupar.
Esto fueron mordiscones, chupadas, lambidas, de un a otro lado, uuhhh, delicioso, decía Alberto, – que putería gordito, decía el negro.
Alberto lazó una exhalación final cuando su pene estalló en la boca del negro: esta leche si sabe bueno, es que esta es de burguesito, y río.
Julián escuchaba en su cuarto pero prefirió quedarse y dejarlos mientras la lujuria sacudía hasta la casa.
“Malparidos no van a dejar dormir”, gritó Julián desde la puerta, profe no se aburra venga que a usted también me lo quiero comer.
Julián se acercó, el negro intentó besarlo, – no con esa boca tan sucia no, más bien chúpamela, en negro se arrodilló y chupó la verga de su anfitrión mientras este se besaba con Alberto.
Gordito, tu culito no se salva hoy, dijo Julián, el negro rió, y yo que pensé que sería para mi sólo.
-No jodás ya que este man se abrió hay que cogerlo para que sepa que se había perdido.
Julián abrió las nalgas de Alberto y comenzó a acariciar su ano, humedeció su dedo índice y lo introdujo despacio y lentamente, ¿cómo lo sentís? Alberto sólo rió, Julián hacía con su dedo movimiento envolventes presionando las paredes del intestino, sacó su dedo y lo montó sobre el dedo medio, y en esa posición introdujo sus dedos; al principio Alberto se quejo, era obvio que esto le estaba gustando.
Güevón, vos naciste marica pero no lo querías aceptar, reconócelo, si te miraras la cara de dicha que tenés.
Negro este culito lo estreno yo, me lo merezco, después si el gordo quiere lo cogés vos.
Julián puso las piernas de Alberto sobre sus hombros, – quiero verte la cara, y muy despacio comenzó a penetrar a Alberto.
¿Qué fue todo esto? Se decía Alberto mientras difrutaba la embestida de su amigo, era toda una fantasía lo que vivía, que placer tan bravo sentía, aunque le dolía esto también aprendío a disfrutarlo.
No hay placer sin dolor gordito, así es la vida, Julián continúo hasta eyacular e inundar el culo de Alberto con su leche, luego se acercó y lamió su propia leche, la que iba escurriendo por el ano.
El primerizo quedó tendido en la cama, el negro estaba ansioso, – ahora voy yo, entonces cogío y empezó a penetrar este culito que apenas se empezaba a abrir al placer de Sodoma.
Alberto ya era un iniciado, de ahora en adelante su vida cambiaría.
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