Una semana de placer: Lunes de Voyeur
Juan Gonzalez adicto al trabajo es diagnósticado con cáncer terminal, pero antes de morir decide disfrutar un poco de la vida y el sexo .
—El cáncer no ha remitido y ahora se ha propagado por todo tu cuerpo, haciendo metástasis incluso en la sangre.
Ya llevaba un rato sin escuchar al matasanos, yo sabía que no había remitido, las posibilidades de hacerlo eran altas, pero a mí me tocó ser del otro porcentaje, de los que pierden. De los que tienen que hacer preguntas estúpidas cómo:
—¿Cuánto tiempo me queda?
—Aproximadamente un mes.
—¿Seguro que ya no hay nada que podamos hacer?
—Me temo que no, yo le recomiendo que haga lo que más le guste estas semanas, incluso podría hacer algo que siempre haya querido o pospuesto tanto por no tener tiempo.
—¿No hay operación posible?— Seguí ignorando su consejo, quería aferrarme a la vida, quizá porque me aterraba la idea de morir, aunque con 30 años, sin familia, sin amigos y completamente solo, con una adicción al trabajo lo mejor sería morirme.
—Seré completamente franco con usted señor Gonzáles— Sólo Juan por favor- Bien, Juan, esta es la realidad, cualquier hospital que se respete no aceptará operarlo, ya le extrajimos los dos testículos, no hay operación posible para cambiar toda su sangre y si alguien aceptara operarlo quizá sólo sería para quitarle un poco más de dinero.
—Con razón les dicen matasanos.
—Sigo recomendando que disfrute estas semanas, si tiene familia pase tiempo con ellos, si tiene dinero gastelo por completo, dese el gusto de su vida.
Salí del consultorio mecánicamente, escuché la puerta cerrarse, escuché a la enfermera cobrarme por la consulta, escuché los carros en la calle y antes de subirme a un auto empezaba sentir la rabia subiendo desde mis pies hasta la cabeza. Cómo millones de hormigas, temblaba de rabia, de decepción, toda una vida trabajando, para qué, para que un cáncer de testículos acabará conmigo. Era un chiste, mi vida era un chiste cruel. Recordé gran parte de mi vida, no era un inadaptado social, me gustaba estar solo, me gustaba trabajar y de vez en cuando salir a conocer personas, pero todo eso terminaba en un sexo insatisfactorio dónde al final decidia bloquear a todos los hombres con los que me acostaba y seguir con mi vida enfocada totalmente en el trabajo. Digamos que soy de los que sólo piensan en hacer dinero, todo lo demás está en segundo lugar. Pero el dinero no compraba la vida eterna y para ser honestos después de 10 años de arduo trabajo nisiquiera tenía la mitad de lo que quería.
Así fue como la rabia subía por mi cuerpo mientras conducía, pensé en estrellarme contra un árbol o un poste de luz, pero luego pensé en lo odioso que sería de mi parte hacer que cientos o quizá miles de personas llegaran tarde a sus casas o compromisos por un pobre diablo como yo.
Decidí hacerlo en mi casa, entre todo lo que conozco, en mi mundo de cosas reconocidas, en mi comodidad y dónde quizá tarden semanas en encontrarme. En el camino mientras la rabia se hacía más fuerte, y los temblores del cuerpo más extremos decidí pararme en un parque, me bajé del auto y caminé a una banca. Veía a la gente pasar, a los corredores ir con su poca ropa a todos lados presumiendo su cuerpo, a los niños corriendo de lado a lado disfrutando de la vida, a las parejas pasear agarradas de las manos. Empecé a sentir asco, no de la gente, de mí, quería ser como ellos, tener a alguien que me agarrara de la mano mientras caminamos por el parque, o ver a los niños crecer. Por supuesto que esto era algo en lo que no pensaba ser maricon significa perderte de todo eso, al menos así lo es en México.
Soy patético, pensaba, mientras miraba la copa de los árboles, aceptar que la vida es para disfrutarse me costó dos testículos y una sentencia de muerte, lo único bueno fue la María de grado médico que quitaba toda clase de dolores. Autolamentarme y controlar los espasmos de mi cuerpo me tomó un tiempo, el suficiente para que el parque se vaciara de familias y fuera llenados por los otros, por aquella raza que se oculta en la oscuridad para saciar los deseos de una sociedad moralista…
—¿Cuánto por una mamada?— Me sacó una voz de mis pensamientos
—¿Qué?
