Una noche en la piscina del colegio (I)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Una noche en la piscina del colegio (I)
Después de clase fui un rato a la sala de recreativos con unos compañeros y pasada una hora me dirijí de nuevo al colegio. Me metí en la biblioteca a repasar unos apuntes de matemáticas y el tiempo pasó hasta que apenas había luz natural. Entonces guardé todo en la mochila y me dirijí a la torre central del edificio del colegio. A esas horas seguro que encontraba a alguno de los curas.
Había poca luz en los pasillos. Y no parecía haber nadie. Caminé hacia el fondo, donde estaban los despachos y encontré uno con la puerta abierta y con las luces encendidas. Entré pero no había nadie. Sobre la mesa habían varios papeles. Decidí esperar por si alguien volvía. Al cabo de unos minutos oi pasos. Era el padre Julián.
No me daba clase. Creo que enseñaba literatura a los de 14 años, un curso por encima del mio. Era un hombre canoso, de cincuenta para arriba. No había hablado con él nunca. Pero seguro que los otros curas le tenían al tanto.
– "Hola", dije.
– "¿Qué hay? ¿Qué haces a estas horas por esta zona del colegio?", preguntó contrariado.
– "Buscaba al padre Daniel. Tenía cita con él para ver mi último examen en privado", respondí. Entonces pareció darse cuenta a lo que me refería. Esbozó una ligera sonrisa.
– "Ah, ya. Sí, ya sé. Pero te has debido equivocar, porque él no está esta tarde por aquí". Hizo un pausa. "Pero me parece que está el padre Francisco, que creo que también te da clase ¿no?".
– "Sí, el padre Francisco me da ciencias sociales. También puedo verle a él en privado", le dije.
– "Tardará un poquito. Me gustaría que le esperases aquí. Así podemos concernos un poco, ya que el próximo año te daré literatura." Entonces se acercó a mi, puso su mano sobre mi hombro y me hizo acompañarle a la silla de su despacho.
Se sentó. Y comenzó a pasar su mano izquierda sobre el pantalón, frotandándose el paquete.
– "Desgraciadamente no te he podido ver en ninguna de tus visitas a la comunidad de sacerdotes. Me han hablado muy bien de ti otros compañeros mios. De lo bien que te aplicas"
Mientras hablaba dejé la mochila en el suelo. Le di un poco de conversación para que se fuese entonando.
– "Eso me alegra, que hablen bien de mi. Para mi lo importante es dejar una buena impresión. Intento que mis profesores estén relajados y contentos", le dije.
En ese momento el padre Julián bajó la cremallera de su pantalón y sacó su polla, todavía un poco flácida. Comenzó a meneársela y me hizo un gesto para que me ocupase de ella. Me acerqué pero lo primero que hice fue introducir mi mano en su pantalón para sacar los huevos. Apenas estaban cubiertos por unos pocos pelos blancos. Eran bien grandes, y parecía que le pesaban, pues estaban separados de la base de su polla por una buena tira de piel. Los estimulé entre mis dedos y después me agaché para poder succionarlos.
Al cura le gustaba el masaje de testículos. Siguió pajeándose mientras le lamía las pelotas que bailaban al ritmo de mis lengüetzaos.
Después de dejárselas bien empapadas en saliva, fui pasando mi lengua desde la base de su pene hacia arriba. Era una tranca bastante larga y ahora sí estaba bien dura. La agarré justo debajo del capullo y empecé a menearla lentamente. Miré a su cara a ver que tal lo estaba pasando. Apenas tenía los ojos abiertos del gusto que estaba recibiendo.
Su glande comenzó a engordar gracias a mis movimientos. Un poco de liquido transparente manaba de su punta y lo iba poniendo reluciente. Me metí en la boca ese caramelo para saborear las primeras gotas de su esencia. Pude degustar ese sabor ligeramente salado. Entonces oi al padre suspirar profundamente.
Yo seguí aprentando su polla. Notaba las venas hinchadas a lo largo. Mientras con la boca chupaba la cabezota roja. El cura me acariciaba suvamente el pelo, haciéndome saber que le gustaban mis atenciones.
Al rato volví a pasar mi lengua por toda su polla. Y después tomé sus huevos dentro de la boca. Parecían que iban a explotar.
Después el padre se incorporó. Yo permanecí de rodillas mientras el comenzaba a meneársela con fuerza. Parecía que no iba a tardar en correrse. Acerqué mi boca abierta a la punta de su pene y extendí mi lengua para acariciar suavemente por debajo del capullo. El cura miraba mi cara y podía adivinar que estaba deseoso de recibir su leche.
Tardó apenas un minuto y entonces su polla empezó a expulsar pequeños chorritos mientras él reducía el ritmo de su mano. Mi lengua ya humedecida espereba más y en seguida recibí un chorro de abundante, cálida y espesa crema blanca que casi me llena la boca. Con eso el cura casi se había vaciado. En cada siguiente contracción de su polla, manaba un pequeño caudal de esperma viscoso que iba cayendo lentamente en el mar de leche que tenía ya en mi boca. El padre Julián resoplaba con fuerza y había echado su cabeza hacia atrás, mirando al techo. Cuando apenas salía más semen vovió a bajarla para contemplar su obra. Tenía su cara empapada en gotas de sudor.
– "¡Bufff! ¡Joder, qué gusto! ¡Necesitaba descargarme bien! Es bastante… ¿está buena la cremita?", dijo sin apenas voz.
Yo no podía hablar, claro está. Asentí con la cabeza y agarré la polla del padre para extraer las últimas gotas. Me la metí en la boca y la usé para mezclar bien la leche y saborearla antes de tragarla. El cura notaba ahora en su miembro la abundante cantidad y la calidad de lo que había expulsado.
Después se dejó caer en la silla. Yo le miraba, satisfecho con mi ración, y mientras cerraba la boca y jugueteaba con su semen. Ahora ya estaba más líquido gracias a mi saliva y pude tragarlo con más facilidad. El padre sonrió cuando lo hice.
– "Buen chico. Estaba rica, ¿eh?", dijo con orgullo.
– "Umm… Estaba muy, muy espesa…. saladita y algo dulce, también." Le respondí pasándome la lengua por los labios como si hubiese acabado de chupar un helado.
En ese momento entró en el despacho el padre Francisco. Al principio no me vió porque yo seguía agachado. Me levanté y no se sorprendió de verme.
– "¡Ah, estabas aquí, con el padre Julián! Lo tenías abandonado al pobre…" Sonrió y miró al cura que estaba relajado la silla, todavía con su polla a la vista.
– "Sí. Buscaba al padre Daniel, pero como no iba a estar me quedé aquí con el padre Julián.", respondí.
– "Nos hemos conocido un poco mejor, ¿verdad, chico? Ya tienes un buen recuerdo mio", dijo el padre Julián.
– "Bueno, eso está bien. Pero como no va a venir el padre Daniel, podéis subir un rato arriba, a la piscina. Estamos ahí unos cuantos, relajándonos.", comentó el padre Francisco.
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