Unas extrañas vacaciones
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Derrian.
Bajamos en el aeropuerto 2 de la Ciudad De México y sin despedirnos, subí en el avión, es más, esperaba no regresar, la sonrisa se hizo evidente en mí en cuanto se alejaron ambos, la azafata que estaba a cargo de mi (aun no soy mayor de edad, tengo 17 años, llego a los 18 justo el día después de navidad), se sorprendió de mi seguridad, incluso para ser mi primer viaje en avión, lo cual, me imagino, ya estaba enterada.
En cuanto bajé del avión no fue muy difícil encontrar a mis familiares, aunque solo las había visto una o dos veces antes por fotografías y hablado con ellas en cumpleaños, tenían un letrero espectacular con la leyenda “Feench” en ella, Feench es el apellido de mi padre, por cierto, no me he presentado, mi nombre es Caleb Feench L.
Llegamos a su casa, no muy lejos del aeropuerto, o tal vez no lo sentí porque me dormí parte del viaje, era una casa hermosa de dos pisos, color crema por fuera y rústica, intenté bajar mis maletas pero no me dejaron hacerlo, la que se veía mayor de mis tías me dijo algo sobre reglas de hospitalidad, el resto del día fue extrañamente tranquilo, acomodé mis cosas en la habitación de invitados, y para cuando la dinner estuvo lista bajé casi de inmediato, moría de hambre, transcurrió con normalidad, estaban todos los habitantes de esa casa, mis dos tías, mis tres primas y la mascota, una cachorrita cocker, mis tías, la que ates confundiera como la mayor, era en realidad la menor de las dos, Regina Wilson, y sus dos hijas Dee-Anne Wilson y Jasper Wilson, el señor Wilson había fallecido hacía dos años de un paro cardiaco, Regina tiene 45 años y sus hijas 19 y 23 respectivamente, la mayor de ellas, mi tía Karina DesGarber y su hija Larissa DesGarber, el señor DesGarber se había ido con otra más joven, ellas de 49 y 29 respectivamente, y la cocker, Sally.
Después de la cena estaba exhausto así que fui a la habitación de invitados y tan pronto puse la cabeza en la almohada me dormí, un sueño muy profundo, sé que soñé algo pero no puedo recordar que fue.
Al siguiente día Regina y todas mis primas se fueron de compras cuando aún no me despertaba, Karina y yo desayunamos solos, y fue cuando lo preguntó, los muy cabrones fueron capaces de gritar a los cuatro vientos que me gustaban los hombres aun cuando yo no terminaba de definirlo.
-No hay nada de lo cual sentirse avergonzado Cal –me dijo cariñosamente Karina, -nadie te juzgará por algo que no es tu decisión. –tenía una sonrisa sincera en el rostro, me tranquilizó y no pude detener el abrazo posterior, tan solo necesitaba ser abrazado, supongo.
El resto del día hubiese sido normal de no ser por el invitado de Regina, su vecino, David Claree, un hombre de no menos de 30 años, guapo en extremo, con estilo, cabello negro desaliñado, ojos castaños claro y una sonrisa derrite-polos, en cuanto al cuerpo, no era precisamente una persona delgada pero no estaba gordo, es más, una complexión, robusta, pero era sexy.
La cena fue totalmente normal, y el sujeto no daba indicios de hablar de una pareja, el corazón me daba un vuelco en el pecho cada vez que miraba hacia mí, me gustaba y por lo que había podido ver, nadie se había dado cuenta.
-Bueno Dave, mucho gusto –dije cuando dieron las 11, -creo que es hora de dormir, buenas noches a todos –Todos se despidieron, pero cuando la mano de David y la mía se tocaron sentí una descarga eléctrica en todo el cuerpo, me estremecí, nadie se dio cuenta, excepto él y yo, me sonrió, una sonrisa cálida, el sueño desapareció por completo, ¿Cómo se sentirían sus labios?
