Vacaciones con el abuelo Part. II
Como descubro espiando por la rendija de la puerta del establo más perversiones de mi abuelo..
Me escondo tras la valla del establo, conteniendo la respiración mientras observo a mi abuelo a través de una rendija entre las maderas. A sus 66 años, su cuerpo fibroso y velludo se mueve con la seguridad de quien ha pasado toda su vida trabajando la tierra. Está completamente desnudo, su piel curtida por el sol resplandece bajo la luz tenue que se filtra por el techo del establo.
Lo primero que me impacta es verlo caminar descalzo sobre el heno sucio, sus pies robustos pisando sin el menor reparo los excrementos frescos de las vacas. Sus ojos claros reflejan una tranquilidad absoluta mientras se acerca a Trueno, su caballo favorito, acariciándole el lomo con una familiaridad que me hace sospechar que no es la primera vez que están así.
«Hola, precioso», le susurra al animal con esa voz áspera que tantas órdenes me ha dado durante años. «¿Me has echado de menos?»
Mi asombro crece cuando veo a mi abuelo rodear lentamente al caballo, deteniéndose detrás de él. Sus manos recorren el trasero del animal, separando suavemente su cola para exponer su ano negro y húmedo. La expresión de mi abuelo cambia a una de deseo absoluto mientras acerca su rostro al culo del caballo.
«Esto es lo que necesitaba», murmura antes de hundir su lengua en el ano del animal.
El gemido gutural que sale de su garganta es algo que jamás había escuchado. Sus ojos se cierran mientras su lengua trabaja profundamente, saboreando cada pliegue del culo de Trueno. Sus manos callosas agarran las ancas del animal mientras empuja su cara más adentro, respirando pesadamente, completamente entregado al placer obsceno.
«Joder, qué rico sabes hoy», jadea mi abuelo retirándose un momento, un hilo de saliva y suciedad conectando aún su boca con el ano del caballo. «Me encanta ese sabor que tienes ahí dentro.»
Para mi sorpresa, mi propio cuerpo reacciona ante la escena. Mi polla se endurece dentro de los pantalones hasta doler, obligándome a desabrochar la bragueta para liberar la presión. Nunca había visto nada igual, y aunque mi mente dice que debería sentir repulsión, mi cuerpo responde con un deseo primitivo que no puedo controlar.
Mi abuelo, ajeno a mi presencia, se arrodilla ahora frente al caballo. Sus manos expertas comienzan a masajear el prepucio del animal, haciéndolo relinchar suavemente. Poco a poco, el miembro de Trueno emerge, creciendo ante las caricias de mi abuelo hasta alcanzar un tamaño que me deja sin aliento.
«Eso es, muchacho», murmura mi abuelo con adoración, «muéstrame esa polla gloriosa que tienes.»
Con reverencia, mi abuelo comienza a lamer la punta del miembro equino, sus manos apenas capaces de rodear el grosor. Sus gemidos se intensifican mientras toma tanto como puede en su boca, sus labios estirados al máximo mientras intenta tragar más y más.
El caballo relincha, empujando instintivamente contra la boca de mi abuelo, quien acepta las embestidas con la experiencia de años haciéndolo. Tras varios minutos de esta obscena comunión, mi abuelo se coloca a cuatro patas bajo el animal, guiando la enorme polla hacia su propio ano dilatado.
«Vamos, Trueno», gruñe posicionándose, «dame lo que necesito.»
Contengo un jadeo al ver cómo el caballo comienza a penetrar a mi abuelo, quien recibe el enorme miembro con gruñidos de dolor y placer mezclados. Sus músculos se tensan mientras su cuerpo absorbe cada centímetro, hasta que finalmente el caballo establece un ritmo salvaje.
«¡Sí, joder, sí!», grita mi abuelo mientras es follado brutalmente. «¡Destrózame el culo, cabrón!»
La sesión termina con mi abuelo recibiendo una descarga de semen equino que se derrama por sus piernas mientras él mismo se corre sin tocarse, simplemente por la intensidad de la penetración animal.
—
Durante los días siguientes, noto un cambio en mi abuelo. Comienza a pasearse desnudo por la casa, sin cerrar la puerta del baño cuando orina o defeca, como si quisiera ser descubierto. Sus ojos ocasionalmente se cruzan con los míos, sosteniendo la mirada un segundo más de lo necesario, pero nunca dice nada al respecto.
Una noche, no puedo resistir más la tentación. Me deslizo en su habitación donde él ronca ruidosamente, aparentemente dormido. Su cuerpo desnudo está apenas cubierto por una sábana fina, y su polla reposa gruesa sobre su muslo velludo.
Con el corazón latiendo en mis oídos, acerco mi rostro a su entrepierna, inhalando ese olor intenso a macho, a sudor y tierra que siempre lo ha caracterizado. El aroma me marea, despertando algo primitivo en mi interior.
Mi lengua toca tímidamente la punta de su polla, que responde hinchándose ligeramente. Envalentonado por su aparente sueño profundo, la tomo completamente en mi boca, sintiendo cómo crece hasta llenar cada espacio disponible.
Los ronquidos de mi abuelo continúan mientras yo le hago la primera mamada de mi vida, mi inexperiencia compensada con entusiasmo. Para mi sorpresa, su polla reacciona plenamente, hasta que finalmente se descarga en mi garganta con un espasmo poderoso. Trago instintivamente, saboreando ese líquido espeso y salado que marca mi iniciación.
Mi abuelo nunca deja de roncar.
Durante las siguientes noches, regreso a su cama, cada vez más atrevido. Una noche, separo sus nalgas peludas y hundo mi lengua en su ano arrugado, limpiándolo meticulosamente mientras saboreo el sabor amargo y masculino que tanto me excita.
Otra noche, mientras me preparo sigilosamente a su lado para lamerle el cuerpo entero, mi culo roza su mano relajada sobre el colchón y siento sus dedos ásperos cerca de mi ano, si poder resistirlo comienzo a moverme suavemente para sentir uno de sus dedos en la puerta de mi culo deseando metérmelo para follarme con él. Lo humedezco con mis babas y sin pensarlo, me lo introduzco muy despacio hasta tenerlo dentro por completo, me da tal placer que me hace morder mi propia mano para no gritar hasta que me corro sin tocarme la polla con 3 enormes chorros de leche que caen sobre su muslo peludo. Al retirarme su dedo, veo que está manchado de mis propios restos, y sin pensarlo, lo lamo hasta limpiárselo por completo y termino lamiendo toda la corrida que tiene sobre su pierna para ocultar la evidencia y que no lo descubra al levantarse.
Finalmente, una noche mientras le chupo la polla con dedicación, siento su mano enorme posarse sobre mi cabeza. Mi corazón se detiene un instante, pero ya es tarde para fingir. Él empuja mi rostro hasta el fondo, haciéndome tragar toda su longitud mientras gruñe:
«Ya no aguanto más haciéndome el dormido cacho cabrón.»
En décimas de segundo pasaron por mi cabeza todas esas noches en las que hice de todo con él y yo inocente de mí, pensaba que dormía. Era imposible conjugar las dos emociones que me invadieron en ese momento, la felicidad de que fuera a formar parte activa en mis juegos sexuales y el sentimiento de verme como un inocente idiota ante mi propio abuelo.
Con un movimiento fluido, me gira en la cama y separa mis piernas, hundiendo su rostro en mi entrepierna. Su barba áspera raspa mis muslos mientras su lengua experimentada me da la primera mamada de mi vida, haciéndome temblar de placer mientras susurra:
«Cada día lo haces mejor cabrón, ahora me toca a mi enseñarte lo que quiere tu abuelo de verdad” …
… continuará



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