Verano 2017
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
Mentiría si digo que no pensé en eso durante todo el año, porque fue así, lo hice.
Por semanas esos recuerdos alimentaron mis pajas.
Cada vez que tomaba mi miembro recordaba que esos dedos estuvieron dentro de él.
Me encendía, pero luego bajaba la tristeza.
Instagram me mostraba que estaba ligeramente más grande y varonil.
También me mostraba una chica que aparecía frecuentemente con él.
Eso me bajó de la nube, y decidí soltar.
Poco a poco me fui haciendo la idea que solo me tendría que quedar con los recuerdos, y que no podía ilusionarme con que se repetiría.
Ahora sólo me preocupaba que él no me tuviera algún tipo de rencor o rechazo.
No quería ser parte de un mal recuerdo, o de un momento de inocente debilidad.
Me aterraba perder todo lo que había construido con él.
Y no a la parte sexual, sino al grado de confianza y relación que teníamos.
¿Habré hecho bien con atreverme a tanto? No lo sabía, ni lo sé ahora.
La cosa sucedió y ya no había más anda que hacer.
Esas semanas volaron.
Un día martes a las 7 de la tarde, una camioneta gris enorme, se detuvo frente a mi casa.
Medio segundo después se escucharon los gritos de mis primas y mi tía, mientras corrían emocionadas al encuentro de nosotros.
A continuación bajó mi tío con rostro confundido después de tantos gritos, y le siguió mi primo, visiblemente hartado con las mejillas coloradas.
Seguramente lo habían regañado por algo.
Mi prima comenzó a abrazarme y a decirme lo mucho que me extrañó.
Cuando me giré para saludar a mi primo, vi que pasó raudo y veloz por mi costado, entrando a la casa sin siquiera mirarme.
La emoción se apagó.
No logré entender lo que decía mi prima.
La había cagado.
Me sentí dolido y enojado conmigo mismo.
Había aventado todo al basurero sólo por una calentura.
Mi tío me abrazó con fuerza sobre humana, diciéndome lo grande que estaba y lo bien que me veía.
Y luego entré mientras mi tía tomaba la palabra.
Me senté en el sofá mientras todos hablaban animados, pero yo no podía concentrarme.
Mi prima me contaba ansiosa todos los nuevos planes que tenía para nosotros mientras estuvieran aquí.
Pero yo sólo podía pensar en lo incómodo que sería este verano si mi primo no era capaz de dirigirme la mirada.
-¡Oh! Que satisfacción.
Literal estaba cagandome –dijo mi primo saliendo de la nada.
Lo miré y el me devolvió la mirada con mucha alegría.
Me estiró los brazos y en medio segundo ya estábamos abrazándonos.
-Eres un cerdo –se quejó su hermana mayor-.
Dejaste toda la camioneta contaminada con tus gases.
-Mejor afuera que adentro –le contestó mi primo mientras continuábamos el abrazo.
Estaba ligeramente más alto, y con más cuerpo.
Había rapado su cabello de la mitad derecha de su cabeza, mientras que la mitad izquierda y superior, caía largo por su rostro.
Se veía sexy-.
Lamento haber pasado así de rápido, pero de verdad que necesitaba el baño.
Luego saludó al resto de la familia, y yo me quedé sentado, revitalizado y sonriente.
Ahora la conversación de mi prima se me hacía mucho más interesante que antes.
Eliminé todos los antiguos pensamientos, y comencé a sentirme mucho mejor.
Me sentí lleno de alegría cuando veía su sonrisa y su mirada risueña.
Todo estaba bien, creo.
Pero me sentía pagado con saber que nuestra relación de primos no estaba estropeada.
Luego de unos minutos nos sentamos a cenar.
Las risas iban de un lado a otro, y la alegría se vivía en toda la casa.
Nuevamente nos dijeron que tendríamos que compartir habitación, y al ver que su reacción no fue negativa, me pude sentir mejor.
A la hora después, él dijo que estaba muy cansado por el viaje y que se iría a dormir.