Subí a la habitación y me senté frente a la ventana, la cual aunque no daba a la parte frontal de la casa, sí no todo lo contrario, tenía una vista espectacular hacia un pequeño parque que se encontraba justo detrás de la casa, ligeramente iluminado, no sé cuánto tiempo me la pasé en mis pensamientos hasta que por fin me dormí recargado en la ventana.
Abrí los ojos, seguía oscuro y yo estaba adolorido, me fui a la cama, necesitaba descansar, no sabía que haríamos al día siguiente, cuando volví a abrir los ojos estaba seguro de haber escuchado un golpe, me levanté de la cama y caminé por la habitación buscando algo caído o diferente, pero no encontré nada, volteé hacia la ventana y vaya que vi algo inusual, una hoja perfectamente doblada justo por debajo de la ranura apenas abierta de la ventana, la cerré y tomé la nota.
Espero no ocasionarte problemas ni a ti ni a mi
Pero se sintió genial tu mano, esperaba poder verte otra vez
Solo tú y yo
Te espero en el terreno atrás de tu casa hasta el amanecer
Entenderé si no vienes.
El corazón me zumbaba en los oídos, sabía perfectamente de quien era la nota, hasta olía como él, me temblaban las rodillas y sé que no era de frío, me puse otro par de pantalones encima de la pijama y un par de suéteres y salí cuidadosamente por la ventana, no quería ser visto, afortunadamente había unas escaleras a un lado de la casa, móviles por supuesto, ¿las habría colocado él?
Caminé torpemente por el camino, cuando sentí la nieve en los pies me dí cuenta, aun llevaba pantuflas, no me importaba, necesitaba verlo de nuevo, llegué a la primera lámpara del parque y lo vi, débilmente iluminado su silueta se recortaba en la febril luz, caminé a trompicones hacia él.
-David –dije en tono airado, sin parecer darle importancia, él sonrió.
-Sabía que no me había equivocado –me sonrojé, sus ojos me recorrieron completamente de pies a cabeza, me sentí estudiado, y se sentía bien, de pronto lo recordé –¡Estas prácticamente descalzo! –dijo preocupado, me tomó de la cintura y sin tanto esfuerzo, a pesar de ser de mi misma estatura, me levantó del suelo y me cargó, sentía mi cuerpo flotar en una nube y espera, una erección, me sonrojé de nuevo, el pareció no darse cuenta o no darle importancia, a pesar de que la posición en la que me estaba cargando hacía que la pudiera sentir justo en el hombro, levantó una de sus manos y quedó exactamente apoyada encima de mi trasero, lo cual no ayudó mucho, definitivamente no tenía frío, llegamos a donde estaba la escalera apoyada y me ayudó a subir, él iba justo detrás de mí, entré en la habitación lo más silenciosamente que pude y en cuanto volví a sentir el calor de estar dentro me di cuenta que la erección se me notaba a través de los dos pantalones, corrí hacia el baño que había en la habitación de invitados y me tomé el tiempo de quitarme las pantuflas y quedarme en pijama nada más, limpiarme los pies de nieve y de acomodar a mi “amigo” bien dentro de los bóxers, en cuanto salí lo vi, semidesnudo sobre mi cama, su camisa estaba tirada junto a la cama, sus pantalones y abrigo estaban en una silla y sus zapatos debajo de la misma, y él estaba sentado sobre las sábanas blancas tan solo en bóxers, azul marino y con calcetines del mismo color, sin darme cuenta me quedé observando directo a su pecho, ligeramente velludo y a sus piernas, igual que su pecho, velludas, él me sonrió, su sonrisa enigmática, me acerqué hacia él, se acercó y sus labios tocaron los míos, eran suaves, delicados y sabían bien, me abrazó y con ello me acercó hacia él, nos besamos por largo rato hasta que en un movimiento repentino lo lancé sobre la cama, bajando mi cabeza hasta su entrepierna, sin pensármelo hundí mi cara en el bulto de los bóxers, pero, se sentía fláccido, lo miré con un cierta desesperación.
-¿Es acaso que no quieres? –Pregunté algo decepcionado, David tomó mi mano y la llevó hasta su paquete, se sentía diferente.
-Solo necesitaba un poco más de presión y que alguien lo tocara –dijo suavemente, sin pensármelo más bajé la tela azul marino y comencé a meterla y sacarla de mi boca, era grande, sabía bien, así es como sabe el pene ¿huh?, es la primera vez que sentía algo así, sí, soy virgen, y al parecer, esta es la última vez que lo podré decir, o al menos eso espero, sus manos se posaron encima de mi cabeza y comenzó a meterla con más fuerza dentro de mi boca, la sensación era espectacular, quería que se descargara justo ahí, pero cuando sentí que su pene se ensanchaba dentro empujó mi cabeza y se corrió en mi garganta, se sentía caliente y me gustó, puso sus manos debajo de mi barbilla y me levantó hacia él, nos besamos de nuevo, compartiendo su leche, al tiempo que nuestras lenguas se unían sus manos bajaron lentamente hasta la parte más baja de mi espalda, por encima de mi pantalón, donde comenzó a masajear constante, abrió lentamente e introdujo lentamente uno de sus dedos dentro de mí, intentaba mantener el silencio pero cada vez me costaba más, la excitación crecía, con la otra mano lentamente me quitó la camisa del pijama y después siguió con los pantalones, su dedo seguía intentando entrar en mi culo virgen y para cuando sentí sus nudillos chocando contra mis nalgas me corrí sin tocarme siquiera, mis jugos cayeron sobre su abdomen, pero David seguía estimulándome con el dedo, lo movía dentro y fuera, cada vez más fuerte, el roce de su dedo contra mi interior me estaba excitando aún más, me acababa de correr y seguía erecto, de pronto me volteó y abrió camino con su lengua en mi interior, la movía de una forma espectacular, y cuando se detuvo, no sentí el tiempo que transcurrió en lo que metió su verga en mí, lentamente la introdujo hasta que sus huevos quedaron pegados a mí, y luego comenzó a sacarla con más fuerza, gemía de placer, jamás me había sentido tan excitado, se volvió a correr dentro de mí, y aunque yo lo intenté masturbándome, no pude volverlo a hacer, la sacó y la metió de nuevo en mi boca, probé de nuevo su semen, y sabía fantástico, nos besamos de nuevo, me abrazó, se acostó a mi lado y yo recargué mi cabeza en su pecho, sentía su corazón latiendo con fuerza en mi oído, me quedé dormido.
Abrí los ojos cuando comenzaron a tocar la puerta, al parecer ya era tarde y debía despertarme, fue cuando me dí cuenta, volví la cabeza, pero yo estaba solo en la habitación, tal vez solo había sido un sueño, me levanté de la cama y me di cuenta que seguía vestido, la ventana estaba cerrada y no había escaleras, solo había sido un sueño, abrí la puerta y estaba Regina, saldríamos y ya necesitaba arreglarme, arreglé la habitación y no encontré nada inusual, decidí que los sueños no siempre se hacen realidad, pero era una excelente forma de pasar la vida: soñando.
Quince minutos después de despertar fui al baño, necesitaba ducharme, y fue cuando lo vi, no había sido un sueño, en las llaves de la ducha había colgados unos bóxers azul marino manchados de algo que reconocí al instante, los llevé hasta mi nariz y aspiré el aroma masculino de David, no había sido un sueño.
Salí de la ducha, me vestí y salimos por un árbol de navidad, Regina, Dee-Anne, Larissa y yo, y ya en el campo de Cedros encontramos a David, en cuanto me vio sonrió, le devolví la sonrisa, eso aún no había terminado, apenas estábamos comenzando.
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