—¿Cuánto por una mamada, un blow, unos besos de riata, ya sabes una…?— Hizo el gesto de una mamada con la boca. Quería matarlo a golpes por pensar que era un scort, ese día llevaba mi ropa de trabajo, un pantalón de vestir y una camisa abierta porque hacía demasiado calor, no daba la impresión de vender el culo y sin embargo el hombre que estaba frente a mí estaba decidido a comprar una mamada.
—300 e incluso me tomaré tu leche.
—Pensé que sería más caro, porque también estabas vendiendo la fantasía de hetero Godin.
—Tienes que darme el dinero antes de irnos a un lugar más privado.
—Si, por supuesto, pero para que no te vayas corriendo con mi dinero te daré la mitad ahorita y la otra mitad después de verte tragar mi lechita.
—Muy bien ¿Conoces algún lugar donde podamos hacerlo?
—Hay unos matorrales un poco más adelante donde podemos escondernos.
Caminamos hasta los matorrales, algo que me desagradó fue que ahí no había pasto, era tierra junto con un montón de hojas muertas y ramitas caídas de los árboles. Hincarme en la tierra me hacía sentir como los perros, quizá eso me merecía por no apreciar la vida revolcarme con un desconocido en la tierra como los perros.
El hombre se paró detrás de un árbol entre los matorrales, cuando estaba a punto de hincarme me besó, primero fue tímido, un roce de labios como probando hasta donde podía llegar, cuáles eran mis límites y al ver qué le respondía empezó a hacerlo con más fuerza, me metía la lengua en la boca, se paseaba por mi boca como si del mismo parque se tratara y mientras me acariciaba el cuerpo, primero el pecho, luego la espalda y por último el culo, entreteniendose en este lo suficiente para sentirme incómodo, lo amasaba, lo apretaba e incluso llegó a pellizcarme un poco. Cuando decidió que era suficiente se separó de mi y un hilo de baba nos seguía uniendo.
—Hincate puto, vas a conocer lo que es una buena verga.
Mientras me hincaba puse los ojos en blanco, otro hombre que creía que tenía la verga más grande del mundo. Cuando mi cara quedó a la altura de su miembro tragué un poco de saliva era grande y al traer sólo un short de deporte sin ropa interior debajo esa maza de carne se veía tentadora, antes de acercar mis manos a su short para bajarselo su verga dura se sacudió un poco, lo que me calentó demasiado y enterré mi cara en su pubis sobre el pantalón. Restregué mi cara por todo su miembro, y a veces lo chupaba por encima de la ropa, cuando le baje el short esa verga salió disparada hacia su pubis. Era impresionante unos 19 cm gruesos y morenos llenos de pelos y completamente palpitante. El hombre se agarró el pito por la base y moviéndolo un poco me preguntó si me gustaba. Le contesté metiendomelo en la boca.
Lo chupaba como si me fuera la vida en eso, la cura del cáncer debía ser chupar vergas, así las personas pondrian más empeño en eso. Intentaba metermela toda pero no podía, al menos no al principio, primero le preste atención a su cabeza un poquito más clara que la piel que la cubría, jugaba con su frenillo y el hombre temblaba de placer, poco a poco empezaba a meterme esa verga más y más profundo en mi boca, hasta que sentí en mi nariz su pubis. Él pareció enloquecer con eso y sacándome la verga de la boca me arrinconó contra el árbol en el que se recargaba. Empezó a follarme la boca fuertemente.
—Te gusta la verga puto, entonces tenla por montones, te voy a follar la boca hasta llenartela de leche, hasta que te atragantes con mis hijos.
Yo sólo podía seguir mamando ese rico miembro, la saliva me escurría por la comisura de los labios y después de unos minutos sentí como se descargaba en mi boca, un disparo grueso y luego otros tres más ligeros, me los trague mientras todavía tenía la verga en la boca. No me la sacó hasta que perdió firmeza.
—Muestrame que te tomaste todo maricon.— Dijo mientras me agarraba la cara y me obligaba a abrir la boca, le mostré que no había nada -Bien hecho- Procedió a escupirme, también trague su saliva y me ayudó a levantarme para salir del matorral.
—Perdon, si fui un poco brusco, la verdad es que llevaba mucho sin descargarme y me ganó la emoción.
—No pasa nada, la verdad lo disfruté mucho.
—Nadie se resiste a mi verga.
—No.— Dije mientras le acariciaba la verga por sobre el pantalón ya en los límites del matorral. El hombre pareció excitarse de nuevo pues rápidamente cobro vida.
-Y cuánto por una cogida?
—Te la dejaré gratis— La verdad es que sentia mi ano palpitar cada que tocaba su miembro. Él no perdió el tiempo, pero a diferencia de la vez anterior esta vez no le importo que ya estuviéramos a fuera de la protección de la naturaleza para que empezará a hacerle otra mamada. Se la mamaba ahí, en donde todos podían vernos, si alguien caminaba por esa zona del parque nos podría ver y eso me excito más, sentía mi verga dura e incómoda en mis pantalones, quería desabrocharmelos pero el hombre no me dejó. Cuando sintió la verga lo suficientemente mojada por mi saliva, me tiro al suelo y en lugar de bajarme mis pantalones los rompió, yo no suelo llevar ropa interior y como él pensaba que yo era un scort no se sorprendió que no tuviera ropa interior.
—Le voy a dejar el trabajo hecho a la siguiente persona que te coja.— Empezó a darme una de las comidas de culo más asombrosas que había tenido en mi vida, me pasaba la lengua primero por mi amo, lubricandolo, abriéndolo, saboreandolo casi como si fuera lo más rico que hubiera probado en su vida, después empezó a meterme un dedo e intercalar entre su dedo y la lengua, cuando estaba a punto de meterme el segundo dedo pasó una persona corriendo, que apenas si nos miró, pero el hombre que me estaba comiendo el culo apenas pareció importarle. Siguió con la tarea de abrirme el ojete y yo empecé a gemir como una perra en celo.
Estaba tan abandonado al placer, que yo mismo utilizaba una de mis manos para que mantuviera su cabeza entre mis nalgas, hasta que decidió que era suficiente. Primero me la restregó en el culo, me hizo suplicar por ser follado y después de rogarle porque me cogiera, que me hiciera su perra y que me dejara toda su leche adentro me la metió de una y yo me mordí los labios para no gritar de dolor. Las embestidas fueron fuertes y constantes, sentía el culo en llamas y la verdad deseaba que terminara rápido, al menos al incio, porque después empecé a moverme yo buscando el contacto con su verga, me gustaba cuando su vello púbico rozaba mi culo y en el parque nada más sonaba mi culo chocando contra sus huevos, mis gemidos y sus resoplidos. Cuando volteé a ver había un grupo de hombres viéndonos, algunos con la verga al aire masturbándose, quería irme en cuanto los vi, pero el hombre me agarró de la cintura y me penetró más fuerte haciendo que ocultara mi cara entre mis brazos.
—Te voy a dejar bien preñada y luego le voy a pedir a todos estos machos que te enseñen modales maricon y lo que es una buena noche de trabajo.— Lo último lo dijo entre un grito de placer, sentía mi culo abierto y lleno de leche. Él satisfecho se subió su short, me dio una nalgada y se fue. Esa noche tuve sexo con otros cinco hombres, el culo me quedó roto y lleno de leche. Mientras conducía a casa y llenaba el asiento del carro de semen de varios hombres decidí seguir el consejo del doctor, durante una semana cumpliría todas mis fantasías sexuales y probarla todo lo que mi moral no me dejaba hacerlo, total si al final me iba a morir, por lo menos iba a sacar un poco de placer de eso.
Hola, este es mi primer relato, sé que es un poco largo y la introducción es aún más larga, sin embargo, también soy consciente de que me hace falta mejorar en mi redacción de escenas sexuales. Escucho consejos y cualquier tipo de crítica. Sólo va a tener 7 partes una por cada tipo de fetiche, escalando de lo ligero a lo más pesado, pero si quieren ver algo en específico quizá pueda meterlo en un capítulo.
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