Resguardé distancia y evité encontrar su mirada.
Pensaba que sería más fácil dormir con él si cuando llegara la habitación el ya estuviera dormido.
-Oye, me ayudas un poco con las cosas –Me dijo.
No pude ignorar su petición.
Sus mejillas estaban rojas.
Sentí una cosquilla en el pecho.
Al subir por las escaleras se hizo un pequeño silencio incómodo.
Iba tras él por lo que no podía verle el rostro… Sólo su lindo trasero que se veía mucho más impactante que el año anterior.
Llegamos a mi habitación y dejé su bolso en el suelo.
Él se sentó sobre la cama y comenzó a revolver unas cosas en su mochila.
-Ehh… ¿Cómo te fue en el colegio este año? –pregunté intentando romper el hielo.
-Bien –dijo de forma escueta mientras sacaba el cargador de su celular-.
Es decir, más o menos.
Bueno, mal.
-Eso no sonó bien –sonreí.
-Pudo ser peor –sonrió igual.
-¿Y qué tal todo? ¿Cómo está tu amigo? –el verano anterior había tenido un problema con su amigo, debido a un lío de faldas.
Mi primo se había enterado que la novia de su amigo lo engañaba y no sabía si decirle o guardar silencio.
Le sugerí que optara por lo primero.
-Bien.
Te hice caso.
Al principio no me creyó, pero al final supo todo.
Le duró la tristeza un mes y después encontró a otra chica.
-Oh, genial.
Que rápido –dije-.
¿Y tú? ¿Cómo vas tú con eso? He visto algunas fotos.
-Creo que bien.
Dejé de preocuparme por eso.
Ahora sólo tengo buena onda con Sofía, la chica de las fotos, pero nada más.
-Ya veo -.
A continuación procedí a retirarme del cuarto y dejarlo prepararse para dormir.
Las cosas a solas no habían ido tan mal, aunque se notaba que faltaba mucha fluidez.
Bajé y estuve compartiendo con el resto, hasta que se nos hizo tarde y partimos todos a nuestras habitaciones.
Cuando llegué a la mía mi primo dormía, así que muy lentamente comencé a desnudarme y a ponerme el pijama.
Levanté las tapas de la cama, y tuve que respirar profundamente cuando descubrí su perfecto culo en ese pequeño slip.
Sacudí mi cabeza y me acosté a su lado rápidamente.
El calor de su cuerpo me embriagó.
Apagué la lámpara y cerré los ojos, concentrándome para que la erección que se me había formado se bajara.
Me giré y la di la espalda.
Cinco segundos después él se movió, su mano se posó en mi hombro y lo sentí acercarse.
Su voz sonó a solo milímetros de mi oído:
-No he olvidado lo del verano pasado –dijo.
Mi cuerpo completo se electrificó.
Igual de rápido como dijo eso, volvió a su posición inicial.
Lo escuché sonreír.
Mi erección palpitó, y no fui capaz de decir nada.
Pero esto no iba a quedar así.
Me giré y lo imité, con la diferencia que pegué mi erección en medio de sus nalgas.
-Me alegra que no lo hayas olvidado, porque tenemos que terminar lo que empezamos –le mordí el lóbulo y volví a mi posición.
Después de eso, ambos respirábamos agitados.
No hubo más respuesta y me dormí.
Cuando desperté, la cabeza de mi primo yacía sobre mi pecho y mi brazo izquierdo lo envolvía por el cuello.
Su mano descasaba sobre mi vientre, sólo un par de centímetros por sobre el elástico de mi bóxer.
Mi pene estaba erecto.
Era glorioso tenerlo así y sentir su respiración.
Acaricié su suave cabello y jugué con él.
Lo escuché lanzar un largo suspiro.
-Veo que despertaste contento –dijo su voz.
No lograba ver su cara desde la posición en que estaba, pero supongo que había visto mi erección, pues no estaba cubierto por las sabanas debido al calor.
-Tú ayudaste bastante en eso –le dije.
Sonrió.
Se quedó un par de minutos en esa posición y después se incorporó.
-Necesito orinar –dijo.
Pasó sobre mí y no pude dejar de darle una gloriosa nalgada.
Cuando se irguió noté que su pene apuntaba en dirección a su cadera izquierda.
-Tú también despertaste contento –sonreí mientras apuntaba a su erección.
-Creo que es contagioso –contestó.
Abrió la puerta y asomó la cabeza para ver que no hubiese nadie en el pasillo.
Cuando verificó que era seguro, corrió en dirección al baño.
Esa mañana no sucedió nada, porque al poco rato después apareció mi tío levantando a todo el mundo porque iríamos a lago ese mismo día.
El caos se hizo y todos comenzamos como locos a armar nuestras cosas.
Desayunamos en tiempo record y nos pusimos en marcha.
Al cabo de una hora y media llegamos al lago.
Ordenamos las cosas y luego procedimos a comer unas pizzas que habían comprado en el camino.
Recién terminábamos de comer cuando mi primo me golpea el hombro y me hace señales para que fuéramos a nadar.
Asentí y fui a buscar un short y mi toalla.
El sol estaba quemando, por lo que antes de meternos al agua procedimos a colocarnos un poco de bloqueador solar.
Él se tumbó sobre la toalla y me ofreció su espalda para que pudiera aplicarle la crema.
Me encantaba como su piel dorada brillaba tan tersa y suave.
A contra luz iluminaban pequeños vellos de un rubio claro, que prácticamente pasaban desapercibidos.
El short que usaba resaltaba de manera muy mágica la curva de sus turgentes nalgas.
Era alucinante ese trasero.
Una vez hecho eso, él se ofreció a ayudarme a aplicarme el bloqueador y repetimos el mismo proceso.
Una erección se formó apenas sus manos se deslizaron por mi piel.
Pero sonreí al notar que bajo su short también se apreciaba un bulto travieso.
Esperamos un par de minutos para que se absorbiera la crema y después nos metimos al agua.
Fue un alivio refrescante.
De verdad que el sol estaba asesino.
El agua fría fue un descanso para el cuerpo, pero incluso así, mi erección no bajó.
Era difícil que sucediera teniendo a semejante espécimen frente a mí.
Su cabello caía húmedo sobre su cara, su piel ahora relucía por el agua, con los poros ligeramente crispados por el cambio de temperatura.
Literal me producía ganas de pasarle la lengua por cada centímetro de su piel.
A los minutos divisamos a la distancia que sus hermanas se nos venían a unir, así que tuvimos que tomar distancia con ligera decepción.
Pero esa sensación se pasó rápido, debido a que comenzamos a jugar y reír como los buenos primos que éramos.
Después salimos a explorar y llegamos a una pequeña isla que estaba adherida por un estrecho camino de arena a la orilla de la playa.
Subimos, y vimos el lago desde la altura.
Capturé la colorida imagen con mi teléfono y continuamos la exploración (Foto que está en mí instagram, por lo demás).
Al cabo de un rato, el resto de la familia bajó.
En un pestañeo la tarde se fue y cuando cayó la noche ya estábamos todos exhaustos.
Decidí darme una ducha para quitarme la arena y me metí al baño de la cabaña.
Hermosa coincidencia y bendita casualidad, que justo estaba él en proceso de desnudarse para meterse a la ducha.
El inicio del verano ya había hecho efectos en su piel, pues sus nalgas estabas de un perlado color blanco, mientras que su espalda y piernas estaban tomando un color cada vez más tostado.
Rápidamente cerré la puerta y entré.
-¿Qué haces? –dijo asustado, pero excitado.
-Necesito hacer esto –le respondí.
Me lancé sobre él y comencé a besarlo como si no hubiese un mañana.
Extrañaba sus labios y me alegraba saber que sus besos ya no eran tan torpes.
Acaricié su cuerpo desnudo y no dejé ningún espacio sin recorrer.
Mis manos bajaron por su espalda y atraparon sus nalgas.
Las apreté con fuerza y no me detuve hasta que gimió.
Bruscamente me alejé y lo dejé mirándome confundido.
Sus labios estaban rojos y ligeramente hinchados.
-¿Dónde vas? –preguntó con decepción.
Su pene duro apuntaba al techo.
Estaba más grueso y largo que el año anterior.
Y sus vellos púbicos habían ganado un poco de terreno, aunque seguía con el mismo toque juvenil y ligeramente lampiño.
-No me puedo quedar por más rato –dije lamentándolo-.
En la noche.
De esta noche no pasas.
Y salí.
Mi corazón latía a mil por hora y mi pene palpitaba furioso.
Pero no podía arruinarlo, teníamos que hacerlo en un lugar más seguro y, en ese momento, la cabaña no lo era.
Una vez escuché que salió de la ducha procedí a entrar y darme un baño.
Cuando salí él ya me esperaba con una grandiosa noticia.
Lo supe apenas vi su radiante sonrisa con brackets y sus ojos esperanzadores.
-Por falta de espacio, no podremos dormir en la cabaña –dijo rápidamente-.
Así que armaremos una tienda afuera y dormiremos allí.
-Oh… Que terrible noticia –dije de forma sarcástica-.
Nada hacía presagiar que el mundo conspiraría para que tu culo fuera rellenado por mi verga esta noche –le susurré al oído.
Sus mejillas se colorearon al instante y sus ojos destellaron.
Amaba la mezcla de inocencia y lujuria que se formaba en su rostro.
Y amaba que me siguiera el juego en esto.
Después de cenar salimos al patio de la cabaña y nos pusimos manos a la obra.
Mi papá y mi tío nos ayudaron con la iluminación y con las cosas.
La tienda era pequeña, pero lo suficientemente cómoda para que ambos estuviéramos cómodos.
Gracias a la poca contaminación lumínica la noche estaba fantabulosa.
Las estrellas se veían bellas y daba una sensación relajante apreciarlas.
Así fue que decidimos sacar parte del colchón por el agujero de la tienda y acostarnos de tal manera que nuestras cabezas quedaran fuera para poder mirar el cielo.
Aún hacía mucho calor por lo que, además, era tremendamente refrescante.
Y por qué no decirlo, también era genial ver su torso desnudo bañado por la luz de la luna.
¡Dios! Ese chico me tenía mal.
Sin proponérselo se veía tan cool, con sus brazos cruzados por detrás de su cabeza, enseñando unos bíceps que prometían ser poderosos, y una axila con un par de pelos castaños.
-¿Por qué nunca me hablaste? –preguntó de pronto mientras lo miraba de forma enfermiza.
-¿Ah? –pregunté confundido.
-Que por qué no me hablaste durante el año –repitió.
-Eh, no lo sé.
Tenía miedo, creo.
No sé si te diste cuenta, pero lo que hicimos escapa de lo… ¿normal? Y pues, me aterré.
Tenía susto de que a lo mejor te hubieses arrepentido y pensaras que yo era un depravado o algo así.
No quise hablarte porque no quería escuchar eso –respondí.
-Pues no pienso eso –dijo.
-Lo noté –sonreí.
-Pero sí al principio me confundí bastante.
No sabía qué pensar.
Mi cuerpo me pedía una cosa pero mi mente otra.
Fue difícil procesarlo.
Pero solo duró un par de semanas, cuando me di cuenta que todas mis pajas eran alimentadas por ese recuerdo.
-¿Y por qué no me hablaste? –le pregunté.
-Porque tenía miedo –rió-.
Temí que a lo mejor tú te hubieses arrepentido.
O que quizás solo fuera algo del momento y nada más.
No entendía mucho de esas cosas, no sé si te diste cuenta.
Y no me atreví a averiguarlo, ni siquiera sabía qué decir.
Esperaba que tú lo hicieras.
-Genial, un círculo vicioso –me sentí tonto por no haber querido hablarle.
-Y cuando te vi ayer, y noté que no me ignoraste o rechazaste, me hizo tomar confianza otra vez.
-Por suerte.
En parte fue culpa mía.
Tomé ventaja de una situación que tú no estabas preparado para afrontar.
-O quizás me diste un empujoncito.
No me arrepiento ¿sabes? A partir de eso se me abrió un abanico distinto de posibilidades que antes no consideré.
-¿Y qué sucede con esa chica de instagram? Si eres gay, no deberías ilusionarla.
-No soy gay –respondió con serenidad.
-¿Entonces? ¿Qué bando elegiste?
-¿Tengo que elegir? –contra preguntó.
Quedé congelado.
Esa era una muy buena pregunta.
-En realidad no, tienes razón.
-Pues a eso llegué.
Creo que no es necesario elegir.
Solo hacer lo que salga de mis huevos y ya.
No complicarme la vida.
Mientras no le haga daño a nadie, todo vale.
-Me gusta tu pensamiento –le dije con sinceridad.
Ojalá yo hubiese sido tan resuelto cuando me di cuenta de que me gustaban los chicos.
Más chicos así por favor, el mundo sería feliz.
No nos dimos cuenta del paso del tiempo.
Todo estaba en absoluto silencio.
-Creo que es momento de ponernos manos a la obra –dijo con picardía.
-¿Estás ansioso? –bromeé.
-Llevo todo un puto año esperándolo –fue lo necesario para encenderme por completo.
Rápidamente entramos el colchón y cerramos la tienda.
Él se tiró sobre mí y se sentó sobre mi pelvis mientras nos comíamos a besos.
Mientras lo hacíamos su cadera se movía de forma circular causando que nuestros paquetes se frotaran a través de nuestros boxers.
Pero yo quería más, y fui por más.
Me incorporé y lo volteé, de tal manera que fui yo quien quedó sobre él.
Rápidamente bajé su bóxer y dejé al descubierto su glorioso trasero.
Él me tomó de la cintura con decisión y liberó mi verga.
-Quiero hacerlo pero no sé cómo –dijo mientras miraba mi pene con deseo.
-Succiona como si tu vida dependiera de eso, y oculta tus dientes –le dije con velocidad.
Acto seguido mi glande desapareció entre sus perfectos labios.
Succionó y supe que había descubierto un nuevo talento en él, aunque faltaba pulirlo.
Esta vez fui yo quien tuvo que cubrir su boca para no gemir demasiado alto.
Rápidamente fue dominando la mamada, y al ver que yo disfrutaba lo hacía con mayor seguridad e intensidad.
Pero no quería correrme tan rápido.
Lo detuve y me retiré.
Tomé sus piernas y las acerqué sus rodillas a su pecho, de tal manera que su agujero me saludara.
No hay nada más bello en el mundo que ese ano.
Todos deberían tener una foto de ese culo abierto en las salas de su casa.
Es simplemente majestuoso, mil veces mejor que “La ultima cena”.
Bajé lentamente, olía juventud y pureza.
Con mi lengua lamí justo el espacio que hay entre el comienzo de su ano y su escroto.
Éste último se retrajo con nerviosismo.
Gimió.
Continué el recorrido con mi lengua, subiendo por sus testículos y el tronco de su pene.
Llegué al glande y me lo introduje.
Me miraba con las mejillas coloradas, los ojos brillosos y la boca ligeramente abierta.
Un precioso ángel.
Me alejé nuevamente y contemplé el camino de humedad que había dejado.
Soplé y se estremeció.
Su ano se contrajo.
Místico.
Era una llamada de atención, yo lo sabía.
No prolongué más la situación y bajé a besarlo.
Cuando estaba a un par de centímetros ya podía sentir el calor que irradiaba.
Algo me decía que su interior hervía.
Delicioso.
Besé.
Suspiró.
Mordí mi labio.
Abrí mi boca y mi lengua acarició el borde de ese anillo de carne.
Y no se detuvo.
Enterré mi cara entre sus nalgas y no salí en bastante rato.
Lamí cada arruga de su ano, y viajé desde la línea inicial hasta la final.
No dejé ningún centímetro sin degustar.
Mordí sus nalgas y disfruté de su lucha por no gritar.
-¿Estás listo?-.
-Por Dios, ¡Sí!-.
-Ese es mi chico –sonreí.
Empapé mi dedo con mi líquido pre seminal y lo introduje en su ano.
Me encantó que se deslizara como mantequilla.
Su interior húmedo estaba hirviendo, y apenas entró mi dedo comenzó a revolverse intentando estrangularlo.
Luego de unos segundos lo saque para proceder a continuar con dos.
La resistencia aumentó y costó un poco más lograr deslizarlos.
Él no protestaba, sólo gemía en silencio.
Jugué con ellos masajeando su próstata.
En su pubis tenía un charco de pre semen, lo que era un claro indicio que estaba haciendo un buen trabajo.
Su mano se fue a su pene, pero lo detuve.
-No te correrás hasta que yo lo diga –le dije con firmeza.
Sus mejillas se colocaron aún más rojas.
Sus ojos sumisos entendieron.
Asintió.
Saqué los dedos de su cuerpo y los llevé a mis labios.
Humedecí tres.
Su sabor bailó en mi lengua.
Continué.
Su ano se resistió a tragarlos.
Noté sus quejidos, pero no me pidió parar.
Le pedí cambiar de posición.
Su pecho quedó sobre el colchón mientras que su culo quedó apuntando al cielo con su espalda curvada.
La imagen frente a mí era digna de una pintura al óleo, expuesta como atracción principal en una galería de arte que absolutamente nadie iría a ver.
Seguí con mi trabajo, y esta vez logré introducir los dedos hasta la segunda falange.
Consideré que era el momento.
No podía aguantar más.
Los retiré e introduje mi lengua, llenando de saliva esa pecaminosa cavidad.
Su ano boqueaba con un ligero tono colorado.
-Llegó la hora –dije-.
Esto dolerá.
-Lo sé –respondió-.
Leí al respecto.
-Genial.
Tomé mi pene que literal estaba empapado de mi pre semen, y apunté a su ano.
Cuando mi glande tocó ese pequeño agujero, mi primo se estremeció.
Acaricié su espalda y abdomen para relajarlo.
Y mientras lo hacía, empujé lentamente.
Gracias a la humedad y a la dilatación, pude ir introduciéndome lento pero continuamente.
Su calor me abordó al instante y la presión con la que mi pene era apretado provocó que tuviera que detenerme y respirar.
-Ah… -se quejó.
Fue débil y casi inaudible.
Estaba luchando con el dolor.
Esperé unos segundos y continué-.
Hmm… Ah…
Cuando mi glande estuvo por completo dentro de él, sentí que su interior comenzó a succionarme.
Simplemente me dejé llevar y poco a poco fue tragando mi verga.
Cuando mis testículos tocaron su piel ambos gemimos.
-Oh, rayos… Ahh… -gimió él.
Me detuve.
Su respirar se volvió rápido.
Tenía sus ojos apretados y la boca jadeante.
El dolor era agudo, pero peleaba contra él.
Lentamente me fui retirando, aunque su interior tiraba de mí.
Su quejido se acentuó, pero se apagó cuando salí completamente de él.
Su ano se contrajo con fuerza y volvió a abrirse repetidas veces.
Él suspiró aliviado.
Esperé unos segundos.
-Otra vez –dijo de pronto, mientras me miraba con sonrisa y ojos traviesos.
No esperé a que me lo repitiera.
Dejé caer un poco de saliva y volví a su interior.
-¡Ah! –gimió con agudeza.
Esta vez había entrado con más rapidez.
Su mano se fue a su pene, pero otra vez lo detuve.
-Me correré –dijo-.
Por favor.
-No –le dije a la vez que apartaba su mano-.
Hasta que yo te lo diga.
Mordió sus labios y obedeció.
Comencé a bombearlo.
Su cabeza se hundió en el colchón y yo tuve que morder mis labios para no gritarle al mundo lo rico que era ese culo.
Estuve un par de minutos dándole duro, pero quería verlo a la cara mientras lo hacía.
Fue así que decidí volver a la posición anterior y comenzar a embestirlo de frente.
Sus piernas rodearon mi cadera y lo vi fijamente mientras hundía mi miembro en él.
Su boca se abrió ligeramente cuando lo fui penetrando.
-¿Notaste que se deslizó como mantequilla? –le preguntó con morbo.
-Ah… Sí…- dijo entre cortado.
-Ahora tu culo quedó hecho a mi medida –le dije.
Y procedí a penetrarlo con fuerza, olvidando completamente que solo una delgada tela nos separaba del exterior.
Luego de unos minutos sus ojos buscaron los míos, noté lo que quería.
-Quiero correrme, por favor –dijo.
Su mano iba a su pene.
Lo detuve.
-Lo harás cuando yo lo diga –le repetí mientras subía la intensidad.
Ya notaba que mi orgasmo estaba bastante cerca.
-Por favor –su ano estaba más apretado de lo normal.
Me estaba haciendo caso y literal estaba resistiendo las ganas de correrse.
-Te correrás sin tocarte –le dije.
Moví mi cintura y comencé a penetrarlo de tal forma que mi glande impactara directamente contra su próstata.
Empezó a gemir y agitarse, su reflejo fue llevar su mano hasta su pene, pero pronto se dio cuenta que ya no sería necesario.
Ante sus ojos, su pene comenzó a disparar gruesos y contundentes chorros de semen que se derramaron por su pecho y cuello.
Su boca se abrió en un gemido ahogado y sus ojos se fueron a blanco.
Al instante siguiente sentí una explosión inimaginable de electricidad que comenzaban de forma intensa en mi glande y se dispersaba por mi cuerpo.
A continuación sentí un río de semen salir por mi pene y llenar su interior, mientras lentamente sentía como la energía era drenada de mi cuerpo.
No paré de embestir hasta que mi verga perdió la erección luego de un orgasmo largo e intenso.
Caí sobre él que apenas podía respirar.
Y nos besamos casi con las últimas fuerzas.
Estuvimos varios minutos así, abrazados, respirando al unísono, notando como nuestros corazones latían como locos.
-Es increíble –dijo.
-Sí, lo fue –coincidí.
-Quiero repetirlo -.
-Dame un minuto, campeón –respondí sorprendido de su propuesta-.
Necesito recuperar el aire.
Me levanté y saqué papel higiénico de mi mochila para quitarnos los restos de semen del cuerpo.
Su ano se veía muy colorado, y el semen que de él brotaba venía con algunas gotas de sangre.
Lo limpié y luego me acosté a su lado.
Su cabeza se recostó en mi pecho.
Besé su nuca y acaricié su espalda.
Amaba sentir que él me entregara su cuerpo sin chistar.
Me sentía brutalmente responsable de cuidarlo.
Cerré mis ojos unos minutos, y los abrí de forma repentina cuando su mano bajó hasta mi pene.
De verdad este chico quería más.
Me miró con una tierna sonrisa y ojos traviesos.
No podía decepcionarlo, así que me sumé al juego.
Esa noche lo hicimos tres veces.
No paramos hasta que su culo ardió como el infierno al igual que mi glande.
Sólo se quedó dormido una vez que consiguió que acabara en su boca, a las 5 de la mañana.
Al otro día despertamos con el cuerpo adolorido como si hubiésemos corrido una maratón.
Mi pene dolía al roce con el bóxer y él no lograba sentarse sin quejarse por el dolor.
Pero no nos quedó otra más que disimular.
Literal estábamos destruidos, y solo era el inicio de nuestro nuevo verano.
-Instagram: AngelMatsson
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