Vacaciones con mi padre (4)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mi padre quedó tumbado boca arriba, con los brazos estirados sobre la cama, los muslos ligeramente separados y los ojos cerrados. Entendí su juego. Quería hacerme creer que estaba durmiendo para evitar preguntas y explicaciones que no nos llevarían a ningún sitio.
Acepté las reglas de juego y, sabiendo que tenía vía libre, decidí embarcarme en esa ruta de placer y de morbo.
Como estaba incómodo me subí a la cama, colocó mis rodillas a ambos lados del cuerpo de mi padre y me coloqué en la posición más apta para realizar un 69. Mi cara daba directamente sobre la inquietante entrepierna de mi padre mientras que yo le ofrecía mi trasero, que quedaba a escasos centímetros de su cara. Mi polla estaba crecida y temblorosa. La cogí entre mis dedos y se la acerqué a los labios de mi padre. Mi rabo, al rozar sus labios, creció aún más, si eso era posible, pero los labios de mi padre no se despegaron. Me sentí un poco ridículo y desorientado… pero acepté que mi padre no quisiera hacerme una felación. Sus razones tendría.
Entonces cambié de posición, me tumbé a su vera y coloqué mi cabeza paralela a su sexo. Me acomodó y empecé a sobarle los cojones. Eran unos huevos grandes, blandos, colganderos, cubiertos por un vello suave y negro. Olían a una mezcla entre sudor varonil, gel de baño y orina, que me excitaba poderosamente. Los acaricié, los sopesé, les hice cosquillas mientras me sonreía al verlos temblar. Al mismo tiempo admiraba ese poderoso pene que subía y permanecía erguido. Mientras una de mis manos sobaban y sopesaban sus cojones, la otra recorría su rabo hacia las alturas y lentamente lo descapullé. No me costó trabajo. Al contrario, su piel resbaló con facilidad dejando al descubierto un glande, una capullo exquisito, rojo, cubierto del líquido lubricante que manaba del orificio de su tremenda polla.
No resistíamos más así que, me la tragué de golpe. Su capullo ocupaba todo mi paladar y empecé a succionar con fuerza y a lamer como si fuese un caramelo. Apreté mis labios para que la presión le resultara más placentera.
Mi padre empezó a gemir y a moverse pidiendo más guerra.
Mis dedos pasaban de sus cojones a su culete. Buceé entre sus nalgas hasta llegar al mismísimo ojete, lubricado como su polla y me puse a acariciarle el esfínter. Lentamente introduje mi dedo corazón, lentamente, suavemente hasta sus entrañas, hasta tocar la próstata. Empecé a sacarlo y a meterlo lentamente mientras mi padre gemía con más ganas y se movía acompasadamente.
Sólo lamentaba yo que mi padre no quisiera chuparme. ¿Por qué?
Yo le follaba la boca con fuerza pero sin dolor. Apretando mis labios sobre su verga y notando cómo su rabo se deslizaba sobre mis labios. Cuando ya el capullo estaba a punto de salir de mi boca, zas, me lo metía de nuevo hasta mi garganta. Una vez y otra vez.
Gemíamos los dos mientras me daba cuenta que aquello se acercaba a su fin.
Intensifiqué mis movimientos hasta que mi padre empezó a eyacular como una fuente. Noté un aluvión de semen en mi boca, caliente, delicioso, tremendo, regio.
Chupé y lamí con más fuerza aún para vaciar aquella polla que parecía un depósito de mil litros de semen.
Con los últimos movimientos del rabo de mi padre salieron las últimas gotas de semen, semen que me bebí íntegro.
Lentamente la polla de mi padre volvió a su tamaño normal (que no era pequeño, desde luego). Yo quedé acostado a su vera y en cuanto me hube tragado todo su semen, volví a colocarme la polla en mi boca y empecé a chuparme como un niño con su chupete.
Mi padre se giró para seguir durmiendo y yo me acurruqué a su lado, dispuesto a pasar allí toda la noche.
Metí su rabo en mi boca y tranquilamente, mientras esperaba que a mí también me llegara el sueño, lamí aquel pene tremendo y apetecible como un bebé…
Hasta que…
(¿Quieren ustedes que continúe…?)